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—Loan... —susurró Lora, como si se tratase de un secreto que le comentaba a aquel chico de pelo beige con un ojo tapado y el otro posado en su cara.
Fue por eso mismo por lo que no tuvo que continuar, pues Rope lo entendió al momento y solo asintió. Antes de haber llegado a aquella situación, había preguntado por Bybe, pero incluso antes de eso, Caro la había echado gritando del lugar, como si fuese una molestia; y ella sólo había entrecerrado los ojos y abierto levemente la boca.
—Minina, tampoco es para gritarme así, ¿sabes...? —se molestó, con cara de asco.
—Lo que pasa es que no entiendes la gravedad de la situación, Lora —respondió, aún más molesta —La vida de nuestro compañero corre muchísimo peligro ahora mismo y sólo Bybe sabe detener los sangrados...
—Ese chico no detiene los sangrados; simplemente, sabe vendar... —corrigió esta, pero a Caro le daba completamente igual su equivocación, sino que la miró, como desesperada, y apretó sus dientes.
—¡Vete! —le dijo, apretando más el cuerpo del chico contra el suyo —¡Da igual; solo trae a Bybe! ¡Rápido, rápido...!
Fue gracias a eso que se encontraba allí, frente a Rope, mirándole con cara de lástima. Este, que había entendido lo que ocurría, no tuvo de otra que mirar arriba con algo de duda, y es que Bybe ya había llegado hasta la rama donde había clavado el pequeño, pero tambaleante, puente entre ambos lados y también lo habían pasado. Bybe ahora se encontraba mirando alrededor de su cuerpo, intentando entender lo que había allí y de qué se trataba, mientras que Then observaba el lugar entre sonrisas y con los ojos, también azules, brillantes, por no incluir que iba gritando de lado a lado de la emoción. Cuando Lora subió la mirada, entendió al momento a lo que se refería. Después, pasó cada uno de sus ojos por aquel puente, hecho de hojas, débil, al borde de derrumbarse, y bajó la mirada de nuevo hasta el suelo, siguiendo todo el recorrido de este. Entrecerró los ojos justo después, mirando con seriedad a Rope, el cual miraba arriba, sabiendo que Bybe se había sentado y estaba enredando hoja con hoja, una con otra. Asintió casi inconscientemente.
—Dime que puede bajar de ahí sin que se caiga él solo por no ver —le señaló, casi riéndose incluso —Ah, espera. Seguro que ha sido ese chico, ¿eh? —se refería a Then, pero Rope solo pudo sonreír con inocencia.
—¿Y si te dijese que ha sido casi al revés...?
Por supuesto, Lora no entendió a la primera, pero, antes incluso de poder explicárselo, desde arriba se escuchó, con un grito, su nombre. Al subir la mirada, Bybe lanzó las hojas enredadas una con otra hasta abajo; él arriba la ató, con la ayuda, más obligación, de Then a una de las piedras del suelo. Sentado en el borde, mirando abajo, cogió la supuesta cuerda y tiró abajo dos veces de ella, como para explicarle que el tensado era perfecto para que no se rompiese. Después, cogió algo de aire y cerró los ojos.
—¡Rope, ya puedes subir! —le dijo, y terminó con una sonrisa, orgulloso de lo que acababa de hacer.
Estaba claro, pensó Lora; que no podrían obligar a Bybe a bajar por ahí por mucha confianza que tuviese aquella cuerda y por muy bien tensada que estuviese. En el momento que el chico apoyase mal uno de sus pies sin darse cuenta, no lo contaría. Se lo fue a comunicar a Rope cuando vio que este ya tenía una mano agarrando la planta y miraba arriba, dispuesto a que Bybe y Then le ayudasen a subir. Ella, en cambio, cogió aire, como indignada.
—¡Oye, criajo...! —dijo, señalándole mientras él miraba inocente a sus ojos —Te acabo de decir que necesito que venga Bybe si queremos que Loan...
—Bybe ha encontrado la segunda llave —respondió, serio, cortándola a la mitad.
Al momento, Lora se detuvo, quedándose callada con la mano levantada todavía. Sus ojos brillaban con duda, pero a la vez tenían una pizca de confianza. Aquel chico ciego era listo y tenía muy desarrollados los otros sentidos que no fuesen la vista; encontrar una llave no podría serle tan, pero tan difícil. Y menos si resultaban estar en lo alto de una montaña, en una extraña cueva que se abría a la mitad de esta sin razón alguna. No quería hacerlo, pero creía lo que decía Rope.
—¿Cómo lo sabes? —le fulminó con aquella mirada, pero Rope sonrió un poco.
—Lo sé y punto: es intuición —abrió su boca del todo para ver sus dientes —Mi compañero es el mejor de todo el lugar y él podría hallar la forma de escapar de aquí si quisiese.
—Creo que lo estás sobreestimando —se acercó un poco a él, plantando su cabeza en la frente de este —Bybe puede ser listo, pero salir de aquí es pasarse.
—¿De verdad quieres probarlo? —sonrió este, poniendo sus ojazos contra los de la chica y dejando ver aún más sus dientes.
—¡Oye, Rope...! —gritó, entonces, desde arriba aquel chico del que estaban hablando, haciendo que los dos diesen un paso atrás y se mirasen con odio sin decir nada; mientras no los viese... —Agárrate, te vamos a subir.
—¿Seguro que pueden contigo? —se burló de nuevo la chica, pero esta vez sonriendo; Rope le sacó la lengua.
—Eres tú la que subestima.
Hizo un movimiento y los dos de arriba entendieron que debían de tirar. Lora, en cambio, se quedó abajo con los dientes muy apretados y suspirando fuertemente tras la pequeña discusión. En cambio, no la iban a dejar allí abajo, puesto que, una vez que Rope llegó allí arriba gracias a las fuerzas de aquellos dos, más del pelirrojo que del ciego, cogiendo la cuerda con una mano, volvió a lanzarla abajo hasta llegar a las manos blancas y pálidas de Lora. Cuando vio que la tenía cogida, con poca gana, Rope se asomó un poco abajo, echando a un lado a Bybe, más por temor que por cualquier otra cosa, y le gritó que se agarrase bien, ya que la iban a subir. Asintió finalmente y, con la ayuda de Then, los dos la subieron hasta que tocó el suelo con ambos pies. Rope era fuerte, no había duda, y lo que tenía Then era altura: debía de pasar fácilmente el metro setenta y cinco. En cambio, ni el chico de pelo beige ni la chica quisieron acercarse mucho más al borde, ya que esta también notaba de vez en cuando los escalofríos por el cuerpo, pero no tan fuertes como los del chico. Bueno, todo cambió cuando miraron en frente y descubrieron lo que les esperaba allí de nuevo: frente a ellos, la cueva se abría en dos y dejaba un espacio entre dos paredes que a ninguno de los cuatro de allí le había gustado; un espacio tan lejano, tan hueco, tan oscuro... A Lora le recorrió un escalofrío.
—Me niego; adiós —se dio la vuelta y estuvo por irse de nuevo, pero recordó su miedo a las alturas y respiró hondo.
—A mí me gusta —sonrió Then, por lo que le dejaron el primer paso, y el segundo, y el tercero... Y, ya que estaban, todo el pasillo.
—Temo que esto no nos salga bien... —susurró Bybe, y fue tras Then, no sin antes llevarse una risa por parte de Lora por chocarse contra una de las paredes al tratar de pasar.
—Ay —suspiró —Nunca me cansaré de verte pegarte contra las paredes...
Nadie le respondió, sino que los dos dieron un paso adelante, Rope dándole la mano a Bybe para evitar que la mujer de pelo rosa se riese más. Esta, en cambio, viendo que se quedaba sola allí, notando su corazón sonando y resonando en su garganta, suspiró; ella también les siguió aunque le diese mala espina pasar por aquellos lugares. Se juntó rápidamente con el grupo y fue agarrada, con algo de vergüenza y timidez, pero con cara de rabia, a la camiseta de Bybe. Debían de encontrar a aquel chico de pelo blanco que había desaparecido y, por alguna razón que no podría entender ni en aquel momento ni nunca, se suponía que debía de estar allí. Supuestamente, allí se encontraba la deseada llave, ¿no? Cheríl parecía un imán para encontrarlas, pensó.
—Al final de este lugar debería de estar, ¿no? —empezó mientras los otros suspiraban en silencio —Pero, si lleva desaparecido casi un día entero, esto ya ha debido de pasarlo hace rato, ¿no, no?
—¡Ay, cállate ya...! ¡¿Y yo qué sé?! —fue la clara respuesta de Rope, que ni se giró a mirarla.
—Bueno, yo solo os saco conversación, porque como la intenteis sacar vosotros...
—Lo mismo da —les calló Bybe, puesto que su compañero no tenía paciencia para estas cosas —El caso es que sé que Cheríl debe de estar aquí y esa es nuestra primera y más importante de las misiones.
—Yo quiero la llave —suspiró Lora, poniéndose muy seria.
—¡¿Llave?! ¡Yo también quiero una! —intervino Then, acercándose a los tres rápidamente.
—Cállate —se molestó la chica, puesto que se dirigía a los otros dos —A lo que me refiero, Cheríl debe de haberla conseguido ya, ¿no?
Los dos la miraron sin saber qué decir, es más, incluso Bybe parecía más molesto que antes al escucharla en aquel momento. Lora, en cambio, sí que estaba seria, puesto que la habían mandado para allá solo para una misión y estaba en aquel momento en un agujero, frío, húmedo, oscuro, tenebroso... Un momento, pensó; la misión a la que venía...
—¡Ay, Loan...! —gritó en alto al acordarse y se giró a toda velocidad hacia atrás; después, volvió la vista hacia ellos, los cuales tenían los ojos muy abiertos —¡Ven aquí...!
Agarró con fuerza del otro brazo de Bybe y tiró de él, arrancando la mano que tenía puesta con Rope en aquel momento. El chico de pelo beige primero se quedó un momento pensando, retransmitiendo y analizando la información, hasta que volvió la mirada arriba para ver cómo Lora sacaba a Bybe, este sin entender ni siquiera a lo que se refería, fuera de la cueva con un paso rápido. El problema vendría al bajar, pensó; le daban miedo las alturas y Bybe...
—¡Oye, oye, oye...! —dijo este, moviendo sus piernas nervioso —¡¿Qué se supone que estás...?!
—Loan corre peligro de desangrarse y tú eres el único que sabe hacer vendas —explicó rápido mientras llegaban al lado más iluminado de la cueva —Estaba muy malo esta mañana y la minina me mandó hacia aquí para llevarte, aunque deba de ser a la fuerza allí.
—Espera, ¿qué...? —abrió sus ojos y dejó de resistirse.
En cambio, Lora no dio tregua, sino que utilizó ese pequeño momento en el que Bybe se relajaba para tirar aún más fuerte de él y llegar de nuevo a la entrada. Fue entonces cuando ella miró abajo, pero Bybe se puso frente a ella, como sabiendo lo que pretendía. En cambio, estaba molesto, ya que no le había respondido.
—¿A qué te refieres con eso? —preguntó, como alterado —¿Cómo está Loan?
—Ya te lo he dicho —replicó —Está muy malo y no deja de sangrar. Tiene fiebre alta y no puede ni siquiera respirar.
—Es imposible... —bajó la mirada con los dientes apretados —Había usado unas plantas que Teka me había dicho que eran buenas para su piel, así que es imposible que...
—Se las hemos quitado —dijo ella, poniendo cara de fiera, olvidándose completamente por un momento que no podía ver —Las manchó enteras en casi medio día, así que Teka dijo de quitárselas, y como él es el científico loco...
—No lo entiendo... —suspiró él, bajando la mirada, pero con las cejas sobre sus ojos, como con miedo y pena a la vez.
—Pues no lo entiendas, cieguito, pero tenemos mucha prisa por si todavía no lo habías notado —lo dijo y volvió a coger el brazo de Bybe.
En cambio, cuando fue a bajar, este hizo un movimiento rápido para escabullirse entre sus brazos y terminar dando una voltereta hasta darse de nuevo contra la pared. Esta vez no se rio ni una pizca, y es que la prisa hacía que la tripa le doliese incluso, por no incluir que el golpe contra la piedra había sido tan directo a su nariz, que estaba un poco mareado tras recibirlo, perfecto para que Lora entrase en acción y le cogiese de nuevo una tercera vez del brazo para bajarlo, pero, sin embargo, debería de esperarse a una cuarta para conseguir bajarlo, y es que Rope, el cual había llegado corriendo de un momento a otro, casi sin darse cuenta ninguno de los dos, la agarró de la camiseta corta y azul que llevaba y la puso contra el borde, con cara de cabreo total y evitando que sus rodillas temblasen, solo para proteger a su amigo. Lora, temiendo también por la altura que tenía aquello, fácilmente podían ser treinta metros, se echó hacia atrás como pudo, pero Rope se interpuso de nuevo. Se miraron, pegando de nuevo frente con frente, pero era esta vez el chico quien realmente estaba enfadado. En cambio, se lo dijo de una manera normal, lo más suave que pudo, aguantando el nudo en la garganta y sin entrecerrar sus ojos.
—Entiéndelo, Lora... Si Teka, siendo él el científico no puede hacer nada por Loan... —se mordió un momento los labios y negó —Nosotros menos. Por una venda que pueda ponerle Bybe, no se va a recuperar, ¿entiendes?
—No... —apretó ella los dientes —¡Sí puede salvarle, si le pone una venda y el sangrado para...!
—¡Loan está muerto, maldita sea...! —y se quedó respirando con violencia, casi poniendo todo su aliento en la cara de la chica.
Esta, en cambio, abrió los ojos con lástima, pero giró la mirada rápidamente hacia otro lado. No quería verlo realmente, pero era cierto y todos lo sabían: aquella herida era mortal si no disponían de amplia y novedosa tecnología en aquel lugar. El hecho de que se ayudasen unos a otros y pudiesen sobrevivir una semana no podría cambiar el otro hecho, el hecho de que aquella herida se estaba infectando y estaba acabando con la vida de su amigo cada cierto tiempo. No querían aceptarlo, por lo menos no Lora, pero Rope acababa de gritárselo en la cara como si a él no le importase aquel chico con su herida, siendo un compañero más, un amigo, alguien a quien proteger durante una semana, como a todos. Apretó los dientes y los puños y, casi sin pensarlo, le golpeó en la mejilla con todas sus fuerzas. Por suerte, lo hizo con el derecho sin pensarlo, puesto que, si hubiese sido con el izquierdo, podría haberlo lanzado al vacío y eso era lo que menos quería ella en aquel momento: no quería mostrar su instinto asesino frente a ellos. Miró atrás, a Bybe con la mano en la nariz y ensangrentada por algunos lados, a Then que acababa de presenciar todo sin decir absolutamente nada, con los ojos menos abiertos de lo normal, pero que se notaban en ellos la sorpresa y el miedo, a Rope en el suelo con los ojos entrecerrados y suspirando. Fue a decir algo, pero no pudo, sino que giró la mirada, levantándose lentamente para salir de allí, del borde al que tanto temía, y le puso una mano a Bybe en frente, aunque recordó que no veía y sonrió un poco.
—Sin duda, eres un chico de lo más torpe que hay —le dijo, aguántadole la nariz mientras no quitaba ojo de encima de su cara, aunque no viese —Lo siento por casi obligarte a ir.
—No... Lo siento yo por no saber curar heridas... —susurró, suspirando.
Lo decía por Loan, pero ella ya tenía claro en mente que no tenía nada que hacer. Le ayudó a levantarse, a Rope igual y giró un poco su cabeza hacia él, como si le fuese a pedir disculpas por el puñetazo que le había metido, pero él pasó del tema, tocándose el bolsillo donde Lora sabía que guardaba el mechero, y se giró a Then. Ella dijo que volvería con los otros para decirles que no les había encontrado, y así no habría problema alguno, ¿no?
De repente, Bybe subió la cabeza a toda velocidad, llamando así la atención de los otros tres. Eso ya se lo sabían; sabían que Bybe tenía muy buen oído y podría haber oído cualquier cosa que hubiese pasado. Se esperaban algo del bosque como tal, pero giró la mirada a toda velocidad hacia la cueva y, acto seguido, echó a correr, mirando atrás para llamar a los otros tres.
—¡Se escuchan pasos dentro...! —gritó a modo llamada y los otros tres le siguieron sin dudarlo apenas —¡Debe ser Cheríl...!
—Bybe, cuidado, no te vayas a chocar contra cualquier cosa —se burló Lora, de nuevo recuperando la sonrisa.
—¡Cállate...! —le sacó la lengua y miró delante, como si pudiese ver algo.
Then se puso a su lado de dos zancadas y los otros les siguieron por detrás, Rope con una sonrisa hacia ella, como diciéndole: "Te lo dije", pero ella pasó del tema y continuó corriendo tras aquellos dos. No fue hasta unos cuantos metros más adelante cuando Then se detuvo el primero al ver algo que le había llamado la atención y cogió de la camiseta a Bybe para que no se chocase contra lo de delante. Los otros dos llegaron a los pocos segundos a su lado y preguntaron, pero el chico pelirrojo solo sonrió y dio un paso atrás para que pudiesen ver lo que había delante; ambos se sorprendieron.
Cuatro figuras, eso era lo que había; cuatro enormes figuras de piedra que estaban puestas en el medio. Cada una de ellas llevaba una careta y un pequeño cuadro, el cual era como un collar para estas; la primera parecía un bloque, ninguna curva en su cuerpo, sino que parecía un gran trozo de piedra puesto para molestar en el camino, pero, en cambio, tenía cuerpo; senos, como toda mujer, los cuales se juntaban como un simple bloque de piedra con la tripa, el cuello, brazos y piernas de esta, pero lo raro de ella era la careta, puesto que era de un color marrón grisáceo, redonda, puesta en su cara con una expresión de estar enfadada, como gritando a algo o a alguien. En su cartel se podía leer algo: Terra. Ahí lo dejaron, pues miraron la segunda. Esta, alta, esbelta, con buenas curvas, buenos hombros, mandíbula perfecta, en una pose como si se estuviese riendo, pues su careta parecía estar haciéndolo, con sus ojos entrecerrados y una gran sonrisa en esta, era una bonita figura en la que ponía otra cosa: Ignis. La tercera, detrás de la primera, con los muslos de las piernas más gorditas y grandes, los pies girados hacia el centro, los brazos, también más gorditos que los de la segunda, puestos sus dedos en su cara, más grande, más graciosa, más miedosa, sobre todo por el hecho de que su máscara parecía conocer bien el miedo, ya que parecía estar sintiéndolo en ese momento. Su collar, en cambio, ponía otra palabra extraña: ventus. Respiraron al mirar a la cuarta, y es que, esta, teniendo casi los mismos rasgos que la primera, pero más baja, más temerosa, con sus dedos más gruesos, más gorditos, con una mandíbula casi perfecta, pero inclinada hacia abajo, justo para ver su careta: parecía triste, con sus ojos casi cerrados, la boca haciendo una curva hacia abajo. Su collar, en cambio, describía otra palabra: aqua.
Los cuatro se miraron sin entender casi nada. Había poco espacio entre figura y figura, pero podrían entrar dos de ellos perfectamente. Se dieron cuenta, en ese momento, de otra cosa extraña del lugar, y es que a los lados había unos huecos muy extraños que les habían llamado la atención, también teniendo palabras raras e incomprensibles para ellos en la entrada, tallados en piedra y casi ilegibles: primis, secundo, tertius, locus. Estos, en cambio, parecía sonar un poco mejor a su idioma, pensaron... O, bueno, no todos.
—Parecen números —sonrió el pelirrojo e, increíble y sorprendentemente, dio en el clavo.
—Claro... —susurró el chico de pelo beige —Parece poner los cuatro primeros números, pero por el resto ni idea.
—¿Cheríl...? —susurró, en cambio, Bybe, haciendo que a todos les recorriese un escalofrío por la espalda.
Bybe no veía, eso lo tenían implantado en su cerebro como un chip ya, pero era tan bueno con el resto de los sentidos que saber lo que le rodeaba no era dificultad para él. Sabía dónde estaba y qué había en cada uno de los lugares, sin leer; a tanto no llegaba, pero lo habían dicho en alto. En cambio, el espacio era tan concurrido y tan cerrado, que para él detectar las presencias no era cosa de otro mundo, y es que era cierto todo lo que decía: Cheríl estaba allí, aunque no se hubiesen dado cuenta siquiera.
A uno de los lados, entre dos de las figuras, la primera y la tercera, el chico de pelo blanco estaba sentado en el suelo, pero con una apariencia algo distinta, pues sus ojos temblaban mientras él tiritaba, su pelo alborotado y sus ojeras, lo cual fue lo que llamó la atención de todos. Tenían claro que aquel chico no debía de haber dormido en toda la noche y que tampoco había conseguido cobijarse del frío, gracias a su tiriteo. Lástima que nadie pudiese donarle una chaqueta o una sudadera, ya que tres de ellos iban en manga corta y Then...
—Solo llevo una sudadera, no tengo nada debajo —la cogió por abajo y se la subió al momento, haciendo que los cuatro mirasen a otro lado —¿Veis? —giró su cabeza.
—Indecente... Bájate la sudadera, perveritdo —le sacó la lengua Lora, aunque no negaba que el chico tuviese mal cuerpo, pero estaba demasiado loco.
Pasando de él, Cheríl era el importante, el cual, cuando salió un poco de su pequeño trance y vio a los cuatro allí plantados, abrió los ojos.
—¡No os acerqueis tanto a mí...! —gritó, abriendo y cerrando los brazos, haciendo que todos diesen un paso atrás —¡Si nos ven movernos tanto, volverá a abriese el suelo y no quiero caerme de nuevo allí abajo...! —incluso pareció sufrir al decirlo, justo antes de dejarse caer al suelo de rodillas de nuevo para toser.
—Cheríl... —susurró Bybe, pero este le apartó rápidamente de un empujón, lanzándole al otro lado.
Cuando se golpeó la cabeza y Rope no pudo detener su impacto, se giró al albino para gritarle, pero no dio tiempo suficiente, pues, de repente, un rayo de color amarillo pasó rozando a todos los de allí por el lugar donde había estado Bybe hacía tan solo un par de segundos. Y, acto seguido y como bien dijo Cheríl, el suelo, de repente, se abrió hacia abajo durante unos segundos interminables en los que ninguno apartó la vista, y, justo después, todo se reparó, volviendo las piedras del suelo a formar el mismo espacio, como si nada hubiese pasado. Ninguno tuvo una explicación clara de lo que había pasado, por lo que miraron a Cheríl, el cual parecía estar sufriendo más que antes cuando dijo aquello.
—Os lo dije... —susurró.

—Bueno... —empezó de nuevo el chico de pelo rubio, posando sus ojos en cualquier otro lugar que no fuese el árbol —Creo que podemos irnos ya...
Teka, sin duda, fue el primero en respirar hondo y darse la vuelta para no volver más por allí; Bubble, que iba de su mano, le agarró fuerte, como si a ella también le doliese aquello, pero terminó girándose también y siguiéndolo. Allí solo quedaban dos personas, mirando con lástima y, a la vez, sin expresión alguna en su cara. El primero de los dos se acercó, dio un paso adelante, bajó la rodilla con cuidado hasta quedarse plantado frente al chico y, lentamente, le recorrió la cara con la mirada. La expresión de neutro permanecía allí, pero ahora tenía los ojos cerrados, las ojeras más visibles, casi incluso moradas, tan llamativas que se podrían ver desde la distancia en la que estaban ya Bubble y Teka, que no era poca. Después de aquello, le puso el dedo índice y corazón para pasarlos por su cara, acariciando los mofletes y su nariz, la cual tenía una forma perfecta, hacia arriba, preciosa... Pero ya daba igual, pensó y apretó los labios con un último giro de mirada.
—Maldito guardia de seguridad... —susurró mientras le miraba la herida, la cual la habían tapado ya con una flor rosa que habían encontrado en lo alto de uno de los árboles —Todavía eras demasiado pequeño como para morirte así.
Después de aquello, hizo un suspiro largo y profundo para levantarse al segundo, darse la vuelta y perseguir a los otros dos andando lento, ya que todavía quedaba allí Caro. Ella, todavía bastante en shok tras lo que acababa de pasar, ni se le había pasado por la cabeza que Tarou pudiese haberle dicho eso a aquel chico que ahora miraba sin lágrimas en los ojos, pero pálida y con la boca levemente abierta.
Por qué, se preguntó a sí misma; si los había protegido y sabía que iban a sobrevivir todos si lo hacían... Entonces, ¿por qué había pasado aquello?
Loan, frente a ella, apoyado ligeramente contra el árbol en donde habían pasado la noche, con los ojos cerrados, la piel pálida, el cuerpo acurrucado con cuidado, la flor que ella había recogido de un árbol para ponérsela en la herida y así evitar el desastre que produciría más adelante cuando todos se enterarse del accidente; Loan estaba muerto, y ya está; lo estaba y no se podía hacer nada por él ya. Lo había intentado, lo había protegido, pero él había acabado muriendo. Ahora, mirar al chico apoyado contra el árbol parecía mentira pensar en todo aquello: solo parecía estar durmiendo como había estado haciendo en la cueva durante unas horas mientras planeaban. Parecía mentira su muerte y todo lo que había pasado hasta entonces... Parecía mentira el lugar en el que estaban y parecía mentira que aquel lugar pudiese acabar con ellos por haber pecado en el mundo. Pero la mentira de la mentira era verdad, y Loan era la prueba de ello. Lo observó unos segundos más, en silencio, notando escalofríos cada pocos segundos. Eso era todo, ¿no? Su trabajo en aquel lugar había terminado, había hecho lo que podía y finalmente había fracasado en la misión de sobrevivir. Entrecerró un poco los ojos y lo analizó una última vez. Ya no había más que hacer, ¿no?
Se dio la vuelta, bajando la cabeza, y continuó la travesía que aquellos tres ya llevaban por delante. Se reunió, junto con Tarou, con los dos primeros y fueron en silencio durante un largo tiempo, pero la pregunta no faltaba.
—¿Y ahora qué? —preguntó la chica de ojos morados, resplandeciendo tanto que parecían de otro color —¿Qué va a pasar ahora?
—¿Que qué va a pasar? —respondió Tarou, como enfadado, pero levantó sus hombros e hizo un gran suspiro —Moriremos, todos, y ya está.
—Me refería a qué vamos a hacer nosotros ahora... —dijo, molesta por la respuesta —Lora no ha vuelto con Bybe y, conociéndola, no lo va a hacer, así que nos hemos dividido de nuevo y Cheríl...
—No dudes, Caro —la calló Teka, sin mirarla siquiera, aunque ella sí lo hizo y vio cómo Bubble la fulminaba con la mirada —Iremos a por la llave, la del humano... —lo dijo, lo dejó en el aire unos segundos justo para darse la vuelta y girar ligeramente la cabeza —Creo que ya lo he entendido.

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