Capitulo 25

2 1 0
                                    

–¿Qué haces aquí? – cuestionó un rubio frente a él en medio de la oscuridad.

–Tú me llamaste

–No, no lo hice – suspiró – John, no soy real, nada de esto lo es.

–Deja de jugar conmigo, tu me has estado persiguiendo estos últimos meses para traerme contigo – la desesperación comenzaba a notarse en su voz – me dijiste que querías que fuéramos felices, y por fin pude cumplir una de las todas promesas que te hice, no me salgas con que no querías que estuviera aquí.

–¿Aquí? ¿Dónde es aquí? – preguntó con el ceño fruncido, desconcertado.

–A-aquí, el cielo, el infierno, que se yo – miro alrededor y lo único que veía era neblina negra, pura oscuridad.

–John, esta no es tu alma – se acercó a él, posando una de sus manos en el hombro del mayor, mirándolo fijo – ¿En verdad crees que existe la vida después de la muerte? las almas no existen, el cuerpo humano es solo un pedazo de carne que tiende a pudrirse con el tiempo, nada más – elevo sus manos señalando todo lo que lo rodeaba – esto que estás viendo ahora, no es el puto cielo y mucho menos el infierno – dijo con cierta rabia en su voz, que se venía notando desde que empezó a hablar – es solo una ilusión creada por tu cerebro para que calmar a los sistemas de tu cuerpo que se han puesto en alerta ante la presencia de un peligro de muerte.

–Pero, si ya estoy muerto, caímos del...

–No, no lo estas – se dirigió hacia un lado, tocado la negruzca neblina, abriendo un espacio de luz que mostraba al moreno tendido en una cama de hospital rodeado de aparatos con doctores apunto de usar el desfibrilador en el – Aun puedes volver.

El mayor se acercó lentamente y se observó por unos minutos.

–Ve, puedes seguir con tu vida – John lo miro rápidamente y volvió, seguía pasmado sin pronunciar palabra alguna – ¿Por qué dudas?

–No quiero volver, quiero quedarme contigo.

–John – el mencionado volteo a verlo nuevamente con sus clásicos ojos aguados – ya te dije que no soy re...

–¿Cómo lo sabes? – interrumpió – dijiste que eres solo producto de mi mente, entonces no sabes si existe o no – seco rápidamente las lagrimas que empezaban a emanar de sus ojos.

–No, no te hagas esto – el rubio se acerco sobando su mejilla, consolándolo – no te des falsas esperanzas.

–No quiero dejarte, no quiero volver a estar solo, te necesito – un sollozo salió a relucir.

–Jamás estarás solo, siempre voy a estar contigo – le ofreció una cálida sonrisa – en tus recuerdos, pensamientos y sueños, sobre todo aquí – poso su índice en donde se encontraba su corazón – ese siempre me pertenecerá, como este – señalo su pecho – te pertenece a ti.

–En mis sueños no haces mas que reprocharme – su voz aun estaba quebrada.

–Es por que te sientes culpable, suelta la culpa, nada de lo que paso fue tu culpa – enterró su rostro en el pecho del mayor y lo abrazo fuertemente – ahora vuelve, vuelve y vive por los dos, y recuerda siempre que te amo.

John le devolvió el abrazo con la misma intensidad, alzo el rostro del menor y junto sus labios una última vez.







Abrió paulatinamente los ojos, los sentía pesados, sin energía para abrirlos completamente, la intensa luz le impedía de igual manera poder lograrlo, poco a poco fue recuperando la movilidad de su cuerpo, empezando por los dedos de su mano y cuando por fin logro destapar completamente sus ojos confirmo lo que había visto hace tan solo unos instantes atrás.

Se encontraba en un cuarto de hospital.

Suspiró aceptando su dura verdad y reprimió las ganas de volver a lloriquear. No lo haría, le dijo a Mateo que viviría por los dos, eso es lo que él quería y lo iba a cumplir.

No importaba que hubiera sido solamente su subconsciente hablando.

Volteo a su derecha encontrándose a Doña Rita dormida en uno de los sillones al lado de una pequeña cómoda.

La vieja señora le quería como a un hijo, y como no si perdió al suyo, es por eso que quiere ayudar a John, animarlo como y con lo que sea, tenia miedo de que el moreno, con quien se había encariñado tanto, termine como su hijo, muerto de tristeza.

–Doña Rita – la mencionada parpadeaba despertando de un sueño profundo y cuando vio al moreno sonriéndole corrió hacia él.

–Hijo, oh por dios – dijo cubriendo parte de su rostro – al fin despiertas – acaricio su cabello – ¿Cómo te sientes?

–Creo que quiero vomitar

–Oh, cierto, el doctor dijo que le avisara cuando despertaras – la mujer se dirigió a la puerta y gritó llamando al doctor – ya debe estar viniendo – dijo alegremente cuando regresó – ¿Qué estabas pensado cuando saliste corriendo de esa manera?

–Nada Doña Rita, solo creí haber visto al... – se interrumpió a si mismo – ¿Dónde me encontraron? – pregunto desorientado.

–En la autopista, un carro te atropelló. 

Oculto bajo un suspiroOnde histórias criam vida. Descubra agora