Capítulo 5: Centro de rehabilitación

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Salí de la habitación sin saber muy bien adónde dirigirme, cuando comencé a caminar me di cuenta de que el pasillo seguía por ambos lados.

En esos momentos mi cuerpo no estaba preparado para tomar una decisión tan importante, y con pocas ganas de pensar y hacer, elegí una dirección arriesgándome a caer en el error.

Y como de costumbre, no acerté.

Bajé escaleras y crucé medio hospital caminando por pasillos totalmente vacíos y callejones sin salida. Todo se hizo infinito.

Hasta que apareció la luz.

Había un cartel cerca de una ventana que indicaba la salida y la dirección hacia la recepción.

—A buenas horas. —pensé, después de dar tantas vueltas. Le hice caso sin pensarlo, y una vez en el lugar, rápidamente apareció el doctor.

— ¿Ya estás preparada?

Yo asentí, pero cuando me adelantó no tardó nada en fruncir el ceño.

— ¿Seguro que estás bien?

—Sí... —digo. —Solo me duele un poco la cabeza.

Y en esos momentos pude comprobar lo que me temí desde el primer momento, mi forma de mentir era apoteósicamente mala. No podría mantener el secreto de la voz que me hablaba infinitamente, al parecer.

— ¿Seguro? —dijo él, preocupado. Se puso a mi lado y me analizó.

No, señor. Cualquiera con tres dedos de frente podía verlo.

—Es que pareces nerviosa. —concluye. —Alterada.

Bueno, pues tiene usted razón, pero tuve que negarle todo lo que me dijo. Al final me costó esconder la verdad más de lo que pensaba.

— ¿Entonces...?

Entonces solo oigo voces cuando no debería oírlas. Nada más, como le pasa a cualquier humano luego de despertarse. Lo de siempre.

—Estoy bien. —asentí con la máxima seguridad posible. Y eso, por suerte, acabó por convencerle.

Ambos salimos del hospital y la conversación murió por el camino. Era una mañana tranquila, pero hacía algo de frío. Tanto la camisa como los pantalones eran de tela demasiado fina, y como el sol no brillaba, la brisa traspasaba la ropa azul del hospital.

Aunque me limité a seguirle en silencio, no sabía dónde teníamos que ir.

No obstante, una vez llegamos al aparcamiento supe que nuestro destino estaba bastante lejos. Bajamos unas escaleras que nos llevaron a la zona reservada para vehículos.

Y no hacía falta ser un genio para ver que era la zona que podía verse desde mi ventana.

Luego me sentí estúpida, pero tenía que admitir que busqué por todos lados ese todoterreno negro. Y también a ella.

Me quejaré, pero era yo la que iba provocando. Si es que a veces me merecía mi mala suerte. Le pedía a la voz que me dejara en paz pero era yo la que buscaba guerra.

— ¡Por fin! ¡Vámonos de una vez! —clamó una voz que me sacó de mis pensamientos.

Había un hombre al lado de una ambulancia diferente a las demás que pareció alegrarse de vernos, pero lo demostraba mirándonos con un odio injustificado.

—Eres un insensible, Josh. —se quejó un segundo sujeto apareciendo a sus espaldas. Y me pareció curioso, pero yo a esos dos ya les conocía.

Eran como el bien y el mal. Sus personalidades chocaban, pero parecían ser incapaces de estar el uno sin el otro.

Paradise [No corregido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora