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Fue en aquel momento, en aquel espacio, donde realmente comprendieron en el pequeño lugar en el que se encontraban. La cueva en la que estaban era una mínima parte de lo que realmente era el lugar. Then había explotado el suelo y este contenía el mapa de todo el lugar, el cual, visto desde arriba, no parecía ni la mitad de grande de lo que ellos habían recorrido, y eso que solo debían de saberse la cuarta parte de este y menos, puesto que solo llegaban a saber el río y la cueva: era bastante menos de lo que se esperaban. Eso se encontraba a la izquierda, subiendo hasta la esquina, pero por el otro lado había más líneas, más manchas oscuras, más supuestos árboles y de todo, mientras que ellos casi y habían llegado a ver una montaña o dos: era bastante triste. En aquel momento pensaron que no estaría de más quedarse más tiempo en la cueva, puesto que solo había que sobrevivir sin necesidad de encontrar las llaves, ¿no? Pero la verdad es que les llamaba de una forma u otra más conseguir las llaves, ya tal vez no por ser asesinos, sino por ser competitivos; querían jugarse la vida para probar su inocencia. No debían de matarlos si no eran culpables, ¿no?
—Me estás diciendo que el intento de asesinato de Loan lo convierte directamente en culpable —se molestó Cheríl, poniéndose a la defensiva de su amigo en todo momento.
—No siempre debería de acertar, creo —asintió Caro, mirando a otro lado concentrada —Sigo sin creerme que este lugar sepa los pecados que has cometido.
—Ni yo —suspiraron todos, bajando los hombros.
Después de Bybe, Loan parecía el más inocente de la sala con su timidez y su baja edad. Aunque no debían de subestimarlo, y lo sabían, les parecía un poco extraño que aquel chico hubiese asesinado por algo más que diversión. No lo creían; era imposible. Tampoco le podían preguntar, puesto que él diría que era culpable, como había hecho el otro chico, y no sabrían si creerle o no. En cambio, Loan estaba en aquel momento recuperando fuerzas mientras dormía, puesto que la herida era bastante más grave de lo previsto.
—Esperemos que no siga sangrando tanto —dijo Teka sin apartar la mirada —No hay forma de curarle y debe aguantar cinco días más así.
—¿Cinco? —se sorprendió el albino, pero se preocupó al momento —Pero Loan está ahora mismo muy mal; si no se cura y sigue sangrando...
—Se morirá, Cheríl —frunció el ceño, como enfadado —Como siga perdiendo sangre, se morirá.
Los otros dieron un paso atrás puesto que la cara que puso Cheríl en ese momento no fue muy agradable. Él no sabía de medicina, tampoco Teka, sino que él solo improvisaba. Le habían puesto una venda de plantas, hecha por el chico ciego, pero aquello no parecía haber funcionado del todo, ya que la sangre chorreaba, manchando el color verde. Cuando el albino decidió levantarse, como molesto, tras la conversación, dejó a su amigo en el suelo con cuidado, lo que hizo que abriese sus ojos.
—Me voy a buscar la segunda y tercera llave para sacar de aquí a Loan —fue su despedida y, sin más, se marchó.
Todos le miraron por detrás, muy callados, puesto que jamás, en el tiempo que llevaban juntos, le habían visto más serio, incluido Loan, quien le miró con más duda que todos. Suspiró mientras volvía a cerrar los ojos, puesto que la conversación, de la cual ni se había enterado, ni siquiera iba con él.
—Perfecto, uno menos —sonrió Tarou, pero le volvió a la cabeza que aquel chico le debía algo, aunque no recordaba el qué era exactamente.
—Cheríl... —susurró Caro con pena, pero Lora le puso una mano cuando fue a dar un paso, negándole lo que fuera que fuese a hacer.
No, no era por molestar, sino también para que Cheríl reflexionase un poco él solo de que las llaves no las podía conseguir por uno mismo, sino que, al haberlos traicionado sin esperarlos siquiera, había acabado pero la situación de lo que pensaban. Suspiró, y decidió mirar a otro lado. Tenía todavía detrás de ella a Then, que tenía los hombros subidos, el labio inferior ligeramente sacado, como tratando de dar pena y mirando a otro lado. Cuando fue a dirigirle la palabra, algo la detuvo, llevando la atención de ambos a otro lugar.
—¡Oye, oye! —avisó Bubble, dando saltos —¡Hay algo escrito aquí; mira, mira! —y se dio la vuelta.
Buscó a su amado chico de pelo rubio y cara de no poder más con lo que pasaba y plantó su cara contra el mapa. Teka puso los ojos en blanco por la desesperación y suspiró, pero no negó que aquello le interesase, por lo que trató de deshacerse de ella hablando; la fuerza bruta no le servía de nada contra aquella pequeña chica que estaba subida sobre su cuerpo, y no negaba que pesase demasiado, sino que tenía una fuerza aterradora y él apenas y tenía algo en todo su cuerpo. Finalmente, Bubble se apartó de un salto, pero siguió molestando para que Teka mirase lo que ella decía. El primer vistazo que echó, fue rápido: Bubble tenía razón, había algo escrito en varias partes. Después, más interesado, se sentó en el suelo y observó una de las partes del mapa. Lo leyó en silencio, se detuvo, miró arriba, cogió aire y revisó toda la cueva. Después, ante la mirada de duda absoluta de todos, volvió la vista abajo con el ceño fruncido, como si se acabase de dar cuenta de algo.
—Hay algo escrito en varias partes... —reafirmó, levantando la cabeza —Como en el río en el que acabamos de estar.
—¿En serio? —preguntó, extrañada, la rubia de ojos morados, con la braga empapada sobre la garganta.
—¿Y qué es lo que pone? —preguntó Bybe desde su esquina, recordando que alguien se lo tendría que leer.
—Dice esto: Prueba tu fortaleza física y mental ante los problemas... —leyó Teka, extrañándose el doble al momento de leerlo en alto —Lo había leído antes, pero sigo sin entender a qué se refiere.
Aunque ninguno lo había hecho, en verdad, podían imaginárselo. Puesto que habían tenido que pensar en un acertijo, usar mucha concentración en las cuevas y forzar los músculos a nadar a toda velocidad, tenía sentido, al menos un poco. Teka miró con cara de bueno al resto, como preguntando qué pensaban realmente sobre el tema, pero no le contestaron, sino que hicieron otra cosa. Rope, interesado por el tema también, dio un paso abajo, dispuesto a leer el siguiente en alto para hacer que todos, sobre todo su compañero, se preparasen para escucharle.
—Esta está situada en una mancha negra —dijo, rozándola —Supongo que será otro río, creo; y dice: Muestra tu fe y tu cariño hacia tu superior, como si fuese en lo que más creyeses del mundo —se detuvo un momento, entrecerrando sus ojos y boca —Raro...
—Yo no soy religiosa —afirmó Bubble, subiendo su mano.
—Ni yo... —suspiraron todos de nuevo; ninguno creía en un dios.
Y aquello no era extraño, es más, era común. Todavía eran jóvenes y encima asesinos, así que era normal que no supiesen ni rezar para poder probar sus creencias y su fe hacia algo que, para ellos no existía, como era la supremacía de un ser celestial. No mostraron tanto interés en el segundo, sino que lo pasarían por alto mientras buscaban el tercero. Es decir, el orden de los factores no altera el producto, ¿no? Necesitaban tres llaves, pero no había ningún orden correcto. Sí, también habían pensado por sí mismos que cada lugar marcado por un extraño mensaje, como el primero, debía de ser una llave. El tercero, en cambio, se encontraba en un lugar donde había más manchas, lo que es lo mismo, muchos árboles. Puesto que este era el más lejano, era el que habían dejado para leer el último, y seguramente al último al que irían también.
—¿Por qué preocuparse por la lejanía de las cosas? —preguntó Caro, como molesta —No me digais que sois muy vagos...
—Caro —respondió, como con asco, Rope, señalando fuera.
Con el diluvio que estaba cayendo y el fuerte viento que hacía que todos los árboles se moviesen, incluso el aire haciendo ruido y las hojas y ramas volando por los aires, los fuertes rayos que caían y alguna extraña luz que emitían había hecho directamente imposible la salida para ninguno. Teniendo que sobrevivir casi sin ropa, con una simple fogata para diez y uno de ellos tan herido que ni podía mantenerse despierto por el momento, la mejor opción era planear antes que ejecutar nada.
Teka, finalmente, fue a leer el último mensaje, pero, a su lado, la pequeña Bubble, poniendo los ojos más grandes, azules que brillaban y todo, sus manos juntas y pucheritos, le pidió hacerlo ella y él no tuvo de otra que suspirar para dejar a su supuesta novia leer aquel trazo. Tras una sonrisa de complicidad, se acercó gateando para mirar al suelo.
—En la tercera —empezó —Pone esto: Prueba tus lágrimas, tu dolor, tu sangre, tu amor —y se puso roja de la emoción —Enseña de qué está hecho un humano.
—Oh, ¿hay que diseccionar? —preguntó Then, más en alto que en susurro y todos le miraron muy mal mirado.
—Chico, estás mucho más guapo cuando no dices tonterías... —sonrió Lora, aunque lo pensó dos veces —Ni haces...
—¿Tonterías? —preguntó con inocencia —Yo solo digo lo primero que pienso.
—Ya, sí. Pues deja de hacer eso —y dio por terminada la conversación, aquel chico de pelo beige, para girarse a su compañero y mostrarle una cara, aunque supiese que daba igual si la hacía o no —¿Qué piensas, Bybe?
—Nada... —susurró este, mirando a otro lado —Lágrimas y sangre... —y movió su ojo, pero no supo exactamente dónde posarlo. —No creo que... Bueno —y lo dejó ahí, todavía buscando dónde estaba.
Rope, más que nadie, le miró con duda y se acercó a él para sentarse justo a su lado. Este le susurró algo al oído, por lo que Rope abrió sus ojos y, con cuidado, movió la cabeza de su compañero hasta donde estaba Loan y señaló. Quiso hacer una cara para explicarse mejor, pero todos lo habían entendido a la primera.
—Supongo que eso valdrá —terminó Tarou, viendo cómo era que la hoja que tenía puesta a modo venda también había conseguido mancharse entera de rojo, por lo que sacó la lengua.
—Loan está herido, es decir, sangre —empezó Teka, analizando —Y lágrimas, ya que le duele mucho... Pero —apretó sus labios uno contra el otro, con una cara que no a todo el mundo le gustó, ni siquiera a él —No sé, eso de enseñar de qué está hecho un humano no me suena a plantar toda la mano de sangre de la herida de Loan en un árbol... —y siguió analizando por si algo más se le venía a la mente.
Pero no era así y encima le dio un escalofrío. Miró fuera, aún pensando en lo que debía de buscar, para ver cómo de fuerte y rápido caía cada una de las gotas de la lluvia que atemorizaba a los nueve para salir fuera. No era el mejor día para explorar ni para conseguir algo nuevo... Bueno, ya tenían la llave, ¿no? Era suficiente; podían resguardarse el resto del día. Pero, pensando en la prueba, volvió a lo que Bybe había dicho y volvía a entrecerrar los ojos con duda. ¿Seguro que era otra cosa o el mismo lugar requería herir a alguien para salvarse el resto?
—Cómo llueve... —mencionó Lora con una sonrisa; le gustaba la lluvia y que así siguiese, decía. En cambio, y como es natural, alguien la contradijo, pero no como ella pensaba.
—Y Cheríl sigue fuera —se fijó la otra chica, de ojos morados.
Era cierto también; aquel albino había salido con la llovizna que estaba cayendo sin preocuparse ni pensarlo dos veces. Todos tenían ahora un ojo puesto sobre la puerta con algo de duda e incluso miedo, viendo cómo el aire parecía que estaba por lanzar por los aires los árboles que estaban frente a su cueva. Nadie soportaría eso, pensaron; Cheríl se había vuelto loco al ir de nuevo a por una de las llaves sin preguntar por ayuda ni dudar siquiera. Y, por mucho que gritasen desde allí, nunca les oiría por el fuerte ruido de la lluvia. Miraron a otro lado suspirando y siguieron a lo suyo.
—Si no vuelve en una hora, ya sí que salgo a por él —se reafirmó Caro, como enfadada porque antes la hubiesen detenido.
Asintieron a su propuesta. En cambio, no sabían que la lluvia iría en aumento y sería cada vez más veloz, más rápida, más peligrosa y más furtiva. Lo fueron notando mediante la hora pasaba, pero también pensaban una segunda cosa todo el rato, cada uno en su cabeza y en silencio. Si ellos no podían ni salir de allí, ¿cómo estaría resistiendo Cheríl todo aquello? No querían ni imaginarse cómo era que él debía de estar bajo un árbol, agarrándose al tronco para no salir volando dado el fuerte viento. Pero, en cambio, suponer siempre se da mal, y creer que algo está pasando y pasará también, puesto que Cheríl no estaba bajo un árbol, ni había salido volando, ni estaba agarrado a ningún lado, sino que todo aquello se lo habían imaginado para perder antes los nervios e ir a buscarle. Frente a él, la niebla de la lluvia que caía a toda velocidad era increíble, masiva, fría... Como si se tratase de una manta sobre todos los árboles, puesto que estos apenas se veía entre la cantidad de blanca niebla que traía consigo las nubes, también blancas, escondiendo cada vez más el paisaje. En cambio, aunque no lo pareciese, allí, en lo alto, entre las nubes, entre la niebla, había otra luz más, una luz blanca, muy blanca, llamada sol, la cual entraba escondida entre los gases y apenas era capaz de irradiar algo abajo, sino que su sitio era el de arriba, según ambos gases; nunca dejarían que pasara abajo, al menos no por el momento. Los árboles se movían y revolvían fuertemente, como gritando por el viento, el cual acompañaba a ambas luces blancas y a la lluvia, casi transparente, pero pequeña en verdad; si te daban muchas gotas a la vez, no parecían tan diminutas como eran en verdad. Y es que el tiempo ahí abajo era horrible, por lo que diez gotas, como mínimo, te caían en la cabeza a la vez, haciendo que pensasen que todas ellas debían de ser peligrosas por separado, pero no era así. Allí, en el duro y frío suelo en el que el aire no entraba, la lluvia tampoco y mucho menos la niebla, las pequeñas piedras y arena del lugar parecían danzar entre el suelo hasta que o se quedaban en una esquina, esperando a volver a empezar, o caían por el acantilado que tenían en frente, haciéndose así parte de repente de todo el problema que causaba la lluvia ahí afuera, acompañada por todos los elementos de la catástrofe. Ahí, en cambio, el aire tampoco llegaba del todo; por eso, al suspirar, salía un poco de vaho y desaparecía a los segundos. Los ojos del chico miraban con pena hacia el horizonte, como si esperase a algo, pero estos en cambio no tenían brillo, sino que eran rojos, rojos y ya está. Retrocedió un poco para asentarse mejor y mirar en frente. Todo aquello visto desde arriba era precioso, pero si bajaba sería un problema y si subía encontraría calma hasta perder el aire. De todos modos, morir era lo que tenían que hacer, ¿no? Era un asesino, de un modo u otro, así que quitar una vida no era para tanto. Se miró el hombro y lo rodeó con su dedo, haciendo como si tuviese una herida abierta ahí. Después, suspiró.
—Una vena importante pasa por ahí, ¿eh...? —entrecerró sus ojos, soltando los hombros —Preferiría que me hubiese dado a mí en la cabeza, Loan, imbécil...
Recordó rápidamente lo que había pasado y fue buscando los errores en su plan. Si hubiese saltado antes, se hubiese agachado... Si hubiese pisado la placa correcta en vez de no saber de matemáticas como él... Si no hubiese despertado a Loan antes que nignuno para ir ellos dos a por la llave...
Frunció el ceño y afirmó lo que llevaba tiempo pensando: él no había hecho nada, sino que sólo le había seguido como buen compañero que era. Si estaba herido era por haber sido tonto y haber tomado aquella idea él primero, antes que nadie: traicionarlos a todos. En cambio, ellos habían vuelto, pero ya era tarde... Si estaba herido, era su culpa, pero si moría...
Inmediatamente, se cogió de la garganta y bajó la cabeza a toda velocidad, mordiéndose los labios. Era cierto, sería su culpa si Loan perdía tanta sangre que no podía revivir. Como último consuelo, puso lentamente sus manos juntas, sin levantar la cabeza y notando húmedos sus ojos y sus pestañas. Ni siquiera se dio cuenta de que ya no tenía las cerezas en el pelo.
—Por favor... —susurró al principio, un poco tartamudo y cogiendo aire a ratos —Por favor, te lo estoy pidiendo de verdad... —cerró sus ojos más fuertemente —Si Loan tiene que morir, llévame a mí en su lugar, por favor... No dejes que ese chico se muera, por lo que más quieras... —pidió, como si pidiese clemencia —No estoy pidiendo que lo cures, ni mucho menos... Solo quiero que sobreviva, por lo menos que lo haga estos cinco días. No soportaría verlo morir, no soportaría saber que morirá por algo que yo he hecho... Si verdaderamente pudieses concederme un deseo, te encargo esto, por favor... —apretó más fuertemente sus manos, una contra la otra, apretando así también sus dientes, pero sobre todo los ojos, reteniendo las lágrimas —Si ahora Loan muriese en la cueva por mi culpa... Yo mismo me clavaría la navaja en el pecho —suspiró fuertemente, muy seguro de lo que decía.
Y se quedó así, muy callado, muy parado, con esa pose de rodillas y los ojos cerrados. Esperó unos segundos por si el sol salía de su escondite, por si la lluvia se desataba, por si algo o alguien le mandaba una señal, mostrando que le habían escuchado. Pero nada. Sabía que era más que imposible encontrar las dos llaves restantes en aquel lugar tan enorme, por eso se había lanzado a pedir su deseo allí, en un lugar apartado, solo para que aquellos chicos y chicas asesinos no se riesen de él, pensando que creía, pensando que realmente intentaba contactar con un ser sobrenatural. Se reirían, pensó y por eso se alejó.
Esperando allí, de rodillas, rezando fuertemente para que su mensaje llegase lejos, susurrando y repitiendo "por favor", pero nada. Ni un movimiento en los árboles, ni un cambio de temperatura, ni siquiera el sol había salido; nada... Suspiró, con pena, y bajó sus brazos, al borde de desesperarse.
En cambio, de repente, notó algo extraño, algo que no estaba ahí antes. Allí, de rodillas frente a todo el lugar, rozó con su dedo un pequeño desencuadre en el suelo, algo parecido a un pequeño desfiladero, una raya en el suelo. Se sentó mejor para mirarla: era una grieta, no había duda. ¿Pero de dónde había salido? Se dio cuenta de que continuaba, por lo que giró levemente la cabeza para seguirla con la mirada. Más y más lejana hasta llegar a la gran roca que tenía detrás, la cual le cubría a él y a toda su zona, puesto que era como una diminuta cueva. Una mirada fue más que suficiente para que sonase un crujido de parte de ese lugar. Cheríl notó un impulso rápido, y no tuvo de otra que echarse a un lado, pegarse contra la pared, como si algo malo fuese a pasar. Pero, no, no fue así, sino que fue lo contrario. Con un par de derrumbamientos de piedras y dos o tres grietas más, la piedra grande hizo un agujero diminuto. Tras comprobar que nada más iba a pasar por el momento, se acercó con sigilo y puso, lentamente, su ojo en la entrada del lugar. Inmediatamente después, se echó hacia atrás de un salto y con el pelo de punta. Después, con cuidado, se volvió a acercar, pero esta vez más rápido. Con su mano, fue rompiendo cachito por cachito la pared de en frente para abrir, poco por poco, aquel diminuto agujero hasta que, de repente, toda la pared quedó reducida a cenizas en el suelo en menos de dos minutos. Rápidamente, se quedó paralizado al comprobar de lo que se trataba. Él mismo sabía lo que había tras la pared, pero, aun así, quiso descubrirlo abriéndola por si acaso. Allí, frente a él, solo había un gran pasillo, igual de largo que el de hacía un par de horas, igual de terrorífico y aterrador que aquel otro pasadizo por el que se había metido... Con Loan. Inmediatamente, dio otro paso atrás, posando su pie en el borde de la cueva, haciendo que unas cuentas rocas se fuesen hacia abajo rodando. Si perdía la concentración, el equilibro, o daba otro paso atrás, caería al vacío y eso justamente estaba a tanta altura que apenas y podía ver el final entre los árboles. Sin habérselo pensado apenas, había subido por detrás hasta encontrar aquella entrada secreta, y allí le temblaban suficientemente los pies y las rodillas, le sudaban las manos y se mordía los labios como para bajar sin pensárselo dos veces.
Pero allí estaba, frente a la entrada de otra llave. Sus ojos resplandecieron, notando cómo se le hacía un nudo en la garganta y su estómago se encogía. Él sólo había descubierto aquel lugar y debía de ir a por la llave rápidamente para irse a por la tercera; eso era lo que había dicho, ¿no?Entonces, recordó a todos sus compañeros antes: sabían dónde estaban, sino Loan habría muerto inmediatamente cuando se había quedado paralizado. Loan, pensó; no quería volver a hacer daño a alguien importante; un compañero o un amigo. No sabría qué decir si otro de ellos quedaba herido por su culpa, por lo que bajó la cabeza, tomando rápidamente una decisión con la mirada clavada en el suelo: puesto que antes le había salido mal la jugada yendo con alguien, ¿por qué no lo hacía él solo esta vez? Claro, así no tendría que depender de nadie y no tendría que preocuparse si alguien, que no fuese él, acababa herido. Miró adelante, casi sonriente; acababa de tener una idea increíble. No sabían dónde estaba, es decir, si quedaba atrapado o herido, allí debería de quedarse. Pero, en cambio, así evitaría los conflictos que le recorrían la cabeza. No heriría a nadie y, a su vez, si moría como había pedido a la supremacía... De repente, levantó la mirada al dar un paso en frente. Se dio la vuelta con una sonrisilla y la amplió aún más.
—Gracias por darme otra oportunidad... —se agachó con ambas manos juntas y se dio la vuelta una vez más.
Se adentraría, lo tenía claro. Si lograba salir de allí con la llave en mano, se embarcaría a buscar la tercera casi sin pensarlo. Si, por el contrario, moría en aquella caverna, no pasaría nada, puesto que el trato estaba hecho, ¿no?

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