Capítulo 10

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—Señorita. —Insiste el oficial llamando mi atención. —¿Puedo ver su pasaporte?

Doy un paso hacia atrás poniéndome en evidencia ¿Por qué quiere ver mi pasaporte? ¿Acaso sabe que mi periodo aquí ya caducó?

Mierda.

El chico, quien sigue al lado del oficial se da cuenta y me hace un gesto como preguntando porque estoy tan arisca y no le entrego el pasaporte la oficial, yo inmediatamente niego con la cabeza y el reacciona de inmediato, lo sé porque le veo mirar al oficial y pasarse una de las manos por el cabello pensando.

—Oficial. —Llama el chico la atención del policía. —¿Tiene usted potestad para pedirle el pasaporte a la ciudadana? —Yo abro los ojos de par en par al escucharlo ¿Cómo le habla de esa manera a un oficial de policía? ¿Está loco? —¿Es usted un oficial migratorio? —Le pregunta al oficial para distraerlo.

Ay, pero que idiota.

—No. —Contesta el oficial cuadrándose frente a él. Es un poco gracioso ver que el chico sin esfuerzo es dos veces más alto que el oficial y el hombre incluso se esfuerza por alcanzarlo para intimidarme. —Pero si puedo pedirle que me muestre su permiso temporal de permanencia en los estados unidos. —Concluye mirándolo fijamente.

Mierda, mierda y más mierda. Literalmente me están tirando una bola de mierda en la cara, no de nieve, de mierda.

—¿Usted es acaso el responsable legal de esta ciudadana? —Le pregunta el oficial.

El chico y yo nos miramos fijamente a los ojos con intenciones de responder.

—Sí. —Dice él. —No. —Digo yo al unísono y nuevamente quedamos como unos imbéciles mirándonos.

El oficial frunce el ceño y respira profundamente al saber que está frente a un posible problema.

—¿Sí o no? —Cuestiona.

—Sí. —Digo ahora corrigiendo la estupidez anterior.

—No. —Refuta él al mismo tiempo.

Maldita sea.

—Soy el responsable legal. —Dice el chico haciéndome una ceña para que me calle. —Por eso los llamé porque un ladrón robó sus pertenencias ¿Es la manera en la que queremos representar nuestro país en el extranjero? —Dice con ambas manos en la cintura.

El oficial me mira de arriba abajo como intentando saber que me diferenciaba de una migrante cualquiera para ser una turista, realmente no mucho, pero a este señor le sorprendería saber cuanto indio en Latinoamérica tiene dinero y nosotros que nos vemos decenticos no tenemos ni un peso.

El intercomunicador del oficial empieza a hacer ruidos extraños y él lo toma inmediatamente diciendo algo que no entiendo porque el sonido de mi corazón latiendo a mil por hora me distrae ¿Me va o no a pedir el maldito pasaporte? Acabemos con esto de una vez.

—Nueve cincuenta, código trece. —Le grita al otro oficial, el cual, asiente y se lleva esposado al ladrón. —Cuide sus pertenencias, espero haya tenido una grata estadía en los estados unidos de Norteamérica. —Me dice el oficial despidiéndose antes de trotar hacia la bicicleta y retirarse rápidamente.

No puede ser.

Siento como se me baja la tensión y me dejo caer en el suelo débil y abrumada, el chico se inclina y me echa aire con la mano para verificar que no esté a punto de desmayarme, pero yo no sé si quiero agradecerle o golpearlo.

—¿Estás bien? —Me pregunta. —¿Morirás? —Insiste.

Yo levanto la cabeza y lo miro con odio. —Moriré congelada si no consigo donde quedarme antes que anochezca. —Murmuro más para mi que para él mientras miro como empieza a anochecer, olvidé que en Enero el horario de invierno rota todo.

Mr. Park © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora