Capitulo 26

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Me siento asquerosa.

Lo hecho está, pero no debí hacer eso. Mis reacciones por lo general son adecuadas, logro controlarme y no perder el control, sin embargo, hoy de entre todos los días, fue el peor para dejar salir la fiera que llevo por dentro.

Me siento despreciable, tanto como si me codeara con esta gente de toda la vida. Vivo con el ideal de que, aunque seamos personas humildes y honradas, la dignidad no se debe perder, pero hoy, Dios, les di el gusto y el poder para destrozarme.

Sin embargo, como acabo de decir, no hay vuelta a atrás. No importa cuanto me martille al respecto, de lo que estoy segurísima es que disfrutaré haberle dado esa cachetada toda mi vida.

Si mi madre estuviera aquí siento que no sabría si reprenderme o aplaudirme, pero que sepa que sus valores quedaron muy bien impuestos en mi persona y en su cara.

—¿Amelia Rodríguez? —Escucho llaman mi nombre desde el cuarto cubículo de la oficina de migración de Corea. Me pongo de pie y miro mi maleta junto al frío asiento de metal, no sé cuantas veces arrastraré esta maleta estos días.

Camino a paso de soldado y me obligo a sonreír sin ganas hacia el agente que me recibe de mala gana en el cubículo, un hombre algo mayor y mal encarado que sella y tecla en el ordenador como loco.

La explotación escolar y laboral en Corea definitivamente es bestial.

—Buenos días. —Hablo en Coreano con total naturalidad porque obvio, se trata de un completo extraño. —Realizaré el pago de mi multa de transito terrestre.

—Pasaporte. —Pide estirando la mano. Se lo entrego y espero que verifique mis datos en el ordenador, me apego al protocolo y espero a que me indique el monto sin embargo, me sorprende que el hombre simplemente busca una hoja limpia en mi pasaporte y de una vez lo sella entregándomelo. —Retírese. —Dice devolviendo su mirada al ordenador.

No sé si hacerme la loca y salir corriendo, pero esto no es Venezuela, necesito saber que sucedió. —¿Ocurre algo? —Pregunto inquieta.

—Su multa fue cancelada el viernes según nuestro sistema, solo faltaba el sello correspondiente. —Explica de mala gana.

¿Cómo que está paga? Eso no puede ser, a menos que Oliver... Ash.

—Solo por curiosidad ¿Hay manera de conocer el nombre del titular que realizo el pago? —Pregunto haciendo una mueca, sin embargo, el hombre teclea en el buscador.

—Park. —Suelta. —Alguien Park fue ¿Algo más? —Pregunta mirándome de reojo.

Oliver.

—Gracias. —Digo inclinándome antes de salir del cubículo y tomar mi maleta.

Salgo a la calle y pido un taxi por aplicación. Recuerdos tenues de la fiesta de ayer me aturden, no puedo dejar de pensar en todo eso y sé muy bien que la vergüenza me va a perseguir.

Por lo general me martillo mucho pensando en el que pudo haber pasado si hubiese actuado de otra manera, normalmente pienso que hubiera sido mejor decir en una discusión o algo por el estilo, pero esta vez no es así, para ser franca, el recuerdo de la cachetada que le di a Yoona es lo que me persigue y quizás también un poco el hecho de que todos me estaban mirando, entre ellos Oliver y peor... Park.

Pero es que solo quiero gritar, como puede ser posible que se atreva a tocarme, es un completo descarado, imbécil, quisiera decir que lo odio, pero me prometí reprimir ese tipo de sentimientos que solo me joden más y más.

El taxi se orilla y subo mi maleta para luego sentarme y cerrar la puerta, el chofer ya tiene la dirección en la aplicación así que se echa a andar al aeropuerto sumidos en un silencio ensordecedor, claramente soy extranjera, los taxistas prefieren no entablar relación con nosotros.

Mr. Park © #PGP2024Where stories live. Discover now