V

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Llegó a la ventana de su habitación sin complicaciones, ventana que dejaba abierta cuando salía para así no quedar atrapada, y de ser así pondría en marcha el plan B.

Se recostó un momento, un momento que se convirtió en horas.

Despertó por el sonido de la puerta de la habitación abrirse lentamente, un sonido casi inaudible, pensando que era su padre se sentó en la cama tallando sus ojos debido a su vista se torno borrosa.

-Pero miren quien despertó.

-Jeff ¿Qué haces aquí?.

-Tu padre dijo que es hora de tus clases.

-No es prioridad.

-No creo que tu padre lo vea de esa manera-hizo una pausa, tomó aire y siguió hablando-.Vamos-dijo saliendo de la habitación.

Tomó lo primero que encontró en su guardarropa y se dirigió a la ducha.

Cuando entró, primeras gotas de agua eran frías, recorrieron su espalda hasta llegar a sus talones, su cuerpo entero se había acostumbrado a la baja temperatura del agua cuando está decidió cambiar volviéndose más cálida. Dejó caer su mente en blanco concentrándose en las gotas tocar su piel.

Y sin pensar en absolutamente nada, su mente le jugó lo que creyó era una mala broma. Imágenes del árboles, el sonido del crujir de ramas secas al intentar sostener el peso de un cuerpo externo, y risas desconocidas hicieron a Scarlett caer al suelo del baño golpeándose el rostro.

No iría a las prácticas, estaba cansada de ello.

Decidió salir después de la extraña visión que había tenido en el baño instantes atrás.

Caminando entre el laberinto de arbustos marchitos, el chico alto que cruzó el páramo se encontraba justo frente a ella. Scarlett se quedó inmóvil, sus músculos se tensaron tanto que podía sentir como un calambre quería recorrer su pantorrilla, su mandíbula estaba tan apretada que si apretaba un poco más temía que sus dientes se rompiesen.

-Hmm...Hola-dijo el chico nervioso.

-Adiós-respondió Scarlett antes de darse la vuelta para regresar al castillo, sus ganas de no hacer nada habían sido quebrantadas.

-Creo que no he escuchado tu nombre-el chico siguió a Scarlett.

-Es porque no te lo he dicho. Veras, estoy intentando pasar desapercibida sin que nadie sepa que estoy aquí, si te digo mi nombre todo se arruinaría-la voz de Scarlett era tranquila, como si no le importase la presencia del alto chico.

-De igual forma ya te he visto, así que...Soy Rubén.

-¿Tu madre no te advirtió a no decir tu nombre a extraños?

-No pareces una extraña.

-Como sea.

Scarlett se perdió entre las ramas secas espinosas dejando solo a Rubén.





Por otro lado, Jeff se encontraba redactando la carta que le daría a Scarlett explicándole su pasado, y junto a ella, una caja de roble vieja con sellos de los Vergilas y la capa azul rey que solía usar. 

No pudo evitar recordar aquellas épocas en las que el daba ordenes en lugar de ser quien las acatara.                        


Flashback

1642. La cordillera (Castillo Verginal).

-Jeff- entró sin discreción Aaron, su compañero en la rebelión de Palomas Blancas para desterrar al rey de su trono-.Han encontrado los Verginals el material contra el rey-dijo mientras le entregaba un pergamino que contenía lo necesario para salir escapando del castillo.

-No puede ser- cerró los ojos y apretó los labios, su mayor temor se había cumplido, ahora él, un simple yilian sin saber sus poderes al cien, simplemente vano, debía enfrentar la mayor azaña probablemente de su vida-.Aaron, mi buen amigo-se levantó de la silla vieja donde pasaba horas planeando ataques sorpresa e invisibles contra tribus inmortales que pretendían ser una amenaza contra la armonía entre mortales e inmortales-.Gracias, espero verte pronto-tomó el pergamino y salió con las irregulares vestiduras de pieles humanas y de animales.

Al llegar al salón del juicio movió el estrecho y pequeño monumento del bien y el mal, oprimió uno de los ladrillos. Al instante una parte del suelo se abrió dejando al descubierto el pasadizo secreto debajo del castillo que da hacia los paramos de las tierras del rey. 

Corrió.

Corrió lo más rápido que pudo y lo que sus piernas inútiles le daban para ello.

No tenía un rumbo, solo debía escapar del radar que daba el castillo Verginal, no pasó mucho antes de que se diera cuenta de lo horrible que estaba el mundo inmortal, donde sea que pasara su mirada podía ver fuego, soledad y sufrimiento.

En su camino hacia la nada, tomó el sendero Canaois, el cual le llevaría prácticamente a un escondite seguro.

Solo, caminó hacia la vereda que daba el sendero, pero una barrera invisible le prohibió el paso haciendo que cayera sobre si mismo, era un hechizo Kritsmyloo, era claro que algo escondían del otro lado de la barrera.

La barrera se abrió permitiéndole ver lo que había, para su suerte nada bueno. Al momento en que se abrió, el rey salió en su forma más vil y siniestra conocida por un humano u otra criatura, su perfecto rostro blanco sin ojos debido al apogeo de los mismos se torno negra, tan negra que se perdía en la obscuridad de la noche, su boca era similar a una humana, pequeña y rosada, pero se volvió alargada y negra.

-¿Quién eres tú?- dijo el rey escupiendo la última palabra, Jeff se quede atónito lo cual lo obligó a repetir la pregunta- ¿Quién eres tú?

-Mi rey-respondió Jeff con miedo mientras se hincaba ante él en forma de respeto-.Yo... yo no soy nadie ante usted-mantuvo la cabeza abajo.

El rey le olfateó  a pesar de no tener nariz.

-Apestas a temor y engaño- se acercó aún más a él y su larga lengua paso por la mejilla de Jeff-.Escondes un gran secreto-se alejó y se puso de pie.

- Yo no escondo nada su majestad- estaba nervioso.

- Adelante-con su mano izquierda le hizo una señal para que pasara-.Y una vez adentro podrás confesar tus pecados en contra mí vil servidor.

Al escuchar esas palabras no le quedo más remedio que entrar en su fortaleza y esperar lo peor, ya que el rey muy pocas veces tenía misericordia.

Como el Fénix  #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora