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—Caro —susurró de nuevo mientras se agachaba a su lado con Teka sobre su espalda, este también mirando, pero poniendo lo mínimo de interés —¿Qué demonios...? —dijo y rozó con cuidado su cuello.
Allí, sobre el suelo, pintado de dos colores: blanco y negro, los cuales no tenían ni números ni grietas siquiera, a su lado estaba la chica, la mujer gato que había luchado contra la chica de pelo azul y había quedado herida por su navaja en el cuello, llenando ahora su braga, la única que tenía y la única que llevaba, de sangre. Por mucho que aquello pudiese pararse con vendas, calcetines o plantas, una herida en ese lugar no era tema de relajarse, sino de alterarse. Tarou estaba cansado; había transportado al científico consigo todo el camino y había usado su fuerza para ayudar en más de una ocasión, por no incluir el escozor de la muñeca izquierda, la cual palpitaba cuando menos lo pensaba. De un modo u otro, aquello no era importante ahora, ya que Caro se estaba quedado sin fuerzas, estaba perdiendo sangre, se moría, y ellos no podían hacer nada, por lo menos no él, pero Teka tampoco parecía dispuesto a buscar una solución a todo aquello. Lo importante, pensó; lo importante era salir de allí. ¿Pero cómo? Habían entrado buscando una llave, pero allí en frente solo había un suelo de dos colores y muchas grietas. Piensa, se dijo; ¿qué manera hay de salir de aquí con la llave y que ninguno más muera? Piensa... Pero era imposible. Entre la presión y los golpes que se daba con la mano, era más que imposible pensar. En cambio, una luz se le iluminó en la mente y se quedó paralizado con una pregunta rodeando su cabeza, lo que hizo que se detuviese, se tocase el pelo y dejase de respirar. La pregunta era la más clara jamás pensada: ¿qué hacía él ayudando a un tonto científico que no sabía ni liderar y a una mujer gato que tampoco le había tratado bien? No le había afectado la muerte de Bubble, al menos eso creía, pero no recordaba el momento exacto en el que había decidido empezar a ayudar, ser un miembro más de aquel lugar con aquella gente; él sólo quería salir de allí, nada más y nada menos. No necesitaba a ninguno de ellos, no necesitaba a un científico para ver qué era y qué no comestible ni necesitaba a una mujer que pudiese escalar paredes y supiese de ataques; no los necesitaba, podía irse de allí sin problemas, sin preocupaciones, él sólo, libre, sin tener que mirar atrás. Dejar atrás a la gente para salvarse él... No sonaba mal, es más, le gustaba, le convencía: sonrió. Está bien, se dijo; si eso es lo que quieres...
—Tarou... —susurró de repente Teka, justo en su oído izquierdo, lo que le despertó de sus pensamientos, haciendo que mirase en frente justo —La llave está a la izquierda, justo en el medio de todo el suelo. Si supiese el modo de llegar sin que tenga que ponernos a todos en peligro...
—¿Sabes qué, científico asqueroso? —empezó, con mal carácter, apretando los dientes, suspirando fuerte y Teka se detuvo al momento.
Y es que le había vuelto a dar miedo aquella forma de hablar que tenía el chico, pero no quiso mostrarlo: se cogió de las rodillas para no temblar. Seguramente, los ojos de Tarou debían de ser horribles, aterradores, tan fuerte su color que debían de parecer oscuros, negros. Teka sólo respondió soltando un poco su forma de agarrar al chico para bajarse en cualquier momento, pero este le retuvo con la mano. Debía de estar pensando en algo horrible, pensó; seguro que piensa hacer algo él solo; nos echará a nosotros dos y seguirá solo. Sí, debía de estar pensando en algo para salvarse él, para escapar de allí sin ellos, los cuales debían de ser una carga, pero ¿el qué? ¿Le golpearía de nuevo por el cansancio de no dormir, a pesar de ser de noche? ¿Le echaría a la trampa para ver si algo malo le ocurría a él primero? Notaba los latidos de su corazón con fuerza, pero fue peor cuando notó su siguiente movimiento.
De repente, Tarou se agachó sin dejar ir a Teka y usó su otra mano para ponerla sobre la espalda de Caro y rozarla, tocarla con cuidado y analizar: estaba caliente, seguía viva. Perfecto, pensó y se acercó más a ella. Acto seguido, volvió a hacer un movimiento que sorprendió al científico e hizo que abriese los ojos, aterrado: cogió a la chica por la parte de la tripa, la parte de abajo con un simple brazo, puesto que tenía cogido a Teka con la otra. La levantó, dejando sueltos sus brazos y la cabeza también, haciendo que ahora el charco de sangre de la garganta se fuese agrandando gota por gota. Caro estaba inconsciente después de la enorme pérdida de sangre y necesitaba ayuda rápidamente, pero casi lo mismo con los otros dos.
Ahora lo tenía claro, pensó Teka, mordiéndose los labios, y es que sabía que Tarou trataba algo con ellos dos sobre él. Lo sabía, sabía que tal vez no debía de haber confiado en él, que, aunque fuese parte del equipo, aquel grandullón le defraudaría en algún momento, y ese momento era ahora... O, tal vez, su hipótesis fue errónea.
—Científico, cógete fuerte a mi cuello y no te sueltes por nada del mundo —dijo, imponente, haciendo que Teka tragase saliva.
Jamás hubiese pensado cuál sería su siguiente movimiento, jamás lo hubiese previsto ni predicho; y es que ¿cómo pensar que la persona que pensaba que estaba por traicionarle realmente pretendía lo contrario? Rápidamente, dio un paso adelante y echó a correr sin dudarlo ni un segundo más ni vacilar. Teka cogió fuertemente la camiseta del chico y procuró mirar atrás con terror para comprobar sin duda lo que sabía que pasaría: el techo se fue derrumbando al pisar los lugares que no debían de pisar. Por cada paso que daba, un trozo de techo se descomponía hacia abajo y hacía un pequeño terremoto, haciendo que Tarou casi tropezase, se tambalease, volviese a recobrar el aliento y al equilibrio y seguir corriendo. Así sucesivamente varias veces, girando a toda velocidad para evitar el golpe inminente. En cambio, y al contrario de lo que Teka pensaba, Tarou pisó mal y giró uno de sus pies, lanzándose hacia la izquierda sin pensarlo dos veces y estirar la mano. Antes incluso de que se diese cuenta, volvían a estar corriendo para esquivar los trozos que caían, pero con la llave en la mano. La salida estaba en frente, se veía, brillaba, aquel pequeño boquete que se abría paso entre la neblina producida por el polvo de todas las piedras que caían a toda velocidad y que hacían que Teka se cogiese más fuerte, aterrado por un lado, más que nada por lo que pudiese pasar, pero alegre por el otro lado. Había juzgado mal a Tarou y lo sabía; aunque hubiese sido duro antes, estaba siendo muy valiente al decidir salvarlos tanto a él como a Caro y eso lo aceptaba y hacía que confiase en él... Pero tenía poco tiempo para pensar en ese momento, ya que sobrevivir era lo primero, ¿no?
Al otro lado, en cambio, la prioridad tras haber llegado al final corriendo y haber cogido la llave recaía en un pequeño aroma en el aire que desprendían los árboles. Sin duda, veneno, un tipo de veneno que te dormía y te mataba lentamente después. Lo habían notado nada más esparcirlo y, por si alguno de los cinco lo dudaba, el primero en notarlo había sido Bybe, el cual se había mareado y había resuelto el caso antes que nadie. Ahora la prioridad venía en escapar de allí, pero, en cambio, aquello resultó mil veces más fácil de lo que preveían. Tan solo volviendo por el agujero del que habían venido y saltando y rebuscando la manera de salir de aquel laberinto de plantas, la salida estaría frente a ellos. En lo primero no había problema, pero escapar de toda aquella maleza era algo horrible, tanto que ya no podían dejar a Bybe que fuese por sí mismo a buscar la salida, sino que fueron los cinco corriendo como pudieron a toda velocidad por los lugares que se les ocurría. Izquierda dos veces, un pequeño giro, recto, atrás, una vez derecha y después izquierda nuevamente... Sin duda, estaban más perdidos que antes incluso y tanto fue el agobio y el incremento del aroma envenenado que el estrés comenzó a recorrerles todo el cuerpo. Then buscaba desesperado la manera de arrancar todas aquellas hojas y ramas para escapar por allí, pero todos le detenían, diciendo que era más que imposible hacer aquello, ya que estaba mucho más duro y pegado unos a otros que una verja de metal. De un modo u otro, una rama por fuera podría salvarles la vida, por ejemplo.
—Te crees gracioso, ¿verdad, Bybe...? —se rio Rope, llevándole sobre su espalda para no tener que tirar de su mano y hacerle daño por no ver.
—Oye, a mí me la ha salvado de esa loca —se burló, mirando a Lora mientras chocaba puño con su compañero y esta suspiraba.
—Ambos me caeis mal —suspiró.
—Ya —respondieron y se rieron mientras buscaban la salida y el más mayor de los dos tosía por el veneno.
—¿Y si saltamos las plantas? —incluyó Then, pero todos le miraron mal, sabiendo que lo que decía era una locura, ya que el muro era de más de dos metros y nadie, excepto por Cheríl y Bybe, sabían escalar.
Lo pasaron por alto mientras continuaban recto durante unos segundos más. Bybe, el cual era el que mejor olfato tenía de los cinco, parecía ahogarse por momentos por el veneno, y eso preocupaba a los otros, los cuales estaban empezando a notar lentamente los efectos de este en su cuerpo. Si se dormían, caían al suelo y terminaban quedándose allí... ¡No querían ni pensarlo!
—¡Rope...! —gritó de repente el chico ciego, girándose a toda velocidad, dejando entre nada y menos de tiempo al chico de pelo beige a cogerle mejor para evitar su caída —¡He oído algo; lo he oído...!
—¡¿Algo como qué?! —preguntó Cheríl y Lora lo apoyó mientras animaba al chico de pelo rojo, más a la fuerza que con simples palabras, a seguir corriendo sin distraerse.
—Algo como... —se quedó en silencio un momento, mirando al cielo, moviendo su pupila de arriba a abajo hasta que susurró —Algo como si alguien se hubiese caído al suelo...
—¿Alguien? —preguntó Lora, con cara de pocos amigos y respirando cada vez peor, tal vez por la fatiga por correr.
—¡¿Alguien?! —imitó Cheríl, pero su expresión fue de alegría total al escucharlo e incluso pegó un salto —¡Pueden ser los otros, que han venido a por nosotros!
—Tú eres muy fantasioso... —suspiró la chica, pero decidió no hablar más para no perder el aliento —¡Vamos, Then...! —fue lo último que dijo, empujando su cuerpo por la espalda para que dejase en paz la rama.
El pelirrojo, tosiendo, sonrió y persiguió al resto; él también parecía agotado y eso que era de los que más energía tenían. Bybe concluyó aquello como el veneno y él estaba mucho peor, dejando caer sus párpados sobre sus ojos, con la cabeza apoyada en el hombro de Rope, el cual le gritaba para mantenerse despierto y que les guiase. Lo máximo que entendieron del chico medio dormido fue que estaban a un par de giros: primero izquierda, recto, derecha y allí. Era impresionante, pensaron; ¿cómo llegaría a oír tanto? Pero aquello no era de vital preocupación, ya que Rope apretó los dientes.
—¡Bybe, despiértate, maldita sea...! —gritó, encabezando al grupo y dando casi el primer giro —¡No te duermas, que para algo eres el único que nos puedes ayudar...!
—¡Rope...! —llamó entonces su atención Cheríl, y el chico no tuvo de otra que pararse, o por lo menos girarse.
En cambio, primero se asustó al ver lo que Cheríl decía, pero luego apretó sus dientes unos contra otros y bajó la mirada con rabia. Y es que los dos que estaban detrás de Cheríl no estaban en sus mejores condiciones, puesto que Lora se agarraba de las paredes de hojas y ramas mientras recuperaba el aliento, teniendo los mofletes casi sobre sus ojos, dejándolos así entrecerrados y respirando con dificultades, hundiendo el pecho lo menos posible y cogiendo todo el aire posible. A su vez, Then directamente se había rendido a toser en el suelo, metiendo la cabeza entre sus brazos y tratando de expulsar el veneno de su cuerpo mediante toses. El albino, al lado de Rope, miraba con miedo y duda a ambos y de nuevo a él repetidamente, viendo qué debían de hacer y qué podían. A este, con su compañero dormido ya sobre sus hombros, apenas le había afectado el veneno, ya que era rápido y había evitado el aroma, pero aquellos dos se habían rendido a este y eso le molestaba. Bybe no podría lograrlo por sí mismo y Cheríl no era tan fuerte como para dejárselo a él, así que bajó la cabeza, pensando en qué hacer...
—¡Tú, dichosa mujer...! —gritó sin acercarse, sino que esta le miró con una mirada endemoniada por el mote —¡Venga, no seas vaga y mueve ese culo tuyo...!
—¡Así no se trata a una mujer...! —gritó esta, haciendo que se separase de la pared y casi y echase a correr para cazar al chico.
Si con eso valía para subirle las ganas, sonrió y se giró hacia Cheríl, el cual estaba tosiendo mientras se tapaba la boca. Él se encargaría de Lora, así que tendría que hacer algo con Then, aunque fuese ayudarle a levantarse. El efecto hasta dormir tardaba unos minutos entre que respiraban el aroma y les entraba hasta los pulmones. Eso lo sabía Rope, y por eso ayudó a la chica a caminar antes de que se quedase dormida, y casi lo mismo con los otros dos. Ayudando a caminar a esos dos, volvieron a correr, o a tratar de correr, girando primero la esquina y yendo recto por el pasillo de hojas y ramas. Solo un giro más, pensaba Rope; uno más y serían libres. Sonrió, pero lo que allí había en frente hizo que se quedase congelado primero, abriendo los ojos, brillándole, cogiendo aire y notando algo en el pecho, pero al segundo siguiente sonrió y suspiró, más tranquilo.
—¡Cerecitas...! —gritó para que Cheríl se diese prisa y volvió a mirar delante —Tenía razón...
Allí, frente a Rope, que llevaba a Bybe durmiendo sobre la espalda y a Lora apoyada en su hombro, imitando casi al ciego, se encontraban más personas, las cuales no tardaron ni dos segundos en darse cuenta de lo que ocurría allí y tanto Rope como Tarou, que fueron los que se miraron sonrieron con unos ojos de competitividad. Los dos sacaron con una de sus manos la llave, respectivamente, y asintieron. Ya preguntarían por lo demás; ya preguntarían por qué unos estaban medio dormidos y tosiendo, incluyendo a Rope, el cual se pinchaba la cara con las uñas para no envenenarse él; ya preguntarían por qué otros estaban heridos, ensangrentados, uno inconsciente; ya preguntarían por la desaparición de otros, como era el caso de Bubble y Loan; ya lo preguntarían, pero ahora no era el momento. Cuando Cheríl y Then llegaron con los otros, el primero saltó de la alegría con una sonrisa y el otro solo abrió lentamente los ojos, como si los párpados le pesasen mucho.
Acto seguido, y sin necesidad de decir nada más, todos se dieron la vuelta hacia un pequeño boquete, como una entrada, justo al lado de la que Tarou y compañía acababan de salir. La salida, supusieron todos y echaron a correr de tal forma que parecían un rayo. Estaba cerrada por una extraña puerta de madera, un poco más pequeña que el espacio en el que estaban para ocultarla bien y que nadie la viese. El último cerró con un movimiento rápido y todos se alejaron todo lo que pudieron de allí, metiéndose por lugares con menos vegetación que antes, pero más raíces y neblina. Era de noche en el bosque y allí ellos no pintaban nada; al menos aquello tenían claro, ya que, por suerte, reconocieron el lugar, pues es que estaba verdaderamente cerca de su cueva, de su guarida. Tanto incluso que no se lo creyeron y pensaron que se habían equivocado, pero así no era, sino que, por fin, regresaron juntos a su hogar, su cueva con el suelo roto.

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