Capítulo 44: Demasiadas casualidades

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Esa noche soñé con algo más que las pesadillas que tenía siempre, aunque luego me desperté y descubrí que no lo había soñado.

Comenzando por el principio, he admitir que me dormí tarde porque pasaron dos cosas. La primera es que cuando yo y Cameron estábamos muy bien solas, aparecieron los guardias para jodernos un rato. La segunda fue quejarme.

No veáis lo que dijeron los dos policías que aparecieron amenazándome con que iban a encerrarme en una celda si no les hacía caso. Y no solo los dos policías, por alguna razón sabía que esos hombres me estaban provocando para que hiciera cualquier cosa mala para agarrarme, atarme y llevarme donde fuera que estuviera el FBI.

Y yo me callé. Bueno, no. Pero Cameron se adelantó para evitar que dijera cosas inapropiadas. Así que fue como callar. Ella me dijo que mantuviera silencio con cualquiera que tuviera razones de llevarme con el agente Thomson.

Yo resignada pues acepté y ella se fue para que me dejaran en paz a mí. En gran parte fue por eso que no pude conciliar el sueño, torturándome con que Cameron se había ido otra vez y por culpa mía.

Me quedé sumida en la oscuridad de la soledad. Aunque me salvé cuando le pregunté si iba a volver, a lo que ella respondió con un siempre volveré.

Cerré la puerta y me dejé caer de espaldas a ella. Sentándome en ese suelo blanco, sintiéndome enterrada por el dolor.

Oía las voces de los dos policías diciendo que no les gustaba tener que pasar la noche delante de mi puerta. Ni siquiera iban a dejar pasar a Richard. Escuché decirles algo parecido a un aviso hacia los pacientes para que no mantuvieran relación conmigo, que dijeran que yo era peligrosa. Y lo peor vino después.

Cuando ese psicópata me intentó matar, el ataque llegó a oídos del FBI y por eso el proceso de la orden se había acelerado por seguridad. Iban a tardar un día en llegar. Y sin Cameron no quería ni sabía cómo escapar. No sabía cómo conseguiría volver a su lado. Y no me gustaba que luego de estar todo ese tiempo esperándola, me la quitasen así, sin más.

Con el último abrazo la eché de menos. Me dormí a duras penas. Una habitación antes cálida se convirtió en un sitio peligroso y extraño. Fue triste, muy triste, pero la escuché en el viento diciendo que el fin estaba cerca. Y con eso iba a sobrevivir un día más. Y con esa esperanza de que fuera mentira todo y que ambas estaríamos juntas, me desperté.

El silencio que se escuchaba débil en mi habitación y la tenue luz que iluminaba a la mañana siguiente fueron los primeros indicios de la llamada calma antes de la tormenta.

Me erguí y me senté en el borde de la cama, muy ahogada en mis propios recuerdos. No me encontraba demasiado bien y me quedé mirando el suelo con un fuerte dolor de cabeza, intentando dejar la mente en blanco.

Me intranquilizaba. No sabía si era normal sentir ese dolor porque en verdad no estaba haciendo nada que pudiera provocarlo.

Me levanté vagamente y cansada me acerqué a la ventana como si ver el exterior pudiera relajarme y ayudarme a sentirme mejor.

Me quedé quieta un largo momento observando las nubes pasar. Se estaba bien a pesar de todo, lo que significaba que algo muy malo iba a ocurrir. No sé si es ley de vida o qué, pero estoy comenzando a entender a mi amigo universo.

Sin muchas ganas miré al armario y pensé en que quizás debía tomarme mi último día con calma y que un baño rápido sería una buena forma de comenzar. Así que sin pensármelo mucho agarré lo necesario para irme.

Abrí la puerta cautelosa y miré antes de dar un paso fuera. Fue todo un espectáculo encontrarme a los dos agentes profundamente dormidos en dos sillas puestas exactamente delante de la puerta.

Paradise [No corregido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora