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Loan y Cheríl habían formado un equipo para protegerse el uno al otro, cuidarse de los males del lugar, encontrar las llaves de la caja y escapar de aquel lugar juntos. A decir verdad, ninguno de los dos confiaba del todo en el otro, pero era mil veces mejor estar con alguien que vagar por aquella zona solo. Exacto, mejor mal acompañado que solo, al menos en esta situación en la que se encontraban. Ese fue el primer pensamiento del chico de pelo verde, que se cogía el gorro con fuerza, mientras miraba al albino con las cerezas en el pelo, el cual sonreía. ¿Sería igual para todos? Eso fue lo que pensó, y, la verdad, se negó a sí mismo, puesto que tenía toda la razón del mundo.
—¡Oye...! —gritó una vocecilla desde la distancia, acercándose rápidamente, al menos por cómo sonaban sus pasos —¡Oye, oye!
Cuando se plantó frente a Tarou, Then, el chico de pelo rojo con aquellos ojazos, se detuvo durante un momento con una sonrisilla pícara. Giró su cabeza a un lado sin siquiera cerrar sus ojos de loco, haciendo que el mayor de los dos tuviese que mirarle con descaro para que se marchase. Después, subió más su sonrisa para decidirse a hablar por fin, habiendo estado casi un minuto en silencio, mirándole.
—¡Pelea conmigo! —terminó por decir.
—¿Disculpa? —sonrió Tarou, pensando que había escuchado mal, aunque lo prefería así.
—¡Te vi en la última cena! ¡Eres súper increíble! —dijo, moviendo sus puños de arriba a abajo y sonrojado de la emoción —¡Quiero que pelees contra mí! ¡Concédeme ese honor...! —no podía evitar reírse de la emoción.
Tarou, echando su larga cabellera morada a un lado, se inclinó un poco para hablar con aquel chico, el cual tenía casi la cara igual de roja que su pelo. Le miró de arriba a abajo, como esperando algo, pero él solo contenía su energía moviéndose a toda velocidad, tanto manos como rodillas, e incluso saltando. Estaba claro que se había fijado en él el que más por su gran estatura, su personalidad y su hermoso físico, puesto que él se consideraba bastante apuesto, demasiado incluso para morir en aquel lugar.
Finalmente, terminó su escaneo personal y, con los ojos entrecerrados, verdes oscuro y su gran sonrisa, se volvió a levantar. Después de aquello, se dio la vuelta sin decir mucho más que una cosa.
—Busca a esa mujer de pelo rosa; seguro que se alegra más de verte que yo.
—¿Eh...? —se le bajaron los ánimos en aquel momento, dejando sueltas sus manos y sus pies, casi dejándose caer.
Volvió a subir la mirada con pena para mirar a su espalda, pero estaba claro que no iba a darse la vuelta una vez dicho aquello. Sacó su labio inferior, giró su cabeza y subió sus hombros.
—Oye... —susurró —¿Por qué no me concedes mi deseo...?
—Tu deseo, ¿eh...? —volvió a decir Tarou, sin moverse siquiera —Tú deseo es luchar contra mí.
—¡Sí, por algo soy un asesino...! —volvió a levantar la cabeza, con la sonrisa tan tétrica, pero recordó lo que le acababa de decir y no tuvo de otra que bajarla a toda velocidad de nuevo —Oye... —continuó molestando.
Tarou, mientras, se quedó unos segundos callado. Debía demostrar su inocencia de cualquier manera... Pero eso era más que imposible, ¿verdad? Entonces, debía de encontrar las llaves lo más rápido posible. Seguramente, solo habría una simple persona que se salvase tras encontrarlas y, sin duda, debía de ser él. Pero aquel lugar de hojas verdes, resplandecientes, poca luz, pero serena, ramas enormes, pero que caían cada poco tiempo por estar secas; era tan enorme que sería demasiado complicado encontrar tres en medio de toda ella. Solo de pensar que había otras ocho personas por allí rondando y que podrían encontrarlas antes que él... Se molestó.
—Oye... —susurró Then, todavía molestando. En cambio, aquello hizo que Tarou abriese los ojos y, con cuidado, sonriese.
—¿Cuál era tu nombre decías? —se giró.
Then, sin levantar ni brazos ni las rodillas, subió la cabeza a una velocidad increíble, con un brillo en los ojos que le daban pinta de tener esperanza, pero eran muy, muy terroríficos. En cambio, estaba encantado al oír aquello, es más, abrió del todo la boca, riéndose.
—Me llamo Then —giró su cabeza, sin pestañear siquiera.
—Then, ¿eh? Qué nombre tan horrible... —susurró, pero el entusiasmo que volvía a traer le estaba molestando, por lo que decidió ser rápido —¿Quieres formar equipo conmigo?
—¿Ah? —y de repente se le fueron todas sus energías —¿Equipo? ¡Pero si yo quiero golpearte con mi pistola en la sien...! Jo...
—Ya, ya lo sé... —se molestó de nuevo Tarou, pero realmente se había preocupado un poco.
Había olvidado por completo que aquel chico traía consigo una pistola. Por muy alto y fuerte que pudiese ser, si el pelirrojo tenía muy buena puntería, una navaja no le servía de nada. De un modo u otro, le tocó maquillar aquella mentira.
—Solo pretendo escapar de aquí, ¿entendido? —y no mentía —Volveré a pegarme cuando sea libre, y para eso seguramente sería bueno tener un compañero para ayudarme a encontrar las tres llaves, ¿entiendes? —estuvo por insultarle, pero solo de pensar en su pistola le recorrió un escalofrío.
—Jo —bajó sus hombros de nuevo —Es que yo...
—Tranquilo, que si tanto te quieres pegar contra mí, lo haremos más adelante cuando estemos realmente fuera, ¿vale? —insistió.
—Vale...
Aunque le dijese eso, realmente le estaba mintiendo. Tenía un presentimiento de aquel chico, y no era nada bueno; estaba seguro de que debía ser culpable, por lo que jamás tendrían ese momento para pelear uno contra el otro como le había prometido si él salía de allí por inocente. Sonrió un poco, pero lo disimuló al ver la cara de pena de Then. Entonces, sólo pudo seguir con su farsa.
—Ahora somos equipo. Ayúdame a encontrar esas llaves para abrir la caja y cerraremos el trato.
—¿Y podré luchar contra ti? —abrió sus ojos con pena, pero como con ilusión.
—Por supuesto —y sonrió, dándose la vuelta.
Lo hizo, ya que sabía que aquel chico se emocionaría con la noticia y de un momento a otro se pondría a saltar de alegría. En cambio, las esperanzas de que hiciese eso se le fueron todas al escuchar, ambos, unos gritos provenientes del otro lado de las plantas. Se giró a Then, y este solo estaba abriendo sus ojazos, ahora un poco más normales y no de locura tras recibir aquella noticia de parte de Tarou. Cuando el más mayor de los dos se giró, pensaron lo mismo, por lo que echaron a correr en aquella dirección.
Sin acercarse demasiado, ocultos entre las plantas, que eran grandes y abundantes, pudieron ver claramente algo que les sorprendió. A uno de los lados, uno de los chicos que había estado con ellos hacía tan solo un par de horas se encontraba inmóvil en el suelo. Tarou, sobre todo, lo reconoció.
—Cerecitas...
Y al otro lado, lo que se encontraba era verdaderamente aterrador; al menos ellos se asustaron al ver un increíble animal, o bicho directamente, todo oscuro con chispas saliendo de él y dos látigos en los mofletes. Lo analizaron de arriba a abajo, con los ojos muy abiertos y mordiendo sus labios.
—¿Qué demonios es eso? —susurró Tarou, frunciendo el ceño.
—Ni idea —resopló Then, entrecerrando sus ojos —Pero mira...
Y es que fue en aquel momento cuando, por primera vez, Tarou tuvo que apretar sus dientes con terror al ver lo que su nuevo compañero de equipo decía. Cogido de uno de los látigos y al borde de ser comido, estaba Loan, otro de sus compañeros. Los dos se miraron sin saber qué decir.
—Así que esto es uno de los bichos de este lugar que no es humano... —fue la respuesta del mayor de los dos, que no apartaba mirada de aquel ser oscuro.
—Por muy grande que sea, ¡yo tengo una pistola! —sonrió este, al momento que Tarou golpeaba su boca con su mano para hacerle callar. Tampoco quería ser la siguiente víctima.
Se quedaron expectantes hasta el punto en el que la bestia difícilmente fue derrotada, pero se quedaron asombrados, sin saber ni qué pensar. Tras el derrumbe de la criatura, vieron cómo Cheríl y Loan echaban a correr a toda velocidad, uno tirando del otro, hacia la dirección contraria a la suya. Fue entonces cuando ellos salieron del escondite, Tarou primero y cuidándose de que aquel chico no sacase la pistola de repente e hiciese algo no deseado.
Caminó recto, directo a la espalda del animal, para rozarlo con sus manos; era rugoso. No le gustó demasiado el primer vistazo, pero debía de sacar toda la información posible. ¿Quién decía que allí no había algo interesante? ¿Una llave, tal vez? Pero negó, allí no había nada de nada, solo un enorme monstruo inconsciente en el suelo. Suspiró, mordiéndose los labios.
—Esto es peligroso... —susurró para sí, pero levantó la voz —Oye, pelirrojo —tampoco recordaba su nombre —Vamonos ya de aquí.
—¡Espera, espera! —se sorprendió al oírle tan lejos, por lo que le buscó con la mirada.
No logró verle de buenas a primeras, pero, tras girar la cabeza dos veces más, por fin encontró su paradero. Y es que Then, sin temor y tal vez sin pensarlo, también había hecho como Cheríl para subir al lomo de aquel monstruo. Tarou abrió sus ojos, molesto; levantaría al animal por sus estupideces. ¿Y quién sabe qué podría hacerlo a él? La muerte de su compañero sería algo serio, es más, le vendría genial si eso ocurriese. ¿Pero la suya? Ni pensarlo.
Entonces, a la mitad de sus pensamientos, un disparo se escuchó. Rápido, frío, duro y seco. Alzó rápidamente la vista a toda velocidad, justo para ver a su compañero con la pistola en la mano y la parte más salida de esta en la cabeza del animal, es decir, la bala le debía de haber pasado y sobrepasado el cráneo a la criatura. Fue entonces cuando Then se dio la vuelta, con una pequeña sonrisilla y no aquella de locura total.
—¡Oye...! —llamó la atención de su compañero, que sólo pudo tragar mientras contenía su temor —¡No estaba muerto; todavía no!
Le costó un poco, pero terminó por coger algo de aire mientras mantenía la mirada fija en la cara que tenía el pelirrojo. Después de aquello, apenas y dudó en lanzarse al suelo desde lo alto de la cabeza del animal, teniendo fácilmente una altura de cerca de diez metros, incluso un poco más. Golpeó con fuerza sus tobillos al mismo momento que miraba detrás. Había caído al otro lado, y fue aquello lo que hizo que sus ojos brillasen.
—¡Oye...! —volvió a llamar la atención del peli morado, haciendo que se tuviese que preocupar por si aquella bestia no estaba muerta, pero no fue nada de eso, sino que se llevó una ligera alegría —¡Ven, ven...! ¡Aquí hay algo raro!
Tarou, mirando a otro lado, no iba a negar, ni siquiera a sí mismo, que la situación le superaba un poco. Había notado cómo su mano temblaba levemente, e incluso la había agarrado fuerte para detener el tembleque. Así fue cómo decidió ir al otro lado, donde le esperaba su compañero el entusiasta de ojos azules. Entonces, en el momento decisivo en el que debía de dar la vuelta a aquel animal, notó que algo no iba bien. Algo en el ambiente había hecho que se pusiese tenso, pero no sabía el qué exactamente. Sólo pudo darse la vuelta lentamente...
—¿Un mapa? —susurró una figura detrás de él.
Al momento, se le erizó toda la piel de la espalda a una velocidad aterradora. En cambio, sólo pudo suspirar al ver allí a una persona, más bajita que él y muy delgada. Sabía que ya la había visto alguna vez en su vida, e incluso le resultó conocida, pero no supo decir su nombre en aquel momento. El pelo oscuro, por los hombros, pero con las puntas abiertas completamente, la piel pálida, color casi blanco, incluso algo grisáceo, su único ojo visible de un color muy parecido al color acero eran varias de las cualidades que más le habían llamado la atención, pero sin duda había algo más. El ojo derecho no se mostraba sino que, en cambio, tenía una enorme cicatriz que firmaba una equis o tal vez...
—Disculpa... —se apresuró a decir, como nervioso —Preguntaba por el mapa... —y apretó sus labios uno contra el otro.
—¿Mapa? —logró decir finalmente, como recordando su realidad —Yo no tengo nada de eso, y si lo tuviese te mandaría a tomar por saco ahora mismo.
—Lo suponía... —suspiró, como deprimido, pero no apartó su mirada del todo.
Tarou le miró una última vez, justo antes de recordar a ese chico. En la cena no había hablado, se había plantado en medio de otras dos personas y había comido en silencio, sin llamar la atención, sin mirar a nadie y sin levantarse hasta que todo hubiese terminado. Ni siquiera se había presentado, creía recordar. Con suerte y pudo recordar aquello de aquel chico.
—¡Oye...! —escuchó de nuevo la voz de Then, llamándole —¡Vuelve, oye...!
Fue entonces que, ante la mirada inocente de Bybe frente a él, se dio la vuelta y caminó hacia el otro lado. Allí le esperaba su compañero pelirrojo, que, al verle, solo pudo pegar un salto de la alegría y ponerse de nuevo tan rojo como el color de su pelo. Él estaba frente a una de las patas, como mirando algo que le había interesado o llamado la atención por alguna razón. Mirando atrás por si Bybe le seguía, sintió un pequeño impulso como de prisa, o presión. Si Then había encontrado algo, más valía que lo recogiesen rápido por si era una pista para una de las llaves; por eso, se sintió muy presionado a la hora de revisar lo que buscaba. En cambio, sus ojos se abrieron lo máximo que pudieron, y es que...
—Un mapa... —susurró, recordando al momento lo que Bybe le acababa de mencionar.
Exacto, un mapa; un mapa que se plantaba única y exclusivamente en la pata izquierda de la bestia, la cual se encontraba más arriba que la otra. Tarou ni dudó ni un segundo en agacharse para examinarlo mejor. Reconocía algunas manchas, partes oscuras y otras blancas, pero apenas sabía a qué se refería donde estaba la equis, encontrada así en el medio de la nada, ni siquiera había una mancha para ayudar, sino que directamente estaba pintada sobre la blanca piel de la suela del animal. Es decir, de un modo u otro, aquel mapa o era incomprensible o directamente no estaba completo. De todos modos, no tenían tiempo que perder. Puso un poco de tierra, que, afortunadamente, era bastante más líquida de lo que esperaba, en su pata para tapar el mapa. Nadie más debía de saber de su existencia, excepto por este chico, se dijo.
Fue después de aquello que decidió girarse de nuevo a Then, que le miraba con los ojos grandes y más normales que el resto de las veces. Estaba esperando el primer movimiento de Tarou, eso lo sabía perfectamente, pero debía de recordar el mapa con todo lo que pudiese, por lo que solo le hizo una señal con la cabeza. Sabía también que Bybe debía de seguir cerca, pero tampoco se había imaginado que ni siquiera había dejado su posición desde que había hablado con él, como esperando todavía una respuesta. Le miró, sacando la lengua.
—¿Has memorizado el mapa? —interrumpió en ese momento Then, mirándole de lleno.
—Por supuesto —se dio aires, deseoso de salir de allí cuanto antes, puesto que los ojos azules y profundos de aquel otro chico no dejaba de seguirles. Le recorrió un escalofrío.
Bajó la mirada, reproduciendo rápidamente el mapa en su cabeza. Un par de giros a la derecha, metiéndose por una zona muy poblada de árboles, que eran las manchas negras, girando otro par de veces o tal vez saltando aquellos lugares en blanco hasta llegar a una zona en la que se encontraba ese terreno entre ambas zonas de árboles. Lo tenía claro, ahora faltaba la velocidad.
—Como me restrases, te quedarás sin pelea al salir —le amenazó, pero él sonrió, inocente.
—¡Vale! ¡Vamonos...!
Un paso adelante del propio Then hizo que algo se tensase. Apenas se vio, es más, él ni siquiera lo notó, sino que fue Tarou quien lo hizo. Giró a toda velocidad su cabeza para mirar a otro lado, antes incluso de ver lo que realmente ocurría. Bajó sus pies, todo cubierto de barro y hojas resecas de distintos tonos de marrones, pareció verse algo que se movía. Y, sin duda, a una velocidad impresionante, aquella reacción, seguida así por un trozo de hoja larga, color verde, atrenzada una con otra, de un aspecto realmente fuerte, subió, tirando tanto de Tarou como de Then hacia adentro sin aviso previo por ninguna de las partes. Diez segundos después, todo él se juntó hasta crear una forma de gota, más o menos. Los dos quedaron espalda con espalda, algo desorientados y sin entender hasta que Tarou lo comprobó del todo al ver, justo delante de él, un trozo de aquella planta tensada que hacía fuerza para contenerlo dentro. Lo entendió al momento: había sido una trampa.
—¡¿Qué...?! —agarró fuertemente la cuerda, hecha de plantas, lo que le enfadó y confundió mucho más —¡¿Cómo es esto posible?! ¡¿Cómo o quién sabía esto...?! —apretó sus dientes, moviendo la cuerda para romperla —¡Déjame salir...!
—Llora, llora... —dijo, de repente una voz, salida de la nada —Nadie vendrá a por vosotros...
A toda velocidad y como pudo, desvío la mirada hacia abajo, a uno de los matorrales. Apenas debían de estar a unos cinco metros del suelo, pero parecía incluso más, y más pareció todavía cuando vio cómo salía alguien de aquel lugar. Su pelo, corto, poco más de las orejas, y tan, pero tan desordenado le resultó mucho más familiar de lo que le había recordado Bybe, y es que este tenía el pelo de un color mucho más raro; beige. Tenía los ojos cerrados mientras caminaba por el lugar de un lado al otro, buscando a su vez la compañía de alguien y, sin duda, Tarou acertó de lleno cuando vio cómo se acercaba a Bybe con una sonrisilla y golpeaban sus manos, chocando los cinco.
—Buena cuerda, Bybe —dijo, abriendo los ojos con rapidez.
—No es nada. Común, pero rápida; perfecta para la caza —respondió este, más neutro que antes incluso.
El chico que acababa de entrar en escena se había presentado como Rope. En un principio, apenas había decidido hablar algo, como si estuviese reservándose varias cosas para sí mismo, pero, mediante pasaba la noche, el chico empezó a hablar poco por poco. Ahora se encontraba allí, hablando, casi en gritos, a su compañero, que mantenía los ojos clavados en él, casi sin pestañear. Después de eso, se giró con una sonrisa un tanto de locura, cómo no.
—Tarou, ¿eh...? —y pareció reírse para sí mismo, entrecerrando sus ojos, color negro, pero con una sonrisita poco inocente —Y también Then; has tenido suerte.
—¿Suerte...? —se quejó el otro, como con pena —Sabía que se trataba de ellos antes incluso de preparar la cuerda.
—Vale —le detuvo Rope, subiendo la mano —¿Te parece si nos vamos?
Asintió con la cabeza y echaron a andar, no sin antes mirar una última vez a Tarou y Then, que se meneaban en la cuerda, dando brincos y cogiéndola con todas sus fuerzas, sobre todo el primero. Cogido de la mano de Rope, Bybe se quedó mirando con aquel ojazo de color celeste a los tristes y enfadados rostros de aquellos Then y Tarou, respectivamente. Después, pestañeó un par de veces y bajó la mirada.
—Rope, te dejas el mapa —dijo, y bien alto para llamar la atención de Tarou, el cuál se puso furioso al oír aquello. Sabía que el chico le había visto.
—¿Mapa? —ni se había dado cuenta siquiera.
–¡Pero cállate, maldito...! —gritó Tarou desde lo alto, tratando de abrir la jaula como fuese.
Fue justo en ese momento cuando recordó algo. Tal vez Then no, pero él traía consigo una navaja, aquella que le habían dado al principio, la cual, por alguna razón, nunca había llegado al chico pelirrojo que ahora mordía la planta. Sin pensarlo demasiado, rebuscó en su bolsillo, nervioso, apretando los dientes; nadie escaparía si él no lo hacía primero. Fue entonces cuando descubrió que, allí, en aquel profundo bolsillo de su pantalón, lo único que se encontraban eran unas pelusas, es decir, la navaja había desparecido. Debía de haberse caído al activar la trampa y casi salir volando, pero no, no era eso, puesto que, de repente, pudo ver el reflejo de algo grisáceo a unos metros de él... Justo abajo, mejor dicho.
—Aquí tienes —empezó Bybe de nuevo, pasando su querida navaja al chico de pelo beige, que observaba el mapa.
—Ah, ¿también le quitaste el arma? —pareció burlarse entre risas.
—Por supuesto —sonrió él, pestañeando un par de veces sin quitar su vista de encima —Cuando hablaba con él antes.
—Desgraciado... —susurró, ya más enfadado que nunca, Tarou.
Then, por su parte, callado como una tumba, trataba sin descanso de abrir su parte de la celda a mordiscos, más que tirando. A su vez, Tarou sólo se quedó mirando con ira hasta que ambos chicos salieron de allí, uno tirando del otro. Estaba claro a donde iban a ir ahora, pero no podía hacer nada, solo apretar fuertemente sus dientes, evitando los gritos de enfado que se estaba tragando.
—Adiós, Tarou, pelirrojo —sonrió Rope, abrazando más a Bybe y moviendo ligeramente su mano —Nosotros escaparnos de aquí gracias a vuestro mapa.
—Y navaja —añadió Bybe, no sin antes marcharse de allí lentamente, como para molestar a posta.

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