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Aunque Rope no estaba en lo contrario cuando había dicho que estaba anocheciendo, sí se confundió al no recordar que la noche parecía llegar extremadamente rápido; tanto, que apenas se dieron cuenta hasta que, de repente, la vista se les nubló y quedaron casi sumidos en la oscuridad. Llevaban tan solo una hora o así caminando, pero la oscuridad les dio de lleno y tuvieron que mirar, algunos aborreciendo incluso y tragando así millones de gotas de agua al momento, para que maldijesen la noche, aunque realmente era una buena cosa el hecho de que el día, el segundo día, pasase así de rápido. Tan rápido como la oscuridad llegó a su lado, todos, con un suspiro largo, se pusieron bajo un árbol; algunos se sentaron, otros se quedaron de pie y alguno más miró al cielo.
—Agh... Desearía estar en casa ahora mismo... —empezó Lora, sintiendo un escalofrío por todo el cuerpo —Tener una bata encima y una cama con colchón blando en el que dormir no estaría de más...
—Deja de quejarte tanto, dichosa mujer... —sacó su lengua Tarou, entrecerrando sus ojos con rabia, rabia de no haber podido encontrar a aquellos chicos que les llevaban la delantera, rabia de no poder seguir adelante aquella noche.
—Cálmate... —suspiró Teka, cansado de tanta discusión, siempre teniendo él que parar a Tarou.
En cambio, este actuó rápido. Tal vez fue una mezcla de cansancio y falta de nervios, pero agarró a Teka a toda velocidad y subió el puño rápidamente. No dudaría en golpearlo ni un segundo si volvía a hablar, es más, le miró rabioso.
—¡Cálmame, científico asqueroso! —suspiró dos veces, pensando en si golpearle o no.
Estaba agotado, apenas había dormido en aquel frío y duro suelo de piedra y toda persona de allí le parecía molesta. Solo quería dejar de retener su rabia y golpear algo, a alguien, lo que fuera, pero debía de hacerlo. Miró una vez más a los aterrados ojos de Teka verdes que parecían pedir clemencia mientras castañeaba los dientes, no sabía si por el frío o por el miedo; tal vez por ambas. Cuando lo pensó entonces dos veces más, cogió aire con cuidado y bajó al chico de nuevo hasta que tocó con los pies de nuevo en la tierra y se dejó caer hacia atrás, apoyando todo en el suelo mientras respiraba. Se puso una mano en el pecho, como si le hubiese dado un gran susto y entendió al momento que tal vez debía dejar de entrometerse en todo aquello.
—¿Quién te crees para hablarme como a tal? Eres científico, no líder —se dio la vuelta y giró el árbol.
—¡Pero serás...! —fue a correr tras él Bubble, pero Teka lo detuvo diciendo solo una frase, casi con los ojos cerrados.
—Déjale.
Después, casi temblando, apretó los puños. Lora y Bubble miraban a Tarou, el cual ya no se encontraba a su lado en aquel momento, como si de un extraño se tratase. En cambio, no fue otra sino Caro que llamó la atención del científico, no sin antes que Bubble se abrazase a él, diciendo que le protegería la próxima vez, y quitándole ya de paso todo el aire que tenía en los pulmones. Fue entonces que ella también se fijó en lo que decía aquella mujer de ojos morados, y es que se refería al más joven del lugar. Entre los brazos de Caro, Loan tiritaba, cerrando los ojos y con algo de sangre en la boca, tocándose a su vez su hombro como con algo de miedo. Teka acudió casi inmediatamente, apartando a la loca de su compañera a un lado sin usar siquiera la fuerza. Vio nada más llegar, como si no fuese cosa de lo que alertarse, que la venda había hecho su función y ahora la sangre le bajaba por los lados del brazo. Retiró, sin que Caro le soltase, los trozos de hoja que Bybe había unido juntos para crear aquella venda y, justo después, vio algo que no le gustó demasiado.
—Blanca; está blanca —susurró casi para sí, pero todos le escucharon, incluso Loan, que abrió los ojos con más miedo aún.
—¿Eso es bueno...? —preguntó con pena, casi rezando que la respuesta fuese afirmativa.
En cambio, y lástima para él, Teka no respondió, sino que dirigió la mirada a los ojos de Caro, apretando los labios fuertemente y ella bajo su braga, para que él negase el primero y ella asintiese después. Enseguida, se giró de nuevo a Loan, el cual estaba por ponerse a llorar en cualquier momento de los nervios. En cambio, Teka sonrió forazadamente, casi al borde de hacerse daño, y acarició el hombro derecho del chico de pelo verde.
—Tranquilo, Loan —cerró un poco los ojos —No te va a pasar nada, así que tienes que dormir un poco más.
—¿Estás seguro...? —dijo entre tartamudeos, notando un dolor en el pecho fuertemente —No sé... Temo que, si me duermo y estamos aquí fuera y yo... No sé... —le cayó una lágrima al bajar la cabeza —No quiero morirme...
En ese momento, aquella frase, tan drástica, tan suave, pero dura a la vez, tan profunda aunque solo había sido una pequeña frase, hizo que Caro mirase a otro lado con los ojos brillantes. El científico lo notó y, en vez de dejar de sonreír y admitir lo que realmente todos se temían, solo siguió fingiendo.
—Loan, escúchame —le dijo, sabiendo que estaba hablando a uno de los pocos menores que él, pero que confiaba plenamente en lo que hacía —Hoy duérmete y descansa y todos lo haremos así; mañana te sacaré la flecha a como dé lugar y llamaremos a Bybe para que te ponga una nueva venda, ¿entendido?
—¿Estás del todo seguro...? —quiso asegurarse por su bienestar, por algo estaba muy preocupado, pero la sonrisa del científico parecía ya no hacerle daño ni forzarla siquiera, sino que parecía sincera mientras acariciaba con cuidado su otro hombro.
—Te lo prometo —y asintió, cerrando los ojos.
Loan, por el contrario, nervioso, moviendo los dedos uno contra el otro, siguió tiritando en el frío de la noche y gracias a la lluvia. Confiaba en Teka y confiaba en Caro; no estaba muy seguro de su posible salvación, pero sabía que ellos le ayudarían fuese lo que fuese. El científico insistió una vez más en que debía de descansar para ahorrar fuerzas y le rozó el pelo para ponerle su gorro sobre los ojos. Caro, en cambio, tampoco se negó en dejarle solo, sino que se quedaría a su lado por la noche por si algo pasaba. Estaba claro que aquella mirada que le había echado el chico rubio había sido muy rápida, pero todo se había entendido y por eso se sentía mal al mentirle al chico. No tiene salvación, parecía decir con sus ojos neutros verdes, mirándola bien serio; no creo que pueda sobrevivir mucho más sin medicinas. Eso era lo que a Caro le había molestado y era por eso que juraba que se quedaría con él toda la noche y que no dejaría que nada malo pasase. Notó que el chico cogía su sudadera con fuerza, probablemente para cerciorarse de que estaba allí realmente con él y que no era una visión ni un espejismo. Rozó su cara tras cogerle la mano y notó una diferencia abismal entre el frío de sus manos y el calor ardiente de su frente. Fue a decir algo al respecto, pero se detuvo cuando se le adelantó él.
—Si me muero, decidle a Cheríl que ha sido genial tenerlo como compañero... —hizo una pausa para tragar y se echó un poco más —Y que sobreviva, que salga de aquí...
Después de toser un par de veces, Caro notó cómo por fin cerró los ojos mientras temblaba del frío. Esta le arropó un poco con los brazos mientras miraba a Teka, pero este se había marchado del lugar en donde estaba antes para tumbarse en el suelo.
A su vez, en el otro lado, lo que ponía nervioso a aquellos dos no era ni el frío ni la noche inminente ni que alguien estuviese al borde de la muerte, sino que los nervios se notaban en el aire gracias a varias cosas. Una de esas, el movimiento del pie del chico de beige mientras apretaba los dientes y subía los brazos con terror era la que más se notaba, puesto que Then, aunque mantuviese un ojo sobre el árbol, estaba más mirando al cielo con la lengua fuera para poder beber algo de agua. El corazón a Rope le iba acelerado, sin apartar ni un segundo la mirada de arriba, y es que estaba temblando no del frío, sino de los nervios.
—¡Oye, Bybe...! —le dijo por cuarta vez —¿De verdad que no quieres bajar y subo yo? Tú me dices lo que necesitas y así...
—No me subestimes —le respondió y Rope se quedó pálido.
¿Y cómo no hacerlo si Bybe se había subido al árbol y ahora lo estaba escalando con cuidado? El árbol en sí no era aterrador, es más, por su altura y tamaño, parecía de los más seguros, pero la cosa era que, de los tres, el único que había saltado a aventurarse arriba había sido Bybe, y digamos que el chico no era el más capacitado para hacerlo. Al principio, más de una vez había pisado donde no era y casi caía; por eso Rope mantenía los brazos subidos y el corazón en la boca por si pisaba donde no había nada y se caía. Era muy seguro, puesto que Bybe era ciego...
—¡Bybe, maldita sea...! —se desesperó, mirando abajo —¡Baja ya; me da miedo que te hagas daño...!
—Pues no temas tanto, porque yo antes sabía escalar y este árbol tiene muchas aperturas y ramas. No me voy a caer, te lo prometo —y, acto seguido, uno de sus pies resbaló para quedarse colgando de solo sus brazos hasta que lo volviese a subir.
Al chico casi se le escapa un grito de los nervios, pero él no tenía ni idea de escalar; ni una montaña ni un triste árbol, y Then parecía saber incluso menos; ni siquiera estaba atento a lo que estaba ocurriendo.
Se había dado la vuelta para mirarle, pero, justo en ese momento, por el rabillo del ojo vio cómo algo cayó a su lado, haciendo un ruido extrañamente flojo. Se giró para ver a su compañero de pie, quitándose una rama que se le metía entre la camiseta y le salía por la manga. Se dirigió a él, pero ni siquiera le vio, sino que siguió recto, ignorándole sin querer. Se dio cuenta de que traía consigo un trozo de hoja de las más grandes y, al parecer, largas. Fue caminando hasta estar entre ellos y se dio la vuelta confundido.
—Bybe —le llamó para que se girase —¿Qué es esa rama?
—¿Esto? —sonrió un poco —No es una rama, Rope —aunque no era el mejor para discutirlo, pero siguió con esa sonrisa suya —Es la forma en la que vamos a subir ahí arriba —y se movió rápido con la mano levantada.
Señaló, sin duda, pensó Rope, a aquel lugar de arriba al que se dirigían antes, dispuestos a salvar a Cheríl de una forma u otra. En cambio, la noche había llegado al día y con la poca luz era bastante difícil de distinguir cualquier cosa en la oscuridad. Es más, Then se había perdido para ambos hasta que apareció por detrás de Bybe, rozando la planta que acababa de coger y este girándose a toda velocidad, como asustado por no saber qué había allí. Fue corriendo hasta chocarse contra Rope, el cual le cogió casi en un abrazo con una mano. Suspiró, tocando su bolsillo.
—Tengo el mechero, Bybe —admitió, mirando a otro lado sin que este se moviese siquiera —Hoy ya ni siquiera veo yo, así que diría de esperar a que sea por la mañana.
—¡Yo veo algo...! —gritó Then, apareciendo justo al lado de estos, los cuales pegaron un grito y un salto —Pero es cierto que solo veo negro.
—Lo que sea, pedazo de loco —admitió el chico ciego, dando un paso atrás —Pero me parece buena idea eso de esperar a que volvamos a ver, porque la noche no ayuda en mucho de nuestra misión —terminó y se echó hacia atrás, dispuesto a sentarse contra el árbol y suspirar —Me duele todo un poco...
—No eres el único —se rio Rope, sentándose a su lado —Te recuerdo que ese imbécil casi nos mata por no esperarnos... —se refería sin duda a la experiencia que habían sentido mientras trataban de llegar a la primera de las llaves.
Su compañero le hizo una sonrisilla, viendo la cara de aburrido y pereza que traía el pobre chico. Hizo un suspiro cuando notó que Bybe subía los pies hasta las rodillas y se ponía a su lado, contra su hombro. Fue a decirle algo, pero este cerró los ojos rápidamente, casi sin dudarlo, y Rope se quedó bastante más congelado que en cualquiera de las veces anteriores, pero lo aceptó a los pocos segundos, decidiéndose, con cuidado, y al momento, posar suavemente su mano en el hombro del chico. Por fin cogió un poco de aire y ya fue ahí cuando cerró él también los ojos. Que le diesen por saco a Then; se estaba bien sin él, pensó y aguantó una sonrisilla.
No fue hasta el tercer día que el sol volvió a golpearlos de lleno. No era sol del todo, sino que las nubes tapaban un poco este, pues el día anterior había estado lloviendo hasta dejar agujeros en la tierra. Los árboles ahora habían vuelto a la calma, y eso que apenas debía de haber amanecido hacía tan solo un par de horas. No importaba, fue suficiente para que todos volviesen a levantarse, doloridos, cansados, agotados y suspirando por seguir en aquel lugar. Cuando Rope volvió a abrir los ojos, aparte de parecer que apenas y debía de haber dormido cerca de diez minutos, cuando se despertó, estaba sobre el suelo con un palo justo en frente de sus narices. Se sentó un poco mejor, mirando a su lado un poco dudoso; Bybe no estaba allí, tampoco Then, aunque no le interesase aquel tipo en lo más mínimo. Se rascó los ojos cuando notó el calor en sus retinas, y es que el sol no era dañino, pero sí brillante. Miró en frente, viendo el camino encharcado y lleno de barro, pensando en cómo iban a volver a la guarida. ¿Pero para qué volver? Ellos habían salido en la búsqueda de Cheríl, ¿no? Entonces, recordó la montaña, el árbol, la lluvia y...
—Por fin despierta la damisela, ¿eh? —empezó aquel pelirrojo, sonriente y abriendo los ojos, lo que molestó a Rope ya de buenas a primera por la mañana.
—¿Quieres callarte un rato? —suspiró, levantándose y mirando a su alrededor —¿Hay algo distinto? Parece que el espacio o algo ha cambiado...
—Bueno, ayer era de noche y hoy es de día —argumentó, poniéndose incluso algo serio y todo.
El más joven se puso la mano fuertemente en la cara y suspiró. No sabría decir el qué, pero sabía que allí había algo cambiado. Tal vez había más luz, tal vez debía de ser por el hecho de tener sol en vez de lluvia y niebla, tal vez, daba igual... Pero parecía hacerle feliz. Creía recordar algo de lo que había soñado, pero apenas lograba concentrarse en aquel lugar, donde no dejaba de dar vuelta tras vuelta. Finalmente, volvió la mirada algo serio hacia Then que, con su pistola destrozada entre manos, le miró con inocencia e incluso algo de pena, pero lo pasó por alto.
—¿Dónde está Bybe? —aquello sí que le interesaba.
—Pues... —alargó él, pero no tardó casi nada en subir, lentamente, como disfrutando, la mano con un dedo subido y ponerlo, señalando arriba, dirigiéndose de nuevo al árbol de ayer.
Rope abrió los ojos, como si no se lo creyese; ¡de nuevo estaba allí arriba...! Se enfadó rápidamente, como si la molestia de tenerlo ahí arriba le diese dolor de pecho y cabeza. Subió rápido la mirada y, entrecerrando un poco los ojos por el sol, distinguió la figura pequeña y delgada del chico ciego, también llamado su compañero. Este, con una mano en una de las ramas que más largas eran, estirada hacia la derecha casi al completo, era también muy floja, muy débil; se podría romper en cualquier momento. Pero allí estaba, subido, apoyado con solo una de sus manos mientras estiraba la otra con todas sus fuerzas y con todo el brazo recto, como tratando de alcanzar el otro lado, el cual se trataba de aquella roca tan grande, llamada montaña, pero sin abrir la mano, sino que la tenía cerrada, apretando sus uñas contra su piel, cogiendo algo con todas sus fuerzas. Cuando se dio cuenta, sus ojos centellearon: era aquella rama que había cogido la noche anterior. La recordaba, recordaba haberse enfadado y desesperado porque se encontrase ahí arriba sin saber ni dónde estaba. Pero allí estaba, tirando de la cuerda que había creado con la rama, juntando hoja con hoja, trenzándola hasta darle aquella forma de cuerda, la cual agarraba con muchísimo esfuerzo con solo una mano y se tensaba gracias a que estaba enganchada del otro lado. ¿Cómo? Ni él lo sabía siquiera, pero supo que estaba de nuevo nervioso cuando las manos le empezaron a sudar. En cambio, si ahora le pegaba un grito y se desconcentraba, podría soltarse de una de las dos cosas y caerse al suelo desde aquella altura tan aterradora. Solo de pensarlo, se le paraba el corazón. No sabía escalar; sentía dolor en las palmas y cosquilleos en las plantas de los pies solo de pensarlo, por lo que miró al pelirrojo, pero las esperanzas se le fueron cuando vio a Then perseguiendo a una mariposa multicolor. Suspiró, pero, al mirar arriba de nuevo, la mandíbula se le desencajó rápidamente al ver a Bybe atando con todas sus fuerzas aquella cuerda artificial a la rama que estaba agarrando con la otra mano. El árbol respondió también, moviéndose lentamente y con ligereza hacia uno de los lados, torciendo su tronco, pero sin tocar sus raíces. Una vez finalizado y asegurado su trabajo, Bybe se pasó una mano por los ojos y suspiró. Desde abajo, Rope, con la boca mínimamente abierta, pudo notar el cansancio en su cara.
—¡Bybe...! ¡Bájate ya; esa rama no puede aguantar mucho más tu peso...! —le dijo, apretando sus puños y entrecerrando los ojos con nervios.
Bybe, por su lado, solo desvío la mirada abajo del todo y pareció sonreír. Puso ambos pies y rodillas mirando hacia uno de los lados y, justo después, saltó desde aquella altura tan, pero tan terrorífica, que parecía que se partiría en dos al llegar al final. En cambio, apoyó bien las rodillas y los pies, y se volvió a levantar con los ojos bien abiertos y pestañeando forzadamente para dirigirse a él.
—Oye, Rope; acabo de crear una manera en la que ni tenemos que escalar ni que hacer cosas temerarias para... —parecía estar orgulloso de lo que decía, pero Rope le detuvo, apretando fuerte su mano.
Bajó la cabeza y, bastante más serio de lo normal, le devolvió la mirada con los dientes apretados. El chico lo notó, sabiendo que Rope debía de ponerse a gritar de un momento a otro por no hacerle ni caso en lo que decía, y por eso temió, pero no debió de temer tanto, pues este solo suspiró y sonrió.
—¡Genial...! ¡Porque no tengo ni idea de escalar! —y le miró con los ojos clavados en los suyos para ver cómo Bybe se reía.
—Algo tendrás que aprender, digo yo. Pero ahora no es el momento; Cheríl seguro corre peligro y los otros se han quedado haciendo el vago en la guarida —explicó, como muy decidido —Vamos arriba y le buscamos por ahí.
Ambos asintieron; Then incluido y eso era raro. De un modo u otro, Bybe se acercó al árbol, explicó a los otros dos dónde agarrarse tanto con el pie como con la mano y enseñó varios puntos de apoyo. El pelirrojo de la pistola lo entendió al momento, se metió el arma en el bolsillo, dio un salto y subió casi medio metro en nada de tiempo sin resbalarse ni dejarse caer. En cambio, Rope, al poner un pie, todo su cuerpo tembló. Bybe estaba por mirarle y preocuparse, pero él cogió aire y subió el otro, justo antes de notar que su cuerpo se quedaba congelado. No tenía ninguna duda; le daba miedo escalar. Bybe debía de ser el que más dificultades tuviese por no ver, o incluso Then por distraerse con cualquier cosa, ¿pero él? Tragó saliva, miró abajo y...
—Te dan miedo las alturas, ¿no? —susurró Bybe, justo a su lado.
