Capítulo 30: Odio este sitio

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Y, con mi último suspiro, me dejé caer hacia atrás.

Me quedé apoyada en la pared, con el respaldo de la silla a mi lado derecho. Dejé mis brazos reposar sobre mi cuerpo luego de subir las piernas encima de la silla y cruzarlas.

La posición perfecta.

Poco a poco fui agachando la cabeza hasta relajarme. Intentaba mantener tranquila mi respiración.

Y entonces cerré los ojos.

Los dos nos quedamos sentados y callados, con los pensamientos perdidos. Yo escuchaba a la gente hablar, cada uno en su mundo. No eran conversaciones importantes, en realidad me daban igual, pero era mejor que nada.

Aunque claro...

Pasaron las horas. Yo me estaba molestando demasiado.

Se acabó dormir, pasado un cierto tiempo ya no sabía apenas en qué pensar.

No obstante, no necesité hacer nada para que pasaran cosas. En realidad no hacía falta ni moverse.

Y lo digo porque en un momento dado, de repente, todo calló.

...

Y la gente comenzó a preocuparse.

...

Yo observaba el panorama sentada en la silla, con una cara de indiferencia demasiado épica. Me daba un poco igual todo, la verdad.

Pero en parte, cuando quise pensar en por qué la alarma se había detenido, caí en la cuenta.

Ese hombre.

Ay...

¿Eso significaba que le habían pillado?

Pues qué problema. Hice el esfuerzo de levantarme, me separé de la pared y descrucé las piernas, casi lista para levantarme.

—¿Te vas? —me pregunta.

Me lo quedo mirando. No me había dado cuenta de que seguía conmigo.

Tenía la cabeza apoyada sobre su brazo, encima de la mesa. Pero eso no le impedía poder mirarme directamente a los ojos.

—¿Crees que le habrán encontrado? —le pregunto entonces al chico. Volviendo a mi posición anterior, simulando que no me iba a ningún lado.

—¿A quién?

—Al hombre que buscan.

Desliza la cabeza hasta quedarse con la mirada fija en el pasillo, justo donde miraba yo antes. —Pues podría ser. ¿La alarma era por él?

Asiento lentamente, volviendo a mirar otra vez la nada.

Quizás lo que más necesitaba en ese momento era que Richard viniera a decirme algo.

Alguien podría decirme si han pillado a ese hombre o no.

Quien fuera.

Me daba igual.

...

Pero nadie apareció.

Ni siquiera nos dijeron si podíamos movernos libremente o marcharnos con tranquilidad.

No.

Ahora el silencio era total, la gente estaba atenta por si decían algo los enfermeros o los pocos guardias que había con nosotros.

Y yo me estaba estresando.

—¿Qué te pasa? —me pregunta él, mirándome curioso.

Suspiré y me respaldé en la silla. —Quiero irme. —respondo generalizando la respuesta.

Paradise [No corregido]Onde histórias criam vida. Descubra agora