CAPÍTULO 24

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DEJALO IR

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JESSICA FAVRE

La mansión está vacía, los guardias permanecen afuera pero atentos. La chimenea de la habitación matrimonial ardía con fervor, y solo observo el fuego sentada en el sofá barroco mientras escucho la regadera y su incesante tarareo. Cyprian dejó de responder mis mensajes hace una hora, estoy completamente tensa y enojada, muy enojada.

Ella actúa perfectamente como Diana Ayleen, respira, mastica, pestañea y sonreí como ella. Arruga la nariz cuando debe de hacerlo y remoja sus labios en el momento justo. Pero sus acciones simplemente se sienten vacías. La humana que yo conozco es genuina de pies a cabeza. Este demonio de mierda incluso planea el latir de su corazón.

Cuando Diana Ayleen entra a una habitación, la llena de calidez y luz con una habilidad sobrenatural. Pero ahora mismo, ni el fuego intenso de la chimenea me hace entrar en calor.

La regadera se apaga, pasan los minutos y la puerta se abre.

—Ay, necesitaba esto—Exclama. —Nada como una ducha después de casi morir.

Esbozo una sonrisa igual a la de ella, falsa.

—Un día normal para ti.—Bromeo.

Rodea el sofá, y la miro sin preámbulos. Se puso uno de los antiguos pijamas de Diana, los que yo le regale, un vestido blanco de seda con una bata blanca y encaje de flores. Me pregunto, si puede ser una coincidencia o eligió ese a propósito, pero ese conjunto era mi favorito, tanto que lo mande a hacer en todos los colores.

—Ja. Ja— Se sienta a mi lado. —¿Y Cyprian a qué hora va a llegar? —Me encogí de hombros. —¿Sale con unos jóvenes del pueblo sin mi permiso y tú ni siquiera sabes cuando vuelve? Llámalo y dile que venga.

—Estamos en el sitio más seguro del planeta, Bombón, aquí no hay peligro alguno. —Su sonrisa se hace más grande. —Además, ya es un adolescente, debes dejarlo ir.

—Para mí siempre será mi niño.

Esa frase endurece mi estómago, pero debo disimular mi disgusto con una pequeña risa. Ella muerde sus labios, mientras observa sus dedos. Y así, callada y con la mirada caída, casi puede acelerar mi corazón, porque aunque lo haya olvidado por unos segundos, el cuerpo le pertenece a la preciosa Diana Ayleen.

—Jess, tenemos que hablar de lo que pasó hace un rato—Murmura, ruborizando sus mejillas.

—¿Qué sucedido?

Levanta la mirada, frunciendo sus cejas pelirrojas, ella sacude su cabeza con incredulidad, pero guardé silencio.

—Lo del beso, mujer ¿Qué más?— Solté a reír y ella golpea mi hombro. —No juegues con eso, es serio. Hay un corazón en peligro.

—Está bien, perdón—Enderezó mi postura. —Empieza.

—¿Por qué yo? Tú me besaste.

—Si por mí fuera ya te habría marcado y llevado a la catedral más cercana para casarnos.— Aseguro. —Tú eres la que tiene un dilema y seguramente tiene que ver con la puta traidora de Belanger.

Me regaña con la mirada, antes de recostarse en mi hombro.

—No es tan fácil.—Desliza su mano en la palma de la mía y la oigo suspirar— Amina parece incapaz de dejarme en paz, está obsesionada y me temo que nos haga daño—Su preocupación suena verdadera. —O a ella misma…

Sword Onyx [3]Where stories live. Discover now