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El día estaba de nuevo nublado, el viento y el aire movían las copas de los árboles con delicadeza, es decir, no hacía tanto frío como para que las hojas se cayesen de la fuerza. Tras haber estado caminando entre la maleza, parte de ella ya niebla, otra tantas simples hojas y alguna que otras piedras ocultas, los ocho supervivientes restantes llegaron a la dirección a la que habían llegado gracias a Cheríl, un poco dudosos, pero confiando todo lo posible también en él. Iba primero, pero terminó quedándose atrás una vez llegaron y se pusieron frente a lo que buscaban, lo que hizo que la mayoría abriese los ojos, otros la boca, algunos ambos, pero a todos les sorprendió aquello: frente a ellos, una casa, tipo mansión por lo alta y grande que era, pero estaba tan rasgada, tan rota, tan partida en trozos que ya no parecía un lugar habitable. Había hojas y plantas por arriba y musgo que crecía de las paredes, dejando así también a varios animales e insectos vivir por allí, como era el caso de las arañas que recorrían cada una de las zonas abiertas con sus hilos. El tejado y la fachada parecían querer abalanzarse sobre ellos en cuestión de segundos, aparte de que se oía cómo parecía estar crujiendo cada parte de ella para querer caerse de un momento a otro. Todos al verlo se habían detenido, pensando en qué debían de hacer ahora; tal vez entrar no era la mejor opción, o tal vez sí y ese era su modo de salida. La llave la conservaba Cheríl y de él venía la decisión de abrir la zona y dejar paso o dejar allí la llave, puesto que la apertura estaba cerrada gracias a dos trozos de planta que tenían, justo en el medio, un candado enorme, color grisáceo. La vibra aterradora que traía y recorría los cuerpo de los asesinos se notaba en el ambiente, lo que hacía que alguno pudiese llegar a temblar por el hecho de estar frente a aquel lugar, el cual no habían visto jamás y no supiesen de su existencia siquiera. El albino no quiso ni mirar atrás para comprobar la cara que debían de tener todos, sino que él mismo se notaba cómo temblaba, apretando fuertemente su puño, el izquierdo, puesto que con la otra llevaba y analizaba la llave, y el sudor que le caía por debajo de la manga. Cogió aire y dio un paso en frente.
—Dije que volveríamos, ¿no? —empezó, casi susurrando, pero todos le escucharon alto y claro —No he podido volver del todo, pero aquí estamos, así que vas a tener que dejarnos pasar.
El primer paso que dio hizo que subiese uno de los peldaños y se quedase un momento en silencio, pues suponía, o mejor dicho sabía, que ahí no acababa la cosa, pues el silencio que recorrió a todos fue el mismo que se fue transformando poco a poco en horror y miedo. Y es que, al momento justo de hacerlo, un nuevo ruido apareció de repente, siendo así tan grave, tan profundo, tan terrorífico que todos se paralizaron al momento: un grito, un gemido, lo que fuese que salía de aquella cueva a la que llamaban puerta de la casa. Sonó de dentro y el único que no dio un paso atrás, se puso una mano en la boca, cerró los ojos o pegó un grito fue el mismo Cheríl, el cual se quedó sereno, mirando abajo con la llave fuertemente agarrada, sin temblar ya siquiera, sino estando seguro de sí mismo. Dio otro paso más para posar suavemente la mano en la pared morada, desgarrada por los lados, rota y punzante. Pareció sonreír un poco, forazadamente, antes justo de darse la vuelta y ver a los siete con caras de entre terror y enfado hacia aquel chico de en frente.
—¿Qué es eso? —empezó, como con odio en la cara Rope, poniendo un brazo frente a Bybe para que no se acercase a aquella casa —¿Por qué nos has traído aquí?
—Es una casa —respondió, con una sonrisita de lo más normal —Y, mira, seguro que la llave entra en este candado.
—¿Qué hay al otro lado? —dio un paso al frente Tarou, como pretendiendo no temer a nada de lo de allí.
—Ni idea —subió sus hombros, manteniendo la mirada fija en sus ojos —Pero para descubrir algo hay que arriesgarse, ¿no?
—Yo no quiero entrar... —argumentó Then y todos le miraron para ver cómo agachaba la cabeza con pena.
—Ni yo —se tocó el brazo Bybe, mirando al suelo con pena —Es demasiado estrecha para que sepa qué hay delante de mí.
—Ay, que el chico cieguito ha perdido sus poderes —se burló Lora, pero realmente no le hacía ni pizca de gracia entrar a aquel lugar.
Esta vez, más que solo Rope, Cheríl también pidió el silencio de la chica y el albino después quiso la atención de todos. Cogió fuertemente la llave y, ya por fin, sin preguntar a nadie más ni dudar, introdujo la llave en la cerradura hasta adentro, esperó unos segundos para que todos se preparasen para lo que vendría después, aunque ni siquiera les echó una mirada para comprobarlo, y giró la llave a la derecha a toda velocidad. Tuvieron que cerrar los ojos, pues el sonido que hizo el metal de la cerradura al caer fue horrible para escuchar, al borde de taparse los oídos del dolor, que seguía resonando con la pieza ya en el suelo. Las lianas, a modo soporte de cerradura, habían caído cada una a uno de los lados para dejar paso hacia la inmensa oscuridad de dentro. Es más, a modo bienvenida, otro grito profundo resonó por todo el túnel y de él salieron bichos, como mariposas blancas, arañas enormes e incluso gusanos y cucarachas. Lora pegó un grito al momento y subió una de las piernas con terror, tratando de ocultarse ante aquellos animalillos, que parecían escapar por patas, nunca mejor dicho, de aquel aterrador lugar. En cambio, el chico de las cerezas esperaba en la puerta como si de un guardián se tratase, esperando a que los otros siete se moviesen de su lugar de una vez. Tanto Tarou como Rope no duraron ni un segundo en pasar adentro para terminar con toda la tontería de la casa, el segundo acompañado por Bybe, hasta ponerse al lado de Cheríl, el cual les detuvo, ya que quería y prefería ir con todos a la vez. Fue por eso que les llamó, pero la única que respondió fue Caro, la cual caminó unos pasos hacia adelante y volvió la vista atrás para ver a Then negando con la cabeza, a Lora lo mismo, pero con rabia en la cara y asco a la vez, y a Teka que tenía la cabeza baja y tocaba su codo con el otro brazo, como avergonzado por algo. Esos tres preferían sin duda no entrar, al igual que Bybe, pero este iba aferrado al brazo de su compañero para no separarse.
—No tengais tanto miedito, niños —se burló Cheríl, haciendo como si llorase, lo que molestó a la pelirrosa —Yo voy primero, os lo prometo: yo os protejo —y sonrió.
—¡¿Ah, sí?! —gritó entonces Lora, echando a los otros dos hacia atrás de un empujón, haciendo que Teka se alterarse y la mirase con miedo —¡Vas a ver, cerecitas!
—Eso, eso; ven aquí —la llamó con la mano, sabiendo lo que trataba.
—Pero, Lora... —trató de detenerla Teka, pero pisó mal con su pie herido y contuvo un grito.
—¡Suéltame! —apartó su mano y miró a Cheríl con rabia —¡Aparta, voy primera!
El albino se rio para ver cómo ahora discutía con Tarou sobre quién ir primero, aunque a este le gustaba más la idea de que liderase aquella mujer que el científico, el cual seguía al borde del sufrimiento más absoluto por su pie, buscando algo donde apoyarse rápidamente. Cheríl bajó los dos peldaños rápido para poner su mano en su hombro, sonreír y poner cara de niño bueno, haciendo que Teka le mirase con pena.
—Tranquilo, cobardica —empezó, molestando al rubio —Si lo necesitas, puedo ayudarte a caminar.
—No, gracias —le apartó de un manotazo suave y fue cojeando para subir las escaleras —Aunque no te niego que quiero ir detrás de ti...
—¡Científico cobarde...! —se burló Tarou y Lora se rio también, lo que hizo que Teka tuviese que suspirar y ponerse una mano en la cara.
—Temo lo que pueda salir de ahí —se sinceró, y por eso se quedaría detrás de todos, pero tampoco último, claro.
Si Teka pretendía ir, aunque fuese agarrado de la chaqueta de Caro y mirando a otro lado, solo faltaba el chico pelirrojo, que se cogía de la sudadera, la estiraba, sacaba un poco, ligeramente el labio inferior, y les miraba con pena, dando saltos pequeños. Los otros no apartaron la mirada hasta que notaron cómo se ponía nervioso por quedarse solo y suspiraba y resoplaba.
—¡Está bien, está bien...! —gritó finalmente, apretando los ojos y cogiendo fuertemente su sudadera con sus manos —No quiero estar solo...
—Vamos, Then —dijo Bybe sin soltarse, pero dándose la vuelta con los ojos brillantes —Cheríl nos protege.
—Cierto, os protejo —se reafirmó con una sonrisa.
—No sé... —dijo, mirando a otro lado y notando un escalofrío por la espalda —No me siento seguro...
—Ah, venga ya —suspiró Lora, subiendo la nariz.
Pero, finalmente, se acercó con pasos pequeños hasta estar al lado de todos. Then era de los pocos que no tenían arma, junto a Bybe, que se la había entregado a Rope, Teka, que la había perdido en algún momento, y Lora, que la había dejado en algún lado y ya no recordaba dónde, por lo que, aunque no lo pareciese, se sentía desprotegido y tenía algo de miedo. Al entrar en el lugar, el primero en dar un paso fue Cheríl, puesto que tenía confianza en saber dónde se encontraba, rozando las paredes con los dedos, pareciendo dar saltos, nada que ver como antes, hacía tan solo un par de horas, cuando lloraba en la guarida y destrozaba su amuleto frente a todos. Ahora eran ellos los que temían estar con él, o al menos en el lugar, ya que la oscuridad cubría todo el espacio, menos por la luz que provenía de la puerta de fuera, la cual no tenía puerta física, sino que solo era el agujero de esta... O tal vez eso era lo que debían de querer pensar, porque, de repente, la oscuridad fue suprema, es decir, el trozo de luz de fuera había desaparecido por alguna razón y fue simple: alguien, o algo, había taponado la puerta con cualquier objeto o superficie y ahora estaban allí encerrados. No evitaron pegar un grito algunos, como la chica del pelo rosa, la cual se daba muchos humos de superior, pero realmente estaba aterrada y agarró el brazo de Cheríl con miedo. Los otros también se pusieron en guardia, agudizando el oído, llamando a todos sus sentidos para tenerlos activos, oyendo el latir de sus corazones por encima de cualquier cosa, incluido el albino, el cual, yendo primero, se había detenido para analizar la situación con su sonrisa de pinchos. Estaba nervioso y eso lo sabía, ya que, sin un foco de luz, una pequeña rendija con iluminación o cualqiier cosa brillante iba a ser más que imposible salir de allí o directamente continuar. Pensándolo fríamente, si no veían nada, cualquier cosa podría atacarles y eso no se le iba de la cabeza: lo analizaba, le recorría la mente, lo pensaba fríamente, se olvidaba y volvía. Entre la oscuridad, ¿qué podría hacer...?
—A ver, miedicas —empezó Rope, sabiendo también que sus nervios estaban por los aires y tenía agarrado a Bybe por la cintura para que no se asustase como ya había pasado una vez —¿De verdad tengo que recordaros esto? —sonrió muy, muy forzadamente.
Y, de repente, como si fuese cosa de magia, una luz apareció, algo diminuto, una esfera de luz, algo que adornó el ambiente con su color cálido: una mecha anaranjada que sobresalía del mechero de Rope. Respiró hondo, contando con la mirada que todos seguían allí con ellos. Por supuesto que, si tenían pensado continuar ocho personas con un mechero, lo llevaban crudo, pensó, y es que apenas y veía lo que tenían delante o las personas que le rodeaban a él y a su mechero. Claro, y, por supuesto, si alguien debía de llevar el mechero, sin duda sería él.
—No te voy a dejar ni a prestar siquiera mi mechero; antes me corto las venas —se molestó, acercando su mechero a su pelo para referirse a Cheríl.
—No digas eso, Rope —se molestó ahora Bybe, agarrándose todo lo que podía a su compañero mientras bajaba la mirada —¿Pretendes que vayamos nosotros dos primero?
—No tienes que ir primero conmigo si no quieres; puedes quedarte de la mano con el cerecitas —dijo, mirando hacia abajo para ver su pelo oscuro contra su pecho —Pero el mechero lo llevo yo.
—Llorica —se burló Tarou, tratando de arrancarle el mechero a la fuerza —Yo voy primero, porque nadie puede conmigo y con mi enorme fuerza.
—¿Estás seguro de eso? —susurró, de mala gana.
Volvió a apartar el mechero para que no lo cogiese, y otra vez más hasta que Tarou suspiró. Después de eso, soltó con cuidado las manos de su compañero y se las dejó en las manos a Cheríl para que le llevase él: era en el que más confiaba después de Bybe, o incluso en Caro, pero no se le ocurrió aquella idea, sino que la chica parecía seria después de la herida del día anterior. Él se puso delante y comenzó a caminar recto, ya que no sabía si había o no otro giro u otro lugar al que ir, aun pasando su mechero de lado a lado con rapidez. Temía que hubiese algo allí, pero sabía que tenía a los siete detrás y que debían de estar confiando todo lo posible en él y en su pequeña luz. Fue por eso que le dieron ganas de continuar y aceleró el paso.
—¡Espera, Rope...! —empezó Cheríl, tirando más fuerte de la mano del chico ciego —¡No vayas tan rápido que nos dejas atrás...!
—La oscuridad da mucho miedo... —dijo Then, cogiendo fuertemente sus mangas y estirando abajo.
—Por eso mismo; no vayas tan rápido, que no vemos nada —añadió Caro, metiendo prisa también para ver si se podían poner a su altura.
En cambio, de repente, la luz y el propio Rope se pararon en un punto no muy alejado, suficiente tiempo para que los siete pudiesen llegar hasta donde él estaba y mirar. Con la luz en la mano, todos comprobaron de lleno lo que tenían en frente: una puerta, otra más. Tenían sus dudas de si sería la de salida y por eso dudaron bastante en si atreverse a abrirla y pasar o no. Rope llevaba el mechero e iba primero, pero retrocedió al ver aquello y se quedó mirándolo con frialdad. No fue hasta que Tarou por fin dio un paso que la puerta se abrió, pues este la golpeó con una patada en el centro y la puerta, siendo antigua y hecha a partir de materiales naturales, como madera y hierbas, cayó al otro lado, dando así un enorme golpe que hizo que todos saltasen de su sitio. Al otro lado, en cambio, les sorprendió lo que había, tanto que incluso Rope apagó la llama, pues en aquel lugar había luz, un poco, lo más mínimo, pero había, color azulada. Se desplegaron para pasar todos y mirar y analizar el lugar rápidamente: era la entrada de una casa hecha de madera, las paredes azules o moradas, dependiendo de la iluminación que obtuviesen, estas desgarradas por algunos lados, pero mejores que las de fuera sin duda; a un lado una puerta y al lado de esta otra, pero en frente unas escaleras, color oscuro, que parecían estar por caerse a uno de los lados, ya que parecían tambalearse por el simple soplo de aire que habían creado al abrir la puerta, o mejor dicho derribar. Al lado de las escaleras, como a uno de los lados y debajo de esta, otro cuarto se abría gracias a una puerta, esta más diminuta y con otro tipo de colores. Cabía añadir y aclarar que todas y cada una de las puertas tenían aquel símbolo de la puerta por la que habían entrado una vez: espirales y curvas. Es decir...
—Solo hay una en toda la casa que nos devuelve a nuestra realidad —admitió Caro, nada más darse cuenta y todos la miraron.
—¡Pero si hay un millón...! —suspiró Cheríl, abriendo los brazos —Encontrar esa puerta nos llevará horas.
—Yo diría más bien días —suspiró, con enfado, Lora —Cuenta que hay también arriba y si abres una puede haber dos o tres detrás de ella.
—Eso es irreal —remató Rope y Lora le mandó callar.
—¿Quién sabe? Ya sé, ¿por qué no lo pruebas tú primero y vamos todos detrás de ti? —se rio un poco, pero a Rope le dio fuerte aquello.
—No, no va a hacer algo tan estúpido como ser el primero en sacrificarse —intervino Tarou, pero se tuvo que callar cuando escuchó cómo, de repente, una de las puertas, aquella que tenía al lado, a la izquierda, se abría, deslizando hojas y polvo por el suelo al pasarla.
Era cierto, Rope no era estúpido, pero tampoco perdería contra una tontería que había dicho aquella mujer de pelo rosa, la cual le enervaba. No dudó demasiado en ir y abrir la puerta, para encontrarse con que, allí, detrás de ella, había...
—¡Rope...! —dijo entonces Bybe, caminando hacia él rápidamente para que el chico no fuese solo.
Y es que, allí, tras la puerta, lo que había era una pared de ladrillos, es decir, cerrada, pero con bichos, como ciempiés y arañas escalando y bajando a la vez por él. El chico de pelo beige se quedó un momento callado, congelado, pensando en lo que acababa de pasar, justo antes de que se diese cuenta de que algo no iba bien. Miró detrás, a su compañero que trataba de buscarle en aquel espacio y, como si lo hubiese predicho, notó un ligero movimiento bajo sus pies. No dudó siquiera un segundo para agarrar a Bybe de la mano y atraerlo hacia él para coger su cabeza con cuidado y mirar con terror en frente, al suelo. Sin duda, como sabía que pasaría, un agujero apareció en la mitad del suelo y los otros también tuvieron que saltar a un lado para no caerse. No parecía casualidad, no era artificial: era una trampa que él mismo había activado y que casi tiraba a más de uno a ella.
—¿Estás bien? —le preguntó, mirándole a la cara y él, con los ojos clavados en el hombro del chico y un poco asustado todavía, solo asintió con la cabeza —¿Vosotros? —y se arrepintió de preguntar, ya que no le interesaba nada aquella gente.
—Estamos bien, Rope... —empezó Caro, suavizando la situación, pero Tarou, sin duda, saltó contra él.
—¡Idiota...! ¡¿Pretendes matarnos o qué?! —le gritó sin moverse de su sitio.
—No lo sabía y punto —golpeó el suelo con un pie y agarró mejor a Bybe —No puedes culparme por eso, imbécil.
—¡¿Ah?! ¡Yo por lo menos no voy abriendo puertas sin saber con seguridad qué hay al otro lado...!
—Ya, claro, porque las golpeas con un pie para lanzarlas... —suspiró este, de mala manera.
Mientras discutían y todos mantenían un ojo sobre ellos, queriendo y esperando que se detuviesen en algún momento, Teka, que no quería entrar en la conversación, se quedó mirando al suelo. No era casualidad, pero el agujero con forma de cuadrado estaba empezando a agrietarse hacia los lados y, como Rope golpeaba el suelo cada vez que gritaba a Tarou, las grietas se estaban haciendo más y más grandes en su lado del suelo. Bybe jamás podría darse cuenta por muchos poderes de adivinación que tuviese y el otro se centraba en la conversación con Tarou, así que no prestó atención tampoco. Fue por eso que subió la mirada rápidamente, trató de llamar la atención de aquellos dos, pero el corazón le iba tan rápido por el subidos de adrenalina que apenas pudo hablar. Solo fue Caro la que se dio cuenta de lo que trataba y, cuando fijó ella también la mirada en el lugar, se alteró y detuvo el siguiente movimiento de Tarou con su mano para intervenir ella.
—¡Rope, Bybe; salid de ahí ya...! —cogió aire dos veces mientras no dejaba de mirar el suelo.
Cuando Rope bajó la mirada y se dio cuenta, se detuvo, congelado por el miedo. Salir de allí era fácil de decir, pero no de hacer, y menos si todo el suelo estaba así. Dio un paso atrás para buscar una manera lógica de escapar sin que se cayese, pero no se le ocurrió ninguna y tampoco dijo nada a Bybe, el cual preguntaba por lo que pasaba y se quedaba sin respuesta. Echó otro pie atrás y un sonido largo y prolongado, como un crujido enorme se escuchó, lo que hizo que Rope mirase a su compañero con los ojos fijos, después a los otros y, acto seguido, el suelo se derrumbó sin poder hacer nada y dejando que ambos chicos cayesen dentro. Al momento, los otros se movieron, pero era demasiado arriesgado tratar de acercarse, sabiendo que aquello podría derrumbarse para ellos también. Por eso, si querían ir a ayudar a los chicos, debía de ser una persona y que fuese con el mayor cuidado posible. Esta no fue otra que Caro, la cual no dudó ni un poco en decidirse a dar el primer paso a uno de los lados donde las grietas no llegaban, metiendo tan solo la parte del principio del pie, haciendo fuerza y saltando hasta otro y así sucesivamente hasta que llegó al lado donde el agujero nuevo se había formado. Iba con una simple idea en mente: les sacaría de allí, daba igual el modo; pero, cuando se plantó a la altura del agujero, todos pudieron ver el preciso momento en el que abrió los ojos y se quedó paralizada mirando al suelo. No iba a responder por las buenas, sino que no fue hasta que le preguntaron cuando ella cogió aire y dio un paso atrás temerosa, haciendo que todos se esperasen lo peor de lo peor de la situación, y es que el agujero...
