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Caminando bajo las hojas resecas de los árboles, cada una de distinto color a la anterior, tal vez más amarillenta, o más reseca que la anterior, daba igual, sabían que no había dos iguales. De la mano bajo aquella maleza, esquivando con cuidado troncos y abolladuras en el suelo, escuchando crujir las ramas que se metían en su paso, apretando fuertemente la mano del otro por si uno de los dos se caía... Todo parecía muy fantástico para pensar en toda la situación que llevaban por delante y todo ello parecía muy lento, como un lapso de tiempo realmente corto, cuando realmente debían de llevar más de una hora caminando y apenas. Sin mirar atrás, solo cogido por su mano, suavemente agarrada, el primero de los dos cerró los ojos y subió su sonrisa.
—¿Recuerdas el mapa? —dijo, casi en susurro, ya que sabía que su compañero lo escucharía, no había duda alguna.
—Qué gracioso... —suspiró él, tratando de soltarse de la mano por sentirse molesto tras la pregunta —Yo até la cuerda, tú debes de recordar el mapa...
—Lo sé, lo sé... —le calmó, con una sonrisa, pero sin mirarle, sino que hizo una ruidito con la garganta de complicidad —Solo estaba preguntando.
—Pues no me ha hecho gracia —y se soltó del todo, casi incluso se podría decir que con violencia.
Al momento, Rope se detuvo, como si se hubiese dado cuenta de algo. No, no estaba siguiendo mal el mapa y, no, tampoco había encontrado nada extraño, sino que lo que le importaba realmente era que Bybe se hubiese soltado de su mano solo por la broma que había tratado de hacer. Trató de arreglarlo lo antes posible mientras caminaban, ya que no quería tener mal rollo con su compañero como había visto en los otros dos, sino que sonrió y giró su cabeza.
—Tranquilo, Bybe —empezó, tratando de tranquilizar al chico —Yo tengo todo bajo control, no debería de quedar demasiado y me gustaría que siguieses a mi lado una vez encontremos la guarida.
—¿Por qué? —se hizo el duro, poniendo sus ojos azules contra su cara y frunciendo el ceño —¿Es que me consideras inocente?
—Sí —se sinceró, y muy rápido. Tan rápido que bajó la mirada a toda velocidad al ver cómo Bybe entrecerraba sus ojos —¡Digo...! No quería decir eso...
—Ya, ya, crees que no puedo matar a nadie, ¿verdad? —suspiró el otro, molesto, mirando a otro lado.
Bybe, por su composición delgada, su baja altura, sus ojos celestes, la cicatriz en uno; todo él parecía el ser más inocente del planeta solo con echarle un vistazo. Aunque asegurase ser un verdadero asesino y haber matado, las palabras apenas habían significado algo para Rope, que ahora se sentía mal por dudar de él. En cambio, mientras caminaban en silencio, una de las ramas, de las más grandes incluso, se cruzó en el camino del peli negro y apenas y la vio, justo antes de caer al otro lado, dando una voltereta. Se mordió los labios con dolor al momento, pero no quiso aceptar la ayuda de Rope, sino que se levantó como si nada hubiese sucedido.
—Bybe, tú... —empezó, pero le cortó.
—Como digas que no vi venir el árbol, te juro que me voy ahora mismo —le advirtió y Rope se detuvo en seco.
Sabía de sobra que Bybe no había visto el mapa, que no se lo sabía, que no sería capaz de encontrar la llave sin su ayuda. Por un lado, era cierto que estaba deseoso de escapar de allí, pero por el otro no podía dejar de sentirse mal al pensar que iba a dejar a aquel chico allí, solo, sin protección. Era mayor que él, pero no lo parecía, tanto física como psicológicamente; parecía más débil. Sabiendo que a Loan y a Cheríl les había atacado un monstruo y ambos tenían cuerpos grandes y fuertes, le dolía el pecho al pensar que Bybe podría acabar así y no poder huir de allí. Suspiró, mirando a otro lado, antes de dar un paso y decidirse al momento de su siguiente movimiento; agarró fuertemente la otra mano de Bybe y continuó recto. Aun suponiendo que se pondría a gritar y a soltarse, se equivocó; aun pensando que huiría de allí y dejarían de ser un equipo, se equivocó; aun suponiendo que lo golpearía por haber hecho aquella imprudencia, se equivocó, sino que Bybe solo movió lentamente sus dedos, pero no se apartó, ni siquiera lo intentó. Rope lo interpretó como que había aceptado, por lo que siguió recto, tirando de él y con los ojos cerrados mientras el peli negro subía la mirada.
—¿Puedo preguntarte algo? —empezó de nuevo, sin cambiar de aspecto, ni girándose si quiera, pero notó el leve movimiento de cabeza que hizo al momento, como dudoso.
—Sí, claro —asintió, con sus ojos clavados en la espalda del chico.
Supuso que le preguntaría lo típico, algo que ya se habían preguntado entre ellos antes y demás; la típica pregunta: ¿y tú cómo lo hiciste? ¿Cuántos mataste? ¿Es por eso que te consideras inocente o culpable? Solo de pensarlo, se volvió a molestar, aflojando la mano con la que seguía al casi albino. En cambio, la pregunta le dio de lleno cuando bajó la cabeza, como triste, y subió un poco sus párpados, como si estuviese pidiendo algo con pena.
—¿Puedo preguntar por tu verdadero nombre? —y lo dejó ahí, lo soltó y rápidamente se calló.
Cerró su boca rápidamente, como si se hubiese equivocado en algo. La verdad, apenas y se había pensado en preguntar o no, pero tenía curiosidad, y eso era cierto. Bybe, con sus ojos grandes y azules, del color claro del cielo, con ellos clavados en la cabeza de Rope, abrió levemente la boca, pero se giró rápidamente.
—¿Y eso por qué...? —se hizo el duro, otra vez —¿Por qué de repente tanta curiosidad en mí?
—Bueno, no es curiosidad... —empezó, pero se detuvo, mirando de nuevo abajo con pena —Yo solo... Quería saber tu nombre, ya sabes... No son los reales por los que nos llamamos, así que suponía que, si tú eras mi compañero... —se mordió los labios —No sé... Tal vez... No lo sé... —y suspiró, sabiendo su gran error.
Al momento, notó un escalofrío en la espalda por hacer algo que no debía; estaba preguntando información personal a su compañero, lo cual no era malo del todo, pero apenas y llevaban solo tres horas y media juntos, cuando iban a estar una semana o así. Apenas se conocían, lo tenía claro, pero no sabía por qué le llamaba la atención saber un poco más de él. Le miró de reojo, viendo cómo miraba abajo, dudoso. En cambio, suspiró.
—Bybe, oye, no necesitas decírmelo... —y se detuvo, como si fuese a confesarle algo importante —Solo era curiosidad, nada más, ¿vale? No quiero malos rollos entre nosotros.
—Entiendo... —susurró él, sin siquiera mirarle.
Y volvieron a caminar, Rope sintiéndose aún más tonto después de la reacción que tuvo el peli negro. ¿Por qué le había hecho esa pregunta? Era cierto que quería confianza, eso era de lo que iba el juego, ¿no? Entonces, no debía de molestar a quien había elegido como su compañero. Suspiró, mientras Bybe subía un poco uno de sus labios, haciendo como una sonrisa. No lo vio hasta que se detuvo y no se detuvo hasta que no le dijo algo.
—Me llamo Byron —y sonrió, moviendo su cabeza a un lado y con sus ojos entrecerrados.
Con la luz que le daba, la poca que había, que le comía la parte izquierda de la cara, a la luz de su único ojo visible, sus rasgos faciales brillaron como nunca antes. Él no lo notó, pero Rope, que le estaba mirando incrédulo, sí. En cambio, relajó los hombros y sonrió un poco, notando, no sólo un escalofrío en la espalda, sino que la piel se le puso de punta.
—Es precioso... —susurró, sin quitar su mirada de encima.
—¿Precioso? —cambió radicalmente, lo que hizo que Rope se sobresaltase al momento.
—¡Sí...! —alargó las letras, cogiéndole de la mano rápidamente —Tu nombre; me encanta —y no volvió la vista más atrás.
No quiso mostrar su cara de alegría... ¡Lo había conseguido; tenía confianza con él! Aun después del enfado que acababan de tener y de todo lo que habían caminado, ¡había conseguido que Bybe se abriese un poco hacia él...! Se sentía tan orgulloso y feliz, que apenas notó cuando le golpeó su hombro con dos dedos.
—¿Y el tuyo? —dijo con curiosidad —¿Cuál es tu nombre?
Al momento, se congeló, pero no se detuvo. Para reforzar aún más la confianza, Bybe le estaba preguntando su nombre... Casi le mostraba su cara de felicidad, cuando apretó los dedos de la mano, haciendo que Bybe se pusiese en tensión. Saltaron un tronco de árbol del suelo, el primero ayudando al segundo, pero todo en silencio, como si el mundo entero hubiese decidido dejarlo en tensión. El chico de pelo negro no entendía, lo que le molestó en un principio y, cuando fue a reprochar, Rope volvió a hablar, pero con una voz más profunda, más triste, más melancólica...
—Mi nombre es un asco; no como el tuyo, Bybe —se sinceró, sin siquiera dedicarle una mirada.
—¿Ah? ¿Y eso qué? —se molestó este, apretando fuertemente la mano y entrecerrando su único ojo visible —Un nombre es un nombre, Rope, ¿qué más da cómo sea?
—¿Y si no te gusta...? —insistió él, como nervioso, lo que molestó el doble a Bybe.
—Pues no te lo diré, si no me gusta —él también fue sincero —Pero, venga, dime. Si total, aunque lo sepa, te voy a seguir llamando Rope, como un código secreto de los espías, ya sabes.
Eso tenía sentido; saberse el nombre del otro sin que el resto del grupo lo supiese. Tenía sentido y además le gustaba, pero había un inconveniente, pensó rápidamente. Si, por algún casual, Bybe se marchaba con otra persona, hablaría de su nombre y eso no le gustaba ni un pelo. Entre duda y duda, la mano de Bybe se posicionó en su hombro, como pidiéndole prisa; pero él lo vio cómo un símbolo de tranquilidad. Le dio de nuevo la mano antes de girarse.
—Me llamo Roger —dijo, serio, sin mirar a los ojos de Bybe, que expresaban más cosas que el resto de su cara junta.
Inmediatamente después, se dio la vuelta para no saber más del tema. ¿Qué le habría parecido? ¿Se burlaría, se reiría, se aparataría de él? Todas esas dudas le recorrieron la cabeza durante medio minuto en el que Bybe estaba callado. Si no le gustaba por algún casual... Si no le gustaba... Se tocó el bolsillo; todavía seguía ahí y lo tenía claro: si no le gustaba, daba igual que fuese su compañero y le hubiese dicho su nombre, daba igual que le hubiese dado el mapa de la llave para ir los dos juntos, daba igual el símbolo de confianza que tenían... Si no le gustaba.
—Roger, ¿eh? —dijo, tras medio minuto callado, ante el tembleque de la mano de Rope que no quiso notar. Después, subió su hombro y sonrió un poco —Es bonito.
Bonito... ¿Bonito...? Pensó que lo había escuchado mal en un principio, pero Bybe parecía seguro de lo que había dicho y no quería obligarle a repetirlo. En cambio, se llevó una sorpresa.
—¡¿Qué...?! —alargó las letras —¡¿Bonito dices?! ¡No mientas!
—¡No miento! —pareció indignarse, pero sonrió —¡Es la verdad, Rope! ¡Tu nombre no es feo; es bonito!
—Más que el tuyo no... —susurró, a lo que Bybe preguntó un "¿Qué?", y se volvió a retorcer —¡Que digo...! ¡Se te nota la cara de mentiroso...!
—¡Yo no miento, nunca! —insistió, y, aunque Rope no quiso notarlo, a Bybe se le asomaba una sonrisilla.
Seguro que se burlaría de él, lo tenía claro. Ese estúpido nombre del que no podía desprenderse... Era mil veces mejor tener un mote, pensó, y más aquel que tenía. Pero Bybe... Finalmente, estalló en carcajada, cerrando sus preciosos ojos. Rope aguantó las burlas, se detuvo, se agachó, se puso las manos en la cabeza y quiso que le tragase al suelo inmediatamente. Aquel chico, burlándose de él, riéndose sin poder parar... Se sentía tonto.
—Rope —volvió a hablar, tratando de detenerse —¿Qué pasa? ¿No te gusta mi risa?
–No es eso... —susurró, pero se le notaba en la voz que estaba muy molesto, lo que hizo que Bybe suspirase, girando su cabeza.
—¿Sabes? —continuó al momento, decidiendo sentarse a su lado con cuidado, apoyando ambas manos— Nadie me había tomado por mentiroso nunca —y sonrió —Por eso me reía.
—¿Nunca...? —se sorprendió este, casi con una lágrima en sus ojos y tocando su bolsillo suavemente.
—Nunca, nunca... —miró arriba, deslumbrando todos los colores del lugar en su ojo azul celeste —Por eso me reía —insistió, girándose —No porque tu nombre sea feo.
Aquello, en aquel momento, en aquel lugar, en los ojos celestes de Bybe... Todo parecía una mentira, pero una mentira bonita. Sabiendo que su compañero tenía la mirada perdida en el cielo, aprovechó para sentarse un poco mejor, pasándose el brazo entero, ya que no llevaba mangas largas en la camiseta, por la nariz y después por uno de los ojos. No quiso dirigirse a él directamente, sino que se quedó parado, como esperando. Se mordió los labios, pensando. Nadie le había dicho eso nunca, es más, nadie se había referido a él de una forma tan bonita... Miró cuidadosamente de nuevo a la cara de Bybe, con pena. Ojalá, pensó; ojalá supiese aquello frente a él. Y sonrió.
—¿Te encuentras mejor? —dijo a la vez que Rope se levantaba, poniendo su mano en frente, como si quisiese ayudar.
—Estoy perfectamente —sonrió, rozando una última vez su bolsillo y olvidando completamente la idea tras este, sino que subió sus hombros y le miró —Venga, salgamos de aquí.
Juntos, le faltó añadir...
De repente, un ruido por detrás los sobresaltó a ambos, y justo después escucharon una conversación. Se miraron durante un momento, y al siguiente ya habían girado uno para un lado y el otro para el otro, como para esconderse. Sabían de quiénes eran las voces, y no estaban muy contentos...
—Oye, Loan —empezaba una —¿Sabías que el monstruo que hemos derrotado tiene un nombre?
—¿Un nombre? —subió sus hombros, como si no supiese del tema.
Pero aquel chico de las cerezas en el pelo no hizo otra cosa que saltar frente a él y sonreír. Se fijó por primera vez en que llevaba una camiseta bajo la chaqueta blanca, pero era tan corta que apenas servía para tapar algo se su tripa, la cual estaba al aire todo el rato. Lo miró como con duda, pero no quiso molestar.
—¿No tienes frío, Cheríl? —preguntó, abriendo un poco los ojos hacia él.
—¿Eh? ¿Frío? —se detuvo, le miró y sonrió —¡Ninguno!
Y movió su mano de arriba a abajo ante la mirada de duda de Loan. Ellos apenas habían hecho algo durante todo el rato que estaban allí; habían derrotado a una bestia con nombre desconocido por el más joven de los dos, pero, al huir de allí, habían estado dando vueltas como tontos el resto del tiempo. Ni pista de los otros, ni de las llaves. Loan no quería decirlo, pero estaba bastante preocupado, aunque se le notaba en la cara, viendo como se mordía los labios y miraba a varios lados a la vez.
—¡Loan! —saltó de nuevo Cheríl, sonriendo —Tengo una idea.
—¿Cuál idea? Dime que es algo que no sea dar más vueltas y vueltas por este lugar.
—¡No, nada de eso! —cruzó los brazos, cerrando fuertemente sus ojos —Vamos a ir a buscar otra criatura.
—¿Qué...? —alargó las letras —¿Otra más? Pero si apenas y seguimos vivos después de la primera... —y bajó sus hombros con pena.
Era cierto, no habían salido muy heridos, pero el miedo se les había quedado en el cuerpo; más a Loan que a Cheríl. Buscar otra, ¿quién sabe qué supondría eso? Tal vez habían peleado contra una de las criaturas más fáciles. ¿Y si fuese así? Solo de pensar que podía haber algunas más terroríficas que aquel ser de cuatro patas y tentáculos en el bigote le aterrorizaba. Suspiró fuertemente, sintiendo toda la tensión en la tripa y en sus dientes, cerrados fuertemente. Abrió los ojos con un brillo, cercano al miedo, pero este se hizo más grande al comprobar algo.
—¿Cheríl...? —preguntó, notando cómo su pulso aumentaba.
Y es que, en frente de él, su compañero de las cerezas había desaparecido. No, no había desaparecido, sino que había salido corriendo a otro lugar. Típico, pensó, pero eso hizo que se quedase solo de nuevo y el miedo volvió nuevamente a su cuerpo, respirando entrecortado y mirando a todos lados para buscar al albino.
—¡Cheríl...! —se terminó desesperando cuando dio su cuarta vuelta sobre sí mismo —¡¿Dónde te has metido...?!
Si pensaba que una respuesta en aquel chico era común, se esperaba demasiado, ya que él era más de hacer otra cosa, que fue lo que hizo, y es que se acercó lentamente por detrás a Loan antes justo de abrazarle por detrás. El corazón del chico de pelo verde se detuvo durante un segundo interminable y volvió a palpitar con rabia al momento. Se giró a toda velocidad, viendo cómo aquel chico hacía esfuerzos por dejar de reírse, pero a él no le había hecho ni pizca de gracia. Tan poca, que ni podía expresar su enfadó con palabras.
—Te voy a ahorcar... —susurró, y no supo si tomárselo como advertencia o deseo, puesto que era un asesino.
—Venga, venga —trató de relajarlo, quitando sus nervios —No te lo tomes tan mal, Loan, que he encontrado algo increíble.
Al principio, no quiso escucharle, es más, le ignoró directamente. Lentamente, suspiró, echando todo el aire de sus pulmones y lo volvió a recoger todo con calma, como retomando su tranquilidad. Después, por fin, le escuchó, lo que hizo que entrecerrase sus ojos con duda.
—¿Qué has encontrado? —preguntó por fin, después de analizarle drásticamente con sus ojos.
—Vente —sonrió, con sus ojos cerrados y haciendo una señal.
Loan volvió a coger aire y, sin pensarlo demasiado, le siguió. Se había metido entre un par de arbustos cuando volvió a replanteárselo, pero terminó accediendo, subiendo los ojos hasta conseguir eliminar las pupilas de estos. Después, miró abajo cuando notó cómo una liana se agarraba alrededor de su tobillo. Tragó saliva; ahora estaba bastante nervioso tras la primera aparición, puesto que hubiese sido el primero en caer si Cheríl no hubiese estado cerca. Solo de pensarlo, se le aceleraba la respiración y el corazón. Fue a mirar atrás, al camino que habían recorrido, cuando, de repente, el chico de las cerezas puso su mano en su hombro, haciendo que saltase del susto y casi gritase de nuevo, lo que le sacó una sonrisilla a Cheríl.
—Venga, no seas tan miedoso —le palpó dos veces la cabeza y miró en frente —Esto es lo que he encontrado.
Suspiró ante lo primero y volvió a tardar en darse cuenta de que le estaba hablando. Miró en frente al momento y sus ojos y su mandíbula se abrieron rápidamente, justo después de notar un escalofrío, claro. Frente a ambos, una casa, un tipo de mansión, algo enorme, destruido, rasgado, roto, arrasado, todo. Aunque la pared, lisa, morada y alta, fuese de la mejor calidad en su tiempo, en aquel lugar estaba toda rota, caída, había perdido sus colores para bajar la saturación hasta un grisáceo muy terrorífico. Las ventanas, tres, había contado, no tenían apenas cristales, y las que lo conservaban tenían rasguños, trozos de otros cristales subidos a ellas, formas incluso, sin incluir lo puntiagudo que parecía aquello. La puerta ni siquiera estaba; en cambio, así, para mejorar la situación, la entrada les daba la bienvenida, con la oscuridad más terrorífica que jamás hubiese podido imaginarse. Por suerte, y para proteger, dos lianas verdes, como las que habían cogido los tobillos al chico, cortaba el acceso, puestas en equis, como aposta, dejando así justo en frente un enorme y oscuro candado con una apertura de llave en el centro. Era cierto, el lugar tenía más plantas y nidos y lianas y telarañas y todo de todo más que propia casa.
El escalofrío se hizo peor y le recorrió todo el cuerpo cuando miró con crueldad y algo de miedo a su amigo, siempre tan sonriente.
—Y eso no es lo mejor, je —puso sus ojos rojos tan cerrados que apenas y se veía el color, pero la frase fue terrible para los oídos del peli verde.
Cheríl dio un paso adelante ante las insistencias de Loan de no hacerlo, pero, para su sorpresa, aún no acababan las sorpresas. Como había dicho, para mejorar la situación, golpeó con un golpe suave, hueco, a una de las partes de la pared de la casa. Loan ya no supo ni qué decir de lo sorprendido y aterrado que estaba, pero, cuando por fin consiguió crear un sonido con su boca, algo le interrumpió.
Desde dentro de la casa, de aquel lugar oscuro sin puerta y todo roto que solo tenía dos tristes lianas y el candado para proteger lo que había dentro, un grito, monótono, grave, triste, resonó como si alguien, o algo que estaba dentro, estuviese esperando aquel sonido. Al chico más joven le fallaron las piernas y se dejó caer al suelo inmediatamente. Miró con sus enormes ojos y bien abiertos a su compañero, el cual sonreía, todavía de pie, al lado de la pared de la casa. Apenas y se había movido, mientras que él notaba el corazón palpitarle en la garganta mientras trataba de retener el poco aire en sus pulmones.
—¿Y bien? —empezó Cheríl —¿Te gusta?
—¿Qué es eso...? —logró decir tras tartamudear un rato; tenía los ojos brillantes, al borde de dejar caer una lágrima.
—Tranquilo, Loan —le puso una mano para levantarle —Yo tampoco lo sé, pero es divertido —y se rio; estaba claro que estaba muy loco.
Loan, temblando, se mordió los labios mientras negaba con la mirada hacia Cheríl, lo que él entendió fácilmente: tenía tanto miedo que no quería saber nada más del tema. Lo entendió, era normal, así que sonrió y le dio un abrazo, poniendo la cabeza del más joven en su hombro y cogiéndole por el cuello. Cuando terminó tras unos segundos en los que vio que Loan suspiraba y expiraba, se alejó y le miró a los ojos. Sonrió.
—Ve tirando; no quiero que veas lo que voy a hacer —y la amplió un poco más.
Asintió; no quería saber más de aquello, así que obedeció. Cuando le vio más lejos de aquel lugar de lo que esperaba, golpeó de nuevo y una vez más la pared, mirando dentro. Después, sonrió y abrió sus ojos.
—Volveremos, ¡prometido! —y se alejó de allí corriendo, sin esperar respuesta.
Cogió a su amigo por detrás de nuevo, dándole un susto, pero Loan ya se lo esperaba, por lo que solo subió sus hombros del susto. No quiso hablar de lo que había pasado, ni de lo que habían visto, ninguno de los dos por distintas razones, así que se mantuvieron en silencio durante unos minutos más, justo antes de que a Cheríl se le ocurriese otra broma, la cual implicaría alejarse de nuevo y se le notó tanto en la cara que volvía a ser terrorífica, con aquella sonrisa de oreja a oreja y esos ojazos enormes rojos. Estaba decidido a marcharse por detrás de aquel chico en cualquier momento. Qué ingenuo, pensaba; este chico se lleva cada susto que no puedo no esperar para darle el siguiente...
Decidió seguir a su lado unos metros más y ya llevaría a cabo su broma. Sin embargo, sus planes fueron interrumpidos de repente cuando escuchó algo tensarse. Sus ojos se iluminaron al momento, como si se hubiese dado cuenta de algo aterrador instantáneamente, y tuvo razón.
—Hola —susurró de repente una voz.
Ambos se giraron justo para ver a su lado a un chico delgaducho, de pelo negro y ojos celestes; Bybe, sin duda; recordaba su nombre. Después de haber escuchado aquel sonido, empezó a pensar rápidamente hasta que sus ojos se abrieron todo lo que pudieron. Interrumpió al pobre chico antes incluso de que pudiese hablar.
—¿Sabes jugar al pilla - pilla? —soltó, así, de repente, e incluso Loan se preguntó que por qué seguía allí con él, aunque le hubiese salvado la vida y todo eso.
Bybe sí fue el que se preocupó al escuchar eso, pero no lo mostró, pues su cara de neutro no se la quitaba nadie que no fuese su compañero: siempre molestando y demás... En cambio, conocía el juego, pero jamás lo había practicado, por lo que fue a negar en el momento justo en el que Cheríl sonrió todo lo que pudo, pareciendo todo lo bueno que podía.
—¡Genial...! —empezó, abriendo los ojos, pero con un aspecto aterrador —Pero, ¡tú te vienes conmigo...!
Y, al segundo siguiente, hizo tres movimientos muy rápidos para los tres de allí: saltó, se lanzó contra Bybe y corrió. Teniendo al más bajito de los tres en sus brazos, agarrándolo con fuerza, se giró a toda velocidad y miró a Loan con una sonrisa, el cual no entendió nada de lo que estaba pasando en ningún momento... Pero no tardó en hacerlo cuando, al segundo siguiente, otro sonido de tensión se escuchó y Bybe trató de apartarse de aquel albino todo lo que pudo. En cambio, estaba tan agarrado a él que jamás podría escapar. Fue por eso que, medio segundo después, la trampa que habían puesto de nuevo Bybe y Rope saltó, agarrando al mismo tiempo y en el aire a ambos asesinos. Loan se había librado por muy poco, puesto que, al saltar, Cheríl le había apartado un poco. Ahora, en cambio, era él y el asesino de los ojos celestes quienes habían sido atrapados. Apenas había espacio, por lo que Bybe, tratando de apartarse, solo pudo darle un rodillazo en la cabeza.
—¡Suéltame, suéltame...! —suplicaba sin parar de moverse y respirar rápido, demasiado nervioso a su modo de ver, pero con su ojazo celeste abierto a más no poder —Maldición... ¡Maldición...! —se desesperó.
—El cazador siempre es cazado, ¿eh? —se burló el albino, viendo la desesperación que traía Bybe por salir de allí.
No podía levantarse, no podía estirar las piernas... ¿Era así cómo se sentía la presa del cazador, sabiendo que debía de quedarse allí horas y minutos, y quizá días y tal vez toda su vida? ¿La corta vida que tenía y que le quedaba hasta que muriese de sed, de hambre, de aburrimiento? Notaba cómo el sudor le caía por el cuello; se estaba estresando, hasta el borde de romper a llorar y a gritar con los ojos cerrados; bueno, solo el único que se veía.
—¡Rope, sácame de aquí...! —y gritaba del estrés mientras dejaba correr las lágrimas ante la mirada atónita de la otra pareja —¡Rope...! ¡Por favor, sácame de aquí ya...! —y continuó.
—Dios... —se sinceró Cheríl, sin saber si reírse o sorprenderse por la reacción.
Viendo que también su compañero estaba atado, Loan buscó la forma de bajarlos como fuese. Aquel chico no hacía más que gritar a todo pulmón como si algo le doliese y derramar lágrima tras lágrima mientras respiraba entrecortadamente. Finalmente, al mirar arriba, sus ojos brillaron cuando encontró la forma de deshacer la cuerda; solo debía de subirse a un árbol, hasta lo más alto de este casi, deshacer el nudo y ambos caerían al momento a toda velocidad. Fácil, ¿no? Pues no si jamás en su vida había escalado nada, además de que escuchar a Bybe suplicar por salir le desconcentraba. ¿Cómo podía sacar de allí a Cheríl...? ¿Y cómo se libraría de Bybe? Bueno, no parecía la persona más fuerte en aquel momento...
En cambio, justo al pensarlo, la cuerda se aflojó y los dos cayeron suavemente al suelo. Cheríl se encargó de quitar las ataduras a ambos con cuidado, puesto que Bybe seguía allí parado, de rodillas en el suelo. Le miró sin entender nada.
—¿Pero estás bien? —no supo ni qué preguntarle, la verdad, ya que ni respondió.
—¡Bybe! —escucharon los tres a la vez y, acto seguido, Rope se plantó allí con sus ojos clavados en su compañero —¡¿Estás herido?!
No dijo nada, solo se levantó, abriendo los ojos, y postró su cabeza sobre la camiseta de su amigo. Este le cogió de la cabeza mientras le miraba, diciendo que ya no estaba atrapado, sino que ya tocaba suelo. Después, miró a la pareja con la cara más seria que se le ocurrió poner al momento.
—Largo de aquí —ordenó, pero, obviamente, Cheríl no hizo ni caso.
—Habla chucho, que no te escucho —y sonrió, notando la mirada molesta del chico en su cara.
—Está bien... —suspiró este; tampoco podría hacer nada si su compañero no se recuperaba del susto —¿Qué queréis de nosotros?
—¡Vosotros habéis empezado! —golpeó fuertemente el suelo Loan, como enfadado, pero después de calló completamente.
—Es cierto, nosotros hemos empezado... —se molestó, suspirando muy enfadado y rozando su bolsillo —Tratábamos de buscar comida —mintió rápidamente, y apenas lo notaron.
—¿Ah, sí...? —dijo de repente una voz, allí, al fondo —¿Era comida lo que buscabaís?
Rope, con los dientes apretados, no tuvo ni que girarse para saber de quién se trataba. Tampoco podría atacar, aun teniendo dos navajas y la de Bybe, ya que este seguía tratando de parar sus lloros contra él. Se giró a toda velocidad finalmente, con la mano casi en el bolsillo y rozando lo que llevaba dentro. No era el momento, pensó; no ahora.
—Tarou... —empezó, mordiéndose los labios —Esto no era una señal de amenaza...
—¿Ah, no? —se molestó aquel tipo del pelo largo, apretando los dientes y frunciendo el ceño —¡Es mi mapa...!
—¡Bybe lo vio primero! —se molestó este, aunque sabía que lo había dicho mal, pero no se contuvo.
—¿Lo vio primero? ¡No me hagas reír! —y se acercó lo suficiente justo para coger a Bybe por la camiseta por detrás y a Rope con la otra —¡Vosotros sí que os vais a reír...! ¡Vais a ver lo que es bueno por robarme el mapa...!

Entrada de los Pecadores Where stories live. Discover now