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—¡Sí, yo lo mate! Y no me me molestaría volver a asesinar a esa pequeña criatura que lloraba todo el día y no me dejaba descansar... ¡Por algo no quise quedarme embarazada jamás...!
"Lorraine Herb. 24."
—Bueno, no fue exactamente como usted dice, oficial... El experimento no salió como debía en la desmotracion y, la verdad, todo el lugar quedó destruido...
"Tetioh Gabo. 19."
—Supongo que es normal... Ellos se metían conmigo y yo solo necesitaba un poco de tranquilidad... La muerte de esos imbéciles todavía resuena en mis oídos y a veces me hace sonreír un poco.
"Roger Todoh. 19."
—Eran tipos muy raros, nunca me llamaron la atención hasta que yo sí llamé la suya... Estoy segura de que me agradecerán haber desaparecido de este mundo si no querían acabar en la cárcel, como yo ahora.
"Caroline Sebas. 22."
—Conocía a los niños, pues claro que los conocía. Todos los días venían a verme a la puerta de mi casa y yo no podía negarme. Es decir, ¿por qué apartar a unos niños cuando puedes hacer algo más con ellos...?
"Taki Mabu. 25."
—¿Mi culpa? Yo solo me defendí de lo que pretendían en mi clase de universidad. Una broma puede quedarse en lo que es, pero si continúa, ya es algo bien serio y que no me hace gracia.
"Byron Grey. 20."
—Eso sí que fue diversión. Apuñalar y apuñalar con un solo cuchillo como hacen en los libros y series que veo nunca pareció tan interesante como probarlo en la vida real con personas reales. ¡Súper recomendado!
"Buffy Heartless. 20."
—Nunca pensé en la idea de caer en la locura... Pero supongo que fui más que obligado por mucha gente, aunque no me arrepienta de haber aprendido a usar una pistola.
"Theo Kai. 22."
—Se metían conmigo, ¿para qué mentirnos? Pero esa no fue la razón, no señores, y es que me tocaron mucho las narices cuando decidieron que mis gustos eran más graciosos de lo que debían ser. ¡Y a tomar por saco...!
"Cherry Ground. 22."
—Podría decir que no es mi culpa, pero todo el mundo iría contra mí. Sigo diciendo que yo no fui y que yo no sé nada de nada del asunto. Solo regresé a casa con las manos vacías y un espectáculo frente a mí.
"Logan Wright. 17."

La noche del catorce de marzo caía sobre la ciudad, dejando así un total de treinta y siete muertos en la ciudad de Sanora y un total de diez asesinos que acabaron en la misma cárcel uno tras otro. Eran chicos y chicas de entre diecisiete y veinticinco años de edad los que se encontraban allí. Tras haber hablado con ellos sobre cada uno de los asesinatos cometidos, ellos apenas ponían su situación por delante, buscando solo su inocencia. Finalmente, a los diez se les declaró culpables sin remedio.
El juez revisó cada una de las situaciones y rebuscó en lo que cada uno había dicho sobre su caso. Mientras lo leía, estuvo acompañado por uno de sus guardias más leales y de corazón frío, que aporreaba la mesa, negando con la cabeza.
—No sé por qué tienes que inspeccionar cada uno de los casos durante casi una hora; se nota en sus caras que son culpables. Todos, sin excepción —declaraba el guardia, con su enorme mostacho y sus ojos brillantes —¿O acaso no lo ve, juez?
—Lo veo, lo veo... Pues claro que lo veo —afirmó este mientras pasaba de hoja —Pero usted, señor oficial, deberá entender que un juez debe de buscar primero todo tipo de pistas antes de delatar. Todos serán inocentes en un punto de la historia, ya lo verá...
—Ya, en un punto —continuó este —Pero al final de todas y cada una de ellas siempre serán lo contrario de lo que trata de comprobar.
Ya desesperado por su palabrería, el guardia agarró una silla para acercarse a aquel tipo al que llamaban juez. Siempre debía de poner al criminal a su favor, es decir, le gustaba buscar primero su inocencia antes de castigarle, lo que enfadaba, de un modo u otro, a aquel oficial de policía, que miraba con sus pequeños ojos cada ligero movimiento de aquel hombre. No se comportaba como un verdadero juez, pensaba; seguro que él lo haría mucho mejor. Pero aquel tipo, que buscaba y rebuscaba entre papeles terminó suspirando.
—Por mucha palabrería que cada asesino le haya dicho al declarar, yo los veo a todos inocentes.
—¿Disculpe? —se acercó de mala gana, pero asintió.
—Sí, eso es lo que creo yo —reafirmó este —Y si no se lo cree, en el juicio estaré a su favor.
—Eso no puede hacerlo —dijo su compañero, apretando los dientes —Deje de comportarse como cualquiera y vuelva al trabajo.
—Estoy trabajando y esto es cosa del juez —cortó este —Juro por todas las leyes que cada uno de estos asesinos tienen parte de inocencia y quiero mostrarla al mundo.
—¿Parte? —suspiró —Usted mismo se contradice a sí mismo...
De nuevo, al desesperarse, se levantó y caminó al fondo de la habitación, dejando a su vez la silla en su respectivo sitio. No quiso ni mirar al juez; se equivocaba, pensaba; aquel tipo no era capaz de llevar un caso.
Fue entonces cuando tuvo una idea, la cual hizo que abriese rápidamente sus ojos y sonriese por lo bajo. Con cuidado, y tal vez duda, se acercó de nuevo a aquel tipo por la espalda mientras este seguía pasando las páginas. Su sonrisa fue ampliada cuando le tuvo delante y tal fue el caso que no tuvo de otra que preguntar.
—Se me ha ocurrido una idea... —empezó, volviendo a caminar —¿Recuerda usted aquella entrada?
—¿Entrada? No se referirá a esa entrada, ¿verdad? —miró, como preocupado.
—Pues claro que sí —y se rio —Es la entrada de los Pecadores. Lleva a todo el que pasa a un lugar desconocido donde se podrá comprobar de verdad quién es inocente y quién culpable. Sólo hace falta esperar y luego ya comprobaremos cuál de los dos tenía razón —y volvió a sonreír.
—Pero, oficial, usted sabe perfectamente que cualquiera que entre ahí tiene grandes probabilidades de no regresar —opinó el juez, pero volvió a cortarle.
—¡Por supuesto! —continuó —Puesto que todos los que metemos son culpables. Tanto usted como yo sabemos que, si hay un inocente en el grupo, este sobrevivirá. De un modo u otro, si no la utilizásemos, todo aquel culpable acabaría en la silla...
Ambos se quedaron serios, mirándose el uno al otro. Finalmente, y tras pensarlo un rato, el juez le miró con otra cara. Demostraría que todos, los diez de allí, eran inocentes y tendría que ver cómo les iba en aquella entrada de los Pecadores, de la cual el oficial había hablado. Se levantó con cuidado, puso sus manos en las rodillas para limpiarlas un poco y se plantó en frente de aquel otro tipo, que parecía mirarle incluso con odio. Por último, suspiró, justo antes de hacer un pequeño pulso de manos, a modo trato. El guardia sonrió.
—Muy bien —y se rio —Avisaré a esa escoria para que se vayan preparando; esta será su última noche, seguramente, puesto que todos deben de ser culpables.
Él estaba muy seguro de su propuesta, por eso, como bien había dicho, debían de prepararse por si era su última noche. Hacía mucho tiempo que nadie entraba por aquella entrada y era una celebración por parte de aquellos dos. Es más, justo en ese momento, otra idea espeluznante se le pasó por la cabeza a aquel hombre del mostacho, haciendo que se girase lentamente y con su amplia sonrisa hacia el juez, que le miraba con los ojos bien grandes, aún pensando en el trato que acababan de hacer. Se acercó una vez más y asintió.
—Hagámoslo aún más interesante —dijo, volviéndose a sentar —Hagamos que no se conozca ninguna característica de ninguno de ellos, ¿entendido?
—¿A qué se refiere exactamente? —respondió este —¿A sus crímenes?
—A sus crímenes, sí... Pero también su nombre, edad, incluso género.
—Creo que no te entiendo del todo... —resumió de nuevo —¿Pretendes que empecemos de cero con cada uno de los asesinos al conocerse unos a otros?
Asintió, y, una vez más, se quiso marchar tras hablar durante un tiempo más con aquel tipo. Iría a abrir sus celdas; merecían tener una celebración antes de terminar condenados a muerte por entrar por aquella entrada. Mientras lo pensaba, sonreía. Ganaría, pues claro que ganaría...

Entrada de los Pecadores Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz