Capitulo 44

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            —¿No está?

            Kei fulminó con la mirada a Rykou que estaba frente a él, a pocos centímetros y se mantenía erguido, con los hombros hacia atrás y muy rígido. No movia ni un músculo.

Oshi, a su lado, era todo lo contrario, se rascaba la cabeza y movía las piernas de un lado a otro, bastante inquieto y con la expresión de quien parece estar distraído con otra cosa, con cualquier otra cosa.

            —No.

            Desde que conocía a Rykou, Kei lo había visto aprender muchas cosas, adiestrarse a su lado e incluso matar por primera vez para protegerlo. Bajó la mirada y la desvió hacia el japonés pelirrojo que parecía estar tratando de alcanzar alguna parte de la cara con la lengua e hizo una mueca que pretendió ser una sonrisa, apartando la cabeza de Oshi. En realidad había visto demasiadas muertes, más de las que cualquiera imaginaria ver nunca y lo había hecho desde niño. La muerte le había rodeado, como un presagio desde el momento que sus padres habían muerto y con ellos una dura y larga procesión de sangre y violencia en donde había dejado de distinguir el bien o el mal, pero se consideraba afortunado de haber conocido a esas pocas personas que estaban a su lado y que todas y cada una de ellas habían matado por él, sin vacilar y que sabía que darían sus vidas por él, un precio que no estaba tan dispuesto a pagar.

            Aunque posiblemente ninguno de ellos lo sabía.

            Poco importaba.

            Las cosas estaban bien tal y como estaban.

            —Estate quieto —gruñó Rykou en un intento por no dar emoción a su voz, sin desviar la mirada hacia Oshi que por algún extraño motivo que Kei no iba a preguntar, estaba tratando de alcanzarse el piel con el brazo sin agacharse.

            Kei suspiró, pasando el peso de una pierna a la otra, notando la tirantez de las heridas que recorrían su cuerpo.

            De entre todas las cosas que había visto aprender a Rykou, aquella era la que más trabajo le había dado. ¿Cuándo había conseguido esa máscara carente de emociones, de pura frialdad? Ya ni siquiera hubiera recordado al amigo que una vez vio en él si no hubiera sido por Oshi, capaz de desquebrajar la sólida roca que tan meticulosamente había forjado para protegerse y para protegerlo a él.

            Y posiblemente Rykou no se daba cuenta de lo que la presencia de Oshi hacia en él.

            O puede que tampoco Oshi lo notara.

            —Es imposible salir de esta casa —insistió, tratando de suavizar la expresión que había dirigido a Rykou—. Seguramente esté perdido deambulando por algún lado, o se haya metido en algún cuarto. Buscadlo.

            Rykou le sostuvo la mirada en silencio, durante unos instantes.

            —No hay forma de salir de la casa —dijo, despacio, a lo que Kei le pareció que titubeaba. Endureció la mirada y apretó el brazo de sillón con fuerza.

            —¿Entonces cuál es el problema?

            Su voz sonó más acerada de lo que había pretendido que sonara, pero aún así comenzaba a sospechar cual iba a ser la respuesta.

            —Julian no está aquí, Kei.

            Kei sintió como las palmas de las manos se marcaban con la forma de los brazos de madera de la silla y guardó silencio unos segundos, los suficientes para que Oshi dejara de moverse y adoptara la misma actitud de rigidez de Rykou.

Cuando habla el corazón (chico x chico)Where stories live. Discover now