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El ambiente, acompañado del frío suelo y las oscuras paredes era aterrador. Las hojas volaban, daban vueltas alrededor de sus cuerpos, en las equinas hacían pequeños tornados y remolinos, se detenían y volvían al suelo para hacerlo de nuevo a los pocos segundos. El sitio entero tenía mil y una partes de madera y piedra caídas en todo el terreno, amenazantes, punzantes, pero solo una de ellas llegaba a tener algo más que polvo y tierra. Sí, una de ellas contenía otro líquido, el cual era rojizo, de un color oscuro. Apenas uno lo notaría en la oscuridad, pero él sabía qué tenía ahí sin necesidad de mirar hacia una luz para demostrarlo; lo notaba, lo hería, y tanto lo hacía que el sueño rápido en el que se había sumido al caerse de una altura de dos pisos y poco había sido destrozado, interrumpido a la mitad para recordarle que seguía vivo allí, en el duro suelo de piedra en el que estaba tirado con crueldad. Rope por fin abrió sus ojos oscuros, moviendo ligeramente la pupila de arriba a abajo, como un pequeño tic, algo que no se notaba apenas, pero se pudo notar un nuevo tipo de movimiento: un tipo de gota, algo claro, húmedo, le recorrió primero la pupila, el iris y todo el globo ocular con cuidado, justo antes de casi caerse por los bordes, pero la retuvo todo lo posible. Y es que él no estaba solo en aquel lugar, sino que, agarrado con su brazo izquierdo, puesto en su pecho como si se tratase de una cama, estaba su compañero, el cual también había recibido el mismo golpe que él y no había podido evitar quedarse inconsciente. Supo que era él por el pelo y por su cuerpo, ya que no había ni pizca de luz, por lo que, con cuidado, buscó con el mismo brazo en su bolsillo su mechero. No debía de haberse caído y, si eso, no muy lejos, además de que sabía que le era imposible mover el brazo derecho para cogerlo con este. Y es que una llamarada de dolor le recorría de punta a punta todo el brazo, más que nada y sobre todo el codo. Había algo ahí que le ardía, pero no supo decir el qué hasta que lo rozó con su mano izquierda: un trozo de piedra o de madera justo se había incrustado al caer con fuerza sobre su codo y ahora le atravesaba agresivamente el hueso para dejarlo sangrando. El dolor era horrible, pero se tuvo que aguantar el gritar mientras cogía aire rápidamente para mantener avivado su aliento. Se sentó mientras tocaba la cabeza a su compañero.
—Bybe... —le susurró, confiando en que a él nada le hubiese atravesado el cuerpo; estaba jadeando con dolor —Oye, Bybe; arriba, despierta.
El chico bajó la cabeza con cuidado y, poco después, volvió a levantarla, notando así Rope que ya volvía a estar despierto y supo que bien, ya que, sino, se habría quejado nada más levantarse. Él no diría nada de su brazo; no debía preocupar a Bybe y menos por una simple herida que, aunque doliese por el momento, estaba completamente seguro de que se le pasaría.
—¿Dónde estamos? —preguntó el chico ciego, levantándose y girando a su alrededor.
—Recuerdo habernos caído, pero ni siquiera sé en qué lugar estamos —respondió, tocando su cabeza con dolor.
Y es que jadeaba para que no le doliese, queriendo así que Bybe no se enterase, puesto que él parecía estar bien. Podría encender la llama de su mechero y observar, pero solo le vendría bien a él, puesto que su compañero era ciego. De un modo u otro, nunca estaba de más, por lo que buscó su mechero y trató de encenderlo con la izquierda, pero era imposible: él era diestro. La herida escocía como mil demonios y no podía lidiar con eso demasiado tiempo, incluso tenía nauseas y mareos. Se sentó en el suelo, apuntando con su mechero apagado a su codo. Era imposible de mover, debía de estar roto por el dolor que sentía y porque era más que imposible que el palo que le atravesaba saliera impune de la situación. Obviamente, y por mucho que quisiese esconderlo, de poco le sirvió, ya que Bybe sabía la expresión que tenía y se sentó junto a él en el suelo. Rozó con cuidado su brazo, notando él un dolor horrible al hacerlo.
—Basta —le dijo, mirando a otro lado y apartó su mano de un manotazo —No tienes que preocuparte por mí, esto no es nada.
—Pero, Rope... —trató de decir mientras se levantaba, pero él siguió recto.
—El codo es parte de mi cuerpo y es mío, así que tú no te tienes que meter en estos asuntos por mucho que me quieras ayudar —no miró atrás mientras caminaba, pero podía suponer la cara que debía de tener Bybe.
—Es grave —bajó la mirada —No puedes caminar así y seguir si vas perdiendo tanta sangre.
—¿Y qué hago? ¿Me lo arranco? —preguntó de forma sarcástica, haciendo que Bybe notase un escalofrío, sintiéndose mal al momento y mirase a otro lado.
Claro que el dolor le quitaba mucha paciencia, pero lo que quería era salir de allí. No quería la ayuda de Bybe, ni la de Teka, que podría curarle aquella herida, ni la de Caro, que se la vendaría también; no quería la ayuda de nadie, sino que solo quería salir de allí a como diese lugar. Llamó al chico a su lado y este corrió para ponerse a su altura, dándole la mano, la izquierda. Le analizó con la mirada rápidamente, pero apenas notaba algo; solo apretó fuertemente su mano junto con la de Rope y bajó la mirada.
—Siento ser ciego... —empezó, lo que hizo que notase un dolor horrible en su pecho y Rope abriese los ojos —Si pudiese ver, podría ayudarte a quitarte ese trozo de madera... —entrecerró los ojos, esperando la respuesta de Rope, la cual no llegó de buenas a primeras, sino que apretó su mano contra la suya unos segundos más antes de suspirar.
—A mí me gusta que seas ciego —le dijo sin siquiera mirarle, sino aguantando el dolor con los dientes mordiendo sus labios —Si pudieses verme, seguramente estarías ahora más perdido que yo, y yo no quiero eso. Sé que puedes sacarnos de aquí, Bybe; es nuestra promesa de que huiremos de aquí los dos... —se detuvo, mirando al suelo con rabia y dejando caer una lágrima sin rozarle las mejillas siquiera —No puedo hacer nada por ti ahora mismo porque creo que me voy a morir del dolor...
—¡Tranquilo...! —gritó, poniendo sus hombros arriba y erizando su piel sin quererlo —¡Yo te saco de aquí y los dos buscamos a Teka para que te saque eso del codo...! ¡¿Te parece?!
Ante aquel acto en el que Bybe parecía nervioso por lo que pudiese pasar, Rope simplemente sonrió para sí, cerrando los ojos. Sin saber ni dónde estaban siquiera ni lo que había allí en la oscuridad, palpó una pared y se sentó, apoyando la espalda sobre ella; Bybe casi lo mismo, pero mirando con miedo a Rope por lo que pudiese pasar ahora. Él sólo sonrió un momento mientras jadeaba y rozó la cara del chico mientras susurraba.
—Déjame aquí y vete a buscar ayuda, por favor... —le dijo, aunque realmente pensaba en otra cosa: quería que Bybe escapase de donde quisiera que estuviesen para que no le pasase nada malo, pero la jugada le salió mal, pues el chico cogió la mano con la que le rozaba la cara y cambió la expresión a una más enfadada y dura.
—Por supuesto que no; yo me quedo aquí contigo —se impuso, mirándole con rabia por haberle dicho eso.
Rope fue a decir algo para echarle de allí, pero, en cambio, volvió a cambiar la cara para sonreír y entecerrar los ojos, disfrutando de la compañía del chico a su lado y de las preocupaciones. Se quedaría a su lado, costara lo que costara.
—Iremos de nuevo arriba y encontraremos la puerta para volver, te lo prometo —empezó, Bybe asintió, pero bajó la cabeza y se apoyó en sus piernas, las cuales las tenía subidas por estar de cuclillas —Pero déjame descansar un poco hasta que el dolor se vaya, por favor.
—Trato súper hecho —le dijo, sonriendo forzadamente y cogiendo el pelo del chico con fuerza para que mantuviese su cabeza apoyada sobre él —No te puedes morir desangrado, Rope; no mientras esté aquí para ayudarte.
Al otro lado, en cambio, una vez separados, ya no sabían exactamente qué hacer o a dónde ir. Por supuesto que Cheríl iba primero: había sido más que obligado, aunque le diese igual a él, a ir delante de ambos, los cuales miraban a todos lados, analizando la situación con miedo y curiosidad a la vez. Tarou, entre medias de ambos, miró al albino con cara de poco amigos, como sospechando algo de él.
—Oye, cerecitas... —empezó, pero Cheríl le detuvo.
—Me llamo Cheríl, así que deja de llamarme así, porque me molesta —dijo él, bajando la cabeza y sin mirarle siquiera, lo que molestó a Tarou.
—Vale, pues, Cheríl —dijo con odio, pero siguió —Antes, cuando llegamos, dijiste algo de que volverías... ¿Eso quiere decir que has estado aquí antes?
—Puede —subió sus hombros sin girarse —¿Qué problema tienes si así fuese?
—Tarou... —susurró Then, tocando su hombro, pero le ignoró para seguir la conversación, casi a gritos, con Cheríl.
—No tengo ningún problema, pero, no sé, podrías saber cómo salir de aquí sin necesidad de separarse ninguno de ninguno y sin que tener que ir por estos lugares de puerta en puerta —apretó los dientes y el albino lo notó, poniéndose más tenso que antes —¿O es que simplemente no lo sabes y has dicho eso para molestar? No te he visto asustarte con lo del grito de antes...
—Mira —dijo entonces, dándose la vuelta serio, sin sonrisa, pero tampoco frunciendo el ceño —No tengo problema en quedarme aquí, pero la verdad es que estoy buscando la salida como tú, ¿entendido?
—Por eso decía —sonrió, pero solo por un lado y señalándole —No tienes ni idea de qué es esto y tampoco sabes salir.
—Por supuesto que no sé salir —suspiró él, con pocas ganas de hablar —Por algo estoy aquí encerrado contigo.
—Oye... —continuó Then, subiendo los hombros, pero mirándoles con ojos de pena.
—Cállate, pelirrojo —le dijo su compañero y devolvió la mirada a Cheríl con la sonrisa de nuevo subida —Pues claro que estás encerrado conmigo, pero también debes de saber lo que hay aquí encerrado, ¿no?
—¿Y qué si lo sé? —preguntó, muy serio, mirándole de frente mientras él ampliaba la sonrisa y entrecerraba sus ojos.
—No lo creo porque eres muy suave, cerecitas... Pero podrías darnos a él y a mí en sacrificio —se burló este, notando un movimiento repentino en su espalda que le molestó.
—Oye, chicos... —insistió Then, tratando de que le hiciesen caso, pero el peli morado suspiró mientras Cheríl miraba abajo sin dejar ver sus ojos.
—Ahora no es momento para que molestes —le dijo, apartando su cuerpo de un empujón —¿No ves que estoy teniendo un argumento con cerecitas?
—¡Que me llamo Cheríl...! ¡Tan difícil no puede ser...!
Justo en ese momento, cuando Cheríl fue a mirar tanto a los ojos de Tarou con ira, a punto de ponerse de puntillas para llegar a su rostro, algo le detuvo de repente; algo que había salido del suelo o de algún otro lado y que justo se había detenido antes de llegar a su nariz, en la parte de la punta directamente. Cuando abrió los ojos para darse cuenta, se notó que estaba sangrando: el rojo le empezó a cubrir toda la piel, los labios y los dientes. Tarou también se había quedado parado, congelado mientras bajaba la sonrisa, la cual se alegraba de tener para bajar la vista y comprobar lo que pasaba: allí abajo había un pincho oscuro, salido de algún lugar del suelo sin aviso previo y que había rasgado la punta de la nariz de Cheríl y haciendo que este se quedase demasiado sorprendido como para decir algo; lo mismo casi con Tarou, pero quien sí habló no fue otro que Then, el cual saltó, sonriendo.
—¡Eso es lo que te quería decir...! —se molestó por primera vez en todo el lugar, poniéndose las manos en la cabeza y bajándola a toda velocidad.
—Then, tú... —empezó Tarou, pero se detuvo al momento cuando notó un movimiento extraño en el chico que tenía al lado.
Apenas había comenzado a sangrar por la nariz y se la había quitado con las manos, Cheríl, como si aquello le hubiese molestado, movía sus hombros de arriba a abajo, mirándose las manos. Tanto Tarou como Then se le quedaron mirando con duda y sin saber qué pasaba, pero aquello no era lo importante en aquel momento, sino que otro pincho apareció en la pared que tenían más lejana, y después otro en el suelo, y otro más, y otro... Tarou chasqueó la lengua y apretó los dientes, girándose de nuevo a Cheríl y cogiendo sus hombros.
—¡¿Dónde tenemos que ir ahora?! —gritó, balanceando su cuerpo mientras este no dejaba de temblar —¡Responde! ¡¿Cuál es la puerta que tenemos que abrir de las mil que hay...?!
—No... —susurró él, mirando abajo mientras cerraba los ojos y los pinchos seguían sin detenerse y no dejaban de aparecer —No lo sé... —y puso su cabeza entre una de sus manos, temblando.
Al chico de pelo morado aquello no le gustaba y menos el hecho de no saber siquiera lo que trataba de decirle el albino. Fue por eso que se giró al pelirrojo y le mandó escoger la puerta que más le gustase, a lo que el chico pelirrojo le entusiasmó y echó a correr en frente. No sabía bien lo que le ocurría a Cheríl, pero parecía haberle afectado mucho el hecho de haberse llenado las manos de sangre por su nariz.
—¡Aquí, aquí; rápido, rápido...! —llamó Then desde el otro lado y el chico de los ojos rojos subió la cabeza a toda velocidad, como recuperándose de un sueño.
Inmediatamente después, actuó rápido y se lanzó, junto con Tarou, hacia la puerta. Los pinchos iban y venían de todas partes, en todas las direcciones; tampoco sabían la razón tras su aparición, pero la ignoraron en aquel momento: no era momento de pensar. En cambio, y de repente, uno de los pinchos apareció justo en frente de las narices del chico, pero, esta vez, en vez de llenarse de sangre el lugar, lo que voló por el aire fue algo de un color fuerte y ante los preciosos ojos del chico. Antes incluso de darse cuenta, ya lo había pisado, pero sin saber de dónde había venido, al menos no por el momento, sino que se fijó de repente en frente justo para notar una palpitación en el corazón. Tarou iba frente a él y, antes de meterse a la siguiente puerta, donde les esperaba Then, se había parado para tocarse la espalda, sabiendo que algo no estaba del todo correcto, y era claro una vez Cheríl se dio cuenta y él se sorprendía.
—Mi pelo... —susurró con lástima, tirando del que todavía le quedaba, ahora mal cortado por los hombros y un poco más arriba por uno de los lados —¡Mi pelo...! —repitió, apretando con rabia los dientes —¡No puede ser; maldita sea...!
—Se te ha caído —intervino Then, pero le mandó callar cuando golpeó el suelo con todas sus fuerzas.
—Ya no sé si te haces el tonto o directamente lo eres... —suspiró, todavía sin creerse que su pelo se hubiese cortado de forma tan radical después de lo largo que lo tenía, hacía tan solo un par de segundos.
Por su parte, el pelirrojo miró con duda al albino, el cual, apoyado en la pared, parecía respirar con dificultades, todavía mirando su nariz sangrante. No había sido un corte profundo, es más, todo lo contrario, pero parecía haberle afectado demasiado. Then sonriendo, se puso a su lado y le pasó un hombro, poniendo cara de niño bueno.
—Tranquilo, cerecitas; seguro que dejas de sangrar de un momento a otro —pero le cortó, subiendo la mano y mirándole con lágrimas al borde de caer.
—No lo digas... —susurró, pero le miró mejor con pena y se recompuso —No lo digas, no lo digas.
—¿Que no diga qué? —giró su cabeza y pestañeó una vez —¿Que sangras?
Al momento, Cheríl se puso contra la pared de nuevo y cerró los ojos. Ni siquiera habían mirado el nuevo espacio, sino entre que Tarou maldecía a todo ser por su nuevo corte de pelo y Cheríl recuperaba el aliento contra la pared, Then no sabía qué hacer ni a dónde ir. Por eso, siguió al lado de ambos, sobre todo de Cheríl, por el cual se interesó, dejándole la vista fija.
—¿Te vas a morir? —preguntó, sonriendo y Cheríl asintió en silencio y rápido —Qué genial —desvío la vista, esperó una respuesta por dos segundos y le volvió a mirar —¿Y por qué te vas a morir si no te he herido con una pistola?
—¿Podemos dejar el tema un momento...? —susurró, suspirando con los ojos cerrados y apoyando la cabeza entre sus rodillas para esconderla.
—¿Por qué? —molestó aún más y él solo pudo rezar para que se callase, aunque ya no fuese religioso, según él —¿Por qué? —insistió más con su vista clavada y su sonrisa.
—No lo sé, solo cállate, por favor... —pidió, viendo Then cómo la sangre se le caía directamente al suelo desde su nariz.
Fue entonces cuando pareció darse cuenta de algo y por eso se acercó. Sin preguntar ni nada, pasó su manga por la nariz del chico, lo que hizo que este diese un salto hacia atrás, aun estando apoyado, y coger aire rápidamente con cara de mal rollo. Miró a Then con algo de miedo, pero este le sonreía sin mostrar su manga, la cual, siendo roja como su pelo, no se notaba para nada el color de la sangre, sino que se camuflaba. Cheríl cogió aire al momento.
—¿Me has...? —preguntó, rozando su nariz y él asintió en silencio.
—Yo no temo a sangrar —sonrió aún más con una cara de bueno increíble, mientras que Cheríl se detenía.
Se quedó en silencio unos segundos, mirándole y tocándose repetidas veces la herida de la nariz hasta que vio que solo quedaba el escozor y la sangre se había desaparecido. Cogió aire una vez más mientras cerraba los ojos y sonreía.
—Gracias, Then... —le dijo y, acto seguido, se levantó para mirar a Tarou —¿Tú estás herido?
Apenas le miró, se llevó una sorpresa, y es que aquel preciso momento en el que sangraba hasta el presente parecía un trance, una irrealidad, un sueño y, cuando miró a Tarou con su pelo corto, solo pudo sorprenderse para no reírse al momento, y es que el chico de pelo morado, ahora por los hombros, estaba muy molesto con el resultado de los pinchos. Se levantó de mala gana, cogió de la camiseta a Cheríl y no se detuvo.
—No sé lo que te habrá pasado ahora mismo ahí fuera... —empezó, apretando sus dientes y con su pelo corto todavía cogido con la otra mano —Pero que no vuelva a suceder si no quieres que te golpee.
—Por supuesto —sonrió él, se soltó y comenzó a caminar —Ah, por cierto —no se dio ni la vuelta, sino que siguió sonriendo entre las sombras y con los ojos cerrados —Iremos a ver a la criatura que le dije a Loan, pase lo que pase, ¿os parece?
—No —dijeron ambos a la vez, cada uno por una razón: temor el pelirrojo y molestia el segundo. 
Le dio igual; él seguiría recto a pesar de lo que pensasen ambos chicos, ya que sabía que no querrían quedarse solos en lo que quedaba de tiempo y de lugar. Fue por eso que, a los diez pasos, les tuvo de nuevo a sus lados con miradas bajas por parte de Tarou y puños apretados, y la chaqueta apretada por una de las manos de Then, que miraba a todos lados, como nervioso y distraído a la vez. Es más, viendo que el chico tenía tanta confianza como para dejar al pelirrojo cogerle así de la chaqueta, Tarou también usó esa carta a su favor, poniendo su mano en la cabeza del albino, en la parte contraria a la que estaba él. Tan rápido lo hizo, la acercó con un movimiento a su lado, dispuesto a decirle algo, lo cual hizo que sonriese por ello.
—Sé que ocultas algo y voy a sacarlo a la luz... —susurró para que Then no oyese, aunque sabía que no haría caso en su vida a aquello.
Pero, en cambio, Cheríl se sintió tranquilo al escuchar aquello, tanto incluso que amplió aún más la sonrisa. Miró a Tarou con los ojos rojos puros y su sonrisa de colmillos antes de decidirse a hablar por fin, también en susurros.
—Aquí te espero, para cuando tengas que inculparme por algo más —y bajó los hombros, apartando la mano de Tarou de su cabeza para seguir recto.
La situación parecía haberse calmado por aquel lado, eliminando así de sus vistas los pinchos y todo lo demás que había pasado, desde el corte de Tarou hasta el problema de Cheríl, pero, en cambio, no había sido en el único lugar donde los pinchos habían aparecido, puesto que Bybe y Rope se habían librado con suerte de aquellos sin necesidad de moverse de su sitio, sino tan solo observando con miedo aquello tan fantástico que les ocurría y los otros tres habían corrido por sus vidas por todo el pasillo. Finalmente, cuando el ataque se detuvo, las dos chicas y el científico suspiraron, dando la rubia el primer paso, acercándose a uno de los pinchos, el cual le llegaba casi hasta uno de los hombros, rozando su puntiagudo final, observando y analizando cada una de sus partes. Jamás podría decir de dónde o por qué había aparecido aquello en aquel lugar, pero era tan misterioso que le interesó.
—Estoy segura de que esto no es todo —dijo, girándose hacia ambos, que mantenían la mirada en su cuerpo con curiosidad —Suelos que se caen, paredes que se mueven, pinchos que salen del suelo...
—Parece una verdadera casa encantada —se rio Lora, pero le dieron la razón, por lo menos Caro.
—A menos que no sea natural esto... —susurró el científico mientras pisaba los tablones del suelo —Como si alguien lo quisiese así: separarnos y jugarnos la vida una vez más.
—Agh, sin duda esta entrada de los Pecadores está rota... —suspiró la chica, mirando arriba y esperando una respuesta de Caro, pero no llegó —Apuesto a que ninguno de esos dos que ya han muerto eran culpables.
—Sí, y ninguno de nosotros tampoco —subió sus hombros el científico, todavía temblando tras la experiencia del día anterior.
—Por lo menos, espero que ningún pincho haya alcanzado a nadie —terminó Caro, volviendo a su lado y los dos asintieron.
Allí, frente a ellos y al final del pasillo, había varias puertas y ninguna de ellas inspiraba mucha confianza. Era más intuición y saber elegir bien. Lora, sabiendo que Teka era científico, propuso que abriese él, lo que le sorprendió y subió sus hombros.
—Por algo eres el listo del grupo, ¿no? —se burló una vez más, pero terminó suspirando —Aunque espero encontrar a esos dos pronto... Ya sabes, para reírnos un rato del ciego y el otro que le defiende —y sonrió.
—Yo solo deseo que estén bien... —dijo Teka, decidiéndose a abrir una puerta, la que fuera: la de la derecha.
Un paso al frente, en cambio, hizo que retrocediese rápido al ver que el techo se caía hacia el suelo tan rápido abría la puerta. Exacto, pasó del tema, dio media vuelta ante la mirada de miedo y duda de Lora y Caro, respectivamente, y se giró a la segunda.
—Según las leyes de la psicología... —empezó mientras abría la puerta —Un tercio de lo que decidimos siempre está mal.
—Eh, eso te lo acabas de inventar —se molestó Lora, pero se rio al ver la cara de pena que traía el chico —Es broma; mientras me saques de aquí, por mí perfecto. Tarda lo que quieras.
—Exacto —siguió Caro, dando un paso al frente antes incluso que el propio científico para entrar en el cuarto —Mientras nos saques de aquí, así que vamos a salir ya —y pasó dentro sin dudar más.

Entrada de los Pecadores Where stories live. Discover now