Capitulo 30

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Julian se aferró con fuerza al cuello de Kei, alzando los brazos y entrecerró los dedos en el cabello rubio. Despacio deslizó la cabeza y rozó sus labios en la oreja del chico rubio. Tal y como se encontraba, podía escuchar los relajados latidos del corazón que se acompasaban con los acelerados de su propio corazón. Podía oír la respiración irregular, sentir como el pecho de Kei subía y bajaba al compás de su respiración y Julian se permitió descansar en un cuerpo que ni de otra manera hubiera podido disfrutar de un abrazo.

            — ¿Por qué lo has hecho? — exigió en un hilo de voz que le hizo parecer más una suplica—. ¡Kei hubiera luchado cuando lo acorralaron abajo! ¡Jamás se hubiera dejado atrapar de esa manera!

            — ¿Debo recordarte la situación en la que te encontrabas? —gruñó Kei en voz baja y ronca—. ¿O pensabas que no dispararían?

            Julian apretó con más fuerza los dedos en el cabello de Kei. Sabía que quizás le estaba haciendo daño, pero necesitaba liberar el dolor y la rabia que seguían en su interior. ¿De verdad Kei podía ignorar los sentimientos de los demás hasta ese punto? ¿Tan simple se creía que era su amor hacia él como para suponer que prefería verlo sufrir, ver como lo torturaban, como podían matarlo, a cambio de poder salvarse a sí mismo? ¿Eso era lo que después de todo Kei pensaba de él?

            — Kei... —murmuró, notando como las lágrimas descendían finalmente por sus mejillas, liberando el dolor que aún palpitaba con fuerza—... él me hubiera dejado morir —aseguró con un estremecimiento, ignorando el pequeño crujido que se oyó no muy lejos de su cabeza y la tensión que se percibió en el cuerpo de Kei— ¡Hubiese preferido morir!

            — ¡Cállate de una vez!

            Julian aflojó la presión de sus dedos y liberó el cabello de Kei, apartándose un poco de su cuerpo y alzando ligeramente la cabeza, justo en el momento en que, sorprendido, vio como con una mano libre, Kei se ayudaba a desencajarse los huesos de la otra mano y se liberaba completamente de las cadenas.

            Sin previo aviso, Kei lo agarró del cuello y tiró de él hasta golpearlo contra el suelo, situándose a horcajadas encima de él.

            — Kei... —suplicó, tratando de que Kei aflojara la mano que estaba ahogándolo —Por... favor...

            — ¿No querías morir?

            Julian miró asustado el rostro que seguía medio oculto bajo los mechones de cabello rubio que caían sobre sus ojos. Casi no podía respirar y la mano que parecía pretender estrangularlo, en vez de disminuir la presión, la aumentaba.

            —K... ei...

            De golpe, los dedos se suavizaron y, aunque no soltaron su cuello, dejó de ejercer presión. Julian comenzó a respirar con fuerza, recuperando con creces el oxigeno que había perdido en segundos.

            — ¿Por qué no te callas de una vez? —pidió Kei con suavidad, bajando la cabeza hasta apoyarla sobre el pecho de Julian.

            Julian se quedó completamente inmóvil. Seguía respirando con fuerza, pero ya no tenía miedo, ni tampoco ganas de llorar. Incorporó un poco la cabeza, notando como la mano que Kei mantenía sobre su cuello se deslizaba hacia abajo con su movimiento, como si Kei no tuviera voluntad sobre su cuerpo y se fijó en la otra mano, la que Kei mantenía en el suelo, aún con los huesos desencajados. Impresionado, sintió un escalofrío y trató de desviar la cabeza y no mirar las heridas que recorrían el cuerpo de Kei. Desde donde se encontraba, la piel pálida del chico rubio mostraba unas pequeñas incisiones que recorrían cruelmente todo su cuerpo visible, incluso, según supuso Julian espantado, en la parte donde su cuerpo había sido flagelado.

Cuando habla el corazón (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora