capitulo 3

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  • Dedicado a Abril
                                    

            Kei miró a Julian aburrido. Tener un esclavo no había sido tan divertido como había esperado. El maldito crío era tan imbécil como parecía. Según llegaba a casa comía rápidamente, recogía y se encerraba en su habitación a hacer trabajos o proyectos escolares. Miró a su alrededor, pero la limpia y pequeña habitación no le iba a proporcionar ningún entretenimiento, así que se dedicó a estudiar a su esclavo.

            Era tonto, pero para eso no hacía falta mirarle demasiado. El cabello castaño caía ligeramente por los hombros aunque, como Kei había notado, intentaba inútilmente mantenerlo bien recogido en una coleta. y, tras esas espantosas gafas viejas, era imposible verle muy bien ni el color de sus ojos ni parte de su cara. Vamos, un pringado. También notó que era menudo, casi delicado por constitución y, por la forma que había aceptado ser su esclavo, suponía que no debía tener muy alta la autoestima.

            —Ey, idiota, tráeme algo para comer —ordenó con un bostezo, mientras ponía los pies encima de la mesa de estudio de Julian. Éste levantó la cabeza y lo miró con inocente sorpresa.

            —¿Qué? Estaba...

            —Cállate, imbécil, y haz lo que te ordeno.

            Sin más protestas, se levantó y tras echar una última ojeada a los pies que estaban estropeando uno de sus cuadernos, salió de la habitación. Cuando al fin volvió con unos bocadillos, Kei no se había movido un centímetro.

            —Oye..., perdón..., pero es el cuaderno de química...

            Kei levantó uno de los bocadillos y lo mordisqueó un poco antes de volver a dejarlo sobre el plato casi sin tocar.

            —¿Intentas decirme algo con eso, idiota?

            Los ojos de ambos se encontraron. Kei lo miró desafiante unos segundos, ya que Julian no tardó en bajar la cabeza, sonrojándose visiblemente.

            —No... es el cuaderno...lo necesito —dijo tartamudeando.

            — Lo necesitas, ¿eh? —Kei se puso a reír, pero no movió los pies—. Veamos, ¿y cómo debes pedirlo?

            —¿Qué? Ah..., por favor —se apresuró a decir.

            Julian estaba nervioso. Retorcía las manos una y otra vez, mirando a todos lados excepto a kei. Tal vez con un poco de imaginación podría divertirse algo antes de marcharse.

            —No me sirve. Soy tu amo, debes tratarme con más respeto. No sé, ponte a hacer reverencias... aunque igual eso está pasado algo de moda..., o sino, mejor, póstrate en el suelo. Sí, eso me gusta más. Venga, adora a tu amo y se buen perrito.

            Esta vez si consiguió que la mirada, a través de las gafas, permaneciera más tiempo sosteniendo la suya. La expresión de horror de Julian le daba ganas de reír, pero por esta vez debía aguantarse. Un amo no debía mostrar las emociones ante su esclavo. O, por lo menos, en su caso, aguantarla un poco más.

            —No...

            —¿Qué has dicho?

            El tono de Kei se volvió acerado y Julian retrocedió.

            —No voy a arrodillarme.

            Vaya, el muchachito tenía su orgullo... ¡y hasta agallas! Eso empezaba a ponerse interesante!

            —¿En serio? Sin embargo yo creo que te arrodillarás y me chuparás los pies si tal es mi deseo, capullo. Sólo que hay una pequeña diferencia en si lo haces por voluntad propia o te obligo a hacerlo. Ahora bien, ¿qué es lo que tú decides?

            —Yo...

            Julian no terminó la frase. Ante la sorpresa de Kei, el muchacho se dejó caer al suelo de rodillas, delante de él. La cabeza, sin embargo, la mantenía gacha y Kei le agarró del pelo para levantarle la cabeza.  Ambos rostros quedaron a escasos centímetros y por primera vez, kei distinguió unos grandes ojos azul turquesa. Un color demasiado bonito para alguien como él, pensó sin más.

            —No era tan difícil, ¿verdad? ¿Quieres que ahora te ordene que me chupes los pies?

            Julian sólo lo miraba, sin decir nada pero sin dejar de temblar ligeramente. Eran cautivadores aquellos ojos y Kei terminó soltándole, temiendo perderse en la profundidad de aquella mirada.

            —¿Por qué haces esto? —preguntó de pronto Julian, sin moverse del suelo. En su voz había entremezclados muchos sentimientos y Kei fue incapaz de distinguirlos todos.

            —Me aburría —dijo, sin más— Así que si no quieres que la próxima vez sea mucho peor, más te vale encontrar la forma de satisfacer a tu amo.

            —¿Eres feliz haciendo esto?

            Kei reflexionó la respuesta. ¿Era feliz torturando a un chico idiota?

            —¿Feliz? No, es sólo una manera como otra de pasar el rato. Además, después de darme cuenta de que lo tengo todo, resulta que he descubierto que nunca había tenido un esclavo. Deberías estar contento de ser el afortunado.

            —No...

            —¿Dices algo?

            —No.

            —Eso está mucho mejor —Le dio unas palmaditas en la cabeza y sonrió extrañamente —. Buen chico.

            Julian se levantó pesadamente y apartó su cuaderno de química del alcance de Kei. Éste suponía que por aquella cabecita ordenada estarían pasando cientos de ideas con la intención de no tener que volver a ver a Kei, pero fuera cual fuera la idea o pensamiento, el muchacho ya no estaba dispuesto a ceder a su esclavo. Esa oportunidad ya había pasado.

            En ese instante la puerta de su habitación se abrió y una mujer de mediana edad entró en el cuarto. Al verlo se quedó unos instantes inmóvil y después buscó a Julian con la mirada.

            —Lo siento, Julian, no sabía que habías traído a un amigo a casa. Como no tienes amigos pensé que...

            —¡Mamá!

            Kei miró a su esclavo y se dio cuenta que rehuía mirarle por algún motivo. Se encogió de hombros y se acercó a la mujer.

            —Encantado de conocerla, señora —dijo educadamente—. Soy Kei Kazahara, un amigo de Julian.

            La mujer sonrió coquetamente y le devolvió el saludo algo nerviosa. Después, tras ofrecerse a prepararle algo de cenar, algo que Kei rechazó formalmente, salió de la habitación cerrando la puerta a su espalda.

            Kei se volvió y miró a Julian que miraba nuevamente el suelo, como si lo encontrase verdaderamente fascinante, y comenzó a reírse. Julian lo miró de reojo.

            —¿Qué es tan divertido?

            —Venga, idiota, nos vemos.

            Y salió tranquilamente, despidiéndose con una mano.

           

Cuando habla el corazón (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora