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Estando sentados, uno al lado del otro, mirando cada uno sus respectivas cosas, listas y tareas. A un lado, el oficial, mirando a cada rato su pantalla, iba revisando llave por llave para comprobar que había cerrado a todos los presos como debía, mientras que, al otro, el juez, leyendo los casos siguientes que tendría al día siguiente se entretenía mirando por la ventana. El reloj marcaba cerca de las seis, lo que había llamado la atención del primero, pero no se había atrevido a decir nada por el momento, pero cuando fueron justo como él quería, levantó la cabeza sin esperar mucho más del juez.
—Ya van cerca de seis horas las que llevan ahí —empezó, como si con él no fuese el tema.
—Sólo —subió sus hombros el juez; a él no le importaba, en verdad.
—Sí, ya... —suspiró este, cogiendo la pantalla y mirándola por décima vez en lo que llevaban de hora con duda e incluso frustrado —No ha muerto nadie por el momento.
—Un punto para mí —sonrió este, aún molesto por lo de la apuesta.
Estaba tan seguro que eran inocentes que aquello no le salía de la cabeza, y lo mismo para el oficial, que pensaba con todas sus fuerzas que los diez eran culpables, por lo que morirían dentro de poco. Sólo había que esperar, pensaba; solo déjales estar a sus anchas hasta que se produzca la tragedia para ellos y la maravilla para él de ver cómo ganaba lentamente la apuesta.
Por lo menos estaba seguro de eso, y parecía estar siendo realidad si te centrabas en lo que hacían en aquel momento. Si echabas un simple vistazo, podrías ver cómo, al momento, uno de los chicos se llevaba un golpe contra el suelo y seguía resbalando por la superficie rugosa de plantas, hojas y ramas secas. Ante la mirada de todos, menos la suya, todos pudieron ver cómo Tarou había cogido a los dos chicos pequeños para alzarlos con una mano a cada uno nada más encontrarse. Rope no le interesaba en lo más mínimo, es más, había sido Bybe y solo Bybe quién le había engañado y robado el mapa, lo que hacía que, cada vez que le miraba, agarrase más fuerte su camiseta. Después del susto, aquel chico no estaba en condiciones de pegarse con un fortachón como era Tarou, sino que solo podía morderse los labios mientras respiraba rápido y se agarraba para no caerse. La cara del mayor era aterradora, con sus ojos clavados en la cara de Bybe, su ceño fruncido y apretando los dientes unos contra los otros. Aquellos dos, más en concreto, aquel chico le había robado el mapa y aquello no lo iba a perdonar. Cada vez que lo recordaba, se ponía más nervioso, cerraba más el puño, hacía más fuerza con los nudillos...
—¿Sabes por qué te pasa esto? —le susurró, acercándole a él un poco; después, sonrió —Esto te pasa por ir diciendo cosas que no debías, y, si eso, ni saberlas.
—¡Tarou...! —habló Cheríl, acercándose rápidamente al ver lo que ocurría allí, sin saber que, realmente, ellos habían robado el mapa a aquellos que se lo habían robado a él.
Puso sus manos en medio de ambos, pero de poco le valió a Tarou, pues su enfado y cabreo estaba por los aires en aquel momento y no se iba a andar con bromas. Poniendo el puño cogido fuertemente, golpeó por primera vez a Bybe en la mejilla. Casi instantáneamente, este tuvo que toser si no quería ahogarse por la sangre que le acababa de provocar aquel puñetazo, sin contar el dolor. Rope, que se acababa de levantar por fin, abrió sus ojos a toda velocidad, nervioso. Acababan de golpear a su compañero, a su amigo, a quien tenía confianza... No lo perdonaría, pensó, pero no le dio tiempo suficiente a levantarse cuando Bybe recibió otro golpe, esta vez desde abajo, desde la barbilla. El chico hacía su mayor esfuerzo por no volver a romper a llorar y mantenerse neutro como siempre hacía, pero el dolor de la sangre que corría por su boca y nariz era excesivo. Cheríl había tratado de detenerlo, pero, al ver que no le había hecho ni caso, lo dejó a su suerte, mientras que Loan no apartaba su mirada. Los demás ni siquiera estaban allí todavía, sino que el hecho de tener a Teka herido era una gran desventaja.
El tercer golpe le fue a la sien, sabiendo que ahí le iba a doler mucho más que en cualquiera de los lugares anteriores. Al principio, el dolor le recorrió todo el cuerpo, las lágrimas saliendo y casi y echando sangre por la boca a borbotones para justo después perder la consciencia durante un par de segundos, suficientes para que Tarou se detuviese.
—¿Y ya está? Los niños aguantaban más —se burló, moviéndole de lado a lado.
Justo después, estuvo al borde de lanzarlo al suelo por la pérdida de interés. Estuvo unos segundos mirándole, puesto que su ojo azul seguía levemente abierto. Lo miró con duda, hasta que se dio cuenta de algo. No dijo nada, estuvo por hacerlo o decirlo, pero un nudo en la garganta le detuvo. Y no sólo eso, sino que, de repente, algo parecido al calor, algo como con humo, algo demasiado caliente, se acercó a él sin dudar apenas. No tuvo ni que darse la vuelta para comprobar que se trataba de él, pero sí que tuvo que aguantarse una sonrisa al ver la llama anaranjada al lado de su ojo casi. Todos estaban expectantes al hablar.
—Suelta ahora mismo a Bybe si no quieres que queme tu cuerpo —advirtió de repente Rope, muy neutro, muy natural, muy concentrado.
Tarou chasqueó la lengua, sabiendo que no estaba de broma. Sabiendo cómo era él mismo, Rope pensó, por un momento, que sonreiría involuntariamente siempre que usaba fuego, pero no fue así. No supo decir el por qué, ni siquiera podía explicarse a sí mismo. Era pirómano; adoraba el fuego, así que aquello debía de gustarle de algún modo, ¿no? Por algo llevaba siempre un mechero encima, ¿no? Por algo siempre sonreía cuando podía encender su mechero ante sus víctima, ¿no? Entonces, ¿cuál era el simple motivo por el cual no estaba a gusto en aquel momento? Comprobó que Tarou estaba parado, bastante más pálido que antes, de seguro por su mechero, pero no podía dejar de mirar a los ojos de Bybe por algún motivo, lo que le molestó aún más. Los otros ni siquiera quisieron intervenir, es más, era un espectáculo, por lo menos para Cheríl, que sonreía.
—Te lo repetiré de nuevo y será la última, Tarou —volvió a hablar, agrandando sus ojos —O lo sueltas o no me lo pienso dos veces.
Sabía que, si quería, lo haría. Era fácil, solo debía acercar el arma al cuerpo de aquel fortachón y prenderle fuego. Sería divertido, pensó; sería como siempre. Pero algo le decía que no podía ser así, que debía de aguantarse aquellas ganas. Tarou parecía dispuesto a ceder, así que solo tendría que esperar, pero ¿por qué tardaba tanto? ¿Acaso estaba pensando en arrancarle su mechero e irse corriendo? ¿Acaso pretendía detener allí el momento para ver si era capaz o no de quemarle? ¿Acaso pretendía volver a golpear a Bybe de un momento a otro? Cogió aire indignado, apretando los dientes. Si no estaba dispuesto al trato, no tendría de otra que...
—Alto —dijo de repente una voz a su lado.
Cuando volvió a la realidad, pudo ver cómo alguien se había metido entre ambos. Una chica que ya había visto más de una vez, pero que no recordaba el nombre, aunque sí su aspecto; rubia, de ojos morados, esbelta y fuerte al mismo tiempo. Cerró la tapa del mechero de Rope y le miró a la cara, abriendo los ojos, como si fuera todo culpa suya y Tarou no estuviese implicado.
—Tranquilo, Rope —le dijo, serena —Guarda el arma, Tarou no te va a...
—¡Tarou ha golpeado a mi amigo...! —se defendió, apretando los dientes y cogiendo aire rápidamente.
Y es que tanto Caro como los otros cuatro acababan de llegar al lugar por culpa de Teka, pero su acción había sido la más rápida de todos. Dejó al científico sentado en el suelo para moverse entre ambos asesinos. Primero, había ido a por el fácil, es decir, a por Rope, pidiéndole así que se calmase, pero realmente no había entendido la situación a la primera.
Justo después, miró con crueldad a Tarou con Bybe cogido de una mano y sangre en la otra, recordándole a aquella loca de Bubble, que ahora se había acercado a la zona solo para cotillear. Bybe, en cambio, había recuperado la consciencia y ahora movía los párpados para saber dónde se encontraba. Caro sabía de sobra que no iba a ser fácil hablar con aquel enorme tipo que no apartaba la mirada de Rope ni un segundo, pero debía intentarlo. En cambio, cuando fue a dirigirse a él, este le respondió con un movimiento rápido: lanzó a Bybe a sus brazos, haciendo que ella tuviese que cogerlo al vuelo. Después, se dio la vuelta, buscando a Then por los alrededores. La chica se quedó sin saber qué decir, hasta que vio cómo Rope se acercaba a ella para hablar con su compañero.
—¡Oye, Bybe...! —dijo, como preocupado —¡¿Estás bien?! Maldita sea... —miró a otro lado —Te está sangrando la boca...
Caro le miró, después miró al otro chico que, rápidamente, se recolocó en el mundo para mirar en frente y decir que se encontraba bien, que el desmayo apenas y le había afectado. Allí los dejo, mientras que ella se sintió un poco frustrada tras lo que había pasado. Dio un paso en frente, como a punto de crear una nueva situación, un duelo, y esta vez lo tenía claro.
—¿Tenías tú el mapa y no habías dicho nada? —estuvo por gritarle a Tarou, pero se relajó, sabiendo lo que acababa de pasar.
Captó la atención de todos los de allí, pero ni siquiera se quiso dar la vuelta. La rubia sabía que, si Tarou era culpable a su modo de ver, tanto Bybe como Rope también lo eran por no decir nada. En cambio, este suspiró fuerte y se dio la vuelta.
—Sí, ¿y qué? —cambió su cara a una de molestia total.
—No sé si lo sabrás, pero yo también soy una asesina —se sinceró, aunque todos lo tenían claro —Yo he asesinado, tú has asesinado, ellos —dirigiéndose a los dos anteriores —Ellos han asesinado... Todos hemos asesinado, ¿sabes?
—¿A dónde quieres llegar, minina? —soltó Lora, entrando en la conversación cuando nadie la había llamado realmente.
—Lo que quiero decir... —empezó, molesta por la intervención —Es que ninguno nos vamos a librar de este infierno de los pecadores o como quiera que se llame. El caso es sobrevivir una semana y todos seremos libres, ¿no es así?
—Y podremos pegarnos —añadió Then, pero Tarou le mandó callar.
—A lo que quiero llegar... —se volvió a molestar una vez más la chica, pero logró concentrar de nuevo todas las miradas —En el caso de que seamos culpables y que así sea, si este lugar debe acabar con nosotros por esa simple razón, pienso que estar en parejas entre todos los compañeros es una tontería —se detuvo puesto que alguno de ellos, como Lora, Bubble o Cheríl empezaron a hablar, pero Tarou seguía escuchando, callado, como ineteresado, así que les mandó a todos callar de un grito —Puesto que todos somos asesinos y nos alegramos de serlo, siendo compañeros, no veo por qué no unimos fuerzas para salir todos de aquí. Total, si nadie muere, querrá decir que ese oficialucho de policía estaba equivocado, aunque realmente no sea así y le estemos mintiendo. El caso es que podemos sobrevivir todos y cada uno de nosotros si cooperamos para salir de aquí sanos y salvos; ¿os parece?
Al principio, sólo se estaba refiriendo a Tarou a la hora de contarlo, para calmarlo más que nada, puesto que había soltado a Bybe como si de un muñeco de trapo se tratase, pero terminó dirigiéndose a los nueve de allí, que se habían quedado congelados, escuchando en silencio. Era cierto que cada uno tendría su propia opinión sobre ello, pero verdaderamente le parecía la mejor manera de escapar de allí: colaborando unos con otros para que nadie muriese en el acto. Tarou, que era el principal objetivo de la conversación, se quedó mirando unos segundos a Caro a los ojos, casi sin expresión en la cara, para después cerrar aquellos ojazos y suspirar suavemente. Antes había llegado a pensar que tener a Then en su poder le podría abrir puertas a encontrar las llaves y poder librarse de allí sin mucho trabajo; entonces, ¿por qué sólo tener a Then cuando podía tener a todos? En verdad, aquella situación debía de pensársela más a fondo. Sólo de pensar que podría tener a nueve incompetentes que podrían ayudarle a escapar de allí si les obligaba... Bueno, pensando en eso y antes de contestar, se acercó bruscamente a los dos chicos anteriores, los cuales estaban sentados en el suelo. La mirada de Bybe al notar que alguien se acercaba fue simple y clara: vete de aquí o te mataré sino, parecía decir, pero lo ignoró, sino que esta vez no buscaba a aquel chico de los ojos celestes y el pelo negro, sino a su compañero. Tendió la mano sin que Rope siquiera se diera la vuelta, sino que parecía haber notado la mirada nerviosa de Bybe y se había detenido.
—Si tanto grupo y tanta tontería es lo que queremos, devuélveme mi navaja ahora mismo, tirantitos —dijo, subiendo la nariz, molesto —Sé que la tienes tú, ya que ese de ahí no vale ni para encontrar comida.
—¡¿Qué has dicho?! —se molestó de nuevo, saltando al momento y dándose la vuelta —¡Repítelo si te atreves...!
En cambio, cuando Rope fue a encararse, fue otra persona quien saltó esta vez para detenerles, en vez de Caro, la cual estaba suspirando a otro lado, con la vista muy clavada y fija en todo lo que ocurría a su alrededor. Esta vez fue otra persona rubia, mucho menos fuerte que aquella mujer de ojos morados, pero se pudo divisar la poca gracia que le hacía ver a aquellos dos peleándose por momentos en sus hermosos y grandes ojos. Tanto fue, que Tarou suspiró fuertemente y se dio la vuelta para no saber más del tema. Rope no se quedó a gusto hasta comprobar que no se iba a volver a molestar en insultarles. En cambio, sacó a toda velocidad y con asco la navaja de Tarou y la lanzó al suelo, no sin antes escupir sobre ella y secárselo con la muñeca.
—Ahí la tienes —y le sacó el dedo de en medio.
Después, echó una última mirada al chico que se había interpuesto entre ambos. Aquel científico, por muy guapo que fuera y herido que estuviera, de loco tenía demasiado al haber tratado de detener aquella pelea entre esos dos. Le miró durante unos segundos y después volvió a girarse. Teka, con los brazos estirados para detenerlos, los dejó sueltos tras unos segundos para suspirar.
—Formar un grupo es lo mejor que podemos hacer, puesto que así todos tenemos una oportunidad, aunque sea mínima, de sobrevivir —explicó, sin apartar su mirada de rabia de la espalda de Rope —No es mi culpa que no te guste, es más, si no te gusta, te aguantas y te lo guardas para ti, pero no fastidies al resto, ¿te queda claro?
Ni Rope ni Tarou contestaron, puesto que Teka tampoco se había puesto tan agresivo como esperaban. Después, subió sus hombros una vez más, bajo la braga de Caro, a la cual le echó una mirada antes de hablar, como preguntando si aquello que estaba haciendo era o no correcto.
—Está atardeciendo demasiado rápido —se puso serio de nuevo —Pronto anochecerá y nos será difícil ver en la oscuridad, así que yo voto por acampar esta noche todos juntos, sin peleas, y mañana encontraremos la primera llave. ¿Estáis o no conmigo?
—¡Yo estoy...! —soltó inmediatamente Cheríl, subiendo su brazo a toda velocidad y sonriendo —Es decir, estamos —y asintió a Loan, que le respondió igual.
El científico asintió, serio. Tanto Caro como Lora estaban de acuerdo, e incluso Bybe, que lo hizo con la mirada plantada sola y exclusivamente en la cara de Teka, como si le estuviese analizando con la mirada. Miró detrás, a Tarou y a Then, los cuales estaban de espaldas, por lo menos el primero, y muy callado. Bajó los hombros, dándose la vuelta y abrió los ojos.
—Está bien... —aceptó, por fin —He de admitir que me duelen los gemelos.
—¡Oh, gemelos! —soltó Then, con una sonrisa y abriendo mucho, muchísimo sus ojos —Eso me recuerda a que tengo hambre...
—Sí, yo os puedo ayudar con la comida también —explicó Teka, y nadie lo dudó, puesto que era científico, ¿no?
—¡Ay! ¡Mi novio es el mejor! —saltó de repente Bubble, cogiéndole por el cuello en un abrazo y cerrando lentamente los ojos —Eres genial, Teka, mi amor...
Este suspiró. Que hiciese lo que le diese la gana, pensó; pero que no molestase demasiado. Seguía con la braga de Caro, puesto que su nariz le ardía como una herida abierta e infectaba. Tampoco le preocupaba tanto aquello, ni siquiera las heridas que traía el chico de los ojos celestes, puesto que se podían curar, es decir, graves no eran. Apartó un poco la mano a Bubble, que rechistó, y dio un paso adelante.
—Mañana volveremos aquí a seguir buscando nuestra primera llave.
—No digas "nuestra" —se molestó Tarou, sacando la lengua —Yo la encontré primero.
—Fui yo quien lo hizo —se defendió Bybe, mirándole ahora a él con aquel ojo.
Aquel ojo... Enorme, celeste, siempre abierto; era terrorífico, todos lo habían pensado igual. Tarou estuvo por decir algo, pero se detuvo y miró a otro lado, Bybe no lo notó, sino que se giró hacia Caro, teniendo que levantarse y tocando una rama del suelo al hacerlo.
—Pero yo estoy de acuerdo en ayudarnos —se sinceró, no sólo mirando a Caro, sino a todos un poco, como dando vueltas sobre sí mismo —Cooperar significa que viviremos todos, así que es la mejor de las opciones.
Estando él de pie, Rope no tuvo de otra que mirar a su compañero con algo de duda, pero, puestos que era en la persona que más confianza tenía por ser compañeros, él también aceptó casi al momento.
—Bybe —dijo entonces Caro, y este se giró a toda velocidad al oír su voz —Tienes toda la razón, y, si confiaís en mí, sé de una guarida no muy lejos de aquí.
—¡Oye! —se indignó Lora —¡Sabemos, minina! Es nuestra guarida, no la tuya a secas.
—Lo que sea —resumió Caro, echando una mirada de superioridad a esta.
Puesto que ya habían aceptado todos, una vez terminado el trato, asintieron a aquello de la guarida de la chica. Inmediatamente después, los nueve comenzaron a seguirla, Lora porque estaba perdida. Lo que sí enfadó a Bubble en aquel momento fue el hecho de que Teka fuese hablando con Caro sobre los métodos de supervivencia. Ella era fuerte, sabía escalar y curar heridas; él era un científico que iba recolectando hojas y bayas a medida que se dirigían a la guarida que había mencionado la rubia. El problema de aquello venía con Bubble siguiéndoles con la mirada durante todo el camino, como si estuviese planeando una matanza... O casi, ya que iba hablando mientras tanto con aquella otra chica que le había llamado la atención: Lora iba animada, aunque no hablase demasiado, se le notaba en su forma de expresarse y moverse por aquel lugar.
Finalmente, tras encender el fuego, la guarida, apodada así para no llamarla cueva o caverna, quedó inaugurada por los diez presentes. Aunque se mirasen unos a otros con cara de amargados y dudosos y no quisesen apartarse de su lado ninguno de ellos, puesto que estaban todos en corro alrededor del fuego, la situación no parecía estar tan mal... A ver, quitando que Tarou no apartaba la mirada de aquellos dos, que estos estaban devolviendo aquellas miradas de odio con aún más odio expresado, al menos Rope, puesto que Bybe se estaba quitando la sangre de la nariz con las mangas; teniendo también a Bubble, pegada como una lapa al brazo izquierdo de Teka mientras este se ponía las hojas resecas que había encontrado en la nariz para detener la hemorragia, teniendo a Lora tumbada en su sitio anterior, mirando el fuego con una sonrisilla, a Then con su pistola en las manos, abriendo y cerrando la tapa de esta, a Loan analizando a un lado, muy callado, cómo eran aquellas personas, a Cheríl por el otro con su sonrisa y amontonando piedras y, finalmente, a Caro, revisando lo que tenían y sin apartar la mirada de ellos ni un simple segundo. ¿Quién sabe qué podría pasar en cualquier momento? Después de aquello del mapa, Tarou y Rope se tenían en la mirilla del otro, así que no dejarían pasar la siguiente oportunidad para coger la llave y escapar de allí. Mientras tanto, Teka, viendo el silencio abrumador que había, suspiró.
—Relajaos... —comentó, mirando sobre todo a esos dos —Estamos a salvo aquí; es imposible que nada ni nadie entre.
—Y somos compañeros —añadió la rubia, justo para que Bubble la mirase con odio.
—No me fío de él... —se sinceró Rope, agarrando mejor el brazo de su compañero, el cual desvío su confundida mirada hacia él —Seguro que escapa por la noche para ir a por la llave...
—Es mejor que se fíen de mí que de un pirómano como tú —sonrió Tarou, haciéndolo para burlarse.
El chico de pelo beige, cogiendo fuertemente su pecho, resistió el impulso de ponerse a gritar de nuevo de la ira como había pasado antes. Movió la cabeza a un lado, chasqueando la lengua, como molesto, lo que hizo que Tarou sonriese.
—Y puesto que el mechero lo tiene él, ¿por qué no quedarse también con la navaja de su compañero, ya que estamos? —y se siguió riendo, sabiendo que estaba por decir aquello que no decía —Puesto que ese chico...
—¡Cállate...! —terminó cediendo al levantarse de su asiento —¡¿Qué sabes tú de mí, abusador?! ¡Sí, me gusta el fuego, lo admito...! —y bajó la mirada rápidamente al ver que todos le estaban mirando, por lo que se le ocurrió otra cosa que no le iba a gustar demasiado, pero era lo mejor, sin duda —¡Tómalo, no lo quiero! —se dio la vuelta y se fue.
—Rope... —susurró Bybe, sin quitar la mirada y decidió ir tras él al notar que se iba, pero terminó golpeándose con la pared y cayendo de nuevo al suelo con la nariz ensangrentada —Maldición... —susurró, pues no se iba a levantar.
—Mira si es torpe el chico... —mencionó Lora, pero sonrió —Me encanta.
Tarou, en cambio, habiendo conseguido que Rope se marchase de allí, se levantó con curiosidad a ver qué era lo que había lanzado antes de irse. Sus ojos se abrieron al ver de qué se trataba, y le recorrió un escalofrío al coger el pequeño objeto, que estaba caliente por haberlo tenido todo el rato en la mano. Rope se había desprendido de su mechero, reafirmando así que podía dejar el fuego por estar en aquel grupo de personas. Levantó la mirada y lo enseñó a todos los ojos que le observaban con duda; después, se sentó con él en la mano.
—Menudo crío... —se burló, pero sin sonrisa siquiera —Lloriquea por todo.
—Oye... —mencionó entonces Then, interviniendo por una vez bien en una conversación —Ya es de noche y yo sigo con hambre...
Cierto, pensó Caro; tenían comida. Con bayas que Teka había ido recogiendo por el camino y los caramelos de Bubble, color blanco y blandos por fuera, pero duros por dentro, tenían poco, pero suficiente. Repartieron todo, como si ya fuesen una misma comunidad, un mismo grupo; contando a Rope, que seguía fuera a pesar de ser de noche. Aunque pensaron que tal vez todo sería silencio y susurros entre compañeros, aquello no fue como bien esperaban.
—Oye, pelirrojo —sonrió Cheríl, subiendo sus pómulos —¿Sabes jugar tres en ralla?
—¿Es una competición? —preguntó sin siquiera cambiar de expresión, pero lo hizo inmediatamente, abriendo muchísimo aquellos ojazos preciosos que tenía para asentir —Porque, si lo es, ¡yo quiero ganar!
—Pues vamos allá —sonrió el albino, colocándose el pelo —Ven aquí, tengo millones de piedras con las que podemos jugar.
—Sí, bueno... —interrumpió Loan, subiendo un poco su mano —Buenas noches —y se calló, dispuesto a decir la verdad en todo momento.
Él, aunque no lo supieran, pero se lo imaginaba, era el más joven de todos los de allí, ya que contaba con diecisiete años sólo, es decir, actuaba distinto al resto del grupo, por lo que le daba bastante igual ser el primero en retirarse. Se acercó a una piedra, apoyó la cabeza e hizo el amago de tumbarse para que, dos segundos después, las piedras se resbalasen y se cayese al suelo. Tanto Tarou como Lora y Bubble se rieron bien en alto, y eso que Cheríl no estaba haciendo ni caso, ya que estaba concentrado.
Por su lado, Lora se tumbó aún más en la piedra para cerrar los ojos con una sonrisa. Las ropas que llevaban eran bastante dudables e indecentes, pero eso daba igual en aquel lugar. Había que disfrutar el momento, ¿no? Sonrió. Su compañera, viendo lo que pretendía, suspiró. Tampoco le apetecía hablar con ninguno de aquellos en aquel momento, por lo que bajó los hombros e hizo una medio sonrisa, dirigiéndose a Teka. Él sabía de sobra lo que pretendía, pero fue justo por eso por lo que le sonrió, como dándole ánimos. Caro salió fuera, miró a ambos lados y suspiró. El cielo en aquel momento era una masa azul fuerte, casi negra, en la que era fácil reconocer cada una de las estrellas y, sobre todo, aquella hermosa luna redonda y enorme que parecía venírseles encima cada poco tiempo. El resto era oscuridad entre los árboles y muchos ruidos extraños, animales, monstruos, criaturas, pájaros y demás de fondo. Era bonito, pensó. Después, giró lentamente su mirada a la izquierda para ver a Rope, sentado con la cabeza entre las piernas, y muy callado; suspiró.
—Rope, escucha —le dijo suavemente, como para no ponerle nervioso —Hace frío aquí fuera; entra dentro, donde estamos todos y tal...
—Ese imbécil... —suspiró con pena y enfado a la vez, pero se detuvo.
—No sé exactamente lo que ha pasado, ¿vale? —se sentó a su lado, notando cómo se le ponía la piel de punta, ya que estaba en tirantes —Pero Tarou no es una persona con la que puedas dialogar fácilmente... Créeme, lo he intentado.
—Ah... —suspiró, sacando un poco la cabeza de entre sus piernas y dejando que su ojo brillase a la luz de la luna —Quiero mi mechero —se sinceró; estaba congelado.
Caro se rio un poco, al momento que se quitaba la braga para dársela esta vez a aquel chico. Sabía que aquella mujer tenía mucha razón y que solo pretendía dialogar, pero la ira que sentía era increíble y no la podía retener por mucho más tiempo: le dolía el pecho por no dejar salir ninguno de sus instintos asesinos. Volvió la mirada a Caro con crueldad, pero se transformó en una de pena cuando vio que no tenía expresión en su cara.
—Vamos dentro, me estoy helando —dijo al momento, sabiendo que acababa de mirarla.
Era cierto, podía echar vaho al aire si supiraba un poco. Quiso sonreír, pero no lo hizo, al igual que antes. No le había producido la misma sensación de seguridad cuando había encendido el mechero contra Tarou que muchas otras veces, pero seguía sin entender por qué. Sus pensamientos llegaron a aquel momento en el que la ira se había apoderado de él para usar el fuego cuando se lo había prohibido a sí mismo, pero la situación le superaba, y los pensamientos se entremezclaban, y el pecho le ardía, y las ganas que tenía de sacar su instinto...
—Rope, vamos —le llamó Caro, como si le estuviese ordenando, pero sin esa entonación.
Sí, tal vez era el mejor momento para relajarse, pensó. Suspiró, bajando la cabeza, se levantó sin enseñar su cara y pasó al lado de Caro. Justo le devolvió la braga en sus manos, como desechándola, lo que ella no entendió, pero él solo abrió la boca para susurrar.
—Quédatela, no quiero que me vean como a alguien a quién proteger...

Entrada de los Pecadores Where stories live. Discover now