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Allí, frente a ellos, una luz reflectaba el lugar. El sitio entero era casi todo dorado, parecía mentira que aquello estuviese en aquel lugar; las ventanas reflectantes de colores verdes claro o azules, dejando sobre ellos un lugar lleno de colores de todo tipo. Sobre todo, iban directamente hacia el centro del lugar, aquella caja enorme en el centro de este. Todos, los nueve, mirando dentro del objeto, pudieron contemplar aquella llave que llevaban buscando desde hacía horas; la primera llave dorada para abrir la caja. Era grande, casi tan grande como un lapicero nuevo, la primera parte de esta era más grande que el resto del objeto, además de tener un tipo de gemas rojas sobre ella. El resto, tenía tres aperturas de oro, haciendo la forma final de la llave. Todos la estaban observando con los ojos resplandecientes, como si de un tesoro se tratase, que así era para ellos, en verdad.
El primero en moverse, en cambio, fue Tarou, muy rápidamente para que ninguno se le adelantase. Posó sus dos manos a cada uno de los lados de la caja y, lentamente, ante la mirada de todos de sorpresa, giró un poco, haciendo un ruidito que les llamó la atención. Justo después, tragó saliva antes de coger, con mucho cuidado, la parte de abajo justo para decidir al momento subirlo, puesto que no parecía haber otra apertura que aquella. Con todos nerviosos y sin apartar la mirada, dejó con lentitud la apertura de la caja a uno de los lados. Allí estaba, frente a ellos, la llave, resplandeciente y era de verdad. No pudo evitar sonreír.
—¿Y ya está? —se burló —¿Tanto para esta tontería?
—Yo lo he pasado muy mal, que conste —se molestó Cheríl, mirándole con asco —Casi se muere mi compañero.
—Y todavía no está seguro del todo... —suspiró Teka, aunque aquello no era lo más importante en aquel momento, sino lo que tenían en frente.
La llave, la preciosa y molesta llave que habían estado buscando; la tenían delante, solo tenían que cogerla y sería suya. No había salida para ninguno, es decir, ninguno podría traicionar a otro. Se miraron con intriga, ¿de verdad la compartirían? ¿En este punto de la historia, después de haber luchado y adivinado todo lo que necesitaban?
Por supuesto, sonrió Caro, y Tarou la agarró casi sin dudarlo. Inmediatamente después, mientras se pasaban la llave para mirarla y analizarla todos, algo llamó la atención, pero solo de Bybe. Un crujido, un pequeño tintineo que hizo que su mirada cambiase de lugar hacia atrás. Con los ojos muy abiertos, miró con duda a los cristales. El crujido que había escuchado sólo había sido un ruido, pero, en cambio, nunca había terminado, puesto que parecía haber aumentado rápidamente para sonar casi tan fuerte como un estruendo para sus oídos. Abrió los ojos lo más veloz que pudo, y se alertó el doble, cogiendo fuertemente la mano de Lora, casi clavando sus uñas para hacerla sangrar.
—¿Qué te ocurre ahora? —pareció molestarse —Ya te tocará tocar a ti la llave, pero, hasta entonces...
—Es una trampa... —susurró, pero al menos lo escuchó Lora a punto justo de gritarlo —¡Es una trampa...!
—¿Una trampa...? —dijeron varios a la vez, como Bubble y Teka, lo que hizo que a la chica le brillasen los ojos.
No tuvo tiempo de explicar con detalles cuando otro crujido más se escuchó, y esta vez no fue el único que lo hizo. Todos miraron directamente al cristal del fondo, a a aquellos vidrios de azul y verde. Tarou, con la llave en la mano, dio un paso atrás, mientras que los otros veían cómo era que, de repente, el lugar entero se llenaba de rayas y cortes. Lo entendieron al momento: el cristal se estaba rompiendo y, de un momento a otro, dejaría entrar todo a su lado. Sería bueno si fuese otra habitación vacía a la que pudiesen pasar todos, pero la vida no es fácil, recordaron, puesto que, de repente, dos chorros de agua se introdujeron en la habitación. Volvieron a entenderlo todos al momento: pretendían llenar de agua la habitación por haber cogido la llave. Supusieron que debían de tener tiempo suficiente, pero realmente se les daba mal suponer. Nada más pensarlo, el vidrio se rompió a una velocidad aterradora, casi sin pestañear, y el agua entró como una cascada en todo el lugar, mojando y tropezando torpemente contra las paredes, arrasando las columnas, el propio techo y todo ello con una rapidez que hizo que su corazón se detuviese. Inmediatamente después de verlo, se dieron la vuelta corriendo, tratando de escapar a toda velocidad de allí. Ya tenían la llave, no iban a poder darse la vuelta para dejarla y acabar con el arrasamiento rápido que se les venía encima. Tarou había sigo el primero en echar a correr y ahí seguía, en primera posición, escapando a como daba lugar. No le interesaba que todos aquellos sobreviviesen, es más, le daba completamente igual lo que les pasase. Como si se ahogaban, pensó.
—¡No podemos escapar por delante...! —gritó Teka, desde atrás, haciendo todos sus esfuerzos por escapar —El agua entra por aquella dirección a esta. Si colisionan, ¡nos ahogaremos!
Teka justamente no era rápido; al ser un científico, la velocidad no era su fuerte. Es más, tampoco tenía fuerza, y lo demostró cuando, frente a él, cuando entró el agua y echaron a correr por el pasillo, Bybe, por ser ciego, se golpeó nuevamente contra el suelo al no ver la pared. Teka trató de ayudarle, pero sabía que no podría con él por muy bajito y pequeño que fuese su cuerpo. Tragó saliva, pero le echaron de allí rápidamente.
—¡Vete, yo le ayudo! —mandó Rope, dando un empujón al científico.
Apenas le dio tiempo a Bybe a levantarse, ya que Rope le agarró de la camiseta y le enganchó justo en la cadera para llevarle sobre él sin demasiado esfuerzo. Si se iba chocando por las paredes, terminaría ahogado al final.
—¡Rope...! —se quejó, agarrándose con las uñas en su camiseta.
—¡Tranqulizate, Bybe...! ¡Deja de moverte! —se molestó, agarrando fuertemente su cuerpo —Voy a sacarte de aquí, así que no te pongas nervioso.
Ellos yendo últimos y Tarou y Caro primeros, el agua estaba llegando a los talones de los dos. Teka, a la altura de esos dos, entrecerró los ojos con rabia, sin siquiera mirar atrás.
—Rope, no puedes correr bien si le ayudas a escapar... —el chico se molestó, pero no continuó hablando con él —Todavía podemos salir sin ahogarnos...
—La primera entrada... —susurró Bybe, mirándole con los ojos muy abiertos, ahora grises —Tenemos que girar para salir de aquí —asintió a aquello, pero no se quedó a gusto, sino que se dio la vuelta un poco más para gritar —¡Escuchad todos...! ¡Tenemos que ir por la primera entrada; la de la izquierda...!
Fue suficiente para que todos le escuchasen, puesto que, una vez dicho aquello y que todos le oyesen, Rope tropezó y se cayó al suelo con Bybe en brazos. Teka se dio la vuelta, dispuesto a ayudar, pero sus ojos se abrieron cuando vio que la ola se acercaba a una velocidad horrible.
—¡Coge aire, Bybe...! —dijo, antes de hacerlo él.
Y, justo después, la burbuja de agua les alcanzó de forma masiva, metiéndolos a los tres dentro de ella y continuó adelante, haciendo giros y giros con sus cuerpos y dándose contra las paredes de la cueva. Fácilmente, podrían herirse unos contra otros, mientras que los otros seis corrían por sus vidas, o tal vez no.
—¡Teka, mi amor...! —se horrorizó Bubble al no ver al chico, sino, en vez de eso, solo había agua dirigiéndose a ella a toda velocidad.
—¡Bubble...! —gritó Caro, cogiéndola del brazo.
Ellos ya acababan el pasillo tras un par de metros. Al otro lado, el agua se acercaba a ellos con mucha menos velocidad que la que les perseguía, pero también era suficientemente peligrosa. Es más, a quien más le brillaron los ojos fue, sin duda, a Cheríl, por una simple razón.
—¡Cheríl...! —gritó Loan, andando, con un brazo sobre su hombro y casi cojeando hacia él —Menos mal que estáis bien...
—¡Espera...! —dijo, lanzándose al momento a toda velocidad para agarrarle en forma de abrazo.
A su vez, al tenerlo así cogido, le miró a la cara con los dientes apretados. Solo debían de girar a un lado y serían libres, según Bybe, pero él no tenía fuerza para coger el peso del cuerpo del chico herido, es decir, ni en mil años podría moverse con él con el poco tiempo que quedaba. En cambio, cuando pensaba quedarse allí con Loan para que la ola pudiese con ellos, alguien agarró de la capucha al albino para lanzarle a un lado y agarrar con toda la mano posible la manga de la camiseta del chico para acercarlo a él. Agarró al chico por la parte se abajo y echó a correr hacia la salida, la primera, como bien había dicho Bybe. El agua se estaba metiendo por sus pies y entre medias de sus piernas, haciendo que el andar por allí fuese más difícil. En cambio, a Cheríl le brillaron los ojos al mirar en frente.
—¿Qué pretendes ayudándonos? —preguntó mientras corría con todas sus ganas —¿Tarou?
El chico grande, alto y fuerte, de pelo morado había agarrado a Loan para que no tuviese que esforzarse en restrasarlos a todos. Este ni siquiera quiso contestar, sino que estaba concentrado en escapar de allí. Sabía que Then no podía seguir su ritmo por mucho y no entendía exactamente por qué, pero había aprendido a coger cariño a aquel chico de las cerezas... Aunque realmente sólo les salvaba para meter su cabeza contra una piedra por la traición más adelante. Miró atrás, viendo cómo la ola acababa de llegar a donde estaban, por lo que cogió aire y corrió todo lo que pudo, pero, desafortunada e inevitablemente, era más que imposible de pasar al otro lado sin que el agua le llegase hasta la cabeza, hasta el punto de que Cheríl se resbalase y cayese al agua. La ola le cogió enseguida y al momento siguiente terminó con los otros dos. La salida estaba tan cerca, la luz se veía tan grande, tan cercana, tan bonita... Pero no lo habían conseguido, sino que ambas corrientes se habían juntado en aquel punto en el que parecía no haber salida para ninguno, ni siquiera para el propio agua del río.
En cambio, las suposiciones de nuevo les salieron mal, puesto que, tan rápido como el agua les llegó y empezó a menear sus cuerpos de lado a lado, Tarou hizo todos sus esfuerzos para conseguir nadar, moviendo rápidamente los pies y los brazos. Era fuerte y tenía un cuerpo bastante desarrollado; podía conseguirlo. Fue nadando, dando patadas, hasta la salida y, una vez allí, vio algo que le aterró durante unos segundos: una roca enorme se interponía en su paso entre el agua y la salida. No podía soportar demasiado la presión y el agua se estaba llevando sus últimos alientos, por lo que no se lo pensó ni dos veces al tratar de mover aquella roca de cualquier manera. Empujó desde abajo, tratando de moverla contra uno de los lados. El aire cada vez era menos y los nervios subían, perdiendo la calma rápidamente, haciendo que se quedase más rápido sin respiración y no tuviese de otra que mover la roca con todas sus fuerzas. ¿De verdad sería allí donde le tocaba morir? ¿Después de haber luchado, y dado todo, también para ayudar a sus amigos para salir de allí? Notaba que perdía las fuerzas por cada segundo que pasaba, notaba que el aire estaba abandonado su cuerpo, al igual que las fuerzas, y que los ojos le dolían de la presión. Apenas podía mover un poco más aquel objeto; era más que imposible, pero no se detuvo, sino que le dio con todas sus fuerzas y siguió, y siguió, y siguió... Pero no pudo finalmente, quedándose sin aire al momento y cerrando poco a poco sus ojos. No se había podido salvar, no había podido escapar de allí como tenía planeado, no había demostrado su inocencia como debía... Y ya estaba, no había más, ¿no?
Pero, de repente, un nuevo ruido sonó: otro crujido. No se oyó, puesto que estaban bajo el agua, pero fue verdaderamente fuerte. El agua no dejaba de moverse de lado a lado, tanto incluso que la piedra estaba siendo partida poco a poco, lado por lado, trocito por trocito, pero demasiado rápido. Tal fue el efecto, que la roca se volvió más diminuta, haciéndola movible, haciendo que rodase hacia un lado como si de un tapón de botella se tratase. Y, de repente, así como así, el agua salió toda, como con un efecto explosivo, hacia fuera del lugar. Eso, contando a todos los asesinos, que salieron disparados contra el suelo al momento, al menos sus cuerpos, puesto que habían tragado mucha agua y estaban todavía bastante ahogados tras el impacto. Tarou abrió los ojos, al principio lento, pero se incorporó muy rápido, sentándose sobre sus piernas.
—¡¿Qué ha pasado?! —cogió aire —¡¿Sigo vivo?!
Buscó en su chaqueta y, en uno de los bolsillos, cerrado por un botón, se encontraba la llave. Primero, suspiró, después, empezó a toser con todas sus fuerzas desde el fondo de su garganta. Miró atrás con un ojo cerrado y el otro entreabierto para ver que el resto de asesinos también tenían su misma reacción, incluso peores.
—Ay, ay, ay... Mi brazo... —dijo Loan cuando recuperó el aliento —Esto duele muchísimo... Ay, ay...
—Todavía no me creo que esté vivo, tío... —sonrió, sorprendido, Cheríl, tocándose la cara y las distintas partes del cuerpo, pero justo después estornudó —Quiero mi chaqueta de vuelta...
—¿Estáis todos bien...? —dijo Caro, aún en el suelo y tosiendo todo lo posible.
Aunque el impacto les hubiese dado fuerte y contra las paredes, y, en aquel momento, se encontrasen tirados en el suelo, recibiendo la lluvia que caía fría a sus cuerpos, todos estaban vivos por lo menos. Se levantaron y comprobaron que la llave seguía en su poder. Estaban por celebrarlo, pero el frío les estaba dando de lleno y temblaban por estar mojados hasta la ropa interior.
—¡No...! —alargó las letras Bubble, mirándose el vestido —¡Estoy toda empapada...!
—Llora, llora, princesita... —se burló Rope, aunque justo después se puso a toser una vez más.
—Volvamos a la guarida y encendemos un fuego o algo... —intervino Caro, girándose a todos ellos —Vamos a por nuestros zapatos y corremos a la guarida.
—Cuidado, está todo embarronado —sacó su lengua Lora, como con asco —Cuidado por donde pisais, ¿eh?
Tenían los calcetines llenos de barro también, menos Cheríl que tenía un pie al aire y estaba temblando, teniendo la camiseta también teñida de rojo por la sangre. Por suerte, habían salido al mismo lado del río por el que habían entrado, así que sus cosas estaban a su alcance. Fueron andando, esquivando la tierra mojada, bueno, no todos.
—¡Podéis avisar...! —se molestó Bybe, mirando con rabia a todos y la cara llena de barro.
—Lo siento, no es mi culpa que no la vieses venir —y se fue riendo Tarou, sin siquiera pensar en ayudarle.
—¡No hace gracia...! —y estornudó, quedándose en el suelo, la cabeza incluida en el charco —Maldición... Quiero irme a casa...
—Tú y todos, chaval —sonrió Lora, también pasando de ayudarle —Tú y todos...
La vuelta fue rápida y todo lo que pasó también. Se quitaron la ropa y le habían dejado al pobre chico ciego la obligación de trenzar varias plantas para taparse las partes que no podían quedarse a la vista por diversos motivos. Puesto que era bueno haciendo trampas, también podía trenzar ropa, ¿no? Por supuesto que también le dieron la obligación de hacer algo para Loan, puesto que el calcetín, manchado de sangre y barro, era un verdadero asco y muy malo para el cierre de su herida. Teka, callado como una tumba tras lo que había pasado, le miraba y revisaba la herida constantemente hasta que concluyó que aquella herida no se cerraría.
—Si tuviese unas pinzas, te podría sacar el trozo de flecha que tienes ahí metido, pero no tengo ni vendas para ponerte, Loan —y se disculpó por no poder hacer nada más que eso.
El chico estaba agotado después de haber sufrido aquel accidente y haber sangrado tanto. Mientras se calentaban y secaban a la luz de la fogata con sus ropas trenzadas como soporte para ocultar al resto de personas varias partes del cuerpo, habían decidido que Loan descansase lo máximo posible. Llovía fuera y hacía frío dentro, además de no tener ni una triste chaqueta en su poder para ponerse por encima. Cheríl lo protegía mientras hablaba.
—Odio la lluvia y odio el agua y odio ducharme y odio todo lo que tenga que ver con mojar mi cuerpo —decía mientras comía las bayas rojas, las cuales Teka había aceptado como comestibles.
—Vamos, que eres un guarro —se burló Lora, tumbada en su piedra de siempre, pero con menos ropa de lo normal —Aunque a mí el agua me trae buenos recuerdos, je.
—Para mí, esto queda como trauma de por vida —añadió Teka, midiendo el largo de las plantas para ver qué le podía dar a Bybe para hacer —Y eso que soy científico.
—Científico loco —sonrió Cheríl —No sabes ni correr.
—Y tú no sabes de mates —le miró con asco, pero se calló.
A su vez, todos estaban expectantes de lo que mostraba Tarou. En su mano, la llave descansaba con cuidado y Bubble y Rope no apartaban un ojo de encima, al igual que el propietario, que no dejaba de darle vueltas, mirando por si tenía algo más aquel diminuto objeto por el que habían arriesgado la vida.
—¿Me la dejas, me la dejas...? —dijo, con pena, Bubble, aunque trató de quitársela a la fuerza.
—Por supuesto que no —se molestó este —Tú la pierdes —y giró rápidamente la mano, ya que Rope pretendía cogerla —Y tú también, llorica.
—Vete a tomar por saco —le sacó el dedo, pero volvieron a mirarla con duda.
Teka, desde su lado, suspiró para ver cómo era la décima vez o así que tenían esa misma conversación y volvían a lo mismo. Le pasó a Bybe otra hoja más, ordenándole que las trenzase de un modo más eficaz. A su vez, cuando asintió, se detuvo. Se acercó lo suficiente como para darse frente con frente, pero se quedó callado mirándole a los ojos. No se había fijado en todo el tiempo que llevaban juntos que aquellos ojos tan bonitos, celestes, de Bybe eran realmente ciegos y se sentía tonto por no haberlo sabido desde un principio. Por algo era científico, ¿no?
—Oye... —se molestó Rope, acercándose a él para tocarle el hombro —¿Se puede saber qué quieres de sus ojos?
—No es nada... —susurró —Solo estaba comprobando lo que pensaba y quería verlos más de cerca...
—Pues no —le dijo, bien serio y le echó a un lado —Le molesta ser ciego, ¿sabes? No lo empeores.
Al momento, el científico se detuvo, como si hubiese hecho algo muy mal. En cambio, se dio la vuelta y se alejó ante la mirada de todos, incluida la de Bybe, que, por suerte, no había escuchado a pesar de lo agudo que tenía el oído. Fue gateando hasta ponerse de nuevo en su lado, pero por poco tiempo. Caro, a su lado, le puso una mano en el hombro, como empatizando.
—Te preocupa que sea ciego, ¿no? —dijo, poniendo sus labios juntos.
—Me preocupa que nos separemos de ser un equipo grande solo porque haya gente que no esté a gusto estando juntos —resumió él, sin siquiera mirarla y apartando su mano de su hombro.
No entendió a la primera, pero Teka la miró seria. Tal vez, no con Bybe, pero dirigió una mirada seria hacia Then, justo, o casi, en frente de él. Con la cabeza baja, sus ojos entrecerrados, la cara de tristeza extrema y temblando por el frío, Then no hablaba con nadie del lugar y apenas lo había hecho. Miró de nuevo a Caro, haciendo que esta abriese la boca de nuevo.
—Ya veo; quieres hacerles sentir como si fuésemos un verdadero grupo que se ayudan unos a otros, ¿no? —resumió.
—Más o menos, aunque pensé que eso era lo que eramos —y sonrió, forzadamente.
Caro entendió al momento, devolviendo la mirada hacia Then, que había cerrado los ojos y respiraba hondo para mantener el calor corporal. Tenía la pistola entre las piernas, lo que a Caro le llamó la atención a la hora de acercarse. Cuando puso una mano en el hombro del pelirrojo, este se sobresaltó de golpe, abriendo mucho los ojos y la boca, más que nada para respirar. Incluso la chica se llevó un susto en aquel momento.
—Oye, tranquilo... —dijo, poniendo sus manos juntas —No he venido a pegarte ni nada, ¿eh?
El pelirrojo en cambio ni siquiera se movió. Pestañeó un par de veces antes de girar lentamente su cabeza hacia Caro, la cual había girado la suya para mirarle mejor. Si pretendía poner una expresión de calma, tal vez...
—Oye —empezó este, abriendo la boca un poco y recogiendo la pistola de entre sus piernas —¿Crees que si pongo el cargador en el fuego, se recarga?
—¿Qué? —dijo ella, neutra, sorprendida, confundida —¿Cómo has dicho?
—He dicho que si saco el cargador con la munición de la pistola y lo caliento un poco, que la pistola volverá a funcionar —y sonrió, abriendo muchísimo sus ojos como ya había hecho alguna vez.
Caro se puso, lentamente, una mano en la cara, pensando en qué debía de hacer en aquel momento. Tenía una idea poco clara de qué era lo que a Then le pasaba por la cabeza a veces, puesto que estaba, pero no estaba allí como el resto. La pistola se había mojado, justo como cualquier otra cosa que portaban; alguno había llegado a perder incluso su navaja, pero o la habían encontrado o habían pasado del tema. Supuso que el pelirrojo se encontraba triste tras ver que el cargador había dejado de funcionar, pero jamás se le ocurrió que se le viniese a la cabeza la idea de poner la pistola, con la munición recargada y la pólvora de esta al borde de caer sobre el fuego. Cuando quiso darse cuenta, Then ya tenía el cargador en la mano y sobre el fuego, haciendo que sus ojos se abriesen al máximo y cogiese aire aterrada.
—¡Corre, quítate de ahí...! —le gritó, tratando de apartarle de una patada.
Cuando el chico se giró, ya fue el punto máximo de lío que acababa de crear, puesto que la pólvora, al entrar en contacto con el fuego, se encendió y, a una velocidad que ni a él le dio tiempo de quitar su mano siquiera, el cargador explotó entre sus manos, primero con chispas muy brillantes, blanquecinas, calientes hasta el punto de convertir parte de su mano en carne viva, para que luego todo él ardiese como la propia llama, pero mucho peor. El pelirrojo soltó el arma cuando pareció empezar a explotar y se alejó de allí aterrado a toda velocidad; los demás se echaron hacia atrás con los hombros subidos. Cuando estuvieron por preguntar, directamente el cargador terminó explotando por las mezclas y rompiendo la piedra de abajo, creando un humo blanquecino poco peligroso, puesto que la cueva tenía salida, pero que hizo que todos se pusiesen a toser, incluido el culpable del acto. Caro movió su cabeza rápidamente para ver al chico entre dos rocas, neutro, con sus hombros casi a la altura de sus orejas y los ojos muy abiertos, como de inocente. Todos desviaron una mirada al ver de qué se trataba y su compañero fue, sin duda, el primero en moverse para coger su camiseta.
—¡Then, idiota...! —apretó sus puños —¡¿Se puede saber qué has tocado ahora...?!
—Tarou... —dijo, frunciendo el ceño, pero apretando la boca —Yo... Yo no...
—¡Maldita sea...! —gritó al ver que el fuego se había apagado y el humo lo cubría todo —¡¿Sabes hacer algo o solo te la pasas en tu mundo?! ¡Te recuerdo que ninguno de nosotros debe de morir...! ¡Más que nada, porque, si eso hubiese explotado de verdad, los diez estaríamos muertos ahora mismo...!
Con la mano en su camiseta y sus ojos clavados sin pestañear en su cara, Then abrió la boca para morderse los labios. Miró a otro lado, como pidiendo ayuda, ya que no quería recibir aquel puñetazo en aquel momento en el que no tenía su pistola. Y su pistola... Su pistola... Puesto que el cargador había explotado, la pistola ahora ya no podría funcionar nunca, sino que él mismo la había roto y se había quedado sin medio de defensa ni arma, es decir, tenía mucha desventaja comparado con el resto de sus compañeros. Cuando Tarou le golpeó en la mejilla, saliéndole sangre al momento por la nariz, no evitó poner una cara de pena total, como si se fuese a ponerse a gritar en cualquier momento. En cambio, con sus manos en las de Tarou, hizo un giro con estas un tanto extraño y quedó libre de repente, tiempo suficiente para que saliese de allí corriendo y se metiese justo tras otra roca, justo en frente de la de aquella. Ante la mirada de duda de todos, Then trató de defenderse como pudo.
—Solo quería que volviese a funcionar... —dijo, solo mostrando uno de sus ojos —No quería hacer volar a más gente, por el momento... —lo último lo dijo como un susurro.
—Yo voto por echarlo; seguro que planea matarnos mientras dormimos —aclaró Bubble, sin siquiera mostrar aprecio por él; aquel chico ni siquiera le había llamado la atención.
—No vamos a matar a nadie... —se molestó Caro, suspirando —No dejéis salir vuestro instinto asesino, os recuerdo...
—Ese de ahí casi acaba con nosotros, ¿eh, Caro? —aclaró, en una sonrisilla, el albino de ojos rojos, agarrando fuertemente la cabeza de su amigo.
Aunque tuviese razón y nadie se lo negaba, Then no lo había hecho exactamente aposta. Cuando Tarou se mostró frente a él para agarrarle, esta vez del pelo, y mantenerlo en el aire, fue cuando todos empezaron a sentir algo de lástima por él, pero fue peor cuando, acto seguido, lo lanzó al centro, con las cenizas del fuego que acababa de apagar, más que nada para mostrarle sus errores. Cuando el humo se dispersó, fue cuando todos se dieron cuenta de que la roca se había hundido tras la explosión, dejando al pobre chico sobre esa superficie, ya pidiendo clemencia cuando notó que sus labios y nariz sangraban. Tarou fue a acercarse para pegarle una patada de más, pero alguien, o algo, le detuvo.
—¿Qué demonios es esto...? —dijo Teka, dando un paso adelante.
Y es que se había sorprendido por la superficie donde estaba sentado Then. Él, al ver que volvían a por él, salió rápidamente del círculo y se puso tras Caro finalmente, la cual detuvo el siguiente ataque de Tarou, poniendo el brazo para encerrar su puño en su codo. Después, miraron en frente, hacia Teka, el cual miraba el lugar con dudas. Allí, en aquel lugar, en aquel espacio circular donde había explotado el cargador del pelirrojo, se encontraba algo; algo sorprendente. Todos echaron un vistazo dentro, menos Then, que no quiso salir por miedo a ser atacado. En cambio, la cara de sorpresa de todos le hizo recobrar la confianza por unos segundos.
—Then, ¿qué...? —susurró Teka, levantando un poco la mirada, pero con la mano sobre la superficie —¿Cómo sabías qué hacer?
—Increíble, tío —sonrió Cheríl, entrecerrando sus ojos.
—¿Eso es un mapa...? —preguntó por fin Bubble, después de echar un gran vistazo al lugar.
Y es que la niña tenía razón, pues lo que había allí no era otra cosa que un mapa. Era grande, tan grande que por la explosión no se veía todo, sino que tuvieron que arrancar los pedazos sobrantes uno por uno para verlo del todo por fin. Tras unos segundos en silencio, mirando con duda a aquel lugar, por fin sonrieron.
—Esto es el mapa de todo el lugar —sonrió Teka, pero no fue forzadamente.

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