Capítulo III

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—¿Y ahora qué?

—Ahora nada. Ya sabes lo que dijo el médico.

—Pero ella está mal.

—Ella está bien.

Desperté en manos de alguien que no conocía. Me estaban moviendo por los caminos de la vida.

—Tiene problemas.

—Como todo el mundo.

Hablaban y los entendía. Comenzaba a despertarme. Por fin. Apreté mis manos y fui capaz de notarlas. Estaban conmigo.

—Ayúdame a levantarla.

—...voy.

—Ya está.

Mi cerebro parecía estar usando sus últimas reservas, pero. Aún no estaba en pleno funcionamiento. ¡Abre los ojos! ¡Despierta, inútil!

Demasiado lento.

—¿No deberíamos llevarla en una camilla?

—Cállate.

¿Camilla? Me gusta más una cama. Quiero echarme un rato en una cama. Por favor.

Pero no parecía una cama. En realidad estaba sentada. Hice el intento de moverme pero estaba atada. Notaba en mis pies y manos algo que los mantenía quietos.

Entonces comencé a moverme. Pero no era yo quien caminaba, parecían llevarme.

—Creía que íbamos a ver al doctor.

Pues la verdad es que un doctor no me vendría mal. Creo que me había resfriado.

O algo peor.

—No.

—¿Por qué?

Esas voces. Eran muy molestas y hablaban, hablaban mucho. Hablaban sin parar.

—¿Por qué?

—Cállate, joder. No me preguntes más.

—Pero, ¿por qué?

—Porque nadie puede saltarse las normas, ¿de acuerdo? Primero tenemos que saber quién es.

Paradise [No corregido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora