23

11 3 1
                                    

Había sido costoso por fin acabar con sus tareas tras casi dos días trabajando sin descanso alguno y teniendo tiempo para sentarse siquiera. Por fin consiguió terminar con su trabajo y lo mismo para su compañero, el cual había estado día y noche revisando lo que le correspondía y, en parte, tratando con la gente. Ya fue casi al final del día cuando, por fin, el oficial consiguió algo de tiempo libre para descansar, poniendo su cabeza sobre sus brazos y estos en la mesa y suspirando: necesitaba un pequeño descanso, lo mínimo. Tenía los ojos abiertos, analizando la situación y todo lo que acababa de hacer paso por paso para comprobar que nada le faltaba, ni un detalle, recorriendo cada uno de los trabajos hechos, los presos contados, las peleas detenidas... Fue entonces cuando los ojos se le iluminaron por fin, y es que acababa de recordar que todavía tenía pendiente eso. Es más, antes de mirarlo, se lo pensó dos veces en si ir con el juez y verlo a la vez o solo mirarlo él por si iba perdiendo: llevaban cuatro días, casi cinco, y solo había muerto uno, lo que le aterraba. Por lo menos, solo había muerto uno desde la última vez visto, es decir, había todavía muchas oportunidades, ¿no? Sacó la tableta tras pensarlo unos segundos más entre suspiros y detuvo la mirada justo en el centro. Acto seguido, se levantó sin prisas en el cuerpo, pero dando algún que otro salto con una sonrisilla bastante extraña. Se plantó en la puerta, justo con la mirada clavada en el rostro de su compañero, antes de golpear la puerta dos veces para llamar la atención de este, el cual levantó la mirada con pocas ganas y, viendo las que traía aquel oficial, suspiró, perdiendo las que tenía.
-Juez, mire esto -y se rio un poco, acercándose.
Se sentó en la silla de en frente de este, pero terminó levantándose y dejando medio cuerpo sobre la mesa mientras agarraba con ambas manos la tableta y una sonrisa de oreja a oreja. El juez abrió los ojos, en cambio, al ver lo que este decía, haciendo que le recorriese un escalofrío y se preocupase al momento. Detuvo la mirada en los ojos del oficial con pena mientras que este parecía disfrutar.
-Dos menos -sonrió, contando con los dedos -Y el pulso del resto parece ir excesivamente rápido, ¿no lo ves?
-¿Cuánto tiempo más...? -susurró este, compadeciéndose al momento de los pobres criminales, pero el guardia no escuchó o no quiso escuchar.
Dio media vuelta entre risas, escondiendo de nuevo su tableta entre su pecho y su brazo, y se marchó de allí una vez más, dejando al juez inquieto, preocupado, impotente hacia aquella situación. ¿Para qué habría él apostado nada...?

-Rope... -dijo con pena Bybe, mientras cogía con sus dos brazos el derecho del chico -Quiero irme de aquí, quiero buscar a Teka lo más rápido posible; no puedes morir por ponerte malo como Loan, por favor... -bajó la cabeza con lástima y volvía a recorrer con dos de sus dedos su herida.
Estaba abierta, tenía un palo en medio y de él salía sangre y una parte del mismo hueso roto. Rope estaba agotado tras ello; perder sangre jamás había sido tan difícil y tan divertido como romperse y sacarse un codo por proteger a un chico como Bybe. Ni siquiera podía mirarle a su cara por el dolor que sentía, el cual se extendía hacia arriba, hacia su cuello y su cabeza. Sabía las buenas intenciones de Bybe y por eso quería seguirle, sacarle de allí, acompañarle fuera y buscar ayuda para sobrevivir a la pérdida de sangre antes de que se infectase o algo peor. Miró por fin sin mover su cabeza a su compañero, temblándole el brazo.
-¡Rope...! -insistió el chico, tratando de tirar de él, pero de una forma arriesgada, así que usó su otro brazo para hacerlo -Sé dónde está la puerta, así que solo tienes que seguirme a mí, pero, por favor, ¡muévete...!
-Bybe, déjalo -negó él, cerrando los ojos y mirando abajo -Si de verdad quieres ayudarme...
-¡Te he dicho que no...! -pisó fuertemente el suelo, como enfadado, lo que sorprendió a Rope, el cual abrió los ojos -Yo me quedó aquí contigo y te voy a sacar ese palo del codo a cómo dé lugar.
-Bybe, no -le dijo, serio, pero terminó riéndose viendo que de verdad lo iba a intentar, con las dos manos sobre su codo una vez más.
-Bybe, sí -se molestó, mirando abajo y rozando la piedra que lo atravesaba, haciendo que el chico cogiese aire de una manera horrible -Por lo menos, déjame hacer esto.
Al segundo, se escuchó un crujido y, al siguiente, Rope cogió aire, dolorido; y es que su compañero había partido la parte de arriba del material que lo atravesaba e hizo lo mismo con la parte de abajo. Después, plantó su cara justo en frente de la suya, Rope con los ojos entrecerrados y jadeando por el dolor, pero Bybe muy serio a la hora de hablar.
-Quiero que te dejes caer sobre mí -se reafirmó, tocándose su hombro -Te llevaré a la puerta y saldremos a algún lugar donde veas algo.
Primero de nada y para tranquilizarle, pues Rope apenas podía mantenerse inmóvil mientras escuchaba, sino que temblaba por el dolor y el escozor constante, Bybe le enseñó que la puerta no estaba demasiado lejos. Fue hasta el final, o lo que se suponía que era el final, pero supo de él al golpearse contra una puerta, lo que hizo que el chico de pelo beige soltase una pequeña risa, pero volviese a su seriedad una vez más. La luz se hizo una vez más allí de repente cuando una puerta pareció abriese por fin en medio de aquel lugar tan oscuro. En cambio, un paso adelante del chico de ojos celestes, la puerta se cerró, pero no fue solo eso, sino que, una vez preguntado el típico "¿Ves?" de parte del chico, la casa decidió, una vez más, hacer de las suyas. Al igual que ya había pasado una vez, aunque no para ellos, la salida que estaba al otro lado de la puerta desapareció para crear un pequeño terremoto en todo el lugar, haciendo que Bybe subiese los hombros y se mordiente rápidamente los labios.
-¡Rope...! -se giró a toda velocidad, dispuesto a cualquier cosa para que su compañero no quedase más herido de lo que estaba.
En cambio, no pudo hacer nada, y menos cuando metió mal el pie en el giro y cayó al suelo. Se golpeó seguidamente con la puerta, haciendo un leve grito, mientras que Rope terminó cayendo sin querer sobre su brazo derecho, aunque él verdaderamente gritó del dolor al notar cómo su codo parecía palpitar en todo su brazo. Era imposible cogerse a algo, así que se quedó en posición fetal, menos por su brazo roto, temblando y cayéndole las lágrimas en completo silencio hasta que aquel tembleque del suelo se detuvo por fin. Se quedó callado, cogiendo aire con los ojos cerrados fuertemente, hasta que notó cómo la mano de su compañero le pasaba por el cuello y, con ligereza, le ponía su cabeza en el pecho. También Bybe cogió aire, como dolido, notando el corazón latirle fuertemente en el pecho.
-Lo siento mucho, Rope... -le susurró, cogiendo fuertemente su cuerpo mientras este se quedaba en silencio -Lo siento... No puedo hacer nada por sacarte de aquí sin que termines gritando del dolor...
-No te preocupes -le susurró este, sin despegarse de su pecho: le gustaba esa posición -Si decides quedarte a mi lado hasta que Teka o alguien venga a por nosotros, es más que suficiente...
-Pero, Rope -interrumpió este, soltando un poco su posición para mirarle con los ojos enormemente grandes y azules, lo que Rope admiró durante unos segundos -Pretendo sacarte de aquí lo antes posible de cualquier manera, así que me gustaría probarlo una vez más, ¿vale? -le dijo suavemente, como para relajarle tras haber soltado su cabeza.
Su codo estaba salido y la sangre empapaba todo; eso lo sabían ambos aun sin ver ninguno nada. Bybe no dudó ni siquiera dos segundos en volver a probar aquello de la puerta, abrirla, cerrarse sola, esperar con los ojos clavados como alfileres sobre ella; Rope tumbado contra su brazo izquierdo en el caso de que se volviese a repetir, pero no ocurrió. Tras casi medio minuto sin que el suelo temblase, el chico ciego por fin dejó salir el aire que retenía en su pecho, el cual le dolía de solo notar los latidos fuertes de su corazón. Se dio la vuelta por fin, teniendo en cuenta dónde se encontraba la puerta y a cuántos pasos más o menos para no volver a golpearse contra ella. Directamente después, se lanzó de nuevo contra su amigo, buscando su brazo. El primer paso fue mejor que aquello de ponerse de pie, dejando caer casi todo su peso en el pobre hombro de Bybe, sabiendo que lo que tenía herido era el brazo, no la pierna, y eso le carcomía. Si así era, ¿por qué las rodillas le temblaban de aquella manera tan aterradora? ¿Acaso no podría ponerse de pie por sí solo? ¿Estaba dependiendo de Bybe; se había convertido en alguien a quién proteger?
-Rope, por favor... -le dijo el chico, cogiendo aire entrecortadamente, aguantando el peso del chico -Yo también puedo contigo, así que deja de hacer todo por tu maldita cuenta...
-Ya, Bybe, pero... -miró abajo, volviendo a notar el dolor, el picor, el mareo, las nauseas, el temor y el tembleque -Bybe, tú...
-No me subestimes, Rope; te recuerdo -sonrió y el chico no tuvo de otra que mirar con los ojos brillantes a su rostro.
No sabía si era por sus rodillas, por su tembleque o por su mareo, pero le parecía que el suelo se volvía a mover cada poco tiempo. No entendía de qué iba aquel lugar, sin duda, pero quería hacer todo lo más rápido posible, y así fue: llegaron a la otra puerta, Bybe abrió y ambos entraron rápidamente, lanzándose al suelo y cogiendo aire, pero con una pequeña sonrisa.
-Lo conseguimos... -susurró el chico, tocando su hombro, dolorido tras el viaje.
Sin duda, la nueva habitación estaba mucho más iluminada que la anterior, la cual debía de tratarse del sótano o algo así. Además, parecía más grande, más amplia, con las cortinas rasgadas y blanquecinas tapando las ventanas, las cuales daban de lleno a espacios oscuros del suelo, como baldosas de otros colores o paredes más sombrías. Rope la describió rápidamente sin mirar demasiado, justo antes de notar un dolor tan punzante en la cabeza que hizo que se sintiese incluso peor que antes. Por su parte, Bybe, que había analizado todo con su sexto sentido, o su quinto, miró abajo a toda velocidad, viendo cómo Rope escupía en el suelo y seguía respirando y jadeando con dolor. Miró arriba con rabia y dejó escapar un pequeño grito por la presión, lo que preocupó a Bybe hasta el punto de respirar rápido con los ojos clavados en su cuerpo.
-Rope... -dijo con pena, mirándole con los ojos vidriosos.
No respondió, no tenía fuerzas y no iba a desperdiciar las pocas que le quedaban para hablar. Siguió tosiendo en el suelo mientras la sangre se salía de su cuerpo, recorría su brazo, el suelo, la piedra incrustada; siguió con mareos, con dolor de pecho, con presión en la cabeza. Miró a Bybe con pena y entrecerró los ojos cuando, de repente, vio cómo el chico abría los suyos, dejando el único visible lo más grande posible, incluida su pupila, y esta brillaba. Sabe algo, pensó y sonrió, cerrando los ojos; algo bueno...
-¡Oigo pasos! -saltó entonces, sonriendo con todas sus fuerzas y dirigiéndose al chico con ilusión en la cara.
Él también se encontraba feliz, pero no pudo probarlo por no poder apartar de en medio su cara de dolor y sufrimiento. Por lo menos, notó Bybe; por lo menos aquello le había relajado al bajar sus hombros y suspirar sin entrecortar más. No fue demasiado tiempo el que pasó allí tumbado, ya que vio cómo Bybe corría por sus alrededores, buscando la puerta del lugar. Seguramente fue por eso que no lo notó: jamás notaría que el suelo volvía a moverse si iba dando salto tras salto por toda la enorme sala, pero Rope, ya siendo uno con el suelo de lo mal que estaba en otra posición, fue como algo ya esperado. Miró en frente para ver las pequeñas piedras y zonas rasgadas del suelo, cómo saltaban e intercambiaban posiciones del tembleque del lugar. Tragó saliva, viendo que iba a ser capaz de volver a ser todo un terremoto en poco tiempo y que tendría que protegerse de no hacerse más daño. Con su brazo cogido a su codo, esperó con los dientes apretados y los ojos cerrados.
-¿Te encuentras bien...? -preguntó de repente Bybe, deteniéndose justo al frente de su cara.
El suelo temblando y él paralizado sobre este, como si hubiese visto algo en su cara que hubiese hecho que el resto del mundo se detuviese. Bybe tenía el sentido del tacto muy, muy desarrollado, y eso Rope lo sabía bien, así que era más que imposible que algo como aquello no lo notase. Lo ignorará, pensó, mirándole mientras recuperaba el aire, entrecerrando sus ojos. El chico ciego puso una mano en su cabeza, y la otra simplemente se la mostró, como esperando a qué él hiciese algo mientras rozaba su pelo.
-Sé que te duele, pero se te va a pasar pronto, ya verás -trató de animarle, porque la cara blanca que tenía, la palidez obtenida a lo largo de la situación, los ojos negros, que parecían tener más brillo por la lágrima que le recubría todo el ojo era algo preocupante -Solo te pido que trates de continuar un poco más: quién sea que esté al otro lado estoy seguro de que nos va a ayudar -y sonrió.
El chico herido lo tuvo claro al momento de ver la preciosa cara que su compañero le regalaba y también sonrió, aunque algo forzado. Su brazo estaba dado la vuelta, moviendo inconscientemente el dedo anular de forma constante. Se sentó mejor, agarrando su deformado miembro, y cogió aire con los ojos cerrados. Una vez mirándole, asintió con la cabeza, y, a pesar de que Bybe no lo vio, supo lo que había hecho. Para eso, volvió a agacharse y Rope colocó su brazo de nuevo en su hombro, dejando caer el peso, y ambos suspiraron a la vez, como agotados. Rope notaba cada vez más la presión, el movimiento, la velocidad y el tembleque del suelo, pero solo podía apretar los dientes, como pidiendo que se detuviese. Una vez comenzaron a andar, todo fue a peor, pero Bybe se mantenía estable como el cemento, pues no consentiría salir de allí solo. Miró a su compañero con una gota de sudor en la nariz, pero sonriendo.
-No importa cuánto tiemble... -respiró hondo si no quería tartamudear y cerró los ojos -Vamos a salir; vamos a salir...
Eso lo decía y él también quería creérselo mientras miraba abajo. No era capaz de posicionar bien los pies para caminar y la sangre chorreaba por todo su brazo. La respiración era agitada y el suelo no ayudaba en ninguna de las características anteriores. Fue entonces, cuando un brillo deslumbrante llenó sus oscuros ojos y, una vez más, pareció ver clara la situación, lo que tenía que hacer, el siguiente movimiento, la velocidad que tendría que meter. Se giró a Bybe lentamente mientras jadeaba y le miró a los ojos mientras este lo daba todo por continuar allí, de pie, a su lado y aguantándole; en cambio, la ligereza, o su sensación, llegaron antes de lo esperado, pues su compañero se soltó de él rápidamente. Juntaron las miradas, antes de que el segundo cerrase los ojos.
-Rope... -susurró este, como nervioso.
-¿Sabes, Bybe? -le dijo, ampliando más la sonrisa -De otra cosa de la que me alegro es de que seas más bajo que yo.
-¿Qué...? -apenas le dio tiempo a decirlo, pues su compañero se lanzó sobre él.
Cogiéndole por el cuello, a modo abrazo, Rope sujetaba su cabeza con fuerza contra su pecho mientras respiraba rápido. Por su lado, Bybe, congelado, sin saber qué hacer ni qué decir ni pensar, no pudo moverse durante unos segundos. ¿Qué ocurría ahora? ¿Qué debía de ocurrir...? Aunque tampoco tardó demasiado en descubrirlo.
Por un lado, la presión contra el pecho del casi albino le ahogaba, pero por el otro, dado el caso de que no podía moverse, algo hizo que abriese los ojos a una velocidad horrible. No tuvo que mirar arriba para describir lo que pasaba, ya que no vería, pero lo sabía de todos modos: un pincho, de aquellos como los que atacaban antes, había salido del techo y le había atravesado. Ahora, su muslo izquierdo y su gemelo habían sido atravesados por un tipo de pincho negro y la sangre empezó a salir a borbotones sin dejar ni un segundo entre respiración y respiración. Rope no dejaba de apretar su cuerpo contra el suyo y aquello le estresaba, pero, contando la pérdida constante de sangre creada, la respiración le empezó a ir más que rápido y trató de escapar.
-¡Rope...! -se quejó él, con las lágrimas al borde de caer.
-Maldición... Esto no tenía que haber pasado...-susurró él, bajando la cabeza -Bybe -volvió, tratando de mirar en frente, pero no pudo -Hazme un favor: me gustaría que no...
Estuvo por terminar la frase con un "gritases", pero la jugada le salió verdaderamente mal, puesto que el chico ciego subió la cabeza a toda velocidad, cerró los ojos y gritó con todas sus fuerzas mientras le caían las lágrimas por la cara, rozando sus mejillas, y la sangre por toda la pierna de forma violenta, que, por suerte, no se caía al suelo gracias a la sujeción que Rope le daba. Mientras, él, cerró los ojos con lástima y le agarró más fuerte, como en un abrazo.

Entrada de los Pecadores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora