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Caro, Teka y Lora siguieron abriendo puerta tras puerta tras puerta, pero no fue hasta la tercera de la parte de abajo del primer paso cuando, al abrir una puerta, por fin se detuvieron. Miraron en frente, a una salita pequeña, estrecha, la cual tenía poco más que ventanas rotas, por donde entraba el viento congelado, y el suelo y las paredes rasgados, como si alguien las hubiese arañado. En cambio, no fue por eso por lo que se detuvieron, ya que la habitación en sí no era cosa del otro mundo, sino porque allí, justo en la esquina de aquel lugar, iluminados por la poca luz azul que entraba por la ventana y daba bajo las cortinas, volvieron a reencontrarse con sus amigos. Tarou, el más cercano a ellos, miraba al cielo a través de la ventana, apoyado así en un lado de la pared y con rostro neutro; Then, tirado en el suelo, con la cabeza sobre sus brazos y estos incluso escondiendo un poco de su rostro, pero sus ojos eran expresivos, de aburrido, de suspiro; Cheríl detuvo la mirada justo cuando ellos entraron en el lugar casi tan rápido como lo que habían tardado en tocar el pomo y abrir, pues su cara, de ojos grandes y rojos y ahora húmedos les llamó la atención, pero fue más quien estaba a su lado quien la obtuvo del todo una vez se dieron cuenta de su presencia. Justo en la esquina de la habitación, acurrucado con una de sus piernas, pues la otra la tenía estirada y vendada con un par de calcetines, donados por parte de Cheríl, que sostenía su cabeza y escondía medio rostro suyo, y otro por parte de Tarou, el cual, viendo que no había más opciones... Bybe, en cambio, tenía los ojos cerrados, por lo menos aquel que se le veía, pues muchos habían olvidado que su pelo era tan largo que le tapaba el ojo derecho, en el cual tenía una cicatriz por dos lados. Sólo había sido el albino el que había fijado su mirada en los nuevos al llegar, pues los otros ni siquiera levantaron la mirada. Los tres se quedaron en silencio, en parte aliviados por haberlos encontrado por fin, pero por el otro preocupados al ver la herida ensangrentada del peli negro; esto mientras cerraban la puerta. La verdad, después de haber estado casi hora y media buscando una puerta por toda la casa que fuese exactamente aquella que necesitaban, descansar con sus compañeros no estaba de más, así que fueron a su lado y se sentaron en silencio. La tensión se podía cortar con un cuchillo, o con la navaja que la mayoría tenían todavía, entre ellos, los recién llegados, y los que ya estaban allí. Caro miró a otro lado y suspiró, relajando un poco sus tensiones tras haber sobrevivido a varias pruebas que la casa les ponía.
—Hemos visto una llave —soltó, así, de primeras, lo que hizo que varios de ellos abriesen sus ojos con un brillo, pero sin mirarles todavía.
—Una llave... —repitió Tarou, pero volvió la mirada a la ventana con un suspiro y subió sus hombros —No me apetece ir a por ella ahora que la casa ha decidido ser lo más violentos posibles...
—Es gracioso que lo digas tú, ¿eh? —sonrió Lora, pero él suspiró más fuertemente, como enfadado.
—No estoy de humor... —subió su nariz y frunció su ceño —Así que te callas.
Por supuesto que respondería hacia aquello: le gritaría, le diría lo malo que había hecho, pero la situación no estaba para hacerlo. Teka observaba con frialdad la pierna herida de Bybe y cómo habían decidido parar el sangrado a pesar de que le había atravesado completamente el músculo y seguramente el hueso también. Se cambió de lado para observarlo mejor y, con un vistazo rápido, miró a otro lado con mala cara.
—Eso no tiene buena pinta... —susurró, lo que hizo que Bybe abriese los ojos y él se echase atrás con miedo: no pretendía tocarle y juraría no haberlo hecho —Ah... Bybe... —se recompuso sin que el chico hablase nada ni cambiase su expresión, pero rozó ligeramente el muslo del chico —El pantalón se te ha metido en la herida y esto...
—Molestas —le calló Then, golpeando su hombro desde atrás, sobresaltando al chico al momento —Silencio —y se volvió a girar de nuevo.
El científico simplemente asintió en silencio, mirando a sus compañeros, como analizando y tratando de leer la situación. Tenía claro que Bybe no se encontraba en sus mejores momentos, probablemente por las heridas que tenía en su pierna, las cuales debían de escocer y palpitar por momentos y él lo sabía. La suya no había sanado tampoco, solo aguantaba su dolor para seguir adelante, pero le parecía algo excesivo pedirle lo mismo o incluso algo más allá a ese chico de ojos azules. Había notado, como científico, los ojos rojizos y la parte de las ojeras ligeramente más húmedo de lo normal. Él debía de haber gritado, como Lora había dicho antes, y supuso, o supusieron, que debería de haber sido por esa razón. Daba igual, le habían pedido no intervenir y él haría caso.
A su lado, Caro miraba por la ventana, al lado contrario al que estaba Tarou, con el ceño fruncido y suspirando, para comprobar que, extrañamente, la luz del día no se veía en ninguno de los lugares, sino que parecía haber desaparecido para dar paso a la oscuridad, y de nuevo de noche. El chico, el cual todavía se tocaba el pelo con dos dedos, lo que le llamó la atención a Caro, tenía la mirada oscura mientras miraba. Por su lado, Lora simplemente se tumbó mientras revisaba las caras de cada uno de ellos con los ojos y en silencio y suspiraba.
—No es por meter prisa, pero yo quiero salir de aquí cuanto antes, ¿sabes...? —soltó la chica, mirando a otro lado, pero detuvo de nuevo su mirada en Bybe primero y después la subió de nuevo —Y, bueno, teníamos una idea...
—No sé qué quieres, dichosa mujer —suspiró Tarou, pero ni se dignó a mirarla siquiera —¿Una llave dónde has dicho?
—Eso es lo que no sabemos —mencionó la rubia, por lo que Tarou chasqueó la lengua y cerró los ojos.
—No me voy a jugar la vida más por una llave desaparecida...
—Sí, y seguro que luego tenemos que estar buscando la puerta otros mil años más —soltó Cheríl, aunque no tan alegre como le hubiese gustado, pues Bybe estaba a su lado y comprendía su dolor tanto como para detenerse antes de gritar.
—Sobre eso... —empezó entonces Teka, subiendo la mirada con pena por haberle mandado antes callar y bajó los hombros justo después —Te equivocas; tenemos la puerta.
Aquello hizo que los cuatro de allí, incluido Bybe, subiesen la mirada con un pequeño brillo, el cual no tardó en hacerse normal en sus ojos, mirando a Teka. Él asintió con la cabeza, todavía sin mirar a un punto fijo, sino al cielo, al oscuro y alto techo de esa habitación justo, y suspiró. Por supuesto, acto seguido, mencionó la situación del lugar, pues habían llegado a subir las escaleras buscando la puerta de la llave y allí la habían encontrado, sin duda, pero con algo de curiosidad y casualidad.
—Es la única puerta con candado, así que podemos suponer algo —se reafirmó, recordándola como si la vieses —Si cogemos la llave y subimos corriendo...
—Bybe está herido —soltó Cheríl.
—Sí... ¡Y tampoco sabemos dónde está la llave! —añadió Then, todavía remarcando ese hecho.
—Por eso lo decía —admitió la chica de pelo rosa, mirando a todos lados a toda velocidad, como para demostrar que tenía razón —Hemos pensado en un plan que puede llegar a funcionar.
—A ver... —soltó Tarou entonces, cambiando por fin de posición para sentarse en el suelo, con los ojos cerrados y los brazos cruzados —Habla —abrió sus ojos.
Por fin, Lora consiguió la atención que pedía, de parte de su grupo de compañeros y de los otros que ya estaban allí, incluido Bybe, que abría su único ojo sin brillo y mirándola fijamente, como si supiese dónde estaba. Ella solo giró la cabeza al verle, esforzando en sonreír, incluso teniendo en cuanta que el chico era incapaz de saber lo que tenía su cara, pero se puso a cuatro patas para gatear hasta su lado. Ella había estado con Bybe antes en la segunda misión de la llave y sabía exactamente lo que el chico podía y no podía hacer. Por eso, al haber dicho el plan antes, a los dos les había sorprendido la manera en la que habían escapado del lugar, y, sin duda, pretendía lo mismo una segunda vez. Fue justo por eso, una vez más que, frente a Bybe, sentada con las piernas de atrás estiradas, haciendo una posición de "M", giró su cabeza y sonrió.
—Bybe, querido mío —empezó, haciendo que el chico incluso se asustase y abriese mucho más los ojos al no haber notado la presencia inminente de la pelirrosa —Sácanos de aquí.
—¿Qué? —dijo al momento, tratando de echarse más hacia atrás, pero la pared se interpuso entre su escape y él, por lo que cogió aire y pestañeó forzadamente —¿A qué te refieres?
—Bueno, ya nos sacaste a todos una vez del laberinto, así que creo que puedes hacerlo de nuevo, pero de esta casa —respondió, con los ojos bien abiertos hacia él al decirlo —Estoy segura de que puedes sentir la presencia, o lo que sea, de esa llave que nosotros estamos buscando, ¿no? Ya sabes, tienes esos poderes raros y...
—Sí... —susurró él, mirando abajo y apretando su rodilla contra su pecho, puesto que la otra apenas podía moverla del dolor.
—¿Cómo dices...? —se acercó más a su cara, quitándole hasta el aliento —Te recuerdo que no puedo oírte nada si susurras...
—Te digo que sí —abrió más los ojos, frunciendo un poco el ceño y cogiendo aire rápidamente —Sí, puedo sentir algo en este lugar y toda esa tontería... —cambió su aspecto rápidamente a una cara de pena y abriendo la boca, dejando ver sus dientes —Pero no soy capaz ahora mismo de hacer nada...
—Agh, pequeño saco de inseguridades —dijo, acariciando su cabeza, pero él se la quitó de inmediato, nada más notarla casi.
—No soy inseguro —le miró mal, pero ella sólo se rio —Bueno, tal vez esté más inseguro porque mi pierna se ha roto.
—Sí, y tu pantalón... —empezó Teka, pero Lora le puso una mano en la boca, lo que le calló al momento, él suspirando.
—Tu pierna no importa en absoluto; no la necesitas —se reafirmó.
Bybe, en cambio, suspiró, mirando arriba con el ojo todavía húmedo, entrecerrado. Estaba agarrando fuerte la chaqueta de Cheríl mientras se lo pensaba y respiraba hondo, como pensando en lo que vendría ahora o lo que le harían hacer: no se sentía confiado, ya no, y tampoco tenía fuerzas para continuar. Su pierna estaba herida y probablemente no podría caminar por sí mismo: lo de las paredes era lo mínimo en aquel lugar. Desvío la cabeza una vez más hacia la chica, como esperando lo que viniese ahora.
—Te he llevado más de una vez del brazo, así que no creo que peses demasiado si te llevo a caballito —fue su teoría, pero tanto él como Tarou negaron al momento, aunque fue aquel chico el que le calló, pues su voz era mucho más alta y potente que los sususrros de este.
—Si alguien va a tener que llevar a alguien a caballito, no voy a ser yo... —empezó, apretando los dientes, pero rápidamente miró a otro lado, suspirando y haciendo fuerza entre sus labios —Pero, si es por el chico ciego, me da igual ser yo quien lo lleve.
Casi al segundo, a Bybe se le iluminó la cara, contando su oscuro ojo, ahora gris por la poca luz que había en todo el lugar. Supuso que Tarou seguía de pie, pero este llamó su atención, chasqueando dos veces sus dedos para que bajase la mirada. Suponían que con sólo tocar las paredes, como había hecho ya una vez en el laberinto, podría encontrar la llave tan buscada. Por eso, mientras Tarou se agachaba para que entre Caro y Cheríl ayudasen a Bybe a levantarse y sentarse sobre su espalda, este pensó que tal vez era mejor decir toda la información que tenía antes de partir.
—Antes, cuando estaba con Rope... —empezó, mordiéndose los labios, ya que no pretendía decirlo de aquella manera, pero le había salido sin querer —No solo podía notar la presencia de una cosa, sino de dos...
—¿Dos? —preguntó la chica rubia, poniendo su pierna mala en el lado donde debía y Bybe asintió, aguantando el dolor y el grito inminente que quería pegar —Bueno, tiene sentido... —volvió a decir ella, tocando su cabeza como para avisarle de que ya estaba bien subido.
—¿Sentido? ¿Dónde le ves tú el sentido? —se extrañó Teka, pero también Tarou al decirlo, mirando a Caro a pesar de tenerla a su lado.
—Pues... —empezó, subiendo su dedo índice arriba, como para señalar a la planta superior, pero no siguió por una simple razón.
—Tarou —sonrió Cheríl, cortando a la chica a mitad de frase y todos le dirigieron una mirada —¿Recuerdas lo que te dije antes? Que iremos a ver a la criatura que le dije a Loan —y amplió más la sonrisa.
Fue por eso que Tarou suspiró, mientras que el resto se alteraron al escuchar aquello, dando un paso hacia atrás. Caro, en cambio, revisó la cara que tenía Bybe: todo serio e inexpresivo, y es que la información que Cheríl acababa de dar y aclarar ya parecía saberla. Se cogió fuertemente al cuello de Tarou con sus brazos y escondió su cara entre su camiseta y la espalda del chico.
—¿Está bien que me lleves...? —empezó, susurrando para que nadie le escuchase.
—¿Cómo dices? —se molestó este, pero golpeó el suelo con el pie y sonrió —¡Pero si no pesas más que globo; y la pierna no es una molestia para nada!
—Ah... —susurró de nuevo este, aunque sonrió un poco, sabiendo lo que pretendía Tarou después de todo lo que había pasado: pretendía animarlo para salir de allí —Gracias.
—¿Cómo que no tenías inseguridades...? —se burló, aunque más seria de lo normal, Lora, golpeando con una patada la parte de abajo de la espalda de Bybe y sonriendo —Venga, sácanos de aquí.
—Sí —miró atrás, abriendo un poco el ojo.
Mientras Bybe estuviese de su lado, sin tener que perderle en ningún momento y pudiendo usar sus poderes, la ventaja la tenían escrita y la victoria cercana. Sobrevivirán, lo tenían claro; saldrían de allí de cualquier manera, daba igual cómo, solo debían de hacer ahora una cosa. Tarou, con Bybe sobre él, caminó cerca de las paredes para que el chico ciego fuese rozando cada una de ellas con toda la palma. Notaba cómo los trozos de la pared rota y que estaban por fuera de esta le rozaban, le cortaban la palma por momentos, pero él se concentró, cerrando los ojos. Los otros cinco fueron siguiéndoles; algunos por delante, protegiendo, abriendo las puertas y demás, como era el caso de Cheríl, Caro y Then, y otros que iban por detrás, más rezagados, mirando a los lados, como eran Lora, que le daba ánimos al chico de pelo negro, quitándole concentración, y Teka, temeroso de lo que les pudiese venir por delante. Más de una vez la casa giró y todos cayeron al suelo, resbalando y demás, o los pinchos salieron y les asustaron, teniendo que obligarlos a correr y a perder el paso porque Bybe se negaba a seguir adelante cuando eso ocurría. Finalmente, tras dos vueltas sin resultados, se metieron en otra sala vacía, esta con la ventana abierta, y obligaron nuevamente a Bybe a poner la mano para escapar de allí, encontrar la llave de una vez, dejar todo allí y seguir adelante, metiéndole prisa mientras él entecerraba sus ojos.
—Venga, cieguito... —tocó su hombro Lora, como para obligarle a caminar y a seguir buscando la llave —No nos hagas perder más tiempo...
—Presiento que la siguiente seguro que es —sonrió Cheríl, tratando de animar la situación con su bonita sonrisa y cara de niño bueno —Bybe no se equivocaba nunca y seguro que esto tenía que pasar.
—Cállate, Cheríl —mandó Caro, como algo molesta, pero preocupada a la vez —Si le metemos mucha confianza, tal vez es incapaz de seguir.
¿Confianza? Sí, tal vez necesitaba de eso, pero no del que le daban sus amigos, ya que eso era confianza y ánimos falsos y él lo sabía. Si no lo conseguía, sería una pérdida de tiempo, pero si lo hacía... Notaba una presión en el pecho cada vez que lo pensaba, como si supiera que algo debía de pasar en algún momento, algo que no fuera un suelo movible o una montaña de pinchos; no, era algo más. Se agarraba más fuerte a Tarou, mirando en frente con los dientes clavados en el labio inferior, y metiendo tanto las uñas a la hora de sujetarse que más de una vez Tarou le había gritado para detenerle. Fue entonces que Lora giró su cabeza por un momento y entrecerró los ojos, hablando como siempre: cuando no debía, ya que a Bybe se le aceleró el corazón al mil por cien cuando lo mencionó.
—Es que nuestros ánimos no le funcionan, minina. Solo necesita los de ese molesto chico de pelo beige... —suspiró al decir aquello, y el doble al mencionar su nombre —Ay, Rope...
—Es cierto —se giró Caro dos veces, como mirando entre ellos y abriendo los ojos —¿Dónde está Rope? ¿Se ha perdido o algo?
Al mencionarlo, Bybe metió la cabeza más fuerte y agarró el cuello de Tarou al borde de ahogarlo, apretando los dientes. Uno, dos, diez, quince segundos y sin respuesta, lo que hizo que los otros se extrañasen, pero el primero en verlo no fue otro que Teka, el cual bajó los hombros rápidamente y miró a otro lado con los ojos de pena, mordiendo sus labios una vez más. Caro y Lora se giraron al chico y, al ver su reacción, se detuvieron, mirando todavía a Bybe. La rubia dio un paso atrás para mirar abajo y cerrar sus ojos con rabia, mientras que Lora solo negó con la cabeza, como si le estuviesen contando una broma.
—No... No puede ser, ¿verdad? —sonrió un poco, pero ni siquiera Tarou la estaba mirando, por lo que cambió la cara a una de dolor y preocupación al momento y se tocó el brazo con el otro —Ya veo... Lo siento... —y se detuvo, dando a entender sus verdaderos pensamientos y empatizando con su compañero.
La mayoría de los de allí habían perdido a su compañero, a aquella persona que conoció primera y que se abrió a ella. Era bastante doloroso ver cómo esa persona terminaba cayendo antes que tú, teniendo la sensación desde un principio que podrían ayudarse mutuamente y terminar escapando para sobrevivir. Bybe, sobre todo, se había llevado muy bien con Rope y este le había tratado como el más importante al saber su condición, mientras que el resto lo habían visto como uno más, alguien que, supuestamente no moriría por ser inocente. Si ese fuese el caso, ¿cómo podrían explicar el hecho de que el chico iba cojo de una pierna? Daba igual, aquello no era lo importante en el momento, sino que Bybe relajó los brazos y, suavemente, colocó su mano de nuevo en la pared, mirando a todos ellos a su alrededor, como para obligarles a moverse, esta vez él.
—No me subestimes, Lora... —dijo, chasqueando la lengua y bajando la cabeza —Puedo ser ciego, puedo tener una pierna rota y puedo haberme derrumbado durante un segundo por la muerte de Rope, pero yo quiero salir de aquí ya de una vez, así que, por favor, Tarou, sigue caminando; siento que estamos cerca.
Tan solo con aquello, ese pequeño discurso cutre del chico, aparte de corto, hizo que todas las miradas se dirigiesen a él, pero a la vez que sonriesen, y es que tenía razón, pues nadie se podía deprimir todavía, para eso ya habría tiempo, pero deberían de aprovechar y escapar de allí lo antes posible. Fue por eso que, con la mirada clavada en Bybe y una sonrisa, volvieron a emprender el camino rápidamente, pero, como bien decía el chico, no mentía cuando había aclarado que no estaba demasiado lejos, pues encontraron la puerta deseada tras casi dos enormes pasillos, muchas, muchas puertas abiertas con millones de puertas tras ellas, barridas de suelo, pinchos inesperados y todo ello mientras Bybe dirigía con sus ojos cerrados y la mano posada ligeramente en las paredes cortantes de la casa y todos le seguían en silencio, pero protegiéndose todos de todo.
