11. Sensory deprivation

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Lo peor era la incertidumbre.

Aguante la respiración mientras esperaba algún avance de Aioros, esperar era terrible me hacía tan consiente del latido desbocado de mi corazón, de mi respiración irregular y el ligero temblor de mis dedos. Sentía su mirada sobre mi podía imaginar esos hermosos ojos verdes deslizándose sobre mi cuerpo desnudo deteniéndose aquí y allá mientras yo intentaba quedarme tan quieto como me fuera posible.

Aguardando.

Tragué saliva mientras escuché el rumor de tela moviéndose, no sabía si era su ropa, las sábanas o bien el viento realizando alguna cortina para burlarse de mí. La cama se hundió un poco y el calor de su cuerpo se posiciono sobre mí, sentí su aliento caliente sobre mi rostro y esos labios generosos sobre mi frente.

— estás temblando

— estamos en noviembre, hace frío

Una risita llegó a mis oídos mientras él me besaba las mejillas con especial cariño, sus dedos bajaban por mi pecho.

— no te preocupes... en un momento estarás sudando...

— ¿está es tu charla sucia? — quise reír, pero la carcajada se ahogó en mi garganta cuando los dedos empezaron a tamborilear sobre mi abdomen, era una sensación agradable que me recordaba lo cerca que estaba de mis genitales, me gustaría ver su rostro, sus acciones aún que con aquella cinta en los ojos no se estaba tan mal podría disfrutar con todos mis sentidos sus caricias, apreciar la forma en que sus dedos viajaban por mis muslos aferrándose a mi como si fuera un salvavidas— necesito más

— ¿Mas?

— tócame más...— luche por separar mis piernas aferrando mis pies a los bordes para que el me mirara, agradecí ser incapaz de ver la reacción de Aioros por qué estaba seguro que si ponía una cara de sorpresa o peor de complicidad me moriría de vergüenza.

Gemí, los labios suaves de mi novio se aferraron a una parte sensible en mi cadera, su cálida lengua se deslizo por mi coxis haciendo que me retorciera con un puñado de sabanas apretados con fuerza en mis manos. Sentía la frialdad que dejaba el abandono de esos labios en mi piel, me había hecho adicto a su cercanía a sus atenciones al grado de que ahora un par de centímetros de separación me parecían insoportables, levante las caderas del suave colchón anhelando la cercanía que volvía nuestros cuerpos uno solo. Quería más de Aioros: de su boca hambrienta, de su carne caliente, de su pene palpitante dentro de mí, le llamé con la voz más quejumbrosa que tenía.

Que importaba si lo que salía de su boca no era digno de un guerrero de su estatus, cuando estaban en esa cama ambos se despojaban de sus armaduras y sus títulos, se volvían solo amantes que anhelaban la cercanía de su gran amor.

Escucho el clip de la botella de lubricante, aguanto la respiración mientras mi novio vertía el frío líquido sobre mi erguido miembro dejando que goteara más abajo, tuve que morderme los labios cuando la sustancia bordeó mi entrada.

Las manos de Aioros eran grandes podían rodear mi virilidad sin problemas, pero eran tan delicadas en su tacto que podrían llevarme al borde de la locura con dos dedos, los mismos dos dedos que se abrían paso en mis entrañas en forma de tijera con un ímpetu que reducían mi capacidad de habla a una serie de gemidos, jadeos, gruñidos y sollozos sin sincronía alguna.

Los dedos me dejaron suelto y su mano se parto de mi eje haciéndome suplicar brevemente antes de sentir su agarre en mi tobillo mientras me arrastraba hacia el borde de la cama, con la mitad del cuerpo en el aire y los pies cuidadosamente puestos sobre sus hombros, ya sabía lo que venía, la forma en que su nudosa cabeza se presionaba contra la entrada me encantaba forzándose de forma lenta entre mis piernas mientras yo me atendía a mí mismo con una mano.

Mi interior se estiraba para darle cabida, sentía el corazón en los oídos mientras terminaba la inserción, escuché mi nombre entre sus jadeos mientras tomaba mis caderas para mantenerme en mi sitio y empezar aquellos rítmicos movimientos que aumentaban la presión en los lugares justos para que mi oscuridad se llenará de luces blancas. Mi mano aumento la velocidad de las caricias me sentía tan al final del precipicio que no pude evitar quejarme cuando el aparto mi mano para entrelazar sus dedos con los míos.

No podía quejarme su cuerpo se movía de forma irresistible y las lágrimas empezaban a acumularse en aquella banda, no podía más, con la cabeza hacia atrás y la espalda arqueada me deje llevar por la sensación abrumadora de un orgasmo que emergía desde la punta de mi pene hasta mi entrada sensible.

Aioros también se vino poco tiempo después, pero yo estaba tan mareado que me sentía como si hubiera abandonado mi cuerpo. Sentí su pesado cuerpo sobre él, la respiración caliente haciéndole cosquillas en su cuello.

— dios eres maravilloso— sus manos apartaron la cinta frunciendo el ceño un poco— aún que me gusta más ver tus ojos...

Los secretos de PanWhere stories live. Discover now