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No fue hasta la mañana del día tres cuando, entre los silenciosos pasillos de la cárcel, se escuchó una risa; entre la oscuridad de las luces, pareció haber luz; entre la seriedad con la que se trataba a los presos, parecía alguien disfrutar. Y, si alguien se lo preguntaba, no tendría que esperar demasiado a saber de qué iba aquello, pues no eran los presos exactamente los que se reían y disfrutaban. Aquel hombre alto, con gorra azul de policía, un bigote perfecto y una sonrisa plena se acercó rápidamente, pasando por pasillos casi corriendo, pero con una sonrisilla en mente, y se dirigió a una de las primeras puertas que se encontraban al final del pasillo. Llamó un par de veces, antes de irrumpir en el lugar sin evitarlo. Le dio igual cómo o dónde estuviese aquel tipo, el cual era el juez; le daba igual si estaba o no sentado o incluso disponible. Puso, sin quitar su sonrisa de encima, el aparato electrónico sobre la mesa y se quedó de brazos cruzados mientras que el juez, el cual estaba afortunadamente sentado en su asiento, libre y trabajando, le miraba con duda tras ojear un momento lo que le mostraba. Este abrió los brazos.
-¿Ves? -le dijo, señalando -¿Puedes verlo?
-Te refieres a tu tableta, ¿no? -respondió, cogiéndola con cuidado.
-Sí, claro, pero, como podrás ver -señaló con una uña solo -Al chico más joven ya no le late el corazón...
Y sonrió, para rematar. El juez, con los ojos brillantes, la boca medio abierta, las cejas puestas así por la pena, rozó el aparato con lástima y bajó la mirada. El guardia había supuesto que había sido por darse cuenta de que jamás ganaría la apuesta, pero realmente no era por eso.
-¿Cómo ha muerto? -susurró, finalmente.
-No lo sé; sólo puedo mirar los latidos del corazón -explicó, sin mirarle siquiera -Iba a toda velocidad y, de repente, se detuvo.
El juez entendió y asintió en silencio, devolviéndole la tableta con cuidado y lentamente. Cuando aquel hombre fue a salir de allí con una sonrisa, ya que parecía que podría ganar la apuesta, el otro hombre le dijo algo más, sin mirarle.
-No les dejes tanto tiempo, por favor... -le susurró casi -Ellos ya suficiente tenían con estar aquí siendo inocentes.
-Este chico no -sonrió, dio media vuelta y se marchó, ignorando al juez completamente.
Este, esperando por si volvía, miró arriba con lástima, brillándole los ojos. Ojalá, pensó; ojalá estén bien donde quiera que estén ahora.
Y es que aquel deseo de aquel hombre no se iba a hacer realidad, al menos no por el momento, ya que allí, caminando por el bosque, callados como concentrados, aunque también bastante tristes, caminaba los cuatro casi en fila. Teka y Bubble iban casi a la par, la chica rubia miraba de reojo a esos dos, caminando casi al mismo tiempo que Tarou, el cual parecía estar fuera de aquel mundo, tal vez en sus pensamientos, odiando todo a su paso por donde caminaba. Hizo un suspiro, plantando la mirada de odio y rabia en aquel científico, entecerrando los ojos al momento, como molesto por algo de nuevo. Al momento, dio dos zancadas y se puso detrás del chico, al cual le sacaba más de una cabeza casi y con solo una de sus manos podía coger su cabeza entera.
-Tú, científico de pacotilla -le dijo, dándole una patada en la rodilla para que se detuviese, y este solo cogió aire, molesto -¿Cuánto queda?
-Ya dije que estaba lejos... -resumió.
-No, no lo has dicho. Solo te has puesto a caminar sin saber ni a donde vamos y seguro que nos pierdes antes incluso de que vuelva a ser de noche, ¿eh? -dijo, molesto, apretando los dientes.
-Puede que no lo escuchases... -respondió, calmado, echando a Bubble a un lado, ya que esta estaba al borde de lanzarse contra el chico de pelo morado por su falta de compasión hacia el pobre Teka -De un modo u otro, no está nada mal mirar y analizar el resto del espacio...
-Espero que lo digas en broma -dijo, e incluso pareció reírse durante un momento, pero estaba hasta las narices de seguir a un chico que no llegaba ni a sus hombros, que ordenaba por donde ir a cada rato, ya que podía recordar el mapa, que iba agarrado de una chica ya que debía de ser muy cobarde para ir solo y que no dejaba de mirarle con cara de aburrido, como si él supiese todo del mundo, del universo, del lugar en el que estaban y se creía un líder, un rey, alguien que le podía ordenar cuando quisiese y en cualquier momento.
Solo de pensar en todo aquello, a Tarou le invadía una rabia interna horrible y solo suspiraba con rabia, deseando estrellar su cabeza en cualquier piedra, árbol o superficie dolorosa hasta que se arrepintiese y dejase más libertad al grupo. Al menos eso era lo que pensaba, pero Teka sólo abrió los ojos con algo de pena incluso y giró su cabeza, como sin entender.
-Es por aquí; lo sé.
-No lo puedes saber... -estuvo por gritarle, pero solo susurró, y es que seguía con aquella idea que le golpeaba en la cabeza cada poco tiempo.
Aquel chico, por muy científico que fuera, por muy listo que pareciese, por muy confiado que actuase, no era más que otro asesino más como él. Sí, un asesino justo: seguro que no había matado a tantos como él, pensó y tuvo que molestarse más por aquello. El más fuerte debería liderar, consideró, pero no lo dijo en alto, sino que continuó callado frente a los otros tres. Caro estaba mirando de reojo las diferentes expresiones que Tarou iba mostrando en su cara, sabiendo que, de un momento a otro, saltaría y ya no habría vuelta atrás. Sabía que Bubble protegería a Teka al máximo, y, puesto que ella era fuerte, podía imaginarse que aquella pelea acabaría con más de uno sangrando. Y, puesto que Tarou parecía molesto tras preguntar a Teka, estaba más que claro que él iba a ser su víctima y le molería de un puñetazo, puesto que el científico no era para nada fuerte. Es más, se preguntó; ¿cómo habría asesinado ese chico...?
Dio igual aquella pregunta en aquel momento, pues los pensamientos de Tarou no se colocaban como él quería y el estrés, la ira y el odio fue en aumento, hasta el punto que no entró más ahí, dentro de su cabeza, y se lo pasó a los puños. Caro, por mucho que tratase de intervenir, jamás podría detener a una persona con la ira que aquel chico de pelo morado mostraba; por no incluir que quería conservar su cuerpo en buen estado por lo que pudiese pasar de ahora en adelante. Fue Teka el primero en darse cuenta de lo que Tarou pretendía, pero sus piernas no eran tan rápidas como sus ideas o pensamientos y, al pensar "corre", solo pudo doblar sus rodillas y caer al suelo, temblándole. Cuando vio que el puño de aquel chico se acercaba rápidamente, su corazón dio un vuelco y cerró los ojos. Contó en bajo: un segundo, dos segundos, tres segundos... Pero Tarou no llegó a golpearle, pues, antes de llegar al cuarto segundo, se escuchó un golpe seco. No abrió los ojos del miedo al principio, pero lo hizo casi involuntariamente cuando las dos mujeres gritaron su nombre, casi al unísono. En cambio, Bubble fijó su mirada de nuevo en el científico, en su amado, en aquel al que protegería costara lo que contara.
-¿Te has hecho daño, mi amor? -le dijo con pena, acariciando sus mejillas con tres dedos -Estás temblando.
Fue en ese momento que se dio cuenta de que, aunque no lo pareciera, aunque se hiciese el fuerte y siguiera adelante con todos los problemas, aguantando a cada uno de ellos y ayudando para sobrevivir, él mismo parecía tener miedo. Miró en frente, como si no se lo creyese y, cuando vio a Caro gritar justo abajo, como a un agujero en el suelo, un pozo o algo parecido, todo ello rodeado de hojas y palos extraños, pero sin rastro de aquel matón, las rodillas dejaron de tambalearse. Se puso una mano en la cabeza, como si le pesase, lo que alarmó a Bubble.
-¡Teka! ¡¿Estás bien en serio...?! -se encogió de hombros, tocando los suyos para moverlos -¡¿Qué te pasa...?!
-Nada... -suspiró este, cerrando los ojos -No me pasa nada...
¿Miedo? ¿De verdad era eso lo que le pasaba? Lo dudó; era científico y había tenido más de una vez miedo a alguna cosa: aquello no era miedo, aquello era otra cosa. Una sensación, exacto; sentía algo extraño en el ambiente. Echó una mirada de nuevo a donde estaba Caro, la cual parecía mirar más preocupada hacia él que hacia abajo.
-¿Todo bien, Bubble? -preguntó, pero ella entrecerró sus ojos, seria y subió la nariz.
-Por supuesto; termina lo que estés haciendo mientras yo ayudo a mi amor -respondió, incluso haciéndose la buena.
En cambio, la rubia lo pasó por alto y miró de nuevo abajo, con duda. Con la mirada clavada de Teka en aquel lugar, creyó entender lo que ocurría rápidamente, y es que aquella excavación no parecía natural. Puesta justo delante de él, con una anchura suficiente para poder entrar un mínimo de dos personas, Caro cogió aire, apretando los dientes contra los labios.
-Tarou -dijo, subiendo la voz -Ven, agarra mi mano.
Entendió de pleno a lo que se refería, por lo que no dudó ni un par de segundos en quitarse de encima a Bubble y gatear hasta el lado de Caro para mirar abajo. Como si de una trampa se tratase, cayendo hacia abajo con un par de metros de altura y unos cuatro de anchura, la caída había pillado desprevenido al chico de pelo morado que se retorcía en el suelo con la mano puesta sobre la otra, los ojos cerrados y apretando los dientes fuertemente. Teka, siendo científico como era, no tuvo ni que pararse a tratar de entender dos veces lo que pasaba para darse cuenta, por lo que se levantó y volvió a sentarse para tratar de bajar junto con él.
-Pero, Teka... -trató de detenerle la chica, pero él miró con sus grandes, pero agotados ojos verdes a los suyos y subió las cejas, tratando de preocuparse, aunque parecía muy forzado.
-Se ha hecho daño -explicó rápidamente y volvió la vista abajo -Voy a ir a ayudarle y...
-¡No te acerques, científico asqueroso...! -le gritó este desde abajo, agarrando más fuertemente su muñeca -No necesito la ayuda de un inútil que no sabe ni liderar a tres personas y al que le tiemblan las piernas como una niña pequeña...
-¡Pero Tarou...! -gritó Bubble, y Caro la reforzó.
En cambio, el chico bajó la cabeza, como con vergüenza. ¿Se había dado cuenta acaso de que le temía por alguna razón...? De un modo u otro, no podía dejarlo allí tirado, por lo que cogió aire y quiso lanzarse una vez más, pero Caro le retuvo allí, cogiéndole del brazo. Cuando juntaron miradas, uno de duda, la otra seria, ella sólo negó con la cabeza. Después, dio un paso hacia adelante y se dirigió a Tarou.
-Me parece horrible eso, Tarou... -soltó ella, sabiendo que no le iba a importar lo más mínimo -Teka, aun siendo, como tu dices, un inútil científico de pacotilla, le ha dado igual y se iba a lanzar ahí abajo para ayudarte de todos modos. Que eso no te sirva como ejemplo para ver que realmente él pretende ayudarte a ti, sabiendo lo que has dicho y hecho, ya que pretendías golpearle por la espalda; a mí, siendo sincera, me daría incluso corte. No sé cómo lo verás tú, pero...
-Bla, bla, bla... -interrumpió él con la lengua fuera -Admito que ese tipo me parezca un inútil...
-Oye... -se molestó este.
-Pero no por eso -continuó -Digo que sea un mal tipo... -y miró a otro lado, suspirando -Pero es cierto que no necesito su ayuda, porque no quiero que se entrometa en todo -dijo, cerró los ojos y subió la nariz.
El dolor no se iba; parecía incluso palpitar en su muñeca. Cada vez que se iba, dejaba un lapso de unos tres segundos en los que no había dolor alguno, pero cada vez era peor. Tanto incluso, que apretó los dientes, recogiendo el aire perdido. Al momento siguiente, en cambio, lo que notó fue algo congelado sobre ella. Abrió lentamente uno de sus ojos, también verdes, pero mucho más oscuros que los de aquella persona que ya había saltado sin dudar un segundo más al agujero y miraba con lástima su brazo, sobre todo su muñeca. Primero, sintió ira y enfado al ver a Teka de rodillas allí, mirándole, pero cogió aire al momento al ver que ponía su pulgar en el lugar donde más le dolía: el hueso entre el brazo y la mano, el cual parecía una bola. Se mordió los labios mientras Teka fruncía el ceño.
-Debe de ser un simple esguince; no tienes nada -dijo y se levantó, poniendo una mano frente a él y mirando a otro lado -Vamos, arriba -y aquello le volvió a molestar tanto por parecer el líder que contuvo la ira, pero se levantó sin rechistar más.
Le echó una última mirada de pocos amigos antes de que girase hacia el lado de Caro, que seguía allí de rodillas postrada y mirándole, como sin haberse enfadado del todo con él. Daba igual, si Teka le ayudaba, ella también tenía esa obligación. Agarró una de las manos de la chica, tembloroso, sin creer del todo en ella. Después, subió un pie a la mitad e incluso Teka le ayudó desde abajo con todo lo que pudo. En cambio, a falta de uno de sus pies, pudo notar que algo parecía distinto y es que creyó comprobar que aquello parecía moverse, como si de un terremoto se tratase. Sí, lo parecía, pero lo extraño de todo fue que no fue en todos lados, puesto que solo se notaba en el piso de abajo, en el que estaba Teka, el cual terminó cayendo tras aferrarse lo máximo que pudo con sus piernas solo. Puede que las dos chicas no supiesen decir por qué había pasado aquello, pero Tarou fue rápido; no quería problemas de nuevo él también. Usó toda la fuerza que pudo y subió el otro pie, lo que hizo el terremoto peor para Teka, pero no le salió bien la acrobacia y puso de nuevo el pie abajo. Increíblemente, después de aquello, el terremoto pareció dar tregua a ambos. Fue cuando Teka abrió sus ojos con un brillo poco común. Lo había entendido.
-Tarou... Si te vas, esto se caerá porque no puede librarse del peso que ya ha tenido una vez, ¿entiendes? -dijo, serio, esperando que lo comprendiese.
En cambio, Tarou, que lo había comprendido en cuanto había visto la reacción que había causado subir un pie pensó: ahora es cuando pide ayuda o clemencia, porque él solo ya no puede hacer nada, ¿eh? Sonrió malvadamente para sus adentros y, con la ayuda de Caro, subió lentamente uno de sus pies, viendo la cara de pena, como si pidiese ayuda con solo sus ojos verdes, que traía el chico. Hizo una última sonrisa, queriendo girarse y decirle algo, pero lo hizo con una acción: subió la pierna.
Y así fue cómo Tarou salió del agujero con la ayuda de Caro, tocándose con dolor la muñeca izquierda que seguía palpitando. En cambio, por la parte del científico, no fue nada bueno aquello que acababa de pasar, puesto que, acto seguido, el suelo pareció caerse hacia abajo, como si se tratase de un ascensor, pero a toda velocidad. Cuando Caro fue a ayudarle a subir, abrió sus ojos al comprobar lo que había pasado. Al fondo ya no había suelo como tal, lleno de piedras y hojas como antes, sino que ahora se había intercambiado por un montón de pinchos; pinchos punzantes, puntiagudos, color plata, que parecían cortar con solo verlos. Caro había cogido aire, pero peor fue respirar cuando vio que algunos de ellos parecían tener algo de sangre. Exacto, no todo era tan fácil como parecía, puesto que, aunque Tarou sólo tuviese un esguince en la mano...
-¡Teka, Teka...! -interrumpió Bubble los pensamientos de Caro en ese momento -¡Ay, ay...!
Echando una mirada abajo, pudo comprobar sin duda a lo que se refería la chica de pelo azul, y es que más de uno de los pinchos había atravesado el pequeño cuerpo del científico, por lo que más de uno de los pinchos tenían sangre. Por suerte y con suerte, antes incluso de que Bubble se fuese a lanzar sin pensarlo dos veces sobre él, el chico le detuvo con las manos subidas.
-Estoy bien, estoy bien, Bubble... -cogió aire, entrecerrando los ojos, los cuales estaban llorosos, pero forzaba la sonrisa -Estoy bien, así que no te lanzes...
-¡Pero...! -dijo ella, viendo cómo el hecho de que la rodilla del científico estaba salpicada en sangre y su pie, solo el izquierdo por suerte, atravesando uno de los pinchos -¡Déjame sacarte de ahí!
Lo dijo, se giró con malos modales a la chica rubia, a la cual ordenó cogerla de los pies para llegar hasta donde estaba el chico. Aunque ella negase su funcionamiento y terminase suspirando, agarró de los tobillos a la más bajita de los cuatro para bajarla con cuidado por el agujero. Tarou estaba atento, pero no presente allí, pues sabía su fallo y ahora se movía con cuidado la muñeca de lado a lado, mirando lo que ocurría cada vez que la giraba. Fue gracias a no hacer caso a los otros tres que los ojos se le desviaron lentamente a lo que había delante de él, a lo que tenía en frente antes de tratar de golpear al científico y de caer en la trampa. Lo observó durante unos segundos: era un árbol normal, blanco por tratarse de un abedul, pero una de sus manchas oscuras parecía más sobresaliente. Dejando atrás a los otros tres, se acercó lentamente para ver de lo que se trataba. Abrió los ojos.
El árbol tenía una entrada hacia abajo, pero no estaba abierta del todo, pues solo la parte de abajo era la que tenía la apertura y el resto no parecía que pudiese abrirse. En cambio, para su sorpresa, esta parecía estar temblando ligeramente. Pasó el dedo por abajo para comprobar que no se cerraba, pero también trató de abrirlo, tirando de él hacia arriba o hacia dentro, pero no resultó efecto. Y estuvo incluso al borde de cerrarse cuando vio que Teka posaba sus dos pies, pero cojeaba con uno en el suelo que él también pisaba. No dijo nada de la entrada, sino que observó en silencio cómo era que el chico tenía una herida abierta en su pie izquierdo y respiraba rápido, con los ojos cerrados.
-Tenemos que cerrarla lo antes posible -resumió Caro, subiendo sus hombros -No queremos que vuelva a pasar... Eso... -lo dijo en un suspiro, sobre todo lo último.
-Tranqui, Caro... -dijo, abriendo uno de sus ojos, pero los volvió a cerrar, al igual que los dientes fuertemente -Yo no tengo nada metido ahí dentro, así que se cerrará solo...
-¿Te duele mucho, mi amor? -le preguntó, aterrada, Bubble, antes de ponerse de rodillas en el suelo.
Ah, y, en cambio, puso su dedo sobre la herida. Primero, hizo un grito ahogado, resistiendo como podía; por suerte solo había sido en un pie y no en ningún otro lado. Sin embargo, el dolor era tanto que el chico dejó caer una lágrima sin darse cuenta, lo que sorprendió a Caro y golpeó a Bubble como si aquello le hubiese pasado a ella misma. Mientras que esta trataba de apartar a la chica de la braga en la nariz para hacerse cargo ella del científico, Tarou les miró a los tres con cara de aburrido. Uno era muy dramático y las otras dos no tenían ni idea, pensó. En cambio, giró un poco su mano para seguir con lo que estaba, es decir, la puerta, pero abrió un poco los ojos, como con duda, al darse cuenta de que no tocaba la otra parte del árbol. Giró la mirada rápidamente, como asustado, y se dio cuenta de lo que ocurría: la puerta había subido un poco, se había abierto algo más. Miró rápidamente hacia los otros tres: Bubble gritando a Caro y ayudando a Teka mientras esta solo suspiraba y subía sus hombros. Vio de reojo casi que el científico estaba aguantándose las lágrimas tras el dolor del pie y eso le llamó tanto la atención que se levantó y caminó hacia él. Cuando tuvo todas las miradas de los tres encima, él solo giró su cabeza un poco.
-Mira y admira -le dijo.
Simplemente, dijo eso, antes de aplatastar su pie con el suyo. Acto seguido, Teka gritó, ya sin aguantarse las ganas de reprimirlo y dejó correr las lágrimas por las mejillas. Las chicas, en cambio, se pusieron a la defensiva, empezando por Bubble, que trató de golpearlo con ambos puños, pero contra los enormes brazos de Tarou no hacía nada.
-¡Eres malo, malo, malo, malo...! -decía mientras apretaba los dientes -¡¿Cómo te atreves?! ¡Malo, malo, malo...!
-¡Tarou...! ¡¿Pero qué...?! -soltó Caro, sin entender nada, por lo que se dio la vuelta y dejó el tema aparte.
En cambio, el chico se giró para mirar. Tras unas cuantas lágrimas del científico, pudo comprobar que la puerta se había abierto casi un cuarto de lo que debía. También había pisado su pie, es decir, le había hecho más sangre... Espera, se dijo y se giró.
-Tú, científico de pacotilla -le dijo, pareciendo el ser más despreciable del universo en aquel momento mientras que Teka buscaba un lugar donde agarrarse para no ir a la pata coja -¿Recuerdas el mensaje de la cueva cuando el pelirrojo voló el suelo?
-Pru... -cogió aire dolorido, pero entendiendo al momento todo y bajando la cabeza -Prueba tu lágrimas, tu dolor, tu sangre y tu amor... -susurró la última parte y se quedó con los ojos bajo su pelo para que no le viesen la cara.
-Eso es -aseguró, cogiendo su mano para que agarrase algo -Ahí está la entrada, así que ya te puedes poner a llorar.
-¡¿Cómo te atreves a decirle eso...?! -se indignó la chica, pegando saltos de la rabia -¡Mi novio no suele llorar, así que no le obligues...!
-Cállate, niñata, y deja al pobre chico un rato -respondió, frunciendo el ceño.
Pero verdaderamente fue Bubble quien se indignó más, tanto como para ponerse a gritar, pegar a aquel hombre y golpearle hasta que él fuese el que llorase. Estaba a punto de hacerlo, pero Caro la retuvo una vez más, cogiendo su vestido azulado y poniendo cara de seria. En cambio, no dijo nada, sino que solo señaló y ella miró.
Agarrado de la chaqueta con fuerza de Tarou, este apretando la herida para que la sangre se desbordase, la capucha puesta para que nadie le viese, Teka estaba recuperando el aire en silencio mientras le caían las lágrimas una tras otra, ya sin pasar ni por las mejillas, sino esquivándolas para caer al suelo. Subía y bajaba los hombros a una velocidad impresionante mientras Tarou, el cual le había prometido no mirar mientras lloraba, solo miraba delante, con un brazo puesto en su otro hombro, en el derecho para recordarle que seguía allí en cualquier momento. La puerta parecía abrirse un poco, lo más mínimo, incluso cada vez menos, se podría decir, pero, de repente, tuvo un pequeño momento de diferencia cuando susurró algo.
-Si tan solo hubiese sido médico, Loan no habría muerto tan rápido... -dijo, y siguió con la mirada baja.
Incluso Tarou sintió un escalofrío, pero no dijo nada. Las mujeres solo miraron a otro lado cuando lo mencionó. La sangre casi llegaba hasta las zapatillas de Tarou y este seguía haciendo fuerza de vez en cuando, haciendo que el chico gritase de dolor. Poco a poco, en cambio, se fue calmando, abriendo un poco los ojos y mirando más en frente. Cuando vio la puerta a unos cuantos metros del suelo abierta, soltó la chaqueta de Tarou y cogió aire. Se dio la vuelta, con sus ojos enrojecidos y sonriendo, pero para nada fue forzado, sino que parecía una sonrisa de lo más triste.
-Ya está -dijo cogiendo una última vez aire rápido y bajando los hombros -Por aquí podemos entrar si nos agachamos.
-Está bien -suspiró Tarou, como si no le convenciese, pero dio un pequeño empujón al científico, que se agarró del árbol -Voy primero.
Se agachó lo suficiente, bajó la cabeza, pasó la primera parte de su cuerpo y después las piernas. Después, desapareció en la oscuridad, resbalando hacia abajo como si de un tobogán se tratase. Caro agarró el brazo de Teka, el cual ya no mostraba la sonrisa que le había parecido incluso bonita de ver, sino que cerró los ojos y negó, mirando a otro lado.
-Una palabra de lo que acaba de pasar -dijo, con los ojos rojos casi -Y no respondo de mis actos.
-Tal vez deberías de haberlo dicho cuando ese idiota de Tarou estaba aquí todavía -se burló ella, pero no le hizo gracia -Baja la pierna, yo te ayudo...
Después de aquello, ella fue la siguiente, esperando a Bubble tras la puerta. Ella, con los ojos entrecerrados, los ojos negros y cara de pocos amigos, se lamió los labios. Pensó en cosas, en algo en su interior; pensó en oscuridad y, sin saber por qué, recordó por un momento su crimen, lo que llevaba casi a sus impulsos asesinos. Después, sonrió, girando la cabeza.
-Ya voy, Caro -dijo, y empezó a correr para lanzarse por debajo de la puerta.
Mientras aquellos cuatro se lanzaban en busca de la tercera llave, no quitaban ni un segundo de sus mentes a los otros chicos, los cuales debían de estar perdidos, según ellos, pues no sabían nada de su paradero actual, sobre todo de Cheríl, el cual había desaparecido el primero y ahora miraba con rabia en frente, como echando la culpa a los otros cuatro por haber vuelto a por él.
Más que nada, le echaba la culpa a Bybe por haber activado la trampa, pero no quiso decirlo, ya que más de uno se pondría en su contra. En aquel momento, el chico ciego, su compañero y la única chica del lugar se encontraban frente a él, el cual estaba al lado del chico pelirrojo, que miraba en un silencio abrumador a la enfadada cara del albino. No tenía palabras para expresarse en aquel momento, pero tampoco ganas: estaba muy cansado tras haber estado allí, tratando de averiguar el acertijo como la última vez.
-Pero este no lo sé, agh... -se molestó consigo mismo y plantó su cabeza contra la piedra fuertemente.
-Cheríl, para ya -le detuvo Lora, entrecerrando un poco los ojos -¿Nos vas a explicar en qué consiste este acertijo o qué? No podemos adivinarlo así como así.
-Está bien... -suspiró este, cerrando los ojos antes de levantarse -Escuchad bien.
El chico traía un aspecto terrible, tanto que los tres se paralizaron al mirarle; sus ojos, pareciendo más grandes y cansados, estaban oscuros, como rabioso, mientras que su pelo estaba todo desordenado, habiendo así perdido las cerezas que tanto le gustaban, y su piel pálida era el resultado de casi todo lo demás. Cuando se levantó, incluso se cogió una primera vez antes de mirar en frente, hacia el otro lado, y bajar un poco más la voz.
-Hay cuatro huecos y cuatro figuras; cada figura tiene un hueco -resumió, mirando a los cuatro huecos del lugar con asco -El orden no me lo sé, porque no entiendo qué pone, pero si sé otra cosa que no me gusta ni un pelo -ahora, miró directamente hacia el centro de la sala, el final, de donde había venido aquel rayo tan terrorífico -Hay un guardia que tiene forma de búho y ojos amarillos -Lora fue a preguntar, pero la calló -Si el búho nota movimiento, lanza un rayo como el que habéis visto y si nos juntamos todos es más fácil que nos golpee.
-¿Y lo del suelo? -preguntó Rope, recordando lo que había pasado: el suelo se había abierto y reparado en menos de diez segundos.
-Si el suelo se abre tras el rayo, te lanza a un lugar lleno, llenísimo de agua. Pensé que podría librarme si continuaba por ahí nadando, pero hay cocodrilos -suspiró, con pena -Puedes volver por una escalera, pero solo si vas rápido, porque a mí casi me atrapan...
Se quedó callado, dando a entender a todos. Se quedaron todos en silencio mientras observaban las estatuas. Si quitaban una, pensaron; si quitaban una, daría más campo de visión al búho y podría hacer otro rayo contra el suelo, aunque nadie quería eso, en verdad. Fue por eso que debían de pensar primero el orden de las figuras en cada uno de los huecos antes que estar metiéndolas y sacándolas todo el rato, pero las palabras que tenían escritas jamás las habían oído y eran demasiado extrañas para pensar en su significado, ¿no?
-Es latín -resumió Lora, pero sonrió un poco.
-Yo no sé latín -sacó la lengua Cheríl, subiendo incluso la nariz con asco.
-Ya me lo podría imaginar, cerecitas -ahora se rio, pero tocó su pelo rosa, lanzándolo a uno de los lados para que volase durante unos segundos en el aire -Pero resulta que yo sí -y sonrió con una sonrisa triunfante ante la mirada de sorpresa de todos.

Entrada de los Pecadores Where stories live. Discover now