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No había sido hasta ese momento justo cuando se habían replanteado la gravedad de la situación. Tal vez, una piedra caída en el camino antes de entrar era un tipo de presagio de mala suerte, al cual habían ignorado la mayor parte de ellos, pero Caro no, la cual, en vez de ser supersticiosa como debían de estar pensando aquellos tres chicos, solo cuidaba su espalda por lo que pudiese pasar. ¿Y si aquel terreno al que se aventuraban ahora, un poco más abierto e iluminado que el camino de antes, era en verdad una trampa que abriría zonas de pinchos a todos ellos hasta atravesar su cabeza con el filo? No le gustaba ni un pelo aquel pensamiento, y menos estar dándole vueltas en un momento como este. ¿Y si con tan solo tocar una parte, una trampa se abría frente a sus caras y no podrían escapar de allí, esperando la muerte encerrados? No se fiaba ni un poco de cada una de aquellas cosas, pero si lo decía en alto seguramente la tratarían de loca. Ella había estado analizando la situación en silencio, tal vez Teka también, pero él se preocupaba más por su pie en esos momentos. Caro podía ser en aquel momento todo lo responsable que quisiese, empezando por mantener a aquellos tres a salvo para que nadie más tuviese que salir herido o acabar peor...
—Estoy segura de que es una trampa —volvió a repetir, ahora con mucha más confianza —Hay que tener cuidado de nuestro primer paso y...
Cuando se dio la vuelta para vislumbrar las tres siluetas que debían de estar a su lado, la garganta se le quedó enredada al ver que realmente no había tres, sino dos. Tan solo por su sombra podía identificarlos, por lo que solo pudo entrecerrar los ojos cuando se fijó quién era el que faltaba.
—¿Dónde se ha metido Bubble...? —preguntó con asco, al borde incluso de gritarlo.
—Siguió recto antes de que dijeses nada —respondió el científico, sentado en el suelo y deteniendo el sangrados con sus manos, pero sin mirarla siquiera —Creo que no le importan nada las consecuencias.
—Tienes razón; ella también es imbécil —se reafirmó Tarou, sin mirarle tampoco, pero no tardó demasiado en pensar su siguiente movimiento, ya que dio un salto y bajó de la piedra hasta el suelo, yendo directamente al cuadrado iluminado —¡Ven aquí, enana...! ¡Yo soy el líder!
—¡Pero, Tarou...! —gritó, desesperada Caro, pero subió la mirada, haciendo un suspiro de los más fuertes y enfadados que hubiese podido hacer, como ya sin siquiera esperanzas de que volviesen ninguno de los dos, por lo que se giró a Teka —¿Puedes caminar? —preguntó con prisas, y él apenas tuvo tiempo de pensar en su respuesta.
—A medias...
—Pues te quedas aquí —soltó ella, cortando al pobre chico, que siguió con la mirada baja, pero no esperó más para bajar y echar a correr ella también —¡Tarou, espérate...!
No tardó demasiado en coger su ritmo y poder correr a su lado. Ella no había visto a Bubble marcharse; ni siquiera le había parecido verla por delante ni mucho menos, así que tendría que tirar de lo que Tarou supiese. Él, con los dientes apretados y la mirada fija en el cuadrado, subió la nariz, como molesto. Después, pegó un salto y subió a la plataforma en forma de cuadrilátero; Caro fue después, subiendo de un salto casi. Miró abajo, habiendo una caída de cerca de un metro o más y sabiendo lo que acababa de hacer: dejar a uno atrás para salvar a otro. Se dio la vuelta, nerviosa, rápida, con el pulso y la respiración agitada.
—¡Bubble...! —gritó y Tarou la miró —¡¿Dónde te has metido...?!
No esperó respuesta alguna, sino que se quedó callada por si escuchaba lo que fuese, una respiración, una caída, algún que otro paso. Frente a ellos, la oscuridad se disipaba a medida que caminaban más adentro de la cueva, pero ella estaba segura de que Teka no vería lo mismo con ellos. Dejando al científico atrás, dio un paso adelante, y luego otro y otro más para llegar a la esquina de arriba a la derecha, solo para ver qué más había allí delante. Buscaba a Bubble, eso sin duda, pero le sorprendió lo que encontró. La oscuridad jamás terminaba, parecía un bucle, también por arriba y abajo, no dejando pasar ni un poco de luz, ni siquiera dejando ver el fondo, sino que se mostraban frente a ella otros tantos cuadrados en forma de plataforma como en el que se encontraba ella, pero estos estaban uno más lejano que el anterior. El problema no era aquel, que también lo era, pues había fácilmente seis o siete cuadriláteros y más que no se dejaban ver por la oscuridad; el problema era que entre cuadrado y cuadrado no había absolutamente nada, sino que, si querían pasar de uno al otro, tal vez deberían de saltar. En cambio, a Caro no le pareció tantísima distancia desde uno hasta el otro, contando que aquel otro le resultaba un poco cambiado en comparación al que estaban. Se fue a dar la vuelta para hablar con Tarou, pero, entonces, se dio cuenta de la pequeña figura, ahora más vislumbrada, que se encontraba en el siguiente cuadrado. Con dos coletas en la parte superior de su pelo, el resto suelto; el torso, los brazos e incluso las piernas pequeñas, mucho más que las suyas; vestía con ropa larga, casi se podía decir que por las rodillas. Ella no la vio, pero Caro sí y sus ojos brillaron, justo a tiempo para suspirar.
—Menos mal... Pensé que se podría haber caído o algo... —susurró, sentándose de cuclillas en el suelo.
Aunque sabía que no debía de subestimarla, pues recordó lo que podía hacer esa pequeña chica. Fue entonces cuando se giró a Tarou, el cual observaba el espacio, cerrando los ojos y tocándose el cuello con la mano contraria. Le echó una mirada de asco, bajando los párpados hasta dejar los ojos entrecerrados.
—Has dejado al científico atrás, minina —le dijo, lo que hizo que Caro suspirase.
—¿Por qué todo el mundo me llama así ahora...? ¿Y se puede saber qué significa acaso?
No le dio más importancia, sino que se giró para dar el primer paso: se puso de pie en las cuerdas y pegó un salto, incluso excesivo, hacia el segundo cuadrilátero para caer de pie, apoyando las manos. Bubble se dio cuenta enseguida de la presencia de la chica, haciendo que primero se asustase y después le brillasen los ojos, volviéndose un poco negros.
—Bubble —dijo ella, acercándose rápido y cogiéndola de los hombros —¿Estás bien...?
Sus manos, pensó; la estaban tocando a ella, a ella en sus hombros. Sus ojos se convirtieron en oscuridad total al darse cuenta, dando un paso atrás como con algo de miedo, pero, no, no era miedo. Cogió aire, puesto que parecía que le faltaba, pero a la vez que la presionaban para que lo soltase todo. Aquella mujer rubia, de ojos morados, clavados justo en su cara, en su preciosa cara, justo aquellos mismos ojos con los que miraba con cariño a su novio... No lo consentiría, pensó y golpeó su mano para echarla a un lado. Sin cambiar de expresión, neutra, ojos enormes, boca levemente abierta y cogiendo aire; Caro dudosa por lo que acababa de pasar, abiertos los ojos con nervios, algo de miedo incluso se podría decir. No, miedo no, miedo nunca; sorpresa.
—No me toques... —dijo, sin expresión todavía en la cara y negando con esta.
—Está bien —recapacitó rápidamente, quitando aquella cara de sorpresa, pues pensaba que debía de parecer imbécil, temiéndola.
Retrocedió un paso y notó que algo no estaba bien, por lo que retrocedió otro, pero se sintió incluso peor, como si algo estuviese a punto de pasar, pero sin saber qué. El karma, pensó ella, pero era estúpido hacerlo. Miró a Bubble de nuevo, con aquella cara de ojos oscuros, cero expresión, pero las ganas de hacerse justicia tan altas que incluso podía notarlas; justo antes de notar una mano en su hombro. Cogió aire rápido, como si de un monstruo, de su predicción o del karma se tratase, pero este no era otro que el científico a su lado, el cual respiraba, recolectando aire rápidamente tras el sobreesfuerzo. Estuvo al borde de caerse, pero Caro cogió su mano mejor.
—Sí, es mejor que no camines —se reafirmó y miró al chico, el cual tenía mirada de pena, pero sin contestar.
Entonces, detuvo la mirada casi inconscientemente en la cara de Bubble. Ahora, mucho más sorprendida, abriendo los ojos como si acabase de ver un fantasma, pálida incluso se podría decir: tenía cara de haber visto algo horrible, pero no supo decir qué. Fue, en cambio, en ese momento cuando se dio cuenta de lo que pasaba al ver al científico sentarse en el suelo con su ayuda; pero no quiso decir nada, no debía.
—Necesito vendas... —susurró este, sabiendo Caro a lo que se refería rápidamente —No creo que sea extremadamente grave, pero por prevenir, diría yo...
—Bybe no debe de andar muy lejos —mintió, pues no tenía ni siquiera idea de a dónde había ido Lora antes a buscarlo, pero los ánimos son lo último que se pierde; se agachó —No tiene pinta de que se vaya a infectar.
—No, infectar no se va a infectar, pero duele, agh... —se puso la mano en la cabeza y dejó de mirarla.
De nuevo, en cambio, ella miró a Bubble para ver su reacción, pero el corazón le dio un vuelco al ver lo que trataba: tenía pensado dar un paso más al frente para seguir a la siguiente. Caro no tuvo de otra que preocuparse por el equipo, por lo que soltó la espalda de Teka y fue a dar un paso ella más adelante para ir a por Bubble. En cambio, una vez que lo hizo, otra sensación mala se creó, haciendo que cayese al suelo, como si la hubiese derrumbado una piedra. Miró delante una vez más para ver que Bubble ya no estaba allí, sino que había saltado a la siguiente y así iba a seguir. Debía detenerla, tendría que saltar para pararla, hacer lo que pudiese siempre que la chica siguiese en el equipo... Pero no pudo moverse, y lo notó cuando hizo el esfuerzo y sus piernas no le respondieron. Las miró sorprendida, con duda y algo de miedo a la vez. Lo intentó otra vez y obtuvo el mismo resultado; una vez más, pero sus piernas no le hicieron caso; a la tercera seguro, pensó, pero siquiera podía levantar una de encima de la otra. Se las tocó, las sentía, todavía seguían allí, pero no podía moverse. Apretó los dientes y los ojos y se dejó caer al suelo cuando notó que su brazo derecho, sobre el que estaba tumbada, se le había dormido repentinamente. Cogió aire, pero apenas pudo echarlo. ¿Qué demonios ocurría? Ni ella tenía una respuesta, pero aquello era horrible en todos los sentidos. Quería darse la vuelta para pedir ayuda a Teka, pero el chico debía de estar mucho peor que ella, pensó. Entonces, ¿qué debía de hacer? Notó algo en su cuello, algo como si un bicho, una serpiente tal vez, la recorriese de arriba a abajo. Se estremeció, pero tampoco notó su espalda casi. Estaba desesperada, ¿qué debía de hacer; qué podía hacer...?
De repente, cuando estaba a punto de perderse en la oscuridad de sus pensamientos, todos aquellos que recorrían su mente segundo tras segundo y en un instante debía de haber más de un millón, todo se desvaneció cuando alguien se posó a su lado y le tocó los brazos, sobre todo el hombro para preguntar si se encontraba bien. Abrió lentamente los ojos para ver delante de ella dos pares de pie, pero no fue hasta que uno de los dos agarró mejor su brazo que volvió del todo a la realidad, o casi.
—¡Tú, mujer gato! —dijo aquel hombre, aún con problemas de nombres, pero suficiente para hacer que Caro recuperase un poco su sentido del tacto —¿En serio voy a tener que cargar contigo también...?
Fue a hablar, pero ninguna palabra le llegó siquiera a la garganta; quiso levantar la cabeza, girar la cara, poner ojos brillantes, como para dar pena, pero no podía hacerlo, no ahora. Entonces, viendo que parecía una afirmación aquel silencio, Tarou suspiró y no dudó casi nada en su siguiente movimiento: agarró de los hombros a la chica y la obligó a levantarse. No tuvo problema en hacerlo como ella pensó que habría; nada la retenía contra el suelo y nada estaba fuera de lo normal, es más, tan rápido como lo hizo le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Sus ojos centellearon rápidamente y, antes incluso de darse cuenta, podía volver a mover cada una de las partes de su cuerpo, hasta los dedos meñiques del pie. Se quedó de pie al lado de ambos chicos, dudosa, sorprendida, confundida y recorriéndole escalofríos cada poco tiempo. ¿Qué acababa de pasar...? Rápidamente, notó cómo la rodilla le fallaba tras haber estado dormida y casi caía al suelo, pero Teka hizo como un escudo para no golpearse contra la piedra de abajo. Le miró para que le brillasen los ojos, también a Tarou, pero este estaba mirando a los lados, como buscando la salida. Fue entonces cuando ella fue a agradecerles que un terremoto inundó la sala... No, no era la sala, sino que solo era parte del cuadrilátero en el que estaban. Lo supo ya que Bubble no parecía tener problema alguno mientras trataba de saltar al siguiente cuadrado. Miró abajo, temblorosa, ayudando al científico a quedarse de pie junto a ella por su pie y mirando repetidamente a Tarou con algo de miedo. Fue en uno de esos momentos en el que vio cómo aquel chico de pelo morado miraba abajo con duda, justo antes de hablar.
—Eso no estaba antes ahí... —lo dijo, lo soltó en el aire y se echó hacia atrás.
Solo llegó a verlo ella, pues el científico estaba concentrado en no herirse más o bien escapar de allí. Sus ojos se abrieron repentinamente, como si hubiese visto un monstruo frente a ella: justo donde ella había estado tumbada mientras su cuerpo se iba durmiendo poco por poco, al parecer, ahora había aparecido una grieta. Pero no era una grieta pequeña, no, pues esta, cada vez que parecía haber un pequeño derrumbe de nuevo y hacerlos temblar, se expandía cerca de veinte centímetros más. La plataforma no era demasiado grande; no debía de quedar demasiado para romperse por la mitad, puesto que era una diagonal, juntando ambas esquinas, es decir, tal vez les quedaban uno o menos de un minuto. Eso lo complicaba bastante, pero no si podían escapar antes de que se rompiese del todo, ¿no?
—Teka, súbete —le dijo, agachándose rápidamente, esperando con nervios que el científico obedeciese.
—Pero... –se opuso él y, como ya sabía que lo haría, no dudó ni un segundo más en gritarle.
—¡No puedes correr ni saltar, así que solo súbete! —le gritó, haciendo que el chico se congelase durante un segundo y así ella coger aire rápidamente —Tranquilo, soy fuerte y tú pesas poco; puedo contigo.
—Pero... —quiso replicar, pero viendo la situación y que Tarou les había abandonado de nuevo para saltar a la siguiente, suspiró —Está bien... —lo dijo y plantó, con cuidado, su tripa contra la espalda de Caro, la cual no duró ni dos segundos más allí, puesto que su prioridad era clara y no iba a esperar a nada.
Fue corriendo con el chico agarrado con fuerza a su otra mano, casi ahogándola, y su cabeza en el hombro con los ojos cerrados. Subió un pie rápido y, a la hora de saltar, apenas lo pensó dos veces, pero debió hacerlo, pues le salió mal la jugada. Una vez subida a aquella parte del ring, no contó con que este podría caer en cualquier momento, porque lo hizo y el salto le salió mal, metiendo un pie más abajo que el otro y casi resbalando. Aun así, saltó. Quiso hacer algo, lo que fuese, para salvarse los dos sin hacerse daño ni caer, pero era difícil, por lo que pensó en solo salvar a Teka, pero el chico no parecía dispuesto a abandonarla en aquel momento. Pues ya está, pensó; lo que fuese a pasar pasó. Y claro que pasó, pues Tarou agarró la capucha del científico antes de que ambos se cayesen, agarrando así también, como un truco de magia, a la chica al momento. Acto seguido, les ayudó a subir con solo una mano.
—Tarou... —susurró ella, pretendiendo dar las gracias una segunda vez, pero no lo hizo de nuevo, puesto que alguien interrumpió.
–¡Mujer loca...! —le gritó Bubble, escupiendo en su cara a cada palabra que decía —¡¿Crees que lanzándote así te vas a salvar siempre?! No me importa si te mueres, la verdad... ¡Pero Teka es mi novio y él no está bajo tu responsabilidad, así que no le trates como a un muñeco...! —por suerte, el chico estaba a otra cosa y no la escuchó, pero Caro frunció el ceño y ella suspiró fuertemente —No me pongas esa cara, desgraciada. ¿Crees que no me he dado cuenta o qué? –y bajó un poco la voz.
—No; ¿de qué te has dado cuenta? ¿Eh? —dijo ella, cruzando los brazos.
Bubble se quedó callada, como reflexionando, suspirando, buscando las palabras correctas. Sus ojos oscuros no tenían brillo, como una noche vista desde la ciudad o como un gran agujero negro que se traga todo tipo de materia. La chica, la más bajita, la más bonita y graciosa por sus pintas y sus expresiones; ahora toda ella era una masa de odio, la cual se reflejaba total y claramente en sus ojazos, grandes, oscuros, fríos, llenos de egoísmo y oscuridad. Se acercó lo suficiente y esforzó una sonrisilla, dándole un toque de lo más terrorífico y horrible que Caro jamás hubiese visto.
—Te voy a matar por meterte en mi vida... —susurró con su odio, con su sonrisa, sin apartarla siquiera y dando un último respiro.
Fue entonces cuando Caro notó de nuevo algo raro, pero esta vez no lo pasó por alto. Siguió con la mirada fija, clavada en la espalda de Bubble, viendo cómo se acercaba entre salto y salto a Teka y se agachaba a su lado. Ya lo tenía claro: aquella mujer no la iba a dejar en paz hiciese lo que hiciese. La había cogido manía de un modo u otro, pero ¿por qué? Todavía no podía entenderlo, pero se acercó rápido para ayudar el científico y seguir adelante.
Si aquello no fuese suficiente, a lo que temían el otro grupo no era mucho distinto, es más, lo suyo no era cosa de la que preocuparse realmente. Empujar figuras hasta sus puestos y pasar el acertijo, ¿no? No debía de ser demasiado difícil, ¿verdad? A menos que tuviesen a alguien en el equipo que solo diese órdenes sin preocuparse por lo que pasase con el resto. Eso es lo que estaba pensando cada poco tiempo Bybe, en su esquina sentado, entrecerrando los ojos para cerrarlos cada poco tiempo solo para reflexionar y pensar lo que vendría más adelante, puesto que, si se concentraba, a veces podía oír otros ruidos interesantes. En cambio, era difícil concentrarse durante más de dos minutos, pues en su grupo no había más que gritos y quejas, sobre todo por aquella mujer desesperada de pelo rosa que gritaba por millonésima vez a su compañero.
—¡Vamos a ver...! —empezaba de nuevo a explicar el plan —Ponerte a la altura del búho y que te vea para distraer mientras nosotros movemos las figuras. No es tan difícil, ¿no? ¿O es que directamente no te entra en la cabeza, idiota? —y le dio un golpe en la frente, haciendo que el otro suspirass con fuerza, pero que se enfadase el doble.
—Por supuesto que lo entiendo, agh —se quejó Rope, mirándola con ojos de asesino, básicamente lo que era —Lo que no entiendo es por qué lo hago yo si tú estás más libre que cualquiera de los de aquí.
—Pues porque tú me caes mal, ¿sabes? —se sinceró, juntando ambas frentes para mirarse como perros rabiosos a punto de pelear.
—Claro que lo sé —se aguantó una falsa risa —Pero es que yo te soporto menos que tú a mí, así que hazme el favor de ir tú en vez de yo, porque yo sí tengo una misión y una promesa que cumplir, y seguro que tú ni eso.
—¡¿Ah?! —se indignó esta —¡¿Cómo te atreves, pedazo de...?!
–¡Oye...! —interrumpió de repente Then, subiendo los brazos, la mirada entre ambos con sus ojos azules, aunque no tanto como los de Bybe; estando entre las dos primeras estatuas y al lado de Cheríl, el cual, mientras discutían, él sólo giraba su mirada para ver quién decía el mejor argumento —¡Me aburro, me aburro mucho! —soltó, metiendo prisa indirectamente.
Los otros dos le echaron una mirada extraña durante unos segundos, después se miraron a la vez y continuaron discutiendo. A Then le habían ignorado completamente, por lo que siguió insistiendo en que se aburría y que quería continuar la misión, mientras que Cheríl apoyaba su cabeza en sus manos y cerraba los ojos, suspirando. Si se iban a quedar peleando durante más tiempo, pensó; para eso lo hago yo solo, ahora que sé de qué va la tontería de acertijo. Aunque tuviese razón en lo que pensaba, el búho seguía acechando y nadie lo iba a distraer si él hacía todo el trabajo, es decir, tendría que esperar a que uno de esos dos se pusiese de acuerdo en ser la víctima, puesto que no podía obligar a ninguno de los otros dos: Then no sabría qué hacer, lo tenía claro, y Bybe...
—¿Habéis acabado ya? —preguntó de repente por detrás, cruzando los brazos y girando un poco la mirada, haciendo que todas las miradas se posasen sobre él.
—Cállate, cieguito; tú no puedes hacer nada en este acertijo —intervino Lora y rápidamente Rope se puso en su defensa.
—¡No te burles, quejica...! ¡Él ha encontrado esto y...!
—¡¿Cómo que quejica?! —interrumpió y así siguieron discutiendo.
Cheríl, perdiendo el hilo de la conversación una vez más, miró a Bybe, el cual suspiró, bajando la cabeza. No se lo pensó ni dos veces en empezar a caminar hasta ponerse entre ellos, tratando de separarlos aún sin saber ni donde se encontraba cada uno de ellos, pero lo intentó, que fue lo que valió para calmarlos un poco. Después, suspiró una vez más, cerrando sus ojos y cogiendo de nuevo aire.
—Si tantos problemas tenéis en elegir quién será la carnada, lo hago yo y punto —miró en frente, haciendo que los dos se quedasen unos segundos callados, todavía preguntándose lo que acababa de decir aquel chico.
—¿Tú? —empezó por fin Lora, soltando una carcajada —Me encanta que seas el hazme reír del grupo y el que pretende controlar todo con su súper oído, pero te recuerdo que en esta misión nos estamos jugando una llave y tú...
—Soy ciego —se reafirmó, sin mover la cabeza —¿Y?
—No, nada —se echó hacia atrás ante su mirada penetrante —Haz lo que tú quieras; yo voy a mover las figuras.
Entonces, aceptó con un movimiento de cabeza. Fue a dar un paso hacia adelante, tratando de salir del punto ciego del búho. Si Lora, Cheríl, Then y Rope movían las figuras, estaba seguro de que se desbloquearía sin esperar ni un segundo más, y eso era lo que pretendía, así que dio un paso adelante, se mentalizó rápido y...
—Bybe... —susurró entonces Rope, cogiéndole del brazo, haciendo que a este se le paralizase todo el cuerpo rápidamente —¿De verdad vas a hacer esto solo para que nosotros nos marchemos de aquí...? Es decir...
—Yo... —empezó, pero cambió al instante, casi riéndose, poniendo una sonrisa aun sin saber dónde se encontraba su compañero —No seas tonto, Rope. Sé qué hay más adelante; puedo notarlo, así que no os vais a marchar de aquí gracias a mi distracción, sino que nos vamos a marchar de aquí todos juntos.
No se giró, pero notó la cara que tenía puesta de pena su compañero. Soltó su mano de su brazo, se giró un momento, giró la cabeza un poco y le miró solo a él, con los dientes sobresalientes, los ojos entrecerrados, como con cara de saber lo que hacía. Rope se quedó parado, callado, hasta que se dio la vuelta y continuó hacia el búho. Fue a decir algo, hacer algo, dar un paso, lo que fuese, pero Cheríl le detuvo, levantándose rápidamente y agarrando su camiseta. Se miraron unos segundos hasta que el albino asintió.
—Bybe sabe lo que hace, y es el único que se ha ofrecido de carnada, así que déjale en paz —pero, antes de terminar, le volvió a cortar.
—¡¿Y si le da el rayo?! —dijo, incluso temblando de los nervios.
—Pues lo siento por él —soltó Lora y se apoyó al segundo siguiente en la piedra —¡Vamos, cieguito...! ¡Ya tengo lista la siguiente estatua!
La estatua de viento era la segunda que debían de mover y Lora ya estaba preparada, mirando a Bybe, este todavía agarrado a la figura de en frente. Acto seguido, dio un paso y el búho se fijó en él como un león en su presa, ignorando la fuerza que estaba empezando a hacer Lora, en silencio, sobre la figura. Bybe rápidamente se lanzó a la pared de la derecha y se quedó paralizado, como esperando, con los ojos cerrados, cogiendo aire.
—¡Oye, oye...! —empezó, dando saltos —¡Mira aquí, búho! ¡Estoy aquí, mírame...!
Sin duda alguna, la figura de búho con los ojos amarillos, grandes, enormes, se fijó en aquella pequeña figura de pelo negro que se movía. Tanto Cheríl como Rope observaban la técnica, uno sonriendo y el otro asustado, respectivamente. Then, por el contrario, fue obligado y llamado por Lora para ayudarla a mover la estatua y este fue con una sonrisa hasta allí, mandándole la mujer silencio. En cambio, cuando el búho por fin obtuvo a su presa, sus ojos se iluminaron con mil tipos de brillantes de colores entre amarillo y blanco y, justo después, se dispuso a disparar aquel rayo, más parecido incluso a un láser, contra aquel chico. Cuando el rayo fue lanzado, Bybe subió la mirada, Cheríl sonrió aún más y Rope se tapó los ojos con una mano, pero, de repente, se escuchó un golpe. El chico no tuvo de otra que volver la mirada lenta, pero muy asustado a ver lo que había ocurrido. En el lado en el que él y Cheríl estaban era justo en el lado de la pared en el que se había puesto Bybe y donde ahora había sólo suelo y pared recolocándose, sin rastro de su compañero. Parpadeó un momento, pero no tardó en darse cuenta de que no estaba allí por una razón, y era muy simple.
—¡Bien, Bybe...! —animó Cheríl de un salto —¡Bien hecho!
Cuando Rope giró su mirada, se dio cuenta de la figura, hecha una bolita casi, en el lado izquierdo de la pared. Bybe, sin duda, se le reconocía por el pelo, pero este levantó la mirada cuando escuchó a Cheríl y, sin expresión alguna en la cara asintió solo con la cabeza, la mano puesta en su nariz. Ambos chicos supieron al momento que se había lanzado a como había dado lugar y de nuevo estaba sangrando por la nariz, como siempre. De un modo u otro, Bybe había esquivado el ataque, y la figura...
—¡Ya está...! —gritó Lora, dándose la vuelta para volver a uno de los lugares donde poder ocultarse del búho —¡Bybe...! —le llamó.
Pero, cuando él se dio la vuelta para ir corriendo, notó una presencia detrás de él justo. No tuvo ni que girarse para saber que se trataba de un segundo ataque, pero verdaderamente le sorprendió la velocidad que había entre ataque y ataque. De un modo u otro, al tratar de ir a donde le habían llamado, se golpeó nuevamente contra cualquier superficie y se cayó de cara al suelo. Subió la mirada rápidamente para mirarlos, después al búho. Cogió aire antes de que el búho atacase.

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