Capitulo 18

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            Julian bajó del avión con tanto sueño que Oshi casi tuvo que tirar de él y ayudarlo a bajar las escaleras. Kei caminaba delante junto a Rykou y Daiya y, si hasta entonces había sido una persona seria y callada, ahora parecía un espectro. No comentó nada al respecto. No se sentía con ánimos para nada, sólo deseaba llegar a donde fuera que iban a ir y tumbarse en cualquier sitio donde pudiera dormir en paz.

            — ¿Estas bien, Julian? – se interesó Oshi, escrutando a su alrededor.

            — Sólo tengo sueño, ¿ A...? – No se molestó en hacer la frase. Una limusina se detuvo fente a ellos y un hombre vestido con un uniforme negro se bajó y le hizo a Kei una profunda reverencia.

            — Kazahara—san – saludó, añadiendo varias cosas más en japonés.

            Kei asintió un par de veces con la cabeza y también dijo algo en japonés a lo que Rykou se les unió a la conversación. Tras una charla de un par de minutos, el hombre ayudó a Daiya a introducir las maletas mientras Kei subía al coche sin mirar a nadie.

            — ¿Una limusina? – preguntó Julian incrédulo.

            — ¿A qué es bonita? – soltó Oshi felizmente, ignorando la verdadera pregunta que Julian le había hecho.

            — Preciosa – aceptó sin ganas —. ¿Y también tiene otras por aburrimiento?

            — No... Kei prefiere conducir él mismo... ésta fue un regalo.

            ¿Un regalo? ¿La gente iba regalando limusinas? ¿Quién regalaría limusinas? Julian entró en el coche acompañado de Oshi y después lo hicieron el resto.

            — Pareces cansado, Julian... — comentó Daiya como si pretendiese romper el silencio que se había creado en el interior.

            Julian asintió mirando a Kei de reojo, pero éste estaba sumergido en sus pensamientos. Rykou le dijo algo y Kei, tras unos segundos de reflexión, le respondió en japonés. ¿Hablaban en japonés para que él no pudiera enterarse de nada?

            — ¿A dónde vamos? – se aventuró a preguntar en voz alta, apartando la mirada de Kei.

            Oshi lo miró con cautela pero no respondió. Finalmente fue Rykou quien lo hizo, muy posiblemente tras haberse asegurado de que Kei le había dado su permiso para hacerlo.

            — A la casa familiar de los Kazahara – soltó solemnemente.

            — ¿La casa familiar?

            ¿Qué significaba eso exactamente? Bueno, le daba igual lo que fuera mientras pudiera dormir en breve. Además, nadie se había molestado en responder a su pregunta. Y Kei... ni lo había mirado ¿Tan transparente era?

            Pero no tardó en averiguar a qué se referían con "la casa familiar de los Kazahara" La limusina se detuvo y cuando bajaron, un recinto amurallado, casi como una fortaleza, se alzaba ante ellos. Desde la puerta metálica era imposible distinguir el interior y sólo con ver dónde se encontraba y las medidas de seguridad que tenía, Julian suponía que no iba a encontrar una chabola.  Y efectivamente, no fue una chabola lo que les recibió cuando la puerta se abrió.

            Julian miró con exagerado asombro como se extendía ante él una pequeña ciudad independiente. Aunque no podía llamarlo exactamente una ciudad. Eran sucesivas casas alineadas sin ningún orden aparente, pero que todas se hallaban a la sombra de una sola que se encontraba en el centro del recinto. Una mansión tradicional japonesa que, aunque seguramente había recibido varias reformas a lo largo del tiempo, parecía surgida de una película de samuráis.  Y rodeando todo el interior, surgían decorados vegetales con lagos y plantas exóticas.

Cuando habla el corazón (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora