Capítulo 11: ¿Quién eres?

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Fruncí el ceño y pensé por primera vez usando toda la lógica que podía usar mi cerebro.

Y era una cosa realmente extraña.

Surrealista. Era difícil creerse algo que rozaba lo imposible, pero esa carta era una prueba física.

Yo no recordaba nada, pero estaba claro que todo lo que estaba pasando tenía un oscuro pasado.

Mi cabeza comenzó a resentirse.

Podría decirse que, si dábamos por hecho que todo era verdad, yo ya sabía algo con certeza.

Lo sabía yo y aparte también lo sabía otra persona. Es decir, por mucho que mis recuerdos no existieran había alguien buscándome.

Alguien se preocupaba por mí.

Lo malo era cuando pensabas negativamente. ¿Y si todo era mentira? Quizás intentaban engañarme. Quizás intentaban fingir ser amigos míos.

Sentí un dolor profundo en mi mente.

Era frustrante no poder comparar la realidad con los recuerdos, era frustrante no saber qué creer en esos momentos.

Era frustrante y era triste.

Lentamente me levanté de la silla, dejando la nota escondida otra vez dentro del sobre y dentro del libro. Tenía que mantenerla escondida.

Pero por ese día yo ya había visto suficientes cosas raras y preferí no seguir hojeando el libro. Sentía un fuerte dolor en mi frente y me hizo murmurar dolorosamente.

No era algo que se aliviara frotándose insistentemente o solo dejándose estar un rato.

No.

Simplemente caí a la cama sin poder hacer nada.
Mi cuerpo parecía plomo.

Cerrar los ojos y estar en silencio era mi límite. Nada más. Dejarme sola a mi misma y solamente dormir.

Ese día oscureció muy pronto. Era cierto que había perdido la noción del tiempo al no tener reloj ni calendario.

Y luego me di cuenta de algo.

Tenía mucho frío.

Me erguí lo justo como para alcanzar la sábana y taparme con ella, pero no tardé en ver que era demasiado delgada.

¿Cómo iba a dormir con esa temperatura tan baja?

La cabeza no cedió con el agudo y erizado dolor, y como mi prioridad era dejar de pensar, olvidé el frío y intenté calmarme.

No debían ser ni las dos del mediodía, pero yo dormiría igualmente. Me pasaría el día entero hibernando.

Poco a poco fui dejándome caer y el cuerpo comenzaba a pesarme. Hasta que lo conseguí.

Pero entonces llamaron insistentemente a la puerta y todo quedó abortado. No me había sentido tan violenta nunca, pero en esos momentos quise asesinar a alguien.

El dolor aumentaba a medida que oía los golpes.

Obligadamente me levanté para abrir la puerta. Esperándome a algún guardia, o incluso a Richard, al otro lado.

Pero no era ninguno de ellos.

Al mirarla fijamente a los ojos un cosquilleo frío y malo me dejó débilmente dispuesta. Esa vieja señora otra vez, con su acusadora mirada.

Me observaba desde abajo. Desde su silla de ruedas.
Asustada di dos pasos largos hacia atrás, volviendo a entrar dentro de mi cuarto.

Ella me siguió. Me perseguía y comenzaba a intimidarme.

Paradise [No corregido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora