Capítulo 4

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No tengo la menor idea de que demonios voy a hacer ahora.

Solo han pasado tres días desde el incidente del concurso, tres días viendo mi gran hazaña en Youtube, Tiktok, incluso en Instagram, pero, también tres días en los que no he podido sacarme esa mirada de la mente. Incluso he soñado estos últimos días con él, esos malditos ojos rasgados me persiguen hasta dormida.

¿No le bastó? ¿No está feliz? No volverá a verme en su vida, pero no conforme, sigue jediéndome la existencia solo por un insulto, tampoco fue tan grave ¿O sí?

Miro el currículo que llevo en la mano nuevamente e intento no retraer la visión de él escaneando mi foto una y otra vez frente a mis narices. Mientras me deshago de ese recuerdo y me aseguro de que la información esté correcta. Debo buscar otras oportunidades ¿No? O por lo menos dinero suficiente para volver a casa con un colchón donde tirarme a llorar.

No es por presumir, pero no soy una inculta. Mi currículo se encuentra lleno de experiencia laboral, he trabajado para grandes empresas y me he especializado en varios ramos culinarios en el poco tiempo de vida que tengo, el problema es que en el exterior no toman mucho en cuenta tu experiencia, sino que seas y hagas lo que ellos necesitan, solo eso.

Camino una cuadra mirando si consigo algún cartel de "Se busca personal" porque como decía mi abuela: "Si buscan un albañil, usted, aunque no sepa que es un bloque diga que sí, y luego que le den el trabajo busque quien le enseñe como ser un albañil"

Muy sabia esa mujer, por eso tuvo ocho hijos y veinticuatro nietos.

Mis ojos se detienen la búsqueda en un cartel pegado en el ventanal de lo que parece ser un Bakery Coffee, desde afuera se ve algo lujoso, no sé si será buena idea, pero ¿Quién dijo miedo? Mi mamá no parió cobarde.

Abro una de las grandes puertas de vidrio de la entrada y mi mandíbula cae en picada al mirar el interior del lugar; Luces y plantas artificiales enredaderas cuelgan del techo, mesas de madera a juego con sillas de diferentes tamaños. Hay una gran isla en el centro del lugar lo que por inercia me hace suponer que se trata del bar.

Hay cuatro hombres jodidamente guapos atendiendo en la isla, los baristas. Por lo que puedo observar cada uno tiene una especialidad: Café, Jugos, cocteles y té.

Miro a una de las meseras desocupada y me acerco a ella con la mejor de mis sonrisas, esa que anoche estuve practicando frente al espejo, porque la verdad soy muy cara de culo, pero, la necesidad amerita ser un Marshmellow de vez en cuando.

—Hola. — Saludo amablemente llamando la atención de la chica. Ella voltea inmediatamente y me sonríe.

—Buenos días. —Me dice. —¿En que puedo ayudarle? —Su inglés es algo tosco así que rápidamente reconozco el acento.

—Quería saber con quien podría hablar respecto a la vacante que tienen. —Explico señalando el cartel de afuera. —Tengo experiencia en panadería. —Miento.

Ay, abuela, perdóname.

Ella suspira fuertemente y luego sonríe. —Buscaré al gerente, curiosamente se encuentra aquí hoy. —Le veo irse hacia lo que parece ser la cocina y espero recostada de la isla.

—Eres bonita. —Me habla en español uno de los baristas que se encuentra cerca de mí secando vasos y copas de vidrio. —Te contratarán. —Dice y yo sonrío con nerviosismo sin saber si es por lo que dice o por lo jodidamente guapo que es.

Juego con el esmalte de mis uñas mientras espero, tengo una mala costumbre que incluye arrancarme a pedacitos el esmalte y no habrá manera de curarme, lo he intentado, pero me resulta imposible.

Mr. Park © #PGP2024Where stories live. Discover now