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Una hora, eso era lo que habían estado esperando en aquella caverna. Tiritando por el frío, tratando de quedarse en el nuevo suelo, al lado de la fogata, buscando desesperadamente calentarse, había terminado pasando una hora como esperaban. La lluvia fuera no se había detenido, es más, no daba tregua entre gota o goterón, o el frío gracias al aire que les daba de lleno en los hombros, o los árboles que se movían con todas sus fuerzas, pareciendo que se fuesen a arrancar de un momento para otro. Ellos, en cambio, metidos en su guarida, por fin habían conseguido que la mayor parte de sus ropas se secase y, mientras volvían a ponérsela, empezaron a comentar su situación.
—Ya ha pasado una hora, Caro —empezó Teka, pero apartó la mirada —Cheríl no ha regresado todavía.
—Lo sé, ya lo he visto —pareció molesta y nerviosa a la vez —Además, el temporal es aterrador...
—¿Vamos a ir a buscarle? —intervino Bubble, haciendo callar al científico con una mano en la boca para que no siguiese hablando así con él aquella mujer.
Tenía celos, eso era; Caro era una chica muy lista e inteligente, nada que ver con ella, la cual era muy mona y no ponía tanta excusa, pensaba. Estaba claro que Teka prefería estar con la rubia, ya que parecían ver el mundo de la misma manera, y eso no podía consentirlo, sino que había que cortar de raíz el problema: trataría por todos los medios que eliminasen conversación uno con el otro, así como acababa de hacer ella.
—Debemos... —susurró Caro, haciendo que la chica volviese a la realidad —La lluvia es demasiado fuerte ahora, y si se ha quedado atrapado en algún lado o se ha herido y nadie va a salvarle esta vez...
—Sí, y encina llueve —suspiró Tarou, pateando una piedra de los nervios que tenía alrededor del cuerpo —Podremos tener toda la ropa seca que queráis y eso, pero, como se vuelva a mojar, lo llevamos crudo... Es más, tú, el ciego —le sonrió con cara de malvado y Bybe entrecerró sus ojos, pensando en la petición que le haría ahora —¿Por qué no te aplicas un poco y tejes un paraguas?
—Sí, claro —sacó su lengua —Y ya que estamos, una casa —y volvió la vista.
—Pues no estaría mal, porque para lo que sirves en las misiones... —susurró para que Rope no le oyese, ya que, sino, saltaría en aquel momento a decirle un montón de tonterías a la cara de que qué problema tenía con Bybe y por qué no se callaba la bocaza...
No le interesaba en absoluto, por lo que dejó el tema para mirar afuera. De repente, sus ojos se abrieron con duda, y es que lo que había visto allí fuera parecía haber sido solo su imaginación, al ver algo de otro color que se veía entre la lluvia. Con la lluvia cayendo a una velocidad aterradora, creando casi ríos de agua entre toda aquella neblina blanca que corría alrededor de la cueva, pudo distinguir otro color que había llamado su atención. Rojo, puro rojo, pero que se iba aclarando cada poco por la mezcla de lluvia y niebla. Cuando fijó toda su atención, pareció detenerse todo un momento, la lluvia, el viento y todo aquello al comprobar la presencia de aquella persona de pelo rojo que tenía la mirada en el cielo con los ojos seguramente entrecerrados. Rápidamente, cambió de actitud y cerró fuertemente sus dientes, unos contra otros.
—¡Oye, Then...! —le gritó, levantándose a toda velocidad —¡¿Qué pretendes estando ahí fuera?!
Cuando escuchó su nombre, o tal vez no por el fuerte sonido de la lluvia cayendo, se giró para mirar con su enorme ojo celeste a toda la cueva, a su entrada.  Cubierto de agua, gota por gota chorreando desde el pelo, pasando por los ojos, cayendo de nuevo hasta el suelo y regresando a donde debía de estar, en el suelo. Se plantó frente a todos, con los ojos enormes y brillantes bajo toda la lluvia, oscuro el cielo y con los árboles casi difuminados por detrás. Plantado allí, mojando su pelo rojo, casi sonreía, pero, en cambio, los otros suspiraron fuertemente.
—Y se acaba de secar la ropa... —suspiró, como enfadado, su compañero.
—¡¿Qué?! —gritó el pelirrojo, puesto que no escuchaba por la lluvia —¡No te oigo, no te oigo!
Tarou volvió a suspirar, mirando a otro lado, como avergonzado por reconocer que aquel imbécil era su compañero. Rope también se enfadó, diciendo que habían estado esperando mucho más de una hora sólo para que, nada más ponérsela, echase a correr afuera. No le veía el sentido y encima le terminó casi gritando. En cambio, Bybe le detuvo cuando agarró su mano con algo de fuerza. Se levantó ante la mirada de todos y las risas de otros y se dirigió afuera. Se puso contra la pared, sin pasar ni mirar fuera, y cogió aire.
—Supongo que no pretendes ir a buscar a Cheríl porque no eres de ese tipo de personas... —le dijo, cerrando los ojos y, por suerte, Then por fin escuchó.
—Solo venía a ver la lluvia —sonrió, sincerándose rápidamente.
—Lo que decía —suspiró este, mirando en frente —En cambio... —se incorporó un poco, cerrando y abriendo los ojos cada poco tiempo.
Era cierto que Then no pretendía irse a buscar a un albino bajo la niebla y la lluvia, pero, si no fuese por poco, aún apoyaban menos el hecho de que Bybe sí quisiese ir. Era una tontería, decía Tarou; meter a un ciego entre la niebla es como tratar de ver en una piscina de cloro con los ojos abiertos.
—Sé lo que hay a mi alrededor, ¿sabes...? —se molestó, apretando los dientes —Tal vez no vea, pero tengo sentido espacial para saber lo que hay aquí en cada momento y que así no tengais que describirme nada.
—Claro, al igual que encuentras las paredes cuando nosotros no las vemos —y se rio mucho más que antes, recordando todas las veces que se había chocado.
—Cállate... —dijo, pero suavemente; luego, miró a otro lado rápidamente —Es cierto que no sé dónde están las salidas...
No solo Tarou, Bubble también sintió el impulso de reírse, pero se tapó la boca. Daba igual, no la iba a ver, pensó. En cambio, Bybe suspiró, como si le tratasen de tonto. Por supuesto que sabía lo que tenía alrededor y en dónde estaba en cada momento, pero, por alguna razón, era motivo de risa. Suspiró fuertemente, dándose la vuelta y relajando los hombros. No le dolía el hecho de que se riesen, que le daba igual, en verdad, sino que había otra cosa que hacía que su corazón latiese con más fuerzas.
—Si, de verdad, pasais del tema de ayudar a un compañero... —empezó, mirando abajo con rabia —Es aún más triste que el único que se preocupe sea yo, que ni conozco su cara, ni le he visto los ojos, ni le he visto dar saltos alrededor de nosotros, ni he podido ver sus dientes afilados... Ni siquiera conozco las cerezas de las que tanto hablais y no entiendo por qué lo llamais así, en verdad... —se quedó un segundo callado, tan solo para comprobar que todos estaban igual, esperando a que siguiese tras sus pequeños suspiros de pena y lástima —Pero Cheríl es mi amigo, aunque no lo parezca, y yo quiero ir a ayudarle a como de lugar —se había girado, pero de poco le valió, ya que, acto seguido, dio un paso adelante.
Cuando lo hizo, poniéndose a la altura del pelirrojo, notó rápidamente cómo se empapaba hasta la ropa interior de nuevo. En cambio, pareció recibir aquel agua como si de un milagro se tratase. Miró a Then con los ojos celestes, ahora más transparentes que nunca, ya que el cielo no tenía ni luz que pudiese ser vista. Cerró sus ojos un poco, esperando a que él o alguien dijese algo.
—Pues suerte tratando de no caerte y que de la casualidad dé que no encuentres un árbol para levantarte —se dio la vuelta Tarou, como molesto tras su discurso.
—¡Cállate...! —salió de nuevo en su defensa Rope, mirándole con rabia —¡Bybe es el único que se atreve a ir y el más débil de todos nosotros...!
—Rope, eso sobraba... —dijo, pero Rope había seguido hablando sin escucharle.
—Si de esto va el grupo, me da vergüenza seguir aquí —terminó, escupió en el suelo donde estaba el mapa y dio un paso al frente para salir de allí.
El chico de pelo morado, por el contrario, le hizo burla, llamándole primero llorica, imitando sus lágrimas, y después susurró otra cosa que justamente él no escuchó por entrar en la lluvia, pero que hizo que el resto se le quedase mirando raro.
—Es un desconfiado que solo sigue a un ciego... Eso sí que es vergonzoso —se dio la vuelta y cogió aire.
No se dirigió a ningún lugar en concreto, sino que se quedó mirando durante un tiempo más cómo aquellos dos, acompañados por su propio compañero, hablaban entre la lluvia mientras caminaban entre los árboles. Vio a Then sonreír un par de veces mientras miraba a aquellos dos de allí, sobre todo cuando se refería al chico ciego, el cual caminaba de espaldas sin girarse, pero de la mano del chico casi albino, que le cogía con fuerza y trataba de evitar que cayese demasiada agua en la cabeza de su compañero. Menudo compañero que tenía, pensó; le había traicionado.
Fue entonces cuando Caro también dio un golpe para levantarse; parecía enfadada cuando cogió su sudadera y se la puso a toda velocidad. Miró de nuevo fuera, como tratando de seguir a aquellos chicos lo más rápido posible, pero algo la detuvo. Este algo no fue otra cosa sino la mano del científico, el cual pedía su atención como algo nervioso. Se fijó que el rubio de ojos verdes no apartaba la mirada del más joven de todos los de allí, y es que había algo que tenía claro en su mente y le preocupaba más que nada.
—Esto no se cierra; da igual lo que hagas... —chasqueó la lengua, nervioso, viendo cómo la última hoja que Bybe había hecho para Loan volvía a estar roja del todo —Ni siquiera hay forma alguna de evitar que deje de sangrar sin tener que quitarle la flecha de en medio...
—¿Estás diciendo que, aunque vayamos a buscar todos a Cheríl, alguien va a tener que quedarse con Loan para que no se muera? —preguntó, también nerviosa, Caro, moviendo los pies con prisa.
—Es eso o que venga con nosotros... —abrió un poquito su boca, dejando ver alguno de sus dientes.
Parecía irreal aquello de que el primero que muriese fuese tan solo por no tener suficientes recursos. No parecía irreal, parecía estúpido. Miró fuera: los tres habían desaparecido entre la neblina y la lluvia, pero devolvió la mirada hacia Loan, que movía rápidamente los párpados, como si le doliese la mano que tenía puesta Teka en su hombro. El científico observó unos segundos más antes de levantarse y cruzar los brazos, como poniéndose serio al momento.
—¿Quién se queda con él? —nadie se había dado ni cuenta de cuándo se había puesto la capucha, pero era más normal que verle sin ella.
En cambio, hubo silencio absoluto en la sala. Ya que estaban, teniendo una oportunidad, ahora una pista frente a sus caras, justo en el suelo, quedarse en la cueva no les parecía lo más divertido. Incluso las personas más vagas o que parecía que no se moverían de allí, como Lora, negó con la cabeza. Al final, después de medio minuto de silencio casi, el científico suspiró, mirando a Loan, que tenía sus ojos rojos, al menos los párpados. Puso su mano en su otro hombro y cogió aire.
—Oye, Loan; despierta —le movió de lado a lado con cuidado —Venga, despierta —tampoco tenía mucha paciencia; ya suficiente con la que tenía que tener con el grupo entero.
—¿Qué pasa ahora...? —suspiró, bostezando y sentándose en el suelo —¿Por qué tanta energía...?
Notó inmediatamente después un dolor punzante en el hombro y todo su cuerpo se puso en tensión máxima cuando se llevó la mano derecha a este, pero sin decir nada. Miró después en frente; juraría que había más personas la última vez, pensó; falta mi compañero, por lo menos; le había visto irse antes, pero apenas lo recordaba en aquel momento. De un modo u otro, Teka, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en el mapa, decidió comentar la jugada, puesto que nadie más lo haría si no era él.
—Queremos que vengas con nosotros —le dijo serio y Loan no entendió —No te podemos dejar solo por si te pasase algo, pero tampoco es que haya nadie que quiera quedarse aquí...
—¡Yo me voy con Teka! —afirmó y reafirmó Bubble con una sonrisa, cortando al chico.
—Sí, las llaves son más importantes; cuánto antes las tengamos todas, mejor —opinó, desde su lado Caro, optimista como siempre, pero impaciente por marcharse.
—Ah... —dijo al enterarse de lo que pasaba y miró con cuidado cada una de las partes de su hombro: no tenía venda, sino que tenía algo parecido a una hoja trenzada y toda ella manchada de sangre por culpa de la flecha. Se lo tocó con cuidado para ver de qué estaba hecha realmente y se sorprendió de que se tratase de una hoja como tal, sin modificación alguna siquiera.
—La hizo el ciego —sonrió Tarou, levantando al momento a Loan del suelo.
—¿Eh...? ¿El ciego...? —preguntó con duda en la cara mientras caminaba afuera de la mano de aquel chico del pelo morado.
Y es que Loan no entendía el concepto de "ciego" en uno de sus compañeros, puesto que él no estaba en el lugar cuando se revelo. El mayor de los dos dijo que se lo iría contando por el camino mientras le mostraba la puerta de salida, es decir, enseñándo cómo llovía, cuánta niebla hacía, cómo de frío era el ambiente y mostraba el viento por el aire que hacía bailar a los árboles. Al pobre chico se le quitaron todas las ganas inmediatamente de salir e investigar, pero esa opción no estaba en la lista. Los otros se levantaron rápidamente, miraron con pena y pereza el ambiente de fuera, pero no tuvieron de otra que decidir al momento salir a buscar al albino de las cerezas. No les llamaba nada la idea, pero muchas más cosas no podían hacer. Eran un grupo, ¿no? Debían de estar unidos en todo... Aunque decían esto un poco tarde, cuando Bybe, acompañado por su compañero Rope y por Then les llevaban muchos metros delante, metiéndose bajo los árboles para evitar mojarse de más. A pesar de haberlo tratado de evitar, el barro se les había metido entre los calcetines y hasta las rodillas, y más de una vez Bybe se había caído al no comprobar la zona resbaladiza que Rope decía y había terminado metiendo toda la cara dentro. Ahora se habían parado para tratar de secarlo todo, quitándose primero los zapatos para sentarse en una piedra. Gracias a que esta era bastante grande, cada uno se puso en un lado para no manchar ni molestar a los otros; en cambio, Bybe no había contado con que no sabría si no preguntaba si sus zapatos estaban por fin limpios o no, sino que, mientras tanto, se quedó secándose la cara con las manos. Al momento siguiente, Rope dio media vuelta a la piedra y se sentó a su lado, casi sabiendo el problema que tenía su amigo, y le quitó los zapatos él para secarlos mientras esperaban en silencio.
—Rope —dijo, algo más alto de lo esperado, puesto que seguía lloviendo y jamás le escucharía —¿Crees que saldremos vivos de aquí?
—¿Qué pregunta es esa? —se burló, con una sonrisa y con uno de los zapatos del chico en la mano mientras que restregaba la hoja con el otro; sonrió mirando al frente —Por supuesto que saldremos vivos, no hay ninguna duda.
—Estás sonriendo —bajó su mirada, como si supiese del tema, y Rope se detuvo —Eso quiere decir que estás mintiendo. No crees que vayamos a salir de aquí del todo, ¿verdad?
—No sé de lo que me hablas... —intentó salir de aquella conversación, rascando más fuerte con la hoja.
—Tú eres un criminal y yo estoy ciego. Parece irreal, pero tan solo llevamos día y medio aquí, y, aunque tengamos una llave, encontrar las otras dos arriesgándonos podría ser mortal. Si tú debes morir como bien dice el nombre de la puerta por la que cruzamos, deberías de aprovechar y...
—¡Bybe! —le calló al momento, mirando abajo muy serio; había parado de limpiar y todo incluso solo por gritarle.
El más mayor de los dos devolvió la mirada a la cara del otro que, aunque no lo viese, sabía qué cara tenía puesta. Rope, al otro lado, con los ojos clavados en el suelo, apretando fuertemente sus manos contra sus objetos, solo respiraba sin saber exactamente qué decir. Después, rápidamente, echó una mirada de pena absoluta a Bybe, sabiendo que jamás vería aquella cara que tenía puesta.
—Estoy aprovechando todo lo que puedo, Bybe... —dijo con pena, sin apartar ni un segundo la mirada de sus ojos celestes —No me gusta estar aquí, como dijiste el otro día; a nadie le gusta. Pero, que sepas —agarró su mano fuertemente y la subió un poco, a la altura de los hombros —Que sepas que vamos a salir de aquí, te lo prometo... ¡Así que no tengas dudas de si lo haremos o no, porque voy a hacer todo lo posible por sacarnos de aquí...! —miró a la confundida cara que tenía Bybe en aquel momento e, inmediatamente, casi como si hubiese sido un error, le soltó y volvió a su tarea —Tú y yo, ya está; el resto no me importa tanto... Encontrar a Cheríl entre toda esta lluvia parece una broma, pero no me importa tanto ahora mismo...
—Creo que no te entiendo... —pestañeó dos veces y giró un poco su cabeza, reafirmándose a sí mismo —¿Quieres que lo dejemos?
—No, si no me importa ir a salvarle, pero tiene pinta de que va a ser difícil...
—Entiendo —bajó su cabeza, pensativo y callado a la vez.
Ambos se detuvieron, mirando en frente y abajo. Rope apretó sus labios uno contra el otro, apretando más fuertemente para eliminar todo el barro de los zapatos de su compañero, sabiendo que el suyo apenas había salido y Then había directamente desaparecido de sus vistas. Eso estaba bien, pensó; no negaba que aquel chico era bastante extraño... Pero aquello no estaba tan mal, sonrió; aunque acababa de volver a equivocarse al tratar a su compañero así, como si se tratase de un niño pequeño, sabiendo encima que Bybe le sacaba algo más de un año. Tenía la mirada baja cuando se dio cuenta de que el zapato estaba reluciente de todo lo que lo había limpiado, por lo que pensó en dárselo y ayudarle a ponérselo. Levantó la mirada rápidamente, pero se detuvo cuando fue a hablar, y es que se había parado a comprobar algo. Mirando en frente, con los ojos muy, muy abiertos, los ojos de Bybe reflejaban millones de cosas y de colores muy fríos, casi como volviendo al hecho de sus preciosos ojos azules y celestes, como todo el mundo pensaba. Lentamente, él también giró la mirada.
Subido sobre aquella piedra, bajo aquel techo de hojas de millones de colores que volaban a sus alrededores, el viento que movía la niebla blanca que escondía el suelo y sus charcos de barro, la lluvia que parecía difuminarse allí al final del bosque, pues la oscuridad de la niebla parecía querer esconder lo que había detrás y arriba, la tarde parecía al borde de caer y volverse de noche, para así poder ver todo tipo de estrellas, brillantes, amarillas, blanquecinas y de muchos tipos en el cielo, el cual debía de ser oscuro, tapando así también la lluvia y pareciendo que debía de hacer bueno hasta que salieses a comprobarlo y una marea del cielo les cayese encima. Podía notar su cuerpo frío, congelado, sus pantalones largos llenos de agua y chorreando por toda la roca hasta llegar abajo; podía notar la soledad que parecía recorrer el bosque entero. ¿Y eso por qué? ¿Era por qué era un asesino pirómano que había acabado con aquellos con los que se metían con él? Debía ser, sonrió y le recorrió un escalofrío. Todo aquello parecía una tontería, pero una tontería dolorosa y fría. De un modo u otro, seguía teniendo su mechero por si nadie le aceptaba tanto por su nombre como por tantas otras cosas...
De repente, sus ojos se abrieron un poco al notar otra presencia. No, no se trataba de otra presencia, sino de otra cosa. Su mano estaba caliente, se había calentado rápidamente cuando algo se había puesto sobre ella. Bajó lentamente la mirada para comprobar de lo que se trataba: unos dedos largos, unas uñas blanquecinas y luego lo acompañaba todo la persona que estaba a su lado, la cual no había apartado la mirada de en frente todavía, pero no mostraba el mismo asombro, soledad ni tristeza que él, sino que solo de pensarlo, miró a otro lado: él no podía ver todo aquello. Aunque lo notase, nunca podría verlo, jamás...
Con la mirada baja, agarró un poco mejor la mano de su compañero y él le correspondió, viendo así también un poco cómo parecía cambiar de expresión a una pequeña sonrisa y entrecerrando sus ojos. No le miró siquiera, sino que con tener su mano era suficiente. Se sentó un poco mejor mientras bajaba la cabeza y le miraba con pena. Era una bonita oportunidad, pensó; por lo que sonrió. Tendió un poco la cabeza a su lado, cogiendo más fuerte su mano. El lugar y todo parecía un castigo... Pero aquel momento justo no. Lástima fue cuando se dio cuenta de que no iba a durar para siempre.
—¡Oye...! —alargó las letras Then, apareciendo por el otro lado de la piedra con una sonrisa, pero el pelo completamente empapado, llegándole casi hasta la nariz —¡Chico ciego, mira esto!
—Creo que ya os estáis pasando un poco, ¿no...? —suspiró, girándose.
Al hacerlo, se apartó de su lado, alargó el brazo y, como con asco, soltó la mano que tenía cogida junto a él. A Rope le recorrió un escalofrío, pero no quiso que se le notase, sino que cambió radicalmente de tema para hablar con Then.
—Y tú ahora qué quieres, ¿eh? —volvía a parecer enfadado después de lo que le había dicho a Bybe, el cual le miraba esperando la respuesta.
—He encontrado esto —sonrió, enseñando algo entre sus manos.
Al momento, Rope abrió los ojos todo lo que pudo en ese momento de la sorpresa. Parecía mentira que aquel chico loco de pistola en mano todo el día encontrase las pistas como si de pan se tratase. Inmediatamente después, se giró un poco y se lo explicó a Bybe rápidamente, lo que hizo que también se soprendiese. Y es que Then llevaba en la mano algo que ambos reconocieron al momento: las cerezas de Cheríl.
Los otros dos fueron a preguntar dónde lo había encontrado, pero el chico directamente echó a correr sin esperarles, diciendo que le siguiesen. Cuando fue a saltar, Rope le detuvo, diciéndole que se quedase quieto si no quería volver a llenarse de barro los calcetines, sino que tenía ambos zapatos a un lado.
Dos minutos después casi, los dos encontraron de nuevo a Then y se pusieron a su altura, recobrando el aire tras la carrera que se habían metido mientras le buscaban. Cuando quiso mirar en frente, buscando el verdadero paradero de Cheríl, vio justo lo que Then pretendía que viesen estando allí parado. Y es que, frente a él y ahora ellos, lo único que había era una enorme pared de piedra que subía arriba, pero no se veía el final gracias a la niebla. Rope puso la mano como si se tratase de una broma y miró a Then con esa mirada.
—Me estás diciendo que ha cruzado al otro lado aun sin haber ni una triste entrada aquí —pareció molesto, pero se puso más cuando Then solo subió sus hombros.
—No sé; yo lo he encontrado aquí —respondió con las cerezas puestas en la cabeza y una sonrisita —Ya entiendo por qué a Cheríl le gustan tanto —y se rio.
Los otros dos suspiraron, más Rope que Bybe, puesto que no decidió moverse, sino sólo palpar alrededor. El chico de pelo beige se acercó con mala cara a Then, como pidiéndole más pistas. Puesto que ya llevaba dos, ¿por qué no una tercera?
—Pero yo no elijo eso... —se defendió, negando con la cabeza —Yo solo había venido aquí y justo...
—Qué casualidad, ¿no? Pues vete hasta la piedra y vuelve, no vaya a ser que otra pista te venga de repente y...
—¡Rope! —cortó con una medio sonrisa Bybe, mirándoles a ambos —Then, Rope, mirad esto.
Los dos se acercaron después de una última mirada asesina de parte del segundo, para comprobar lo que Bybe decía. Y es que, mediante pasaba el dedo por la pared, más se le subía la sonrisa, pero más nervioso parecía ponerse.
—¿Qué pasa, cieguito? —giró su cabeza Then, sin intenciones de herir, pero Rope estuvo al borde de golpearle en la cabeza.
—Déjale, Rope; según esto... —dijo, bajando un poco su sonrisa, pero abriendo mucho los ojos. Después, subió la mirada a toda velocidad y apuntó arriba —Creo que Cheríl sabe escalar —dijo, metiéndose el dedo en la boca y haciendo que los otros dos, Rope por lo menos, bajasen los hombros con pocas ganas de aventura.
—No me digas que vamos a tener que escalar para salvar a Cheríl... —dijo este, pensando cuál sería la jugada para poder escalar y cómo lo haría con Bybe así.
—Qué genial —sonrió, en cambio, Then —Adoro escalar.

Entrada de los Pecadores Where stories live. Discover now