Capitulo 4

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  • Dedicado a Leisy
                                    

Julian salió del instituto más desanimado de lo que había entrado. Nada cambiaba nunca y desde la aparición de Kei, ya no albergaba esperanzas. Se ajustó la montura de las gafas con movimientos mecánicos e ignoró a toda la gente que se iba agrupando en el patio.

            — Ey, idiota, ¿me echabas de menos? 

            Julian se quedó paralizado. Frente a él se encontraba un sonriente Kei. Vestía pantalones negros de cuero y una camisa blanca con varios botones sin abrochar, que dejaban entrever parte de su torso desnudo. Julian apartó la mirada, enrojeciendo sin saber muy bien porqué. Nuevamente, al igual que los días anteriores, unas gafas negras ocultaban sus ojos. Sin embargo, en esta ocasión no esperó a llegar a su casa para quitárselas y mostrar unos hermosos ojos negros y ligeramente rasgados que contrastaban muy llamativamente con su rubio natural.

            —¿A qué has venido? —susurró, temiendo que Kei hiciera algo que lo pusiera en mayor evidencia delante de la gente del instituto.

            —¿Es esa una forma de saludarme, niñato?

            Julian bajó la cabeza sin responder. Sentía que todos les miraban y que si no tardaba en alejarse de allí, los comentarios ridiculizándolo también llegarían a los oídos de Kei. No sabía el motivo, pero de lo que estaba seguro era de que no quería que él escuchara lo que decían.

            —¿Ese no es Julian? ¿Qué hace ese tío bueno con él?

            —Debe ser un familiar, sino, ¿quién se acercaría a él?

            —¿Un familiar? ¿Qué dices? Es imposible que sea familia suya; míralo bien.

            —¡Uah! Está buenísimo... ¿Tendrá novia?

            Demasiado tarde.

            —El pardillo de Julian tiene un amigo... ¡Y qué amigo!

            Cerró los ojos con fuerza. ¿Por qué tenía que ocurrir delante de Kei? ¡Lo qué estaría disfrutando!

            —Hola —dijo una voz a sus espaldas. Julian abrió los ojos al reconocer la voz de Ángela y clavó en Kei una mirada nerviosa. Pero éste no le miraba ya; había ladeado la cabeza y observaba juguetonamente a las chicas que se habían reunido a su alrededor—. Me llamo Ángela... Ellas son María, Raquel, Graze y Miranda—.  Las fue señalando una a una para presentarlas—. ¿Cómo te llamas?

            Kei pareció pensarse la respuesta.

            —No sé... dime, ¿Cómo te gustaría llamarme?

            Las chicas se rieron y Ángela miró a Julian de reojo, con desprecio. Al parecer, no entendía que hacía alguien con la presencia y carisma de Kei con él, a quien no consideraba algo mejor que un insecto. Julian apartó la cabeza. No tardaría en saberlo. Kei no desaprovecharía la ocasión de humillarlo.

            —¿Por qué no vienes conmigo a dar una vuelta?— sugirió Ángela— Te lo pasarás mejor que con... ese.

            Julian no fue capaz de mirar a Kei. Se iría, claro que se iría. Ángela era guapísima y tenía un cuerpo perfecto. Pero a él la sola idea de que Kei se fuera con alguien le aterraba. Puede que la relación que tuviera no fuera amistosa ni mucho menos, pero, al menos, Kei había sido solo suyo. Sin pensar en las consecuencias se volvió hacia Ángela, desafiante.

            —¿Qué...?

            Una vez más no terminó la frase. Antes de darle tiempo a reaccionar, se encontró rodeado por los brazos de Kei. Las chicas les miraron con sorpresa, pero Julian dudaba que ésta fuera mayor que la que él mismo sentía. Era agradable y perturbador encontrarse protegido por aquellos fuertes brazos y, las sensaciones que el cuerpo de aquel chico producía en él, eran aún más inquietantes. Pero dudaba que aquello no fuera parte de alguna de sus bromas pesadas.

            —¿Qué te hace pensar que contigo me lo pudiera pasar mejor que con él? Guapita, no te des esos aires por tener una cara mona—. La voz de Kei era fría, peligrosa y Julian sintió escalofríos—. Me asqueas.

            Después, cogió a Julian de la mano y tiró de él hasta la salida. Una vez que atravesaron la verja y cruzaron la primera esquina, lo soltó y comenzó a reír a carcajadas. Julian permaneció inmóvil, observando a Kei con la cara ardiendo. ¿Qué es lo que había sucedido? Y antes de que el joven viera lo avergonzado que estaba, apartó rápidamente la cara. ¿Pero qué había sucedido?

            —¿Qué te pasa, canijo?

            —¿Ya no soy solamente "idiota"? —susurró, intentando que también se tranquilizara su corazón. Si Kei se daba cuenta de lo nervioso que estaba por aquel abrazo, puede que sus pocos instantes de felicidad desaparecieran.

            —¿Qué dices? Como buen amo, únicamente me dedico a hacerte ver todos tus defectos, "idiota".

            Sí, era eso. ¿Pero por qué, pese a todo lo que hacía y decía, nunca había sido frío con él como lo había sido hacía un momento con Ángela? ¿Había sido sólo una actuación?

            —Kei...

            —¿A qué viene esa voz de nenaza? —dijo, poniéndose muy serio—. ¿Tienes algo que decirme? venga, hazlo, no te cortes.

            Julian miró a Kei a través de sus gafas, pero apartó rápidamente la cabeza. No soportaba mirarle sin enrojecer o que se le acelerara el corazón. Aún podía sentir los brazos de aquel chico...

            —Ángela tiene unos amigos que pertenecen a una banda....

            Kei comenzó a reír de nuevo y Julian lo miró ofendido.

            —¿Estas preocupado por mi? ¿Tú por mí? —Las risas continuaron durante un rato más y cuando por fin cesaron, Kei posó una mano en la cabeza de Julian y le revolvió el pelo—. En verdad que eres enano —No era verdad. No llegaban a tener una diferencia de una cabeza. Pero, por supuesto, Julian no dijo nada—. ¿Una banda? Sí, eso me gustaría verlo. Sería muy divertido. Bueno, vamos, hoy tengo que ir a un sitio.

            —¿Tengo que ir contigo? —protestó Julian débilmente.

            —¿Tienes que preguntarlo? Un esclavo debe seguir a su amo. Como buen perrito.

            Kei comenzó a andar y Julian no tardó en seguirlo.

           

           

Cuando habla el corazón (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora