Capitulo 15

44.7K 2.5K 1.3K
                                    


            La velada en casa de Kei terminó tan rápido como había empezado. En cuanto hizo una pregunta sobre lo sucedido, Kei lo echó de su casa agriamente. Julian dejó que el agua del grifo cayera sobre su rostro y su cuerpo unos instantes más antes de cerrar el grifo y salir de la bañera. Se secó rápidamente y se vistió aún más rápido.

            — ¿Vas a cenar, cielo? – preguntó su madre, asomando la cabeza por la puerta de la cocina cuando salió del cuarto de baño.

            — No..., no tengo hambre.

            — ¿Estas enfermo? – se interesó su madre preocupada.

            — No, no, sólo algo cansado. De verdad – añadió al ver la expresión de incredulidad de su madre.

            — Está bien, antes de acostarme te llevaré un vaso de leche.

            Julian asintió sin ganas y se encerró en su habitación. El esperado encuentro con Kei había sido una pesadilla, un mal sueño que no quedaría relegado a un mal recuerdo una vez se despertara. Miró los libros de texto desanimado y se sentó a hacer los deberes. Por muchas vueltas que le diera a lo ocurrido, la tarea de clase no se haría sola.

            Al día siguiente, poco antes del amanecer, Julian pudo oír como una figura envuelta en la bruma nocturna le susurraba unas palabras en el oído. Se incorporó de golpe, con el corazón latiéndole con fuerza y la respiración entrecortada. Estaba solo en su habitación. La imagen de aquella silueta oscura murmurando en la penumbra con la que había soñado le resultaba vagamente familiar, aunque no fue capaz de identificarla. Extendiendo una mano temblorosa, encendió la lamparilla que reposaba sobre la mesita de noche.

            A través de la ventana las primeras luces del día despuntaban sobre la ciudad. Una niebla recorría lentamente la larga calle vacía y silenciosa que se distinguía a través del cristal. Julian miró su reloj y comprobó con pesadumbre que debía prepararse para ir a clase.

            Se vistió en silencio y se acercó a la cocina sigilosamente. Tomó varias galletas y las mordisqueó mecánicamente antes de volver a dejar la mitad en el recipiente de metal. Después se sentó en una de las sillas y sepultó la cabeza sobre la mesa. No quería ir a clase y, aunque deseaba ver a Kei, en el fondo ni se atrevía a volver a aquella casa. Kei ya no era solo suyo y éste le trataba como a un muñeco sin sentimientos. ¿Podía conformarse con eso? Tal vez hubiera sido mucho más fácil desaparecer cuando Kei le dijo que se fuera..., pero no había podido. ¿Por qué era tan cobarde y tan débil? Si seguía permitiéndolo, Kei jugaría con él hasta destrozar sus sentimientos. ¿Qué debía hacer? Alejarse de él le dolería y le desgarraría el alma, pero permanecer a su lado era aún mucho más doloroso.

            Julian suspiró amargamente y levantó ligeramente la cabeza. La oscuridad de la cocina era muy profunda y parecía estar sumergida en una fina película de vapor. ¿No debería haber amanecido ya? Fue en aquel momento cuando notó como unos largos y afilados dedos helados se cerraban en torno a su cuello. Julian levantó la cabeza bruscamente, agradeciendo la calidez de la luz que se filtraba por la ventana. Un sudor frío recorría su cuerpo y cuando se levantó de la silla, apartándose de la mesa, se dio cuenta que las piernas le temblaban ligeramente. ¿Dos pesadillas en un día? Si no conseguía relajarse de una vez, no volvería a dormir.

            Un ruido en la habitación de sus padres hizo que se alarmase. No quería ver a su madre y darle la oportunidad de que volviera a insistirle con la comida. Si se metía algo más en el cuerpo lo vomitaría. Salió sigilosamente de la cocina, intentando no hacer ruido y tras cerrar la puerta de la calle, no se molestó en esperar al ascensor y bajó por las escaleras.

Cuando habla el corazón (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora