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Allí, en aquel lugar encerrado por todos los lados, con el único fin de llegar al final para conseguir una llave, primero pasando por un acertijo de lo más difícil, el cual requería de mucho esfuerzo mental, pero sobre todo humano. Habían abierto la puerta gracias a la sangre y las lágrimas de Teka, pensó Caro; lágrimas, dolor sangre y amor. Pensándolo bien, el chico había llorado y había sentido dolor, por no incluir la sangre. Pero ¿amor? Ahí ya fue cuando detuvo su análisis para dudar un momento. Amor, susurró, pero no podía entender a qué se refería con ello; amor...
En cambio, en aquel momento justo, viendo cómo la situación se descontrolaba más de la cuenta, cuando en vez de ser la prueba y el propio acertijo el que les daba problemas, pues no se trataba de otra cosa que de una de sus compañeras, fue cuando Caro terminó por comprender la frase casi del todo. Bubble, riéndose, pareciendo así forzado, con varios tembleque en varias partes de su cuerpo, había convertido la única luz que le quedaba en los ojos en oscuridad total, una oscuridad aterradora y sin expresión alguna. El azul ya ni estaba presente, pues la chica lo había desechado para crearse de nuevo a sí misma de aquella manera. Los tembleques del suelo no daban tregua alguna y cada vez parecían volverse peores.
Rápidamente, ella fijó la mirada en ambos asesinos que no fuesen Teka, primero en Tarou y bajó su sonrisa para quedarse algo más tranquila, de pie, mirándoles y a la vez desviando su mirada rápidamente.
—No puedo comprender por qué tengo que ir con vosotros... —empezó, cambiando su actitud a una más seria.
—Pero si fuiste tú quien se unió aquí... —pareció burlarse el chico de pelo morado, mirándola como sin entender nada.
—¡¿Yo?! —se molestó ella y el temblor del suelo se hizo por unos segundos tan fuerte que los tres de la derecha terminaron cayendo al suelo, pero ella siguió parada, allí de pie —Tú hiciste el grupo y nos metiste a todos como si fuéramos simples marionetas, dichosa mujer gato... —la miró con rabia, con ira, a punto de llegar al borde de su locura, pero respiró y el suelo volvió a hacerse estable.
Caro y Tarou se levantaron lo más rápido posible, de un salto incluso y se pusieron delante de Teka, al cual no le dejarían levantarse ni incorporarse siquiera si no querían que la herida fuese a peor. Tan solo ver aquel acto, a Bubble le hirvió la sangre, apretó fuerte los puños, miró a la cara a cada uno de ellos y cogió aire rápidamente.
—No puedo entenderlo... No puedo... —susurró mientras cogía su cabeza, pero volvió a dejarla suelta cuando notó un simple latido del corazón, que hizo que la rabia la invadiese sin saber por qué razón exactamente —¡Estáis en medio...! ¡¿Por qué no dejais a mi novio en paz...?!
—¿Disculpa...? —intervino Tarou, evitando reírse por la situación y a la vez con asco por el hecho de considerarle así a un chico que ni siquiera sabía de su crimen.
—Bubble, no sé lo que estarás pensando, pero... —empezó ahora Caro, pero ella la detuvo.
—¡Tú...! ¡Sí, sobre todo tú eres la que está todo el día en el medio...! —dio un paso adelante, metiéndose la mano entre la falda y apretando los dientes unos contra otros fuertemente —A ti te odio; te odio más que a nada en este universo. Te odio por intentar acercarte a Teka como si no me diese cuenta —dio un paso adelante —Odio que tengas que entrometerte aquí todo el rato, como si yo fuese la mala de la historia —acercó su mano a la falda, apretando los dientes y mirando arriba con rabia, mientras los otros tres no sabían qué decir, sino que solo observaban —Debo de parecer una tonta ahora mismo... ¡Pero es verdad lo que digo! Parece que no hago nada, que sobro en la misión de sobrevivir, porque yo no soy fuerte, ni lista ni...
—Bubble... —dijo Caro, dando un paso adelante, lo que Bubble no consintió.
—¡Atrás...! —gritó, agarrando de repente la navaja, sacándola de su ropa, poniéndola contra la chica, haciendo que esta se detuviese de nuevo, a pesar de la cara que tenía ella, de rabia, de desconcontrol, de odio... —No te acerques a mí... No quiero verte más, porque tú sí que vales para sobrevivir; tú puedes vivir sin problemas, en paz o como sea y como quieras, pero yo no... ¡Yo soy una asesina! ¡¿Entiendes?! Soy yo quien mató a tantas personas y, sí, también soy yo quien tiene unos instintos asesinos distintos a los de los demás... ¡¿Y qué?! —suspiró fuertemente, bajando los hombros, notando su pulso en su garganta, quitando la cara de sufrimiento que tenía.
Caro había dado un paso adelante y uno atrás, pero ahora se encontraba en el suelo de rodillas, pues estaba segura al mil por cien de que aquel lugar cuadrado de piedra se rompería de un momento a otro, notando las grietas que estaban creándose bajo sus pies, las cuales eran tan violetas y tan agresivas que ni siquiera Tarou había podido quedarse de pie, sino que resistía de cuclillas en el suelo, agarrado de una cuerda, protegiendo entre suspiró y suspiró al científico, el cual miraba la escena con los ojos brillantes, como de pena, viendo cómo su compañera decía todo aquello. Pensó, durante un momento, en lo poco que la había valorado durante todo el tiempo que llevaban juntos y se sintió culpable por aquello, al borde de estremecerse, pero levantarse y hablar con ella. En cambio, todo aquello temblaba tanto y había tan poca seguridad con su pie que pensarlo parecía incluso gracioso. Miró de nuevo a Bubble y le sorprendió la estabilidad que tenía la chica, pues seguía de pie, navaja en mano, apuntando a los tres con la mano temblorosa, y a Caro en frente de ella con las manos abiertas y subidas; la braga baja, pues quería que la mirase a toda la cara sin miedo ni duda.
—Bubble, mírame... —le dijo, tratando de buscar la calma, pero, tan pronto como lo hizo, la chica volvió a chillar de forma tan aguda que pensó que le sangrarían los oídos.
—¡¿Ves, ves...?! —apretó más su puño, empezando a sangrar por tener la mano en la cuchilla —¡Vuelves a hacerte la buena frente a todos...! ¡¿Piensas que así te va a seguir todo el mundo; que vamos a salir de aquí por comportarte así de maja con todo el mundo?! Pues te diré algo, mujer gato: a mí no me engañas —subió la nariz, apretando los dientes y haciendo que una de las grietas explotase a su lado justo, subiendo un poco el terreno —Sé lo que pretendías desde el principio y te odio por eso. Pretendes ser la única superviviente, pretendes que todos confíen en ti para matarlos más adelante, pretendes quedarte con mi compañero...
—¿Qué? —dijeron los tres a la vez, como sin creer lo que decía, pero les calló al gritarles de nuevo casi a los oídos.
—Ya estoy harta de oír tus consejos y tus ayudas todo el día, y eso que solo llevamos tres o cuatro días aquí; ya ni lo sé, porque, claro, estoy loca, ¿no? —y se rio, apretando las cejas contra sus ojos —Déjame decirte que no me gustas y que estarías mejor muerta... —se puso seria, entrecerrando los ojos, tocando con la otra mano su navaja y volviéndose a poner recta, pero no duró demasiado como bien había pensado la rubia, pues su sonrisa, sus ojos negros, todo ello junto la delataba totalmente, y peor fue cuando dijo lo que realmente quería decir —¿Y por qué no? Comprobemos si todo sería mejor si así fuese.
—¿Qué estás diciendo? —se indignó Tarou, pero realmente no pasaron casi dos segundo hasta que lo comprobó.
Y esto fue sencillo, pues, cuando Caro volvió la mirada a Bubble, sus ojos se abrieron con un tipo de brillo aterrador al ver a la chica saltando contra ella con aquella cara de locura total, ojos negros, sonrisa desesperada y navaja en mano. Trató de rebanar su cuello, pero ella lo esquivó y terminó haciéndose un corte profundo en el hombro izquierdo, haciendo un giro al final, evitando la siguiente punzada de Bubble con su voltereta y trató de echar a correr.
—¡Caro...! —gritó Teka, abriendo él los ojos y tratando de levantarse, pero volvió a caer atrás por la falta de equilibro —¡Bubble, para, por favor...!
—Es bonito que por fin te dirigas a mí, mi amor —sonrió esta, deteniéndose un momento para mirarle con cara de buena, quitando el hecho del chorro de sangre que le caía del principio hasta el final de la nariz: sangre de Caro —Pero sabes que esto lo hago yo porque sino nadie más lo haría, así que tú solo espera un poco más y volveré a tu lado, ¿te parece?
Antes de terminar, abrió un poco los ojos para ver la cara de desesperación que tenía Teka: una mezcla de confusión, agonía, terror y dolor. Justo después, amplió más la sonrisa y se giró de nuevo a toda velocidad. Caro hacía todos los esfuerzos posibles por quedarse estable en el suelo, pero la chica apenas podía mantener el equilibro por el tembleque del suelo y terminaba cayendo a este, haciendo así que varios de los siguientes cortes e intentos de asesinato al cuello de Bubble fallasen y terminasen en cualquier otro lugar del cuerpo. Parte se sus mechones rubios corrían por el suelo, otras tantas manchas de sangre impregnaban el lugar, todo ello acompañado por la locura, la risa, las ganas de asesinato de la chica de pelo azul, la cual tenía un tipo de movimientos muy veloces y aterradores, tanto que a Caro apenas le daba tiempo a esquivarlos, agachándose y tratando de correr, pero siempre terminaba dándole algún corte. Le pasó una muy cerca del pecho, otro le cortó al borde del ojo y otro directamente entró en uno de los lados de su garganta, justo a uno de los lados: a la derecha. No cortó del todo, sino que el simple roce hizo que la sangre impregnarse el lugar de tal modo que los dos chicos abrieron los ojos; Tarou con rabia y Teka con temor. Bubble lamió lentamente el cuchillo con los ojos clavados en la herida que dejaba caer la sangre por los lados mientras ella trataba de aguantar el dolor con todas sus fuerzas y respiraba rápido.
—Es una herida mortal si no tienes médicos ni nada raro —sonrió, mirándola con la lengua fuera y cara de pilla, haciendo que Caro la mirase con rabia —Por fin se acabó tu reinado del terror, minina...
—¡Bubble...! —intervino de repente Teka, y ella se quedó paralizada al notarlo, pues el chico se había terminado levantando, corriendo hacia allí y agarrando a la chica casi en forma de abrazo.
Bubble se detuvo, parando su cuerpo, sus ojos centellearon y se volvieron más claros, contuvo un segundo su respiración antes de darse cuenta de lo que pasaba: Teka se había movido de un lado al otro rápidamente para detener su enfado, su odio, todos sus sentimientos presentes y dejar a la chica rubia en paz. Subió la mirada para ver su cara, pero el científico la escondía con su capucha y entre la cabeza y el hombro de Bubble, pero sabía lo que ocurría. De un modo u otro, pasó lentamente su mano por la espalda de Teka, sabiendo que era de las primeras veces, si no era la primera, que él era quien la atacaba a ella con una muestra de afecto, por lo que debía de aprovechar, pensó y puso su mano en su hombro derecho para detener los tembleques que tenía el chico, pues el suelo no daba tregua y él no estaba muy estable. Buscó desesperadamente encontrar sus ojos verdes en la oscuridad de la capucha, tratar de comunicarle algo, lo que fuera, pero el chico solo hizo un movimiento, poniendo su boca en su oído y susurrando.
—Lo siento, Bubble... —dijo, y ella notó cómo le temblaba la voz al decirlo —No me había dado cuenta de todo esto...
—Tranquilo, mi cielo —susurró ella, cerrando los ojos y abrazándose mejor a él, agarrándole fuerte para no dejarle escapar —No es tu culpa; nada de esto lo es, así que no te preocupes...
—Pues claro que es mi culpa —dijo entonces, poniéndose mejor, cogiendo sus hombros para mirarle a la cara, pero no pudo mantener los ojos sobre los suyos, haciendo que se diese cuenta de algo.
Rápidamente, se dio la vuelta, pues había notado la mentira en la cara del científico y supo que algo no iba bien. Y así fue, ya que Tarou la atacó por detrás con le navaja en ese momento, haciendo que medio costado suyo comenzase a sangrar, fallando al momento la cuchillada que pretendía hacer contra su espalda. El chico de pelo morado chasqueó la lengua por el error, pero ella no podía creerselo. Volvió la vista a Teka, que miraba a otro lado, hecho una bola en el suelo, tratando de pasar desapercibido del tema, pero a ella no le gustaba eso... No; eso lo odiaba, lo odiaba más que nada en el mundo, perdiendo los nervios, doliéndole el pecho, perdiendo el aire en los pulmones, transformando el color negro de los ojos en una luz tan oscura, tan fría, tan triste; haciendo que sus uñas quedasen marcadas en sus puños, casi sangrándole... Estaba cansada de todo.
Cuando Tarou fue a tratar su segundo golpe, el cual no había tardado nada en pensar y reaccionar como tal, fue a golpearla por la espalda cuando ella volvió a hacer su técnica secreta: gritar con su tono agudo y esta vez fue claro, pues el tímpano de los tres empezó a resonar con fuerza, al borde de sangrar, explotar, lo que fuese. Se giró contra los tres, cogiendo aire y subió la nariz tanto como una bestia a punto de devorar a su presa... O cazarla.
—¡Ya estoy harta...! —y siguió gritando con su voz aguda, haciendo que todos se tuviesen que tapar los oídos —¡Ya estoy harta, ya estoy harta, ya estoy harta...! —y con cada grito golpeaba el suelo y las grietas se hacían más duras, más gruesas, más profundas...
Hasta que una de ellas terminó cediendo.

Entrada de los Pecadores Where stories live. Discover now