Fue entonces que, cuando Bybe volvió a abrir los ojos, estaban frente a una puerta justo, él con la mano extendida hacia el pomo, Tarou agachado para que llegase a este, y los otros cinco rodeándoles con los ojos abiertos de duda y la boca abierta, pues era la primera puerta que el chico abriría en toda la tarde. Tragó saliva mirando atrás, como dudoso, pero la verdad era que estaba muy seguro de aquello y por eso parecía odiar a la puerta con aquella mirada de seriedad que le echaba. Con suavidad, tocó el pomo, lo rozó con ambas manos; después, lo agarró fuerte y lo giró. De repente, se abrió y la iluminación les dio a todos de frente, incluido a Bybe, al cual le molestó y cerró su único ojo. Allí, frente a ellos, el foco de luz apuntaba abajo, a algo clavado en la pared, un tipo de vitrina de cristal, algo brillante, pero transparente; algo que contenía un objeto grande y brillante: una llave. Sabían, en cambio, que seguro que era una trampa como ya había pasado una vez en la guarida de los números y el agua, otra en las estatuas y el laberinto, otra en aquellos cuadriláteros y una más en la casa donde se encontraban actualmente. Sí, no se fiaban ni un pelo de la llave y menos de meterse a ese cuarto. Es más, primero de nada, debían de asegurarse ellos mismos, así que miraron a Tarou, el cual asintió con los ojos cerrados y no dudó en hacer lo que tenía planeado: se agachó un poco a uno de los lados y desenganchó las manos, tirando a Bybe al suelo, el cual cerró los ojos con dolor.
—¡Au...! ¿Qué preten...? —empezó, pero le cortaron.
—Lo siento, chico ciego —empezó, levantándose de nuevo y mirándole de reojo —Pero, si entras, eres la presa más fácil aun yendo en mi espalda.
—¿Pretendes entonces dejarme aquí, desprotegido y solo? —se quejó este, abriendo los ojos todo lo que pudo, pero el peli morado chasqueó la lengua y siguió recto, así que Bybe se quedó en silencio mientras todos entraban, dejándole solo.
No era capaz de ver, pero sí de notarlo y lo odiaba: quedarse solo en un espacio tan concurrido que ni siquiera era capaz de encontrar algo por mucho que se lo pusiesen y que usase sus poderes y encima sin poder escuchar nada, ya que dejaron entrecerrada la puerta; Bybe tenía miedo a quedarse solo, pero era la prioridad, ¿no?
—No estáis solos ahí dentro con la llave... —susurró, cerrando sus ojos y agarrando su única rodilla con miedo y bajando la cabeza —No quiero morir, por favor... —suspiró, como pidiéndoselo a quien fuese, aunque no fuese creyente.
En cambio, en la habitación de dentro, habiendo dejado entrecerrado, los seis restantes entraron. La habitación parecía un pequeño escenario: los foco en el medio, apuntando a la figura del centro, puesto que era lo único de la sala, mientras que las paredes y el techo era todo oscuridad y quién sabe a dónde llegaban incluso. Hasta la puerta se podría decir que estaba en medio de la nada, pues la pared de su lado era tan oscura que parecía continuar recto. El suelo, bien cuidado, era de madera pulida, como para retocar el hecho de que la llave se encontraba allí. La llave, la última llave, por fin, pensaron todos, pero todavía estaban alerta por cualquier movimiento, trampa, susto o lo que fuese, pero, tras casi un largo minuto caminando y haciendo pasos para atrás incluso, la habitación parecía estar cada vez más asegurada, como si de verdad nada fuese a pasar, lo que les molestó a algunos, a otros les estresó y alguno que otro todavía estaba temeroso, sobre todo el científico, que se acercó rápido a Cheríl y cogió aire.
—Sabes de esto, ¿no? —recordó lo que había dicho, así que señaló a la llave —Si la cogemos, ¿crees que algo se activará?
—Mhm... —miró arriba y sonrió, sacando sus colmillos —Por supuesto —y mostró sus dientes aterrando al chico, dejándole un dolor de pecho peor que el que ya traía de antes.
La llave, frente a ellos, brillaba, relucía, eneñaba sus colores oscuros y a todos les dejaba con la duda de qué hacer: cogerla o no, dar el primer paso o no, acercarse o retirarse... De un modo u otro, estaban preparados para que lo fuese a venir, y eso lo remarcó Caro al darse la vuelta.
—Cualquier cosa que nos venga, podremos con ella —se reafirmó, pisando con fuerza —Ya hemos sobrevivido a tres pruebas y a este lugar, así que no creo que sean tan creativos como para crear algo más a partir de aquí.
—Es un jefe final, ¿no? —preguntó Cheríl, sonriente.
—Sí —también sonrió Lora —Tiene razón, minina; los jefes finales van a saco.
—Esto no es un videojuego... —suspiró la chica, todavía pensando en un plan, hasta que sus ojos se iluminaron por fin —Vale, ya sé: podemos dividirnos en dos y...
—Ajá —solto Then a su lado, asintiendo, lo que molestó a la chica, quien se detuvo para regañarle, pero sus ojos se abrieron al ver al chico a su lado.
Con la cabeza a un lado, los ojos fijos en el cuerpo de la chica, pareciendo estar haciendo caso por una vez en su vida, o eso es lo que podían haber llegado a pensar, pues el caso se lo había saltado hasta ese momento justo y es que era sencillo lo que ocurría, lo cual molestó a todos y a la vez les sorprendió la habilidad del chico para pasar tan desapercibido: Then llevaba, cogida con ambos brazos y con su sonrisilla inocente, la llave. Se giraron aterrados ante aquello, y alguno le llegó a molestar, como a Tarou que, temeroso, había golpeado, o tratado de golpear, al chico, pues este lo había esquivado.
—¡Then...! —le miró con odio —¡Te mato...!
—Tranquilo, Tarou —soltó Caro, dando un salto entre medias de los chicos —Todavía no ha pasado nada, así que prepárate para lo que venga y...
Tal vez, fue simple casualidad; tal vez, eso estaba previsto desde que habían llegado allí, a aquella casa, a aquel lugar, pero, tal vez, era lo que tocaba. Caro detuvo su frase cuando notó cómo algo a su lado se detenía en un punto. Para eso, se dio la vuelta un poco confundida, como si lo que fuese a encontrar allí ya lo supiese de antemano, pero sus ojos tardaron unos segundos hasta darse cuenta de lo que realmente estaba mirando.
A su lado, un charco de sangre la había paralizado y ahora lo analizaba cuidadosamente. Decidió, con miedo y sin poder casi respirar, subir la cabeza hasta fijarse de dónde venía aquel charco rojo, pues estaba claro que algo o alguien lo había expulsado y, sin duda, aquello parecía irreal, completamente irreal, como si fuese un chiste o una broma. A su lado, con la mirada en el suelo, estaba su compañero de pelo blanco, al cual le temblaban los ojos, los hombros y apenas parecía estar respirando, tenía la boca manchada de sangre oscura, pero no sólo eso, pues más abajo había más sorpresas: un tipo de látigo oscuro, casi como un pincho, pero que se movía como una serpiente, atravesaba su pecho agresivamente de un lado al otro, justo entre la tripa y la garganta. Abrió la boca, enseñando sus colmillos, y trató de coger aire lentamente, pero notó que era casi imposible. Ninguno se movió ni un palmo al ver aquello, ni siquiera Cheríl, el cual entrecerró los ojos, mirando al suelo y respirando rápido; la herida había penetrado su pecho y ahora perdía sangre, pero no tanta como se esperaba, aunque no debían de apresurarse demasiado pues, acto seguido, el látigo negro empezó a moverse mientras el chico abría un poco la boca para susurrar.
—Te lo... —empezó, tosiendo y sin mover sus ojos de miedo de su posición —Dije...
Y, justo después, el látigo fue arrancado con violencia de su cuerpo, echándolo hacia atrás, tirando al chico al suelo, dejando que se desangrase lentamente en este, llenando todo de sangre. Ninguno se movió, ninguno a excepción de Caro, la cual dio un paso rápidamente y se sentó en el suelo, mirando la herida. Era un corte profundo, no lo negaba, pero...
—¡Cheríl...! —gritó, nerviosa, mirando y analizando todo —Tranquilo, esto no es...
—No... —susurró él, lo que hizo que se detuviese —Ve... —pero no continuó, pues se paralizaba mientras temblaba.
—¿Ve...? —repitió ella con duda, pero se puso más nerviosa —¡¿Ve a dónde?! ¡¿A dónde...?! —pero el chico no siguió hablando, sino que se quedó en el suelo únicamente respirando y temblando.
—Déjalo, minina —se rio Then y todos le miraron mal, pero él giró la cabeza mientras hacía girar la llave entre sus dedos —Cerecitas tiene pánico a sangrar, no como yo.
—Espera, ¿qué? —se giró ella con duda, pero se reafirmó.
—Se paraliza si sangra —levantó los hombros —Justo como antes.
—No me fastidies —entrecerró sus ojos Lora, justo antes de notar algo más.
La llave la tenía Then, es decir, estaba donde no debía de estar, por lo que, de repente, el suelo comenzó a temblar de arriba a abajo. Todos miraron inconscientemente arriba, hacia la oscuridad y, al momento, de esta salió un rugido. Un grito ahogado, un gruñido, algo aterrador que, en cambio, pensaban haber oído antes, y así era: era la criatura que les daba la bienvenida, la misma que les había provocado escalofríos antes de entrar, la misma que había herido a Cheríl, el cual tenía los ojos entrecerrados mientras respiraba entre los brazos de Caro.
—Ve... —susurró, cerrando los ojos y apretando sus puños contra su chaqueta —Te... —terminó el chico, poniendo su cabeza contra el pecho de esta.
—¿Vete...? —susurró Caro, brillándole los ojos, pero cambió rápidamente a una cara de enfado —¡Ni de broma; estás herido...!
El tembleque se hizo peor en ese momento y todos se preocuparon. Then y Teka salieron de allí sin pensarlo mucho más por el miedo a que algo les volviese a atacar, mientras que Tarou les siguió con un suspiro, ya que él tendría que escapar con Bybe antes de que aquella casa, aquella mansión que temblaba, se fuese a derrumbar ante sus narices. Sólo Lora se quedó a su lado, golpeando con el pie el suelo incontables veces mientras ella giraba la mirada.
—Tranquilo, Cheríl... —suspiró, evitando ponerse nerviosa en aquella situación, y es que el albino estaba más pálido de lo normal y temblando por estar ensangrentado hasta arriba —La herida es grave, pero puedo curarte si te saco de...
—Vete... —bajó nuevamente la cabeza y, al golpear su cabeza contra el pecho de la chica, las cerezas terminaron cediendo de su cabeza y resbalaron hasta la mano de Caro —Vete... Vete, vete... —siguió el chico, mientras tosía y ella abrió los ojos desesperada.
—Pero si yo puedo ayudarte a... —continuó ella, pero otro rugido la detuvo y no sólo eso.
—Solo vete... Por favor —abrió los ojos y derramó una pequeña lágrima en sus manos, mordiéndose sus ensangrentados labios —Por favor, Caro —cogió aire mientras respiraba con dificultades, pero le fue suficiente para tratar de alejarse de los brazos de la chica y caer de nuevo al suelo —Vete ahora...
—¡Pero...! —siguió ella, pero Lora agarró su braga y la echó hacia atrás.
—¡Ya le has escuchado, minina! —dijo la chica, mirando a todos lados nerviosa y respirando rápido —¡Vámonos...!
El tembleque era mil veces más fuerte que antes, pero todavía podían seguir de pie. Fue por eso que, con aquel tirón por parte de la chica pelirrosa, Caro por fin entró en razón. Tocó la frente del chico una última vez mientras este evitaba gritar del dolor que sufría y echó a correr de allí, dejándole solo en un charco de sangre y con rugidos de aquella bestia que se oían por todo el lugar, pero no tan fuerte seguro como a su lado. Cheríl cerró los ojos una última vez, tosiendo y lamiendo la sangre que salía de ellos; se había dado cuenta de cuándo se le había caído su orquilla, pero lo había dejado pasar y ahora estaba boca arriba, mirando el oscuro techo y con sangre en toda su blanca ropa y pelo.
—Maldición —se rio, con sus ojos cerrados —Soy un miedica.
Justo después, el techo se desmoronó cuando aquel animal que gruñía y gritaba entraba en acción por fin, echando a correr justo detrás de las chicas que habían salido últimas y el resto, tirando las puertas, los techos y las paredes por donde pasase. Era una persecución nueva entre un cazador y los cazados, de los cuales quedaban seis.

Entrada de los Pecadores Where stories live. Discover now