Capítulo 11

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Su respiración choca contra mis labios de manera abrupta puesto que lo tengo a escasos centímetros de distancia, si no estuviera segura de que puedo controlar esta situación no hubiera tomado el riesgo de venir hasta aquí y enfrentarme como lo hice con la gárgola.

Recuerdo las palabras de mi hermano al hablar por llamada la noche anterior, no suelo recurrir mucho a él, pero, en este tipo de decisiones me gusta tener su apoyo puesto que al igual que yo le ha tocado salir de casa buscando soluciones para nosotros, sin embargo, Max las tuvo más difíciles que yo, y hasta el sol de hoy se ancla a la idea de que, si yo puedo lograr quedarme acá, él también pueda venirse a Estados unidos y que podamos salir adelante juntos.

***

—Entonces ¿Qué piensas hacer? —La voz de mi hermano se escucha algo desesperada y sé muy bien que lo estresé contándole la situación que se me ha presentado.

Prometí que en menos de tres meses podría levantar cabeza y enviarle algo de dinero a él y a mis padres, pero hasta el sol de hoy no ha sido posible. Las adversidades nos han golpeado a ambos abruptamente, y aunque sea mi hermano mayor él se desangró cuando llegó a Ecuador trabajando para enviarnos dinero para sobrevivir.

—No lo sé. —Admito. —Si te estoy llamando es porque siento que otra vez entraré en crisis. —Me paseo por la habitación con el celular en la oreja. —No lo conozco.

—Técnicamente no conoces a la persona que te contrata. —Me dice y tiene algo de razón. —Es casi imposible conocer a tu jefe como si fuese un amigo de años, no conozco la primera persona que sí.

—Si, pero es diferente. —Me excuso. —Él no es como cualquier otro jefe. Y ya te conté mi situación con él.

—Yo creo que es una oportunidad increíble, lo peor que puede pasar es que renuncies y regreses a casa. —Comenta y se escucha un bullicio a lo lejos, parece estar en la calle. —La diferencia es que tienes una oportunidad de que todo salga bien, no sé, a mi parecer deberías ceder.

—Pero...

—A ver, Lia. —Me dice y se me estruja el corazón, hace mucho no me decía así. —A menos que el tipo te esté ofreciendo un contrato de sumisión no creo que debas preocuparte por uno normal, tampoco es la gran cosa. —Insiste.

—Si peor siento que será una situación incómoda, desde le principio lo ha sido. —Comento. —Y aparte está el otro asunto...

—¿Qué otro asunto? —Pregunta en un tono tajante.

—La prometida. —Suelto.

Escucho a Max reírse desde el otro lado de la línea. —Mira. —Siento que viene un gran sermón. —A ti jamás te han dado miedo ese tipo de mujerzuelas, ni antes, ni ahora.

—Es un fastidio, no me creo capaz de soportarla solo por un empleo. —Respondo irritada.

—Ni siquiera sabes en que situación se encuentran. —Me dice. —Por algo es su prometida y no su esposa. —Ríe. —Vamos, Lia, las personas ricas como ellos no tienen que planear bodas durante un año para ahorrar lo suficiente, solo fijan fecha y se casan, le pagan a muchísima gente para que todo sea lo antes posible.

Buen punto.

—Aún no sé bien si debo aceptar. —Admito.

—Joder. —Grita. —¿Vas a dejar que una estúpida te quite una buena oportunidad? —Habla en voz alta y temo porque las personas en la calle lo estén escuchando. —Correrás suerte si le quitas al novio, así que déjate de bobadas.

Respiro profundamente mirando por la ventana de la habitación del orfanato, la noche está hermosa y estrellada, el césped del jardín se presta muchísimo para hacer un picnic romántico al aire libre, la cuestión es no tener con quien.

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