Capítulo 39: Un prodigio

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Algo me decía que el señor Kepler iba a ser un problema.

Yo recuerdo que le vi en la zona roja. Recuerdo verle con todos esos hombres, con los millonarios excéntricos, el extranjero y la mujer desconocida. Hablando de los pacientes muertos, de los efectos secundarios, e incluso le vi con las pastillas en la mano. Y le recordaba perfectamente con una carpeta donde ponía paradise.

Así que quizás y solo quizás, su principal trabajo fuera matarme. Así que quizás y solo quizás, Kepler era un problema.

—Tienes la mano fría. —me dijo el pequeño, que aún me agarraba dirigiendo el paso.

Normal luego de pensar que tenía un asesino como médico.

—No sé por qué, no tengo frío.

—¿No tienes frío? Yo sí…

Aunque entonces pensé, y me di cuenta de que lo que dije no era verdad.

Era cierto que yo también tenía frío. Y cuando recordé que tenía dolor de cabeza, también recordé que estaba resfriada.

Que bonito todo.

—¿Te preocupa algo?

—¿Estamos en invierno?

Me miró y se río. —No. Cuando sea invierno te darás cuenta.

—¿Hará más frío?

—Y habrá tormentas de nieve.

Waw.

Sí. Qué bonito todo.

—Pero en serio. —me llamó la atención. —¿Hay algo que te preocupa?

Y no respondí. Pero por mi cara supongo que dedujo que sí.

En cierto modo, no solo había una cosa que me preocupara. Había varias. Estaba mi vida, mi cuerpo, la muerte, mi vida otra vez… Ya sabes. Lo normal.

Y en silencio llegamos al final del pasillo.

—Bueno. —dijo. —Entiendo por qué te preocupas. Tienes una gran responsabilidad y poca ayuda.

—Seh…

—Y demasiados enemigos. —continuó. —Pero no estás sola.

Y entonces un ruido nos hizo mirar hacia atrás.

La luz blanca se colaba por las ventanas y llegaba débil al pasillo, solo nos dejó ver una larga y negra sombra que entró en la misma habitación de la que nosotros salimos.

Sep. No estaba sola.

La puerta se cerró. Ambos nos quedamos callados.

—¿Quién era? ¿Quién entró?

No respondí. No podía saberse. Yo no lo había visto, aunque podría deducirse que fue la misma persona que vimos al salir por esa puerta.

¿Por qué todo daba tanto miedo?

—No lo sé. —respondí rápido. —Pero no quiero averiguarlo.

Y en eso ambos estábamos de acuerdo.

Así que intentando creer que no había pasado nada, seguí caminando y el pequeño me siguió. Todo iría mejor si pensábamos positivamente.

Aunque algo me decía que, algún día, ese psiquiátrico sería un laberinto del que tendría que salir corriendo.

—Sky. —me llamó la atención el pequeño.

Hacía un rato que emprendimos un camino en silencio, un camino desconocido. Aunque por muy desconocido que fuera, luego de mirar hacia los lados, entre pasillos y escaleras, sin saber nada, sabía perfectamente dónde estaba.

Paradise [No corregido]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt