Capítulo 10 [1/2]: Rosa negra

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-Esta es. -dijo Antoine, llamando mi atención. Al parecer hacía un rato que me hablaba, pero perdí el hilo de la conversación y dejé de escucharle hasta que frenó de golpe.

Lo miré y me miró.

-La 77. -explicó después, señalando la puerta.

Sep. Perfecto. Aquí está mi tumba.

El pasillo era bastante largo, pero no había demasiadas habitaciones cerca de la mía. Había unas grandes cristaleras al fondo, daban luz del exterior y al parecer por ahí se podía salir fuera.

Vi algo moverse.

- ¿Pasa algo? -preguntó, girándose.

-N-No. -dije.

Me había parecido ver a alguien, pero preferí olvidarlo.

El chico me puso delante de una caja pequeña con una luz roja. Ahí tenía que enseñar la pulsera.

Acerqué mi mano y de repente esa luz roja se convirtió en verde. Y seguido de un clac la puerta se abrió.

-Dentro tienes una pantalla con los horarios. Y por si hay problemas también hay un botón del pánico.

Qué gracioso, un botón del pánico. Si ha de venir Josh a rescatarme mejor me espero sentada.

Se despidió con un suave movimiento de mano y volvió a dejarme sola. Eso se estaba volviendo costumbre, no siempre tendría a alguien que me ayudaría.

Se me iba a hacer largo esto de estar sola y no tener a nadie.

Respiré hondo y empujé la puerta, esperándome cualquier tipo de cueva negra y fría como nuevo hogar. Pero sorprendentemente, al abrir los ojos con cierto miedo, nunca antes vi un lugar tan sencillo y bonito.

Incluso pensé en que era una broma.

La habitación no era muy amplia, pero tampoco pedía mucho más. Simplemente era acogedora. El único problema era que absolutamente todo era de color blanco.

Nada más entrar, a la izquierda, había un pequeño armario y a su lado una mesa vacía y una silla. Todo de madera clara, pálida. Al otro lado estaba la cama, y al fondo había un ventanal enorme.

Y no pude evitar acercarme a él.

Atravesé el cuarto dando apenas cinco pasos largos. Había una alfombra acolchada por todo el suelo. Casi podías ir saltando como si estuvieras en la luna.

Me asomé por el cristal, apartando la cortina de seda. Y las vistas eran hermosas. Dejaban ver un claro tapado por árboles, era un paisaje montañoso que lejos de dar miedo, llegaba a tranquilizar.

No me gustaba nada que todo eso me gustara. Pero en fin. Mejor vivir feliz. O morir.

Y fue entonces cuando decidí centrarme en el regalo.

Me senté en la silla y dejé la rosa colocada cuidadosamente en el lapicero que había. El papel con las normas que me había dado ese hombre podía irse un poco a tomar viento, así que lo aparté.

Centré el regalo en la mesa y lo analicé. Quizás eso fuera lo único que me conectaba con mi pasado, la respuesta a todo aquello que parecía conocerme. A lo mejor eso sería lo más importante.

¿Y si eso lo resolvía todo?

Leí otra vez esa pequeña nota pegada en el envoltorio.

Usé las uñas para despegarla y me la quedé mirando. La letra tenía una caligrafía perfecta a pesar de estar hecha a mano. Parecía escrita por una máquina.

Lentamente fui rompiendo el papel de regalo y despacio saqué lo de dentro. Vi solo el exterior y en un primer momento no comprendí qué era. Y luego, al sacarlo, tampoco lo comprendí.

"Rosa negra"

Alcé una ceja. ¿Qué era eso?

Lo miré mejor y le di treinta vueltas para ver todo lo de fuera. Parecía una enciclopedia de... flores. No entendía el sentido de regalarme algo así.

Aunque, a ver, yo no entendía de gustos, pero eso de regalar libros de flores a la gente que había perdido la memoria era un tanto inútil.

No sé.

Querido o querida que haya enviado esto... A la próxima mejor enviar un álbum de fotos, o un vídeo autobiográfico mío.

-¿Por qué? -pregunté en voz alta. -¿Por qué tu?

-Porque te gustaba.

Y volví asustarme. Di un salto porque eso ya se estaba volviendo costumbre también.

Aunque ya me daba bastante igual lo que me dijera.

Algunas veces esa voz parecía actuar como conciencia mía, y algunas otras como destructora de mi autoestima y moral.

Era igual que tener a un buen amigo cerca.

-¿Me gustaba? -le pregunté, sin obtener respuesta. -¿Por qué me gustabas, libro?

Terminé de retirarlo del papel y el envoltorio lo lancé a la papelera que tenía a mis piés.

El libro no era muy grueso y tampoco muy grande. Aun así pesaba lo suyo. Las solapas eran de cartón endurecido y de color negro, cosido con un hilo dorado. Las letras del título parecían estar incrustadas en ella; eran de un color rojo desgastado.

Lo abrí por la primera página.

Las hojas estaban envejecidas, amarillentas y tenían un grueso notable. Estaban ásperas y rugosas. Y curiosamente también estaban escritas a mano.

Pero esa caligrafía era tosca y más descuidada, aunque no estaba hecho con mala gana. La letra no era agraciada, cierto, pero igualmente seguía siendo bonita.

No obstante, la persona que escribió esa pequeña nota no escribió el libro.

¿Había quizás alguien más? ¿Dos personas? ¿Tres?

Quién sabe lo que hay oculto tras ese velo negro que cubre mi cabeza.

Y al levantarlo para echarle un vistazo más de cerca, algo cayó de en medio.

-Carta a una joven perdida. -leí en voz baja. Y esa letra volvía a ser esa tan limpia y perfecta como la del pequeño papel.

Pero... ¿Qué?

¿Carta a quién?

Paradise [No corregido]Where stories live. Discover now