—Ha desaparecido... —susurró ella para después subir el tono de voz y apretar los puños —Hay ladrillos y el suelo ha desaparecido.
—¿Ha desaparecido...? —repitieron casi todos con cara de tontos o de no entender nada.
—¿Qué dices? —preguntó, molesto, Tarou —¿Cómo va a desaparecer algo que acabamos de ver?
—Pues no sé, mira a ver tú —dijo ella, reafirmándose mientras señalaba al suelo.
—Pero ¿y los otros dos? —preguntó el albino, abriendo mucho los ojos.
Ella simplemente subió sus hombros y no dijo nada, ahora mirando de nuevo al suelo con duda. Se agachó un poco ante la adversidad de poder caerse por las grietas, pero tocó y palpó el suelo con la suela de la zapatilla y se aseguró de que era real: la caída estaba taponada, pero ni rastro ni de Bybe ni de Rope. Qué raro, pensó mientras giraba la cabeza. Y, al hacerlo justo, notó cómo el corazón se le paralizaba un momento, y es que allí, a su lado izquierdo, la puerta que había abierto Rope, abriéndose y cerrándose cada poco tiempo por la pequeña ventisca que entraba y salía por la ventana, situada justo encima de las escaleras, dejaba entrever un pasillo enorme hacia el frente. Se levantó con miedo y abrió con cuidado y dudando, girando esta a la derecha un poco, la abrió de nuevo para comprobar que los ladrillos que cerraban el paso antes habían desaparecido y ahora, allí, se presentaba un pasillo largo con dos o más puertas a los lados. Bajó los hombros sin creérselo y miró abajo un par de veces, aterrada.
—No es posible... No puede haber cambiado tan rápido y sin haberlo visto —dijo, echándose atrás.
—¿Hay salida? —preguntó Lora, llegando a su lado al momento —Ah, venga; más puertas...
—Sí, pero... —puso cara de pena para mirar en frente y arriba —Son demasiadas y no creo que todas tengan el mismo mecanismo que esta.
—Piensas mucho, minina —suspiró la chica, dando un paso adelante —Voy delante; yo encontraré la puerta de salida antes que el resto.
—¡Espera, Caro...! —intervino entonces el científico, dando un paso rápidamente.
En cambio, justo cuando fue a dar el siguiente, el suelo recibió otro tipo de terremoto. Tanto Caro como Teka y como Tarou temieron lo peor por la experiencia del día anterior, pero todo fue demasiado rápido; una de las paredes, la de la izquierda que estaba al lado de la puerta por la que acababan de pasar, se movió como cosa de magia, haciendo así y creando al momento un tipo de barrera entre medias de toda la entrada. Teka, viendo que sería imposible escapar del medio en el que se encontraba él, decidió pegar un salto hacia adelante justo antes de que ambas paredes colisionasen una contra la otra, haciendo así que pareciese que nada se había movido nunca, jamás, sino que no había línea que separaba una pared de la otra. Tarou, junto con su compañero Then y Cheríl se quedaron congelados al ver aquello, y supusieron que los del otro lado debían de haberse dado cuenta y debían de estar atemorizados también. El chico de las cerezas no ayudaba en nada, ya que sonreía con los hombros subidos, pero Tarou buscaba la solución más lógica para no perder los nervios de nuevo y romper algo. En cambio, algo hizo que volviese a abrir sus ojos con desesperación.
—Mira, mira; otro pasillo —se fijó Then y llamó la atención de los otros dos.
Cuando el peli morado se giró, vio cómo su compañero había abierto la otra puerta sin preguntar y ahora miraba dentro junto con Cheríl. Primero, cogió aire, tratando de calmarse, pero aquella situación le volvía a superar y tuvo que hacer algo que sabía que odiaría hacer, pero debía.
—Cerecitas... —empezó, este girándose con la mirada fija en los ojos de Tarou cuando respiró hondo y miró a otro lado —Estoy perdido y tú tienes pinta de saber del tema, así que toma las riendas y sácanos de aquí.
—¿Riendas? —preguntó Then, pero se rio —Eso es de un caballo.
—Cállate —le ordenó, pero cambió de nuevo la mirada a una de pena para mirar a Cheríl —Por favor; no soporto más estar en esta diminuta casa.
—Ya veo —sonrió, justo antes de dar un paso adelante —Seguidme; nosotros encontraremos la salida los primeros.

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