23. Deepthroating

99 5 0
                                    

Los papeles se apilaban sobre el escritorio: libros, papiros e incluso diarios formaban montículos sobre el enorme mueble e incluso había algunos desafortunados escritos que habían terminado en el suelo. Algunas veces parecía que aquello no tenía fin, que sin importar cuánto se enfrascara en esa investigación no avanzaba en lo más mínimo, era el perro persiguiendo su cola, una empresa simplemente infructuosa.

Suspiro, le dolía la cabeza y las letras del enorme tomo delante de él empezaban a volverse una mancha oscura en el papel, se apartó un momento de aquella silla sintiendo como sus músculos se quedaban por el movimiento, el dolor viajaba desde su cabeza hasta su espalda baja como si su cuerpo le recriminara todas esas horas sentado.

— debo entrenar más— últimamente no había tenido demasiado tiempo para siquiera acercarse a la arena, incluso había relegado los entrenamientos de Regulus a Hasgard y a El Cid, no podía creer lo incompetente que se habían vuelto últimamente cuando todos lo necesitaban más que nunca, suspiro con el entrecejo fruncido buscando aquella taza de café en el escritorio para beber los restos de energizante para terminar con aquel enorme libro.

Un suave llamado en la puerta le hizo detener sus pesquisas, miro el reloj en la pared eran casi la una de la mañana, demasiado tarde para que alguien vagara por su templo.

— ¿Si?

— ¿Sísifo? — la voz áspera de El Cid le hizo suspirar aliviado.

— adelante— sonrió mientras tomaba la taza fría de café, llevándosela a los labios mientras la puerta se abría delante de él miro a su compañero, su cabello oscuro estaba alborotados más allá de la tiara y notaba algunos arañazos en el rostro probablemente producto de sus entrenamientos, intento no mirar su mano aún que imaginaba que estaría como siempre llena de cortes— ¿Terminaste tu entrenamiento? Es peligroso usar tu espada en la oscuridad

Sus ojos parecían más oscuros a la luz viciosa de su lámpara, usualmente eran de un bonito color violeta pero ahorita parecían casi negros, suspiro acercándose para tomar su mano derecha había sangre en sus dedos e incluso una uña había sido arrancada, negó con la cabeza ante aquel lamentable estado.

— traeré algo para curarte, dame un minuto— trato de pasar a su lado para ir por el botiquín en su habitación, pero las manos frías del santo de Capricornio se aferraron a su muñeca— ¿El Cid?

— no es necesario, no te molestes— le soltó con calma mirándole largamente— ¿Trabajas hasta tarde?

— quería adelantar algo...

— ¿es sobre los dioses del sueño? — el español dio un paso hacia la biblioteca, su figura era casi un faro en aquel sitio y a Sísifo le reconfortaba tenerlo cerca, últimamente no habían tenido demasiado tiempo juntos.

— si... lamento no tener nada nuevo, ya regreso— se alejó por el pasillo hasta su recamara, habían pasado lo que parecían días desde que había entrado a aquel sitio y aquello le hacía sentir un poco agobiado, no recordaba la última vez que durmió ocho horas seguidas en un lugar medianamente cómodo, saco la cajita de vendas de su tocador y volvió sobre sus pasos soltando una disculpa prematura a un estudio vacío— ¿El Cid?

Le llamo por los pasillos, no creía haberse imaginado al menor en su casa, aún podía sentir el calor de su mano en su muñeca y recordaba su voz áspera en el lugar. Un silbido llamo su atención hacia la pequeña cocina, se asomó para ver la silueta del santo quitando la tetera del fuego y preparando un aromático café.

— hay polvo por todas partes

— sí, bueno... mandé a parte de mis doncellas a ayudar a Atena... es... en lo que conseguimos alguien más que le sirva... solo... no he tenido tiempo de limpiar— se sentía un poco avergonzado. No solo no limpio su propio desastre si no que había olvidado buscar a alguien que asistiera a su diosa.

Los secretos de PanWhere stories live. Discover now