Capítulo 6: Internada

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—Despierta, pequeña. —me dijeron. Desperté lentamente sin entender qué pasaba, hasta que me di cuenta de que no pude evitar dormirme en esa silla. El trayecto había sido largo, o eso pensé.

Pero no soñé nada. ¿Acaso las personas sin memoria no tienen sueños?

— ¿Ya hemos llegado? —pregunté, hablando cansada.

—Sí.

Y entonces me intenté despejar lo más rápido que pude. Era la hora y todo pareció detenerse.

Me levanté despacio por pereza y porque el sueño siempre estaba conmigo, pero no podía esconder el miedo. Me atacaron los nervios solo con ver abrirse las puertas de la ambulancia, si pudiera huiría lo más lejos posible.

No me gustaba estar ahí.

De algún modo sabía que a partir de ese momento estaría sola enfrentándome a un mundo que desconocía totalmente.

—Vamos. —me indicó él cuando vio que no tenía intenciones de moverme.

Él salió. Y yo tuve que ir detrás.

—Con cuidado. —me dijo, señalando el desnivel que había al bajar de la ambulancia. Me agarró de la mano y di un pequeño salto para tocar el suelo.

Y la primera impresión no fue buena, pero tampoco mala.

Un lugar en medio de la nada.

Estábamos rodeados de árboles gigantes, y de montañas. La residencia estaba estancada en una gran planicie lejana a cualquier señal de vida humana.

Parecía tranquilo, aunque daba bastante miedo. En lugares así aparecen asesinos por las noches y secuestran jóvenes perdidos.

Uno de los guardias apareció por nuestra derecha y cerrando las puertas del vehículo dijo que él se quedaría con nosotros.   

—Josh vendrá luego. Dice que tiene trabajo.

—Ya. —asiente él, sin creerse que de verdad el moreno huyera por eso.

El rubio caminó hasta adelantarnos y sacó una llave diferente a todas las demás. Abrió una cerradura y luego puso la contraseña, poco después los mecanismos que la cerraban la puerta comenzaron a desactivarse y finalmente una triste pared de cristal se deslizó hacia un lado.

Madre mía.

¿Qué residencia tiene un sistema de seguridad tan avanzado?

El doctor continuó. Pero yo me quedé quieta.

La zona era realmente grande, los edificios eran demasiado amplios. Solo desde donde estaba podía verse la fachada principal, todo lo demás era un misterio.

Paredes pintadas de blanco y gris, ventanas reforzadas, balcones cerrados con barrotes y cámaras de vigilancia cada dos metros. Uno pensaría que estaba entrando en una prisión si no fuera por la cruz roja gigante que había en la pared.

— ¿Lista? —preguntó el médico sorprendiéndome. Yo me encogí de hombros, sin mostrar confianza.

No me salían las palabras.

— No debes preocuparte, no estarás sola.

En cierto modo sus ánimos funcionaron para continuar caminando, pero no eran suficientes como para hacerme vivir indefinidamente en ese lugar.

—No debes preocuparte. —repetí en mi cabeza.

Me rodeó la espalda con la mano y me acompañó hacia la entrada. La grava del camino crujía bajo nuestros pies y me sentí sentenciada.

Paradise [No corregido]Where stories live. Discover now