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Nada más salir del cuarto, su objetivo estaba a sólo un simple paso de ellos y ya lo tenían. Quien llevaba la llave era Then, el cual iba primero y metiéndose donde veía, pues tenían bastante perdida la zona de arriba y la situación les superaba a todos. Tarou, justo casi detrás de Then, agarraba con todas sus fuerzas, con solo una mano, las piernas de Bybe, el cual se agarraba lo más fuerte posible para evitar salir volando.
—¡Tarou...! —abrió un poco uno de los ojos, no pudiendo apenas agarrarse con sus dos piernas —¡¿Qué pasa?!
—Nada de lo que te tengas que enterar... —suspiró este, tratando de hablar lo menos posible.
—¡Pero, Tarou...! —se quejó él, sujetándose mejor y subiendo la cabeza —¡Necesito información para poder ayudaros...!
Le ignoró completamente para seguir adelante. Trataba de ir recto, pero Then se metía por cualquier lugar menos el que Tarou quería, por lo que era, o seguirle, ya que llevaba la llave, o directamente continuar él recto con el chico ciego hasta la puerta, pero no le serviría de nada si no la podía abrir, ¿no? Se apresuró a cerrar los dientes unos contra otros y a coger aire, antes de decidirse a gritar su nombre para llamar su atención. En cambio, tan rápido como hizo una de esas dos cosas, un enorme grito, como una queja o un gruñido, proveniente de aquella cosa que había visto en el cuarto, le detuvo, pero no fue tan fuerte como para detenerse corriendo; siguió recto por los pasillos interminables y destartalados de la casa, persiguiendo al chico pelirrojo, el cual, al escuchar el grito, se giró hacia arriba con miedo y se mordió los labios, lo que hizo que Tarou abriese los ojos.
—¡Maldita sea, deja de correr...! —sabía que había sido porque Then temía por aquello y eso le hacía huir de la escena —¡¿Quieres parar un poco o bajar el ritmo...?!
—¿Qué ocurre, Tarou? —preguntó de repente Caro, llegando a su lado tras meter un poco de carrerilla.
—Pues... —suspiró este, recobrando el aire tras la corrida y el grito —Then tiene la llave y no sé a donde se dirige siquiera.
—Encima, no es por ahí... —miró a otro lado Bybe, agarrado con todas sus fuerzas para evitar volar.
—Lo suponía ya... —suspiró este, mirando en frente.
Si se detenía, estaba seguro de que algo pasaría, pero sus piernas empezaban a cansarse y la espalda a dolerle por llevar al chico encima. La chica rubia estaba a su lado, tratando de apoyar en todo lo posible y aportar con todo lo que tenía. Estaba por decirle que tenía dos opciones: o ella ayudaría a Bybe o salía corriendo hacia Then y le obligaba a detenerse. En cambio, cuando fue a decir una palabra, notó que a su lado Tarou ya no estaba corriendo, sino que tuvo que mirar detrás para comprobar que este se había detenido, mirando abajo con toda la cabeza y respirando rápido. Se dio la vuelta para volver con ellos, notando que Bybe golpeaba su espalda y trataba de echarse hacia atrás con todas sus fuerzas.
—Simplemente, suéltame... —miraba abajo, pero Tarou seguía inmóvil —Ya te lo he dicho; yo solo soy una carga si...
—Si no te estás callado o parado, te lanzo al suelo y me da igual lo que te pase... —cogió aire y miró arriba con rabia.
—Vale... —miró abajo nuevamente.
—Tarou, yo... —empezó Caro, pero la cortó.
No, no fue Tarou quien cortó a la chica, sino que un nuevo rugido fue escuchado por toda la casa alejando más a Then, creando escalofríos en las espaldas de Lora y Teka, los cuales iban detrás, llevando la mirada de aquellos tres a lo más alto. De repente, como sin aviso previo, la casa hizo un giro aterrador a uno de los lados y los tres fueron lanzados con toda la velocidad de este hacia una de las paredes. Caro no tuvo problema en saltar y esquivarlo todo, si solo hubiese sido así, pues unos pinchos aparecieron al otro lado a toda velocidad. La chica se tapó con lo que tenía; tampoco era capaz de parar ni frenar la velocidad de caída, pero sí que llegó a hacer algo, y fue lo más rápido que pudo: puso uno de los pies antes que el resto del cuerpo y terminó aterrizando bien al esquivar la amenaza saltando hacia atrás. En cambio y por suerte, en el camino de Bybe y Tarou no apareció ningún pincho, sino que aquellos dos se llevaron el golpe y, por fin, el segundo soltó al primero para tocarse su brazo, esta vez el derecho. Se había vuelto a hacer daño en uno de ellos, pero nada superó sin duda al grito de dolor que provocó el golpe en el chico de ojos azules, pues su pierna izquierda golpeó fuertemente el suelo, haciendo que la sangre saliese de esta. Caro subió la mirada rápidamente, notando un dolor en el pecho rápido.
—¡Bybe...! —se alteró, y quiso echar a correr, pero se detuvo nuevamente cuando notó una sustancia en sus dedos.
Miró abajo con algo de miedo: ahora estaban en la pared y los pinchos parecían desvanecerse tras el fallo. Estaba claro que había metido mal el pie y se había hecho daño, pero eso apenas le importaba, sobre todo porque sus dedos estaban rojos, pero no rojos de color, sino de manchados. Tarou no había conseguido levantarse por el tembleque de sus rodillas tras el golpe, pero Bybe echó un vistazo a su alrededor. El chico no era capaz de saber lo que pasaba, pero notaba la situación y lo sabía: sabía que algo no iba bien.
—¿Caro...? —preguntó él, girando varias veces la mirada, ya que no era capaz de encontrar su presencia.
—Tranquilo, Bybe —dio un paso ella, notando que la sustancia rojiza pasaba de sus dedos hasta el suelo —Yo estoy a...
Fue tan rápido decirlo, notó cómo algo se destensaba, algo que llamó su atención, pero que hizo que se sorprendiesen a la vez, ya que ella no solía notar aquellas cosas, pero se había visto tan claro que apenas se dio cuenta cuando la parte de abajo del suelo se cayó al fondo, casi como había pasado ya una vez. En cambio, reaccionó a tiempo y saltó para cogerse del otro lado y subir una de las rodillas para protegerse de la caída. No supo qué hacer en aquel momento en el que todo había quedado en tensión máxima, así que miró rápido hacia arriba, buscando la ayuda necesaria que pedía. Tan rápido lo hizo, se fijó en que ambos chicos la observaban desde lo alto y Tarou fue el que bajó la mano hasta que la sujetó fuertemente y la devolvió al suelo, que ahora era la pared, pero daba igual; la puerta estaba girada, pero fue suficiente para darse la vuelta más o menos y poder abrir. Al parecer, Caro iba cojeando, aunque ella no lo hubiese notado, pero Bybe sí con sólo mirarla. Él también había notado el momento exacto en el que algo se destensaba, pero había perdido la concentración tanto que ni siquiera era capaz de encontrar a su compañera con su poder, sino que le echó la culpa a la situación y a que estaba nervioso, ensangrentado por los lados y llenando los brazos de Tarou así, el cual ni siquiera se había dado cuenta. Fueron a continuar cuando una voz les gritó desde el fondo, lo que hizo que se girasen, pero eso era lo contrario a lo que pretendían.
—¡Corred, corred, corred...! —gritó Lora, dando la vuelta a la esquina.
Seguida de ella, iba Teka, cojeando y corriendo todo lo rápido que sus piernas y su herido pie le dejaban, pues el chico tenía, aparte de poco aguante, una resistencia pésima contra el dolor. En cambio, no se detuvo ni se paró a pensar hasta que tropezó contra su propio pie al ir corriendo y se comió el suelo; Lora le abandonó a su suerte. Y es que, justo después de aquello, toda la pared fue destruida ante la mirada de terror de todos cuando la criatura de los látigos en el morro, tan, pero tan parecida a la primera de toda la aventura, que parecían la misma incluso, apareció frente a ellos, lanzando medio techo y toda la parte de la derecha de la casa contra el frente, como si no entrase por los pasillos y quisiese hacerse paso. Teka abrió los ojos el que más de los de allí, ya que el animal, aparte de ser enorme, pisó, con todas sus fuerzas, a su lado, casi hiriéndole, pero esquivándolo en el último momento al lanzarse contra una pared y quedarse allí, parado. Lora había seguido corriendo, había atravesado la puerta, pero no dejaba de mirar siquiera un segundo hacia atrás al llegar allí con ellos. Cuando el animal volvió a emprender el paso nada más fijar su ojo blanco en su víctima de pelo rosa que venía persiguiendo por todo el lugar, apenas y dejó unos segundos entre pararse y lanzarse a una velocidad horrible para los cuatro y eliminando todo a su paso, incluida la pared donde se escondía el científico. Es más, tan rápido como pasó y los otros se daban la vuelta, muertos de miedo por dentro, la criatura pisó la pared, tirándola toda al otro lado y golpeando irremediablemente al científico, pero no pudieron ver si se encontraba o no bien porque el animal se acercaba con muchas más ganas que antes. No les dejaría escapar, lo tenían claro...
—¡¿Dónde está la dichosa llave?! —gritó Lora, dándolo todo por correr y que no se le bajasen los pantalones, ya que le resbalaban por las piernas.
—La tiene el pelirrojo —dijo Caro, saltando como si para ella fuese el día a día, girando y deseando que una puerta no se interpusiese entre ellos y el camino —¿Creeís que Teka está bien...?
—¡¿Qué más da eso ahora?! ¡¿Has visto siquiera lo que nos persigue?! —saltó y de todo del enfado Lora.
Tarou decidió no hablar, ya que era costoso esforzarse en huir mientras hablaba; Bybe iba mirando atrás y agarrando cada vez más y más fuerte al chico de pelo morado con sus uñas: no era capaz de saber por dónde iba la criatura y no se sentía seguro estando allí, escapando y él sin poder moverse siquiera gracias a la pierna, la cual palpitaba con fuerzas, sacando la sangre de dentro y derramándola por todo el pasillo. Caro abrió una puerta de una patada y todos siguieron.
—Está bien —soltó, con la braga en la boca y respirando rápido —Vosotros seguir buscando la manera de subir y yo me adelanto para encontrar a Then, ¿entendido?
—Pero vas sola...—bajó los hombros Bybe, pero con el ojo enorme.
—¿Y qué? Mejor que ir contigo en la espalda seguro es —miró a otro lado Lora, después de reafirmalo.
—¡Callaos de una vez, maldita sea...! —gritó la rubia de ojos morador, pero después suspiró y miró en frente —Yo sigo recto, vosotros id por la puerta de la izquierda...
—Pero, Caro... —siguió el chico, latiéndole el corazón con dolor en el pecho —No habrá forma en la que tú y nosotros...
—Ay, cállate ya...
De repente, quien calló a ambos no fue otro que la propia bestia, rugiendo por no haber conseguido llegar hasta ellos por el momento. Por eso, decidiendo mover el suelo, consiguió parte de lo que quería; esta vez, lanzó un ataque feroz y violento, golpeando el suelo, haciendo que de él saliesen pinchos monstruosos, los cuales apenas llegaron a verlos, ya que ni se giraron a tiempo. A Tarou le cortó en el brazo, pero hasta ahí llegó, mientras que Caro se libró al saltar nuevamente contra la puerta. No fue, en cambio, sino Lora quien recibió el mayor de los golpes esta vez, entrándole por la espalda, rasgando toda la curvatura que esta creaba y que se dejaba ver en su pálido cuerpo, hasta llegar a lo más alto, a los hombros, y todo de ellos expulsó sangre, como si fuera una barrera que detenía al líquido para evitar salir y que acababa de ser abierta: le había golpeado en la espina dorsal incluso. El pincho no había bajado, pero la chica se había caído al suelo tras recibir el ataque y se había puesto de rodillas. Parecía irreal que ese corte pudiese exceder a aquel de Tarou, ya que parecían el mismo, más o menos, pero la sangre probaba lo contrario, haciendo que empezase a temblar por la repentina pérdida de sangre de la herida enorme que acababa de aparecer en su cuerpo. No giró su cabeza mientras respiraba, sino que miró en frente con lástima y miedo hacia Caro, la cual se había detenido al ver a su compañera así, en el suelo, ensangrentada, respirando con dificultades.
—Caro... —susurró esta, evitando que la herida se expandiese más a costa de un movimiento; el que fuera —Esto duele...
—Lo sé, tranquila —dijo ella, agachándose para agarrar sus manos y abrazar su cuello, mirando por encima la herida y poniendo mala cara —Esto debe ser una broma.
Lora asintió en silencio y con los ojos caídos, mordiendo sus labios. De repente, el gruñido volvió nuevamente a atacar cuando notaron ambas cómo se acercaba. La chica pelirrosa sería incapaz de moverse de aquella posición si no tenía ayuda y aquella bestia galopaba con sus cuatro patas a una velocidad aterradora. Fue entonces que Lora bajó la mirada, apartándose un poco de su compañera, y la sonrisa del todo, teniendo un nuevo brillo en sus ojazos, color rosa y cara de preocupación. Negó hacia la cara de miedo de Caro al ver a su compañera así, como si aquel ataque hubiese sido aposta para detenerlas a ellas allí, juntas, solas, puesto que los otros habían seguido recto. Caro miró a Lora a los ojos y a esta le brillaron, sonriendo un poco.
—Queda tan poco... —empezó ella, notando cómo le caía una lágrima por la mejilla a causa del dolor —Sácanos de aquí, minina.
Rozó su cara, ella sabiendo ya a lo que se refería: la chica no podría levantarse de allí por mucho esfuerzo que hiciese y mucho que quisiese, así que le decía un adiós asegurado y con lástima. Había sido bueno tenerla de compañera, pensó; pero aquí acababa todo. Bajó sus manos de su cara, cerró los ojos, giró a un lado su cabeza con cuidado y sonrió.
—Vive, Caro —le dijo y ella bajó la mirada.
—No —empezó ella, con la mirada oscura, como si no quisiese admitir la realidad —No pienso irme de aquí sin ti.
—¿Qué...? —dijo, casi en un susurro.
Acto seguido, en cambio, la chica abrazó nuevamente a la pelirrosa y cogió aire. Ella era fuerte, muy fuerte, si podía decirse, pero la herida de su pie y los nervios hacían que se le fuesen la mitad de ellos. La criatura corría hacia ellas con una velocidad aterradora y ella apenas era capaz de pensar en algo para hacer, pero lo tenía claro:
—No quiero dejarte morir, Lora —dijo, sin mirarla a los ojos siquiera —Pero no puedo hacer nada por ayudarte con tan poco tiempo...
—¡¿Ah?! —abrió sus ojos y la miró con miedo —¡¿Y eso qué más da, Caro...?! —se desesperó, sobre todo por el hecho de que no era capaz de respirar todo lo hondo que querría —¡Huye ahora y déjame atrás...! ¡Ellos te necesitan a ti, a mí no...!
—Lo siento, Lora... —le susurró, haciendo que se quedase en silencio, justo antes de abrir sus ojos —Pero es o ninguna o las dos.
—¡¿Qué?! —gritó, tratando de girarse, pero el dolor era horrible, por lo que solo pudo mover sus brazos —¡Caro, ni se te ocurra...!
—Lo siento; ya se me ha ocurrido —y sonrió.
Justo después, la pared con la puerta de en frente y todo lo demás, fue destrozado por parte de la bestia, aplastando todo lo que tenía antes y gruñendo como un gato encerrado y pidiendo escapar. Se detuvo para buscar a la gente que seguía por allí, a sus presas, ahora con las patas manchadas entre blanco y rojo. Se dio la vuelta, olfateando y siguió corriendo mientras gritaba y gruñía.

Entrada de los Pecadores Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt