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El cielo nublado había decidido cambiar una vez, solo para empezar a llover; al principio, lento y después casi como si un tornado se acercase a ellos. El río notaba cada una de aquellas gotas como si fueran nueva energía para moverse con mucha más fuerza que antes. Cualquier persona estaría buscando cómo resguardarse de aquella lluvia, justo como los animales del lugar, pero los asesinos no. Ellos, por suerte y con suerte, se encontraban en el fondo de aquel lugar de agua, en aquel momento, en aquel eterno pasillo oscuro. La situación debía de estar en calma, puesto que la lluvia no les llegaba, o así debía de ser, pero era todo lo contrario. Tan rápido como habían encontrado el lugar, Tarou se había apresurado a encontrar a aquellos dos chicos para ahogarlos de la rabia que contenía tras haber abandonado y traicionado al grupo cuando todos parecían estar de acuerdo y seguros allí donde estaban. Tenía pensado encontrar
a aquellos dos, pero, tan rápido como vio el lugar, suspiró y miró a otro lado. Estaba claro que era un acertijo que debían de resolver para llegar al otro lado, pero ni siquiera Teka sabía de qué iba aquello. Fue por eso que decidieron quedarse allí, buscando por si había otro lugar por el que ir, pero no fue así, y, puesto que el tiempo se acababa y la tormenta avanzaba, haciendo que cada vez más agua entrase a la cueva, hicieron que los nervios de todos y cada uno de ellos se perdiesen y buscasen la forma más rápida de llegar al otro lado... Aunque eso no era lo que necesitaban con más importancia, ¿no? Debían de encontrar a aquellos dos lo más rápido posible para hablar con ellos e idear un plan; al menos, eso era lo que pensaba Caro, la pacifista, mientras que Tarou negaba.
—Voy a partirles la cabeza —se sinceró, casi sin cambiar su expresión.
Todos asintieron con duda, pero no fue ninguno, sino aquella chica esperanzada, quien se movió primero y rápido. Se lanzó hasta el lugar donde empezaban los números, poniendo sus manos juntas en los mofletes y cerró los ojos.
—¡Loan...! —gritó, con fuerza, apretando los dientes —¡Cheríl...!
Se quedó unos momentos en silencio, esperando a ver si alguien o algo le respondía. Todos estaban expectantes, mirando dudosos a la chica, como con algo de miedo. Si no respondía nadie, querría decir que tendrían que cruzar al otro lado para ver si...
—¡Caro...! —se escuchó al otro lado, con voz de desesperación, pero todos subieron la cabeza a toda velocidad y sus ojos brillaron —¡Ayuda, por favor...! ¡Por favor...!
Al momento, todos se detuvieron; sus corazones a la vez. La voz de Cheríl parecía segura de lo que debía de hacer, parecía estar temiendo, temblando un poco, como si estuviese llorando o al borde de hacerlo. Caro entonces advirtió la situación, pero no había forma de cruzar al otro lado si no se sabían la combinación, ¿no?
—¡Tienes que sumar los números...! —gritó rápidamente al darse cuenta de su error —¡Los tres primeros son el cero, uno y uno...! —y se quedó callado de nuevo.
—¿Cero, uno y uno...? —susurró de repente Teka, como si se hubiese dado cuenta de algo malo, o aterrador, sino que acababa de darse cuenta de algo.
Obtuvo todas las miradas al momento, teniendo los ojos muy abiertos, mirando al suelo, más clavados que mucho antes. Estaban por preguntarle, pero él solo subió la cabeza con un brillo enorme en los ojos verdes, haciendo que pareciese mil veces más bonitos de lo normal. Entonces, se quedó algo confundido.
—Es la secuencia de Fibonacci... —dijo, para sí, para todos, pero frunció un poco el ceño —¿Pero cómo lo sabe...?
—¡Da igual en este momento, rubito! —se enfadó Tarou, por una vez que no sería enfado de querer matar a alguien... O no —Si uno se muere, ¡no me quedaré a gusto matando solo a uno!
En cambio, tratar de hacer aquello en aquel momento parecía imposible por un par de cosas, ambas que presionaban; una era aquel grito de ayuda de Cheríl, mientras que el otro era el agua que no dejaba de entrar y estaba llegando a ellos. Teka no era rápido ni fuerte; no podría llegar jamás a salvar a Cheríl y a Loan mientras analizaban, por lo que dos personas saltaron al momento para ir ellos en cambio. Hicieron una sonrisa forzada para mirarle.
—Ve diciendo los números y nosotros vamos a por ellas —asintió Caro, esperando órdenes.
—Yo iré más rápido que esta mujer, solo dime cuáles tengo que pisar —asintió Rope, estando ya preparado para echar a correr en cualquier momento.
Teka asintió al plan y bajó la mirada rápidamente. Sabiendo que los primeros eran cero, uno y uno...
—Id al dos —empezó —Después al cinco, al ocho, al trece...
—¡Vas muy rápido, tío...! —se molestó el chico, todavía por la tercera placa —Baja el ritmo, científico loco...
—Uy, perdón... —y sonrió.
Ambos chicos fueron cooperando para dar justo donde debían, hasta el punto en el que Teka tuvo que dar voces y gritar para que le escuchasen. Por fin, llegando al final, deslumbraron lo que pasaba. Cheríl de rodillas en el suelo, con la camiseta y el pelo manchados de sangre, con las lágrimas al borde de salir, estaba esperándoles mientras vigilaba muy de cerca a quien tenía al lado, el cual se trataba sin duda de Loan. Cuando vieron aquella herida tan pronunciada y profunda, no supieron qué hacer exactamente, sino que se paralizaron cada uno en una placa. Tragaron saliva cuando Rope saltó hasta la que estaba Caro, mirándola con concentración.
—Ven —dijo, poniendo una mano sobre la otra y bajándola lo suficiente para que llegase la chica con un pie —Salta y ve a ayudar el peli verde de una vez.
Caro asintió, plantando el pie sobre sus manos y haciendo todas sus fuerzas posibles; Rope lo mismo. Al momento siguiente, Caro estaba por los aires y cayendo sobre un pie y una rodilla al lado de Cheríl, el cual apenas se movió de su posición; ni siquiera movió su cabeza a un lado para mirarla. Ella en cambio fue corriendo hasta donde estaba Loan. Viendo el trozo de flecha que tenía metido a uno de sus lados y la sangre que corría por todo su hombro, supo de inmediato la gravedad de la situación. Con el brazo izquierdo del más joven de allí sobre su cabeza, puso de pie al chico inconsciente y se movió rápidamente, sin perder tiempo. Miró de nuevo a Cheríl, dándole un golpe con el pie levemente.
—Vamonos —le dijo, y empezó a caminar, tocando justo donde decía Teka.
Obtuvo la ayuda de Rope al segundo siguiente, poniendo con cuidado el brazo izquierdo del chico en su hombro, pero, viendo que no funcionaría siendo tres, se acercó lo suficiente al chico para ponerlo sobre su espalda y saltar a la placa anterior, la cual ya había subido de nuevo. Cheríl se movía casi inconscientemente por las placas que Caro decía, mirando abajo, como muy sorprendido. Todo había sido tan rápido...
—¡Loan...! —gritó Bubble la primera al llegar allí.
—Maldición... —dijo Tarou, golpeando el suelo y dándose la vuelta —Yo que quería ahogarle...
—Tranquilo, Tarou —sonrió Then —No está muerto todavía, pero al borde, al borde. Si queréis, yo le puedo rema...
—Te juro que, como lo digas, te mato yo a ti —dijo, molesto, puesto que aquella situación le superaba lo suficiente como para ser más humano que antes.
Loan estaba inconsciente, perdiendo sangre como nunca y reduciendo cada vez más los latidos de su corazón. Teka se había lanzado inmediatamente en su ayuda, mirando poco por poco su ritmo, cogiéndolo con cuidado y observando ante la mirada de miedo y asombro de todos. Rope se acercó a Bybe y le susurró algo que hizo que abriese los ojos y mirase a otro lado, sabiendo que se le había puesto el pelo de punta. Mientras, el científico había quitado la camiseta al chico y miraba con miedo la flecha atravesada.
—Dios de mi vida... —susurró, tocando lentamente la herida abierta —Esto no es normal...
—Se puede curar, ¿no? —intervino la pelirrosa, mirando por encima de su hombro —Es decir, es solo una flecha y tal, y...
—No es solo una flecha —se molestó el científico, pero sin mirarla siquiera —Le ha dado muy cerca del cuello, casi en una vena muy importante, así que no, no es solo una flecha.
Se detuvo para volver la cabeza un momento y ver que la chica estaba horrorizada. Acto seguido, cogió aire con algo de miedo y cerró los ojos. Puso lentamente su mano en la flecha y, al segundo siguiente, se la arrancó sin pensarlo dos veces, solo la parte sobresaliente de esta, dejando la mitad dentro todavía. Justo después, se quitó la sudadera a toda velocidad para ponerla sobre su hombro, empapando la prenda en una mezcla de líquido del suelo y la sangre de este. Bubble, por detrás, solo hizo una sonrisilla al ver a Teka, quien supuestamente era su novio desde que se habían conocido, en ropa corta y que le dejaba ver los brazos como tal... Pero aquello no era importante en aquel momento.
—Toma —soltó de repente Cheríl, justo después de salir de su trance y Teka vio lo que le daba.
Mojado y arrugado, Cheríl le había donado uno de sus calcetines, los cuales, a diferencia de Loan, no se los había quitado. Era flexible y largo, perfecto para atárselo como una venda en el hombro al chico. Al tirar un poco más fuerte de lo que debía, la sangre fue drenando hasta quedarse todo en el blanco calcetín y dejar en paz el brazo del más joven de allí, y es que había sido gracias al calcetín que la vida de Loan ya no corría tanto peligro, sino que el sangrado se había detenido a los pocos segundos de apretarlo. Después, Teka lo dejó suavemente sobre el suelo, aún con el calcetín enrollado en el hombro y bastante inconsciente. Todos se miraron.
—Vale, ¿cuál es el plan? —dijo rápidamente Lora, poniéndose seria al apartar la mirada de Loan.
—Dame tiempo, acabo de encontrarle un nuevo sentido a un calcetín —respondió Teka mientras se ponía la sudadera, la cual, siendo de un color claro, ahora estaba llena de sangre por un costado y la capucha. Tampoco le importaba demasiado, la verdad.
Subir era una opción, pero ya que estaban allí debían de pelear todo lo posible por encontrar la llave. Sabiendo que la técnica para pasar al lado era la secuencia de Fibonacci, las posibilidades de pasar eran completamente seguras. Siempre y cuando Teka no se confundiese en el orden de los factores y sumase de más o de menos, todos podrían pasar; todos menos Loan, el cual movió las pestañas al momento para abrir lentamente los ojos. Cheríl, a su lado, le rozó el pelo con una sonrisa y le miró a la cara.
—Gracias... —le susurró con pena, mirando su hombro —Descansa por ahora, nosotros nos encargamos.
Loan, sin fuerzas y sin hablar, asintió y volvió a cerrar los ojos contra el suelo. Sabiendo que estaba bien, que había podido quedarse consciente durante un par de segundos por lo menos, la preocupación bajó radicalmente y recayeron toda su confianza en Teka, el cual asintió en aquello de que Caro y Rope fuesen primero como antes, pero no fue así, ya que el segundo se negó a ir al principio si iba Bybe con él. Todos suspiraron fuertemente, por lo que mandaron a la chica a ir primera sin quejas ni suspiros de pereza, aunque a ella le daba igual. Así fue cómo la secuencia de números fue repetida una vez más, pero esta vez dejando al décimo en el suelo más próximo a la segunda parte de los números, puesto que el agua no había dejado ni un segundo de entrar.
Al otro lado, cuando por fin llegaron, aparte de dejar a Loan contra la esquina, miraron rápidamente a Cheríl. Él ya había estado en aquel lugar, ¿no?
—Pero yo me he quedado aquí, no he pasado más adelante... —rechistó este, subiendo los ojos —Yo no voy primero.
—Un día nos quitas el mapa y al siguiente estás con el rabo entre las piernas —dijo Tarou, casi escupiendo aquellas palabras en su cara, y pasó de largo —Voy primero.
Justo frente a ellos, tres puertas eran visibles. No, no eran puertas de verdad, ya que allí no existía aquello, sino que se trataban de entradas de la cueva que se abrían hacia adentro. Las observaron en silencio; parecían todas iguales y así era: todas tenían las mismas piedras, los mismos picos, el mismo goteo... Parecía una réplica de una de ellas, lo que era bastante terrorífico a su modo de ver. Observaron unos segundos más hasta que por fin preguntaron.
—¿Y ahora por dónde? —volvió a molestar Lora, con un suspiro.
—Agh, no lo sé —se molestó el doble Teka, mirándola con algo de rabia —Que sea científico no quiere decir que sepa todo del universo, ¿vale?
—Vale, vale, niñato... —le sacó la lengua, lo que le molestó, pero se quedó callado —Al menos no voy dando órdenes de qué hacer y qué no...
—Yo no he dado órdenes... —suspiró con fuerza, pero Lora interrumpió de nuevo.
—No, por supuesto que no —se burló, todavía con el ceño fruncido —Como eres un científico, todos te hacen caso, ¿no? Puesto que eres tan listo como dicen, venga, ¿cuál es la puerta correcta?
—¡Disculpa, pero me parece que esto se ha ido de nuestra conversación principal...! —apretó sus dientes Teka, notando cómo sus nervios se perdían en la situación.
Ambos mantenían un ojo sobre el otro, lo que hizo que tuviesen la mirada todos y cada uno de ellos puesta en lo que estaba pasando entre aquellos dos. Bubble miraba ahora a la mujer de rosa con asco, puesto que se estaba oponiendo a lo que su novio decía. ¿Quién se creía aquella mujer...? Miró a otro lado, no le apetecía verle la cara tan blanca y pálida que tenía en aquel momento.
—¿Y tú qué? —analizó Teka —Eres mayor que yo, tienes pinta de no haber trabajado en tu vida y de no comer como es debido, de haber sido tratada como una persona fuera de la sociedad y de haber asesinado a tu...
Y se detuvo, pero no porque quisiese, sino porque Lora le pegó un puñetazo en el pecho, haciendo que se cayese al suelo de un golpe. Bubble, furiosa y rabiosa, al borde de saltar hacia aquella mujer, como un gato callejero, estaba siendo sostenida por los brazos de Caro para no hacerlo. Tarou y Then miraban el espectáculo como si no fuese con ellos, casi lo mismo que Rope, que no dejaba de mirar entrada por entrada por si notaba alguna diferencia. Lora esperó a que el chico volviese a levantarse para volver a dirigirle la palabra, pero el científico se quedó allí, tumbado, como esperando u observando algo. Y es que había algo que le había llamado tanto la atención que sus ojos se habían clavado sobre él. Justo en frente, alguien se había quedado mirando adelante, a la puerta del centro, y este no se trataba de otro que de Bybe, que observaba, sin pestañear siquiera y con su ojo celeste, casi transparente por un momento, lo que había allí al otro lado. Después, se dio la vuelta y, ante la mirada de duda de todos, pestañeó dos veces.
—Suena agua —fue su respuesta —Si vamos por ahí, volveremos arriba de nuevo.
Sin preguntar ni nada, todos miraron cómo salía de allí, agarrándose a la pared y se metía en el tercero, es decir, el primero de la derecha. Se quedó unos segundos escuchando, en el silencio que todos y cada uno de ellos le había proporcionado, abriendo y cerrando sus ojos, mirando en frente sin mover siquiera la boca. Acto seguido, se dio la vuelta y entrecerró un poco su ojo.
—Aquí no oigo nada... —pero siguió neutro, tratando de manejarse para ir al primero, aunque se terminó cayendo al suelo tras tropezar con los pies del científico.
Lora lo puso de pie de nuevo y siguió recto. A la vez, tanto ella como Cheríl e incluso Tarou, trataban de escuchar el río que supuestamente había dicho que estaba al otro lado de la segunda. Increíblemente, allí no se oía nada...
—Bybe es muy listo —susurró Rope para no desconcentrarle en su misión.
—No es así —cortó Tarou, subiendo la voz —Ese crío tiene muy desarrollado el oído porque él...
—Oigo algo... —susurró de repente.
Todos inmediatamente se pusieron alerta, dejando a Tarou a la mitad, pero él también se interesó. Fueron corriendo hasta su lado para mirarle. Parado, frente a la entrada de la cueva, de espaldas, la cabeza alta y la poca iluminación que había dándole en la camiseta de colores que llevaba, parecía estar difuminándose con el fondo. Justo después, se giró con los ojos abiertos, parpadeando cada poco tiempo y dejando ver a todos aquel ojo tan, pero tan precioso. Giró un poco su cabeza al notar cómo todos le miraban.
—Es la tercera, ya que la llave debería de estar en una cueva y no fuera o en la superficie —explicó rápidamente, ante la mirada de duda de todos.
Después, salió de la entrada con el mayor cuidado y se dirigió hacia la tercera entrada. Con la mirada todavía de duda de todos, Bybe se golpeó contra la última de las paredes, haciendo que su nariz volviese a sangrar una vez más. Suspiró con asco y miró en frente, a la cueva, justo para comprobar que nadie le seguía. Puso su mirada al otro lado, pero la giró un par de veces. Estaba tan en silencio todo...
—¿Vamos? —fue más como una obligación, pero nadie se movió.
Sin contar a Rope y a Tarou, que dieron un paso adelante, los otros seis se quedaron mirándolo con mucha duda en la cara. Tanta incluso que, cuando ambos se pusieron a su altura, fue cuando por fin preguntaron.
—Oye, Bybe —empezó Caro, girando su cabeza —¿Tú ves?
—¿Ah? —preguntó, entrecerrando sus ojos, sin entender —¿Cómo que si veo?
—Bybe, ahora que lo dices... —siguió Lora, analizándolo de arriba a abajo —Eres un torpe sin cuidado.
—Siempre te pegas contra todo —añadió Cheríl.
—Sí, y tienes muy buen oído —insistió Bubble, asintiendo con asco hacia aquellas dos mujeres.
—Sí, y ahora qué lo mencionas... —continuó Teka con un suspiro y negando. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? —No tienes color en los ojos, sino que los tienes azules muy claro, casi grises, y haces tu mayor esfuerzo en pestañear...
Bybe, al momento, se detuvo. Todo él se quedó paralizado, como si esperase una reacción, un movimiento, cualquier cosa. Giró la cabeza con duda hacia Rope, pero no le funcionó, sino que se quedó mirando a la salida a secas. Estaba nervioso, lo notaron al ver cómo empezaba temblar y a coger aire.
—Pero él sabe atar cuerdas, ¿no? —intervino Then, girando su cabeza —Hizo una trenza con cada uno de los barrotes y demás...
—Ya, pero, cuando se pierde uno de los sentidos, el resto se hacen muy fuertes, ¿sabes? —explicó Teka.
Ya habían visto más de una vez alguna cosa extraña de parte de Bybe, pero lo habían pasado por alto, diciendo que era torpe o así. En cambio, cuando había mostrado sus poderes al escuchar el mar de aquella manera... Un momento, acababa de pasar el suelo de números y placas, ¿no?
—Ibas de la mano... —bajó los hombros Caro, como entendiendo al momento lo que pasaba.
Bybe escondió su cara, mirando a otro lado. Era cierto, Rope siempre lo llevaba de la mano... Así que, una vez más, pusieron su hipótesis en los hombros del chico, haciendo que sus rodillas empezase a temblar. Se acercaron a él, no sólo para ir hacia el mapa, sino también para apoyarle.
—¿Y has pasado por todo esto siendo ciego, Bybe...? —sonrió un poco Cheríl, mirándole de lleno su ojo celeste, siempre tan bonito —Estás loco, tío —y se río.
—Yo ya lo sabía —se mofó Tarou, cruzándose de brazos —Pero no lo quería decir —y sacó su lengua.
—Sí, ya —se molestó Rope, notando cómo Bybe cada vez agarraba más fuerte su mano —Cualquiera puede darse cuenta de que es ciego si le mira muy de cerca los ojos. No tienen color, son azules y ya está —notó cada vez cómo le agarraba más y más fuerte, hasta el punto de clavar sus uñas —Ni siquiera tiene iris, son así y ya.
Cuando terminó la frase, fijó su mirada en Bybe, al igual que todos. La presión y que todos le estuviesen mirando había podido con él y ahora derramaba las lágrimas por toda su cara, poniéndose la otra mano en su ojo, su único ojo visible y cerrándolo, hablando como si de él dependiese lo que debía de hacer.
—Lo siento... —dijo, subiendo sus hombros rápidamente —Pensé que podría ocultarlo aunque fuese un poco más... —se le caían las lágrimas hasta abajo.
Todos le miraron sin decir ni una sola palabra, es más, Teka y Tarou, por ejemplo, ya los habían abandonado para ir por delante si aquello seguía así. Bybe estaba al borde de ponerse a llorar de nuevo cuando todos decidieron pasar del tema y seguir adelante, buscando la llave. Supuso que ya pensaban en él como un cobarde, un debilucho, un inocente completamente. ¿Cómo alguien ciego podría haber matado a alguien? Seguro que esa pregunta les estaba recorriendo a todos la cabeza y habían asumido su cargo. Rope tiraba de él del brazo mientras lloriqueaba en silencio. No quería contarlo, no quería que nadie más, excepto por Rope lo supieran. Él le había elegido como su compañero, él era quién le había preguntado por su nombre y demás, él era en quién confiaba y en nadie más. Tan rápido como todos se alejaron de ellos para dejarlos los últimos, Rope hizo un tirón tan fuerte que casi le tiraba, pero lo cogió al aire para poner su cabeza entre su pecho y su brazo, como un abrazo, pero caminando. Le acarició la cabeza.
—¿Y qué más da que seas ciego? —susurró —Sigues siendo el mejor de todo el lugar y, seguro, el más culpable de todos.
—Rope... —susurró, pero sonrió —Soy inocente, ¿no me ves...? ¿Quién podría matar siendo ciego...?
Se quedó callado durante un segundo, asimilando lo que acababa de decir. Después de haberse peleado con él por decir que él era culpable y que había asesinado, ahora contaba la verdad frente a su cara.
—Para mí, siempre serás culpable, Bybe —le dijo, casi en un susurro —No lo olvides.
El asesino ciego apartó la cabeza de su lado y le miró con una sonrisa de complicidad. Ya se le estaban secando las lágrimas, pero se sentía mucho mejor de lo que expresaba su rostro. Sabiendo que tenía a aquel tipo de su lado, no debía de preocuparse por nada.
—¡Oye, Rope, Bybe! —gritó de repente Cheríl, al fondo del lugar, moviendo su mano de lado a lado —¡Ya estamos aquí!
Los dos miraron delante y echaron a correr, no sin antes que Bybe se golpease contra la pared y se cayese hacia atrás. Más de uno, como Then y Bubble, se aguantaron una risilla, mientras que otros, como Tarou y Caro, solo suspiraron. Se levantó rápidamente, secándose la sangre de la nariz, y puso máxima concentración al lugar. Él lo pudo notar con tan solo estar, pero se lo explicaron con palabras.
—Es una habitación enorme, como bien decías... —sonrió Rope, mirando de lado a lado —Hay algo en el techo, una especie de lámpara tal vez, y es enorme y es dorada. Allí al fondo hay paredes de muchos colores que parecen hechos con cristal; son como transparentes. Hay unas cuantas columnas blancas alrededor y demás... Y en el centro hay una caja dorada y grande. ¿Lo notas? —preguntó finalmente, y Bybe se rio.
—Sé de sobra lo que hay —se burló —Tú solo eres mi perro guardian y guía.
—Hala, eres un perro —se burló Lora, cogiendo la mano de Bybe —Ven, enano, ven a ver esto.
Los nueve se acercaron al centro, a la caja dorada. Como bien había dicho Rope en su descripción, era grande, casi debía de medir cincuenta centímetros o cerca. Estaba apilada sobre un montón de pedestales blancos, haciéndola aún más alta y más difícil de llegar, pero los nueve pusieron un ojo sobre ella. Y, para rematar, dentro de la caja, algo brillaba.
La llave, allí estaba, la primera llave. Sonrieron, mirándose: lo habían conseguido.

Entrada de los Pecadores Where stories live. Discover now