Capítulo 23

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–Si... llévame contigo – quiso voltear a ver a su amado, había estado anhelando tanto este momento, pero cuando lo hizo y abrió sus brazos para poder acogerlo, un cristal se lo impidió.

El escenario no era el mismo, ahora todo era tan blanco, que no sabia en donde comenzaba y terminaba aquel lugar, lo que si sabia era que una enorme barrera le impedía tocar al rubio.

Mateo estaba del otro lado a unos metros mirándolo fijamente y muy quieto.

–Mateo... llévame contigo – sus manos pegadas en el cristal y su voz suplicante no inmutaron al rubio, no lo hizo acercarse y dejarlo entrar, por el contario dio media vuelta dándole una ultima mirada cargada de frialdad y se alejo ignorando las suplicias del mayor – ¡No te vayas! ¡Llévame contigo! ¡Mateo! – golpeaba lo mas fuerte que sus manos podían y sin embargo el cristal no daba señales de que en algún momento fuera a romperse, sus sollozos dejaron de escucharse.

La agonía se lo llevo, arrastrándolo y no lo soltaría jamás.










El timbre lo despertó alejándolo de sus sufridos sueños, sentía sus ojos húmedos y como no, si las lagrimas habían salido sin pedir permiso, su pecho se había oprimido a tal punto de tener que inhalar profundamente para devolver el aire a sus pulmones.

Y su corazón, seguía doliendo tanto como el primer día sin él... o tal vez más.

Cubrió su rostro con sus manos y grito hasta que su garganta ardiera, liberando su aflicción

No lo logró.







–Buenos días Doña Rita – la recibió con una sonrisa de boca cerrada al igual que sus ojos pues estaban tan hinchados que a justas podía abrirlos.

–Oh, por Dios, pero mírate muchacho ¿Otra vez estuviste llorando? – su mirada era compasiva, sentía pena por el chico, acerco su arrugada mano a los ampulosos ojos del moreno, acariciándolo.

John logro despegar sus ojos por un momento y lo que vio lo dejo desconcertado, delante de si estaba Mateo del otro lado de la calle, mirándolo inquietante y muy atento.

No puede ser ¿Aun no había despertado? ¿Seguía dormido?

Doña Rita noto su desasosiego y miro hacia lo que lo tenia tan alerta.

Allí no había nada.

–¿Qué miras hijo? – John volvió a la realidad, parpadeo un par de veces y la persona que tenia en su delante desapareció.

–Yo... – la señora lo miraba hitamente esperando su respuesta

¿De verdad era Mateo?

No, su cerebro quería jugar con él.

De nuevo.

El rubio no lo dejaba en paz ni en sueños, se le aparecía a donde fuera, incluso estando despierto, ya no sabia que era real y que no, tenia que pellizcarse y sentir dolor físico para saber que no estaba encerrado en la oscuridad de su malévola mente que no hacía más que darle esperanza, malditas falsas esperanzas.

Él sabia, lo sabia perfectamente, pero de vez en cuando quería dejarse engañar y tomar por los trucos de su sucio cerebro.

Al menos de esa manera creería que Mateo seguía a su lado.

–Nada... no estoy viendo nada

Al final tenia que volver a pisar tierra y dejar de soñar.

Invito a Doña Rita a pasar y dando una ultima mirada a la nada, cerró la puerta detrás de sí.










–¿A dónde mas planea llevarme? – se quejaba un John muy cansado de haber recorrido prácticamente toda la ciudad.

Doña Rita no lo dejaría en paz hasta verlo totalmente recuperado.

Tiene la idea de que distrayendo su mente se olvidara del dolor

Pobre ilusa.

Si eso en verdad fuera posible, nadie moriría de depresión.

–Unas paradas más y estarás en tu casa – lo animaba.

Aunque nada podía hacerlo, trataba de calmar con sonrisas fingidas, la ansiedad que emanaba de ella.

Desde pequeño se prometió a si mismo, nunca ocultar sus emociones, y estaba enteramente prohibido fingir.

Como ha de ser cómica la vida, que ahora lo único que hacia era aparentar su bienestar y disfrazar su tristeza.

–John – una inconfundible voz lleno sus oídos, proporcionándole un horrible escalofrió en su espina dorsal.

Esta vez lo escucho, no estaba loco. No era la voz que lo atormentaba dentro de su cabeza, esta vez venia del exterior. Miraba desesperadamente a su alrededor buscando de donde provenía aquel llamado.

–John, aquí – esta vez lo escucho a su espalda, pero seguía sin hallarlo – Aquí estoy, aun no me he ido.

Sus ojos recorrían exasperadamente todo el lugar, observaba con atención cada persona, cada objeto, pero seguía fracasando. La voz se escuchaba lejos, otras veces muy cerca, escuchando incluso su respiración colarse en sus oídos.

Cerro sus ojos fuertemente y el ruido exterior ceso dando paso al silencio.

Los abrió nuevamente y todo seguía igual, las personas cruzando la acera, los carros pasando a toda velocidad, las aves revoloteando y surcando el vasto cielo.

Como una película muda.

Solo una cosa no era igual, aquel chico de cabello rubio estaba en medio de todo el gentío mirándolo expectante, y de un momento a otro en su neutro rostro se formo una sonrisa ladina.

Horrible.

El chico empezó a correr en dirección contraria a donde se hallaba el moreno, perdiéndose entre la multitud. John dejo caer las bolsas que tenia en manos y fue tras él, tratando de alcanzarlo, iba lo más rápido que sus pies le permitían y aun así no lograba atraparlo.

En un momento el rubio cruzo la autopista estando la luz en verde seguido por el mayor. Un fuerte claxon lo detuvo en seco y lo ultimo que vio fue un carro aproximándose rápidamente estando a solo milímetros de él. 

 

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Oculto bajo un suspiroWhere stories live. Discover now