Giró rápidamente la cabeza, notando el cosquilleo en los pies más pronunciado y su corazón más acelerado. Su compañero le miraba, justo había acertado donde se encontraba, pero aquello no fue lo peor, ni lo mejor que le pasó, sino que Bybe giró un poco su cabeza y apretó los labios, pensando.
—Quédate abajo; yo subo con el loco —dijo sin cambiar de expresión.
—¡Pero...! —se molestó, con el corazón en la boca —¡¿Y tú no te...?!
—¿Yo? —se rio; le estaba subestimando —Sé escalar de sobra y parece que él también, así que voy a subir con él y te voy a lanzar una cuerda para que podamos subirte, ¿entendido?
Se quedó callado al momento, mirándole con pena. Menudo tonto, pensó; no puedo hacer algo que esos dos sí. Se notaba su impotencia en su cara, pero, por suerte, Bybe no la podía ver. Finalmente, suspiró, notando un nudo en su garganta, y pegó un saltó atrás para volver a caer al suelo, mirándolo y tocando uno de sus hombros. Bybe siguió subiendo.
—Lo siento... —susurró, recorriéndole un escalofrío.
—Está bien —subió sus hombros Bybe sin mirarle —No todos podemos hacer lo que todos.
Bajó los hombros con pena; ni siquiera quiso ver cómo ambos subían por el árbol y escalaban hasta la parte de arriba del todo, donde estaba la rama entre ambos lugares, tensándola así. Sentía frío por todo el cuerpo, con pena, duda, estaba arrepentido de ser así de miedoso por una tontería como aquella. ¿Cómo se caería? Si, total, Bybe en aquel momento iba ayudando a Then mientras este sonreía con ganas y el otro solo suspiraba para tratar de llegar a lo más alto. Tan fácil parecía todo aquello, que incluso él se sentía triste por no poder hacerlo. Tan, pero tan que, cuando alguien le puso una mano en el hombro, no se dio ni cuenta a la primera por estar entre sus pensamientos. Cuando por fin lo hizo, debía de ser la tercera o cuarta vez que le llamaba por su nombre. Se giró y sus ojos brillaron, pero ella sólo apretó sus dientes contra los labios y entrecerró sus ojos, como con algo de miedo.
—¿Dónde está Bybe?
Claro que ni Rope ni Bybe ni ninguno que no estuviese allí habría entendido la situación que portaba la chica de pelo rosa y ojos caídos, pero brillantes, la cual parecía algo preocupada por algo, pero no sabría decir bien el qué por su cara. Subió sus hombros y bajó la mirada, casi conteniendo las lágrimas.
—Loan... —empezó suavemente y no tuvo que continuar para que Rope la entendiese.
Algo no iba bien con ese chico, estaba claro, pero jamás se hubiese esperado lo que verdaderamente ocurría.
Cuando había amanecido, Teka había sido uno de los que más le habían costado abrir los ojos por la claridad. Le dolía la cabeza por haber dormido contra el tronco de un árbol. Notó que llevaba puesta la capucha, aunque no recordase habérsela puesto en ningún momento, aparte de que también notó cómo tenía la cabeza de su compañera apoyada en las piernas. Suspiró, pero ¿por qué se había despertado exactamente...? No fue hasta ese momento en el que notó que alguien le llamaba con desesperación y cogiendo aire con dificultad. Dirigió la mirada rápidamente a su izquierda.
—¡Teka...! ¡Por fin...! —gritó Caro, ya desesperada y con las lágrimas en los ojos, respirando entrecortadamente —¡Ven, corre...!
Daba igual la situación; si tenía a alguien así llorando en su equipo, no estaría tranquilo. Soltó a Bubble y se acercó rápidamente a aquella mujer. Cuando llegó, vio lo que pasaba, y es que ella había estado toda la noche alerta para que no le pasase nada a Loan, pero apenas había surtido efecto, pues la herida estaba muchísimo peor en aquel momento. Tenía el hombro morado, el cuello en parte; de la herida salía líquido, también blanco y amarillento; lo que quedaba de flecha estaba todo rojo y parecía tener algo de verde también, por las plantas, pensaron. Estaba pálido, tiritando, con los ojos entrecerrados, oscuros, apenas se veían sus colores; tenía lágrimas transparentes que le caían por toda la cara hasta llegar al suelo: parecían interminables, no dejaban de caer. Castañeaba silenciosamente los dientes, y tenía su otra mano en la de Caro, ella dejando caer también las lágrimas con lástima. Miró a Teka con rabia en la cara, pero no era por no haberse levantado, no, sino que era por no haber podido hacer nada al respecto.
—No he dormido nada... —se sinceró —He estado toda la noche con él... Entonces, ¿por qué ahora está así...?
Se notaba que la flecha había sido movida un poco, como si Caro hubiese querido sacársela a la fuerza de una vez. Teka la rozó con un dedo, moviéndola un poquito, lo más mínimo para que Loan se pusiese a gritar, con los ojos entrecerrados y cogiendo aire con muchas dificultades. Se apartó rápidamente, subiendo la mano y abriendo los ojos.
—He mandado a Lora a que vaya a por Bybe para que le haga una venda o lo que sea... No puede desangrarse así como si nada... —y apretó sus dientes, tratando de aguantar sus impulsos de llorar.
—Esto... Esto no es normal —susurró él, notando su cuerpo congelado, nada que ver con el de Loan, el cual estaba ardiendo como fuego —Dios de mi vida... —pestañeó un par de veces.
Aquello, pensó; aquello no podía solucionarse en aquel lugar. No sin medicinas, no sin médicos, no sin vendas que no le pusieran aquella herida peor. Las que había hecho Bybe habían servido para un rato, pero aquello estaba infectado y se notaba. El chico estaba sufriendo, tenía fiebre muy alta, estaba tiritando y jadeando; sacar la flecha ahora sería muy, muy arriesgado, sin vendas ni forma de detener el sangrado. Abrió un poco sus ojos con pena para mirar a aquellos dos y el sol, que le daba de lleno. Se le cayeron las lágrimas una vez más.
—Lo siento... —susurró, aunque apenas le entendieron —No os quiero retrasar más... —dijo, y se incorporó un poco.
Tosió, tratando de recuperar el aire restante que necesitaba. Los dos le miraron con miedo; no sabían qué hacer en aquel momento y cómo lo iban a hacer para poder seguir adelante con él así, aunque eso era justamente lo que Loan no quería. No quería molestar.
Con eso en mente, subió un poco su mano hasta ponérsela, temblando, en el hombro. Tanto Caro como Teka supieron las intenciones mismas del chico y trataron de detenerlo cuando agarró con los cinco dedos la flecha y, cerrando los ojos, se la arrancó. Los dos se quedaron paralizados al momento, los ojos muy abiertos, Caro llorando, la mandíbula suelta y ni recordaban respirar cuando el chico soltó un grito de dolor puro y la sangre chorreaba por todos lados. Se sentó mejor, temblando, escupiendo en el suelo, dejando caer las lágrimas y gritando a todo pulmón. Caro le cogió por detrás, haciendo fuerza en la espalda, mientras Teka trataba de detener la pérdida de sangre, apretando con una hoja en el lugar. Él, en cambio, sólo podía gritar y respirar muy poco entre grito y grito; no dejaba de temblar y llorar, y podría no haber sido en vano si aquello pudiese cerrar la herida, pero era más que imposible. Al momento, cuando las plantas de alrededor, el barro, la tierra, sus ropas, su pelo, los de sus compañeros y sus propias caras estaban llenas de sangre, Loan posó lenta y ligeramente la cabeza en el pecho de Teka. Casi al instante, dejó de gritar y temblar, y Teka solo se detuvo, dejó de hacer fuerza y bajó los hombros rápidamente. La fiebre había desaparecido, la sangre había dejado de salir, el chico había dejado de llorar, pero también de respirar. Con la mano izquierda, empapada en sangre, le pasó el brazo por debajo hasta ponérselo en el suyo y acercarlo más a él, poniendo frente con frente. Justo después, como si se hubiese dado cuenta, Caro abrió los ojos y se puso a gritar, entre lágrimas. Teka solo cerró los ojos, notando un cosquilleo en la nariz.
—Lo siento... Loan.

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