Capitulo 34

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            Era imposible. Por más vueltas que le daba le parecía imposible salir de aquello vivo. Julian se acurrucó en el sillón con las rodillas sobre su regazo, demasiado aterrado de iniciar una conversación con Kei. No, no, el problema no era iniciar una conversación, era continuarla. Suspiró amargado. No podía hacerlo.

            Con ansiedad miró hacia la puerta cerrada cuando escuchó voces fuera, pero nadie entró y las voces fueron alejándose hasta desaparecer. Julian siguió mirando la puerta. Sí, se sentía aterrado de que Kei entrara por esa puerta, pero de la misma manera, la ansiedad que sentía de que no lo hiciera lo estaba matando. Se llevó una mano al pecho y apretó con fuerza la camiseta que le habían prestado, arrugándola en su puño.

            Víktor les había pedido que salieran de la sala después de que Julian y Oshi entraran armando un alboroto. Julian había creído que se moriría en ese momento, bajo la aprensiva y oscura mirada de Kei. Isi le había ayudado a levantarse y habían salido de la sala junto al resto. Antes de que la puerta se hubiera cerrado detrás de Kevin, que fue el último en abandonar la sala, se fijó que la mano de Nathan se posaba en la espalda del chico rubio. Una desagradable sensación de aprensión le había recorrido todo el cuerpo y había mirado desesperado a Oshi, pero el pelirrojo estaba lloriqueando exageradamente mientras pedía infantilmente algo para comer. Rykou había terminado por darle una patada y arrastrarlo por el pasillo mientras le insultaba. Oshi había berreado con más fuerza, acusándolo de ser muy cruel con él y de que no le quería. Julian desconocía si el pelirrojo había conseguido o no la comida, pero sí se había ganado una segunda patada y varias risotadas de parte de sus compañeros.

            Kevin se había ofrecido a acompañarlo a su habitación y Julian permitió que el chico le guiara por los pasillos de decoraciones similares hasta detenerse en la habitación que compartía con Kei.

            —¿Qué crees que pasará ahora? —había preguntado con la mano en el manillar y la cabeza casi rozando la madera.

            —Quien sabe —respondió Kevin encogiéndose de hombres. Su expresión no decía nada.

            Julian no quería quedarse solo, pero tampoco se atrevió a pedirle que se quedara un rato con él. Movió el manillar y abrió la puerta.

            —Pero sea lo que sea que pase, será peligroso.

            Julian giró la cabeza para mirarlo. Kevin había ladeado la cabeza hacia él. No había humor en sus ojos y Julian entendió a qué se refería. Asintió despacio y entró en el cuarto vacío con un nudo en el estomago.

            Y mientras las horas pasaban Julian no conseguía sentirse mejor. Kei aún no volvía y, aunque lo hiciera no sabía qué iba a decirle exactamente. Hasta ahora seguía a su lado porque él se había mantenido allí a la fuerza; de alguna manera, pero ¿qué había conseguido aparte de conseguir que hirieran a Kei? Él no era como sus amigos, no podría protegerlo, ni ayudarlo, no era como Nathan, quien juraba que lo amaba y sacrificaba todo por él. ¿Era su amor tan valioso, tan importante como para aferrarse a Kei hasta el punto de hacerle daño?

            Con cuidado dejó que las piernas se deslizaran hasta el suelo y apoyó los pies descalzos en el suelo, agradecido de sentir el frío contacto antes de levantarse y acercarse a la puerta. Apoyó la oreja en la madera y trató de escuchar algo. Al no oír nada desde el otro lado, abrió la puerta y asomó la cabeza. El pasillo estaba iluminado, como siempre, e igual de desierto. Empujó la puerta y dejó que se abriera completamente antes de aventurarse fuera.

            Era difícil ubicarse en aquel laberinto de pasillos iguales. Llenos de puertas simétricas, con la misma planta a la derecha, de hojas verdes y alargadas dentro de una maceta ovalada de cerámica policromada.

Cuando habla el corazón (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora