Capitulo 45

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            —No es... Es imposible.

            Julian miró el interior de la habitación una vez más, deteniéndose especialmente en las manchas de sangre que recorrían el suelo de la habitación y la silla donde Kevin había estado sentado cuando lo hirieron en la pierna.

            Pero el interior estaba vacío. No había rastro ni de Kevin ni de los hombres de Alexander.

            Sólo estaba la sangre.

            —Es imposible —repitió confuso.

            Dio un paso al interior pero uno de los policías le detuvo, poniéndole una mano en el hombro; dijo algo en ruso y varios de sus compañeros se adentraron en la estancia dando órdenes y comenzando a dispersar a la multitud apiñada a sus espaldas. Julian apartó la mano del policía, aún receloso de que aquellos hombres no fueran en realidad, o en parte, gente pagada por el tío de Kei.

            —¡Hay que buscar a Kevin! ¡Se lo han llevado! Ellos se lo han llevado... —gritó, notando el tono histérico que impregnaba su voz y se adentró también en la habitación, incapaz de apartar la mirada de la mancha de sangre que cubría el lugar donde había visto a Kevin por última vez.  

            Dos de los policías se acercaron a él y lo empujaron, tratando de sacarlo de la habitación mientras daban gritos, pero Julian se negó y siguió gritando, sin entender nada de lo que le decían y cada vez más furioso y angustiado porque nadie parecía entenderle. Se giró desesperado y miró al grupo de personas que había conseguido que le prestaran atención por todo el aeropuerto después de chillar y lloriquear como un loco. Habían llamado a la policía, ya fueran ellos o la propia seguridad del aeropuerto, y también a una ambulancia que en ese momento se abría paso entre la multitud aún curiosa por saber lo que ocurría dentro.

            Julian retrocedió y chocó con uno de los policías que lo sujetó por los hombros y comenzó a chillar algo mientras señalaba el suelo y seguía gritando, empujándole.

            —¡Déjame!

            Julian se apartó a un lado y los miró asustado. Sabía que era imposible que todos ellos fueran parte del grupo de Alexander; de ser así, significaría que tenia controlado todo el país y dada la obsesión de Alexander por Kei, hubiera hecho cualquier cosa por tenerlo, aunque eso significara iniciar una guerra.

            Lo entendía, sí, pero aún así no era capaz de distinguir a los buenos de los malos y, en ese momento, los veía a todos como malos. Necesitaba que le entendieran, que le ayudaran a dar con la casa en la que se encontraba Viktor y que avisaran o ayudaran a Kei. Pero aparte de haberles conducido a una habitación vacía llena de sangre, no había nada, no había nadie, y eso le hacia sentirse aún peor. Si no podía partir de ahí, ya fuera al encontrar a Kevin a quien ayudarían en un hospital y quien les indicaría dónde encontrar a Kei, o a algunos de los matones de Alexander, que tendrían toda la información, no le quedaba nada por hacer.

            Ni siquiera podía avisar a Kei...

            Se llevó una mano a la cabeza y retrocedió hasta chocar contra la pared y los miró a todos horrorizado, con los ojos muy abiertos y el estomago contraído. Iba a comenzar a vomitar en cualquier momento.

            Kei...

            No, no podía. Tenía que encontrar a Kei, tenía que avisarlo, tenía que salvarlo....

            —¿Es que no hay nadie que hable mi idioma? —gritó, mirando a los policías, a los médicos y abarcó a la gente que seguía observando—. ¿No hay nadie que me entienda?

Cuando habla el corazón (chico x chico)Where stories live. Discover now