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—Byron —empezó, al principio casi como un susurro, pero la levantó un poco más —Oye, Byron.
Fue por fin cuando el chico de pelo negro abrió su ojo celeste después de la segunda o tercera llamada por parte de alguien. Cuando quiso darse cuenta, notó algo con sus manos: una manta suave y blanda que le recorría el cuerpo, pero, al tratar de mover su brazo izquierdo, solo pudo notar un dolor punzante en la parte de su hombro para atrás y en la parte de más abajo. Sin duda, aquello estaba vendado, daba igual cómo lo mirase y observase. También movió un poco sus pies, pero recordó que su pierna estaba rota por dos lados y no tuvo que preocuparse por el hecho de que no pudiese moverla a placer. No tuvo ni que girar la mirada para saber que allí había alguien, pero tampoco habría servido de mucho, pues era incapaz de ver.
—Estás vivo... —susurró, sonriendo un poco, pero bajó el pecho nuevamente —¿Cómo sabes mi nombre...?
A su lado, el chico con el pelo blanco, con una bata azul puesta sobre los hombros y un vestido del mismo color, pero más claro, bajó la cabeza lentamente y sonrió un poco. Su pelo tan desordenado como siempre ya no tenía sus cerezas, lo que Bybe no notó, pero aquello no venía a cuento, sino que Cheríl sólo giró su cabeza y sonrió.
—Lo sé porque lo sé —y se rio un poco, confundiendo más al chico —Y creo que es mejor así...
—¿Así cómo? —pestañeó forzadamente.
—Así, sabiendo nuestros verdaderos nombres; es decir... —se mordió los labios, pero siguió sonriendo, apoyado en la camilla de Bybe y ahora con su cabeza en ella —Creo que es mejor olvidarlo todo, incluso nuestro nombre, ¿entiendes?
Se quedó en silencio unos segundos, pero después bajó la mirada, pensando en todo lo que acababa de pasar. En cambio, asintió con la cabeza, respirando con suavidad. Inmediatamente después, comprobó que, frente a su cara, la mano del albino se mostraba y él con una sonrisa, las vendas puestas en el pecho y parte de la cabeza, pues Cheríl no había llegado a ser tan herido como otros.
—Soy Cherry —y cogió la mano derecha de Bybe —Encantado, Byron; que sepas que estás hecho un asco.
—Tú sí que estás hecho un asco —soltó su mano y levantó su nariz, entrecerrando sus ojos —Mírate: ni las cerezas llevas puestas.
—Las dejé por ahí, supongo —miró abajo y volvió a guardar su mano, dándole la razón —Aunque creo que es mejor así: no exhibirme si no quiero volver a perder el control como la última vez...
Supuso que Bybe no lo entendería, pero su ojo abierto le dio varias cosas que pensar. Daba igual aquello, se levantó y caminó por el cuarto, dando vueltas sobre uno de sus pies a cada momento mientras el chico le observaba, pero sin poder decir lo que estaba hacerlo, hasta que, al final, volvió a su lado y tocó su pelo, como acariciando.
—Oye, Byron —le dijo, sonriendo tras decir su nombre —¿Crees que puedes levantarte?
—Ni lo pienses, cerecitas —se burló este, entecerrando sus ojos —No me subestimes, pero creo que no soy capaz de coger una muleta con un brazo roto, andar con una pierna rota y ver con mis ojos rotos —Cheríl captó el chiste, pero solo se rio —¿Por qué? ¿Qué quieres de mí?
—Bueno... —sonrió nuevamente y levantó sus hombros —Supongo que querrás ver al resto, ¿no?
—¿Resto? —bajó los hombros rápidamente, cogiendo aire —¿Qué resto? ¿Hay resto?
El albino se rio, bajando la cabeza y se quedó con la mirada clavada en el suelo, bajando cada vez más la sonrisa. Asintió ante aquello y buscó la manera de hacer que el chico pudiese salir se allí, y sin duda la opción más común sería la mejor. Se acercó a uno de los lados hasta agarrar algo que Bybe no vio ni entendió, y justo después notó sus manos agarrando su pecho, este quejándose mientras Cheríl le decía que se tranqulizase. Agarró fuertemente su cuello con un único brazo antes de notar cómo el chico le sentaba en algún lado, sabiendo de sobra lo que era sin necesidad de que Cheríl lo mencionase.
—Menos mal que tienes una silla de ruedas —se rio, cerrando los ojos —Aunque no te niego que no te la vaya a quitar en algún momento, ¿eh...?
—¡Venga, vamos...! —se impacientó este, moviendo su único brazo con ganas de arriba a abajo y el albino asintió con la cabeza.
Salió de allí, no sin antes teniendo que darse la vuelta, ya que un palo y su cable se interpusieron entre ellos y su escapada, así que lo agarró y se lo dio a Bybe sin entender absolutamente nada de todo aquello. Después, abrió la puerta y recorrió el pasillo con alegría mientras el chico subía los hombros, como avergonzado de estar allí, en aquel lugar y así como estaba él: más de tres huesos rotos y un palo cogido con el único brazo. Suspiró, en fin; en cambio, notó cómo Cheríl abría una puerta a uno de los lados, lo que le incomodó, pero llamó su atención casi al instante. Escuchó cómo el chico pasaba dentro y le dejaba a un lado mientras saludaba a todo pulmón a alguien en frente.
—¡Buenas...! —sonrió él, girándose hacia Bybe —Mirad, chicos; me lo he conseguido traer...
—¿Chicos...? —susurró él, aunque de poco le valió, pues Cheríl le empujó hasta su lado.
Notó a uno de los lados, justo en frente, una cama como la de él, y a su lado a alguien sentado también, mirando al primero, pero ahora con la mirada en su cuerpo. Se sintió incomodado nuevamente, mirando a otro lado, como si la situación no tuviese que ir con él, aunque fue todo lo contrario.
—Tu nombre era Byron, ¿no, cieguito? —preguntó una voz de repente, a la cual reconoció casi al momento y abrió sus ojos —Encantado, soy Taki —y sonrió con todos los dientes fuera y echando su pelo ahora corto, a uno ds los lados.
—¿Tarou...? —fue su clara respuesta, mirándole con duda, pero aguantando una sonrisilla, bajando así la cabeza y poniendo su único brazo a través de la camilla —Encantado —y se rio, mordiéndose los labios —Pensé que tú...
—Eso no se dice, ¿recuerdas? —le cortó Cheríl, ya que sabía lo que pretendía decir —Nosotros solo nos estamos conociendo ahora, ¿entiendes?
No contestó, ni siquiera subió la mirada, pero lo que notó hizo que el corazón le diese un vuelco: alguien posicionó sus dos manos sobre la de los chicos y tiró hacia abajo con todas sus fuerzas. Este estaba en la camilla y se rio a la hora de hacerlo, casi tirando al pobre chico de la silla de ruedas si no fuera porque tenía un pie fuera de ella, mientras que Tarou le gritó con todas sus fuerzas para que no hiciese el imbécil, como hacía siempre.
—Te recuerdo que estás hospitalizado, estúpido... —suspiró, pero él se rio y giró su cabeza un poco.
—¿Y eso qué? Vivo estoy, vivo estoy; ¡y vosotros también...! —se terminó por reír y se lanzó de nuevo a la cama hacia atrás, golpeando así su cabeza contra una barra de metal para que cogiese aire con dolor y Tarou se burlase y Cheríl se riese al momento —Jo...
—Ah... Ya veo —susurró Bybe, sin levantar siquiera la mirada, haciendo que Cheríl se diese la vuelta para mirarle —Eres Then, ¿no?
—Ajá —asintió, moviendo la cabeza y con sus ojos cerrados, con cara de niño bueno —Aunque me llamo Theo, pero es lo mismo.
—Bueno, no cambia mucho, al igual que el mío —se burló Cheríl, pero incluso Then se rio.
Después, se giró al chico ciego, el cual se pasó la manga del brazo derecho por los ojos, llamando la atención de los tres, como si su corazón hubiese dado un vuelco al instante. Primero fue Cheríl el que le puso una mano en la cabeza, haciendo que Bybe subiese esta bastante más obligado de lo que pensaba, para dejar así ver su cara de verdadera pena y su ojo empapado, aunque menos que antes, ya que se acababa de pasar el brazo para secarlas. El albino notó que algo iba mal y por eso abrió sus ojos.
—Eh... ¿Qué te pasa...? —empezó, sin saber muy bien qué hacer al respecto, girando su mirada de arriba a abajo y buscando la manera en la que Bybe decidiese hablar —¿Estás bien? ¿Te duele algo; el hombro, la cabeza...?
—Estoy bien... —susurró entonces, mirando arriba y cogiendo aire, pero sin cambiar su cara de neutro —Es solo que estoy un poco triste después de todo esto...
—¿A qué te refieres...? —dijo, nervioso, el albino, sin dirigirle ni una mirada, lo que a Bybe le sentó mal.
—No puedo evitar pensar que nada de esto ha pasado, que estas heridas que tengo y que teneis no son por nada que no sea de este mundo, que jamás podríamos haberlo conseguido si no hubiésemos tenido la ayuda de todos y cada uno de nosotros y de ellos... —tragó saliva para demostrar su fortaleza: no lloraría —Sin ellos, jamás podríamos seguir todos vivos ahora mismo...
—Tienes razón, pero... —continuó Cheríl, pero se detuvo al escuchar algo, y es que Tarou echó la silla hacia atrás, haciendo un ruido horrible y se marchó de allí ante la mirada de duda de dos de ellos, en un silencio aterrador.
Después, el albino y el pelirrojo se miraron, y miraron a Bybe, el cual había plantado la cabeza entre sus piernas. Él había sido quien había escapado del lugar y había abierto la puerta de salida. Seguramente, sin aquella acción, todos ellos, contándole, habrían muerto de un momento a otro. En cambio, ¿sólo había conseguido salvar a tres? Era ridículo, pensó; con todos los que había antes...
—Oye —interrumpió de repente la voz del chico de pelo morado, volviendo al lugar anterior, abriendo la puerta con ambas manos, pues en las dos llevaba vendas —Deja de comportarte como una imbécil y ayuda.
De repente, en escena apareció otra persona y eso fue todo lo que pudo notar Bybe. Coja, iba en muletas, pero no se movió hasta unos segundos después de que Tarou la obligase, pues estuvo pensando en todo durante unos segundos en los que se quedó parada en la puerta. Después, fue, con un pie subido y las muletas, hasta la camilla de Then de nuevo y allí Cheríl le ofreció su asiento. Justo después, cogió aire y miró a todos, pero sobre todo a Bybe.
—Lo siento —fue su clara respuesta, mirando abajo, pero a la vez a sus ojos azules y aquella voz fue suficiente para que él supiese de quién se trataba —Yo tampoco pude proteger a mi compañera...
—Caro... —susurró él, tocándose nuevamente la cara, pero ella negó con la cabeza.
—Llámame Caroline, Byron —alegró un poco la cara, pero aquella palidez y tristeza eran imposibles de eliminar.
Tarou se quedó de pie contra la pared, Cheríl de cuclillas para hablar con los dos chicos y Then se apoyó en la camilla. Caro estaba viva y enfrentándose a la realidad, al destino, justo como el resto debían de hacer. Tal vez, fue por eso que cogió aire y miró al techo.
—Loan, Bubble, Rope, Lora y Teka... —susurró con lástima, y cerró sus ojos —No os olvidaremos, lo juro...
—No quiero volver... —susurró Then entonces, mirándoles con algo de miedo a todos, pero Caro también sonrió.
—Yo tampoco.
—Ni yo —dijeron los otros tres a la vez casi, pero solo siguió Cheríl, con una medio sonrisa.
—Y para eso, nunca jamás habrá que volver a pecar, ¿no? —relajó los hombros mientras todos le asentían.
Es más, una vez dicho eso, Caro tocó el pelo del chico ciego, dándole la mano, y miró a Cheríl a los ojos. Echó su pelo hacia atrás, apartándolo de su cara, la cual ya se podía ver sin la braga que siempre llevaba, y cogió aire rápidamente, como si estuviese por decir algo demasiado importante, y fue lo que pretendía.
—Yo, Caroline, juro no volver a matar como lo hice la última vez con esos tres chicos contra los que usé mis técnicas de cinturón negro para librarme de ellos —cerró los ojos y se mordió un poco sus dientes, respirando hondo, pero ahí no quedó la cosa como ella pensaba, ya que Cheríl agarró su hombro.
—Yo, Cherry, juro tampoco volver a asesinar como ya hice una vez, usando una navaja contra los de mi clase al burlarse por mis gustos... —miró abajo, sonriendo con tanta tristeza que se notaba las fuerza que hacía para mantenerla, aunque tampoco fue el único.
—Yo, Taki, prometo tampoco volver a matar a nadie como hice con aquellos molestos niños una vez, usando simplemente mis puños y mi mal carácter —sonrió un poco, pero no estaba de broma, así que suspiró y miró a Then, como obligando a que hablase, y este asintió.
—Yo, Theo, prometo no volver a tocar una pistola para volver a matar a nadie y así no volver a ese lugar tan aterrador —no fue perfecto, pero les valió, lo que hizo que sonriese y se girase rápidamente hacia el último chico, el cual bajó nuevamente la mirada y cogió aire.
—Yo, Byron... Prometo no volver a ahorcar a nadie usando mis cuerdas por subestimarme... —todos temieron al escuchar aquello, pero él subió sus hombros —En fin, creo que ya no quiero que nadie más quede encerrado en una de mis cuerdas —y se rio un poco.
Sí, todos estaban de acuerdo. Habían escuchado las noticias: la puerta de la entrada había sido cerrada y ellos eran los únicos supervivientes, sin duda y, como acababan de decir, los cinco eran culpables. Lo que no sabrían nunca sería si los otros cinco lo eran también, pero tal vez no era momento de pensar en aquello, ya que Caro suspiró.
—Agh, mi cabeza arde de todo un poco... —se quejó, tocando su frente y echándose hacia atrás en la silla —Estoy agotada...
—Ya somos dos... —suspiró Bybe, cerrando los ojos y rozando su brazo —Por lo menos tú no tienes que ir en silla de ruedas por no ver nada.
—Qué gracioso; no vaya a ser que rompas una pared del hospital por no saber ni la dirección de tu cuarto —sonrió Tarou, pero este suspiró, aunque decidió quedarse en silencio.
—Pues yo me quiero ir a casa —respondió Then, echándose nuevamente atrás y recibiendo otro golpe más en la cabeza, lo que hizo que el peli morado se riese y él sacase el labio inferior —Jo...
—Sí, yo también... —argumentó Cheríl, sentándose en el suelo y poniendo una mano en su cabeza —Quiero irme de aquí de una vez ya...
Todos sonrieron, mirándose al chico, aunque era cierto: la puerta se había cerrado, ellos habían salido y ya todo había acabado del todo, ¿verdad?
—Me siento raro... —susurró Bybe, mirando abajo —Como si algo faltase o nos fuese a atacar o algo.
—¿Solo eso? —se burló el peli morado, al borde de reírse —¿Sabes lo que yo siento? Siento culpa, culpa de haber matado y de que me hayan enviado allí, así que, por algo, no volveré a hacer ninguna tontería si no quiero volver.
—Me vale, pero... —continuó este, pero se detuvo, de un modo u otro.
En cambio, no fue sino Caro quien decidió tener la última palabra, y es que ella quería irse de allí, volver a su cuarto, descansar después del viaje, de la aventura, de la supervivencia, pero notaba que no podía dejar a todos allí de aquel modo, tristes, solos, pensativos; así que cogió aire y les miró con una sonrisilla mientras se levantaba.
—Un profesor se alegra de poder enseñar, ya que es su trabajo; un cocinero se alegra de cocinar, ya que es su trabajo; un asesino, pues, se tiene que alegrar de matar, ya que es su trabajo —se levantó, cogiendo sus muletas y dándose un poco la vuelta con la mirada de todos en la espalda —Sonreid, asesinos; nosotros estamos vivos, seguimos vivos y lo seguiremos, así que alegraos de ser lo que sois, porque nosotros lo hemos conseguido y no suele pasar —empezó a caminar hasta la puerta, abrió y, justo cuando iba a cerrar, de espaldas, sonrió una última vez —Por cierto, ¿quedamos mañana a las once para ir a por un helado, o algo?
No tuvo ni que girarse para comprobar que todos sonreían con decisión, por lo que dejó abierta la puerta y se marchó. Mañana a las once, pensó; no estaba mal aprovechar y salir, ahora que estabn fuera de allí, ¿no? Estaban vivos y eso era lo único importante: debían de disfrutarlo, al menos mientras eso durase.

Fin.

Entrada de los Pecadores Where stories live. Discover now