Capítulo Uno

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CHRISTIAN

Un año atrás.

—¡Venga Christian, levántate! —gruñó Javier tratando de sacarme del bar.

—¡Jodete! —refunfuñé.

—Vas a morirte aquí si no salimos —replicó.

—¡Es lo que quiero, morir igual que ella! —grité.

Todo fue mi culpa, todo. Si la hubiera detenido ella seguiría aquí, seguiría estando a mi lado. Si tan solo hubiera tenido los cojones para parar este caos que me dejó en ruinas...

—Christian, acéptalo hermanito, quizá Vera no era para ti —habló Gabriela, mi hermana, tratando de consolarme.

—¡Tú no sabes una mierda, Gabriela! —respondí, alzando la voz.

—¡Christian! —chilló indignada—. ¡Soy tu hermana!

Sabía que no tenía control de mí mismo ni de mis palabras, pero no podía evitarlo. Cada vez que cerraba mis ojos, recordaba lo gris que se veía todo sin ella. Había sido mi culpa que se marchara y eso era algo que jamás iba a perdonarme.

Vera Williams era todo para mí, absolutamente todo. Ella fue quien me mostró la bondad, la belleza y lo maravilloso de la vida; cosa que nadie más hizo por mí, y lo peor de todo fue que yo no le pagué de la misma manera. La lastimé, la humillé y no la valoré a tal punto en que decidió irse y yo no la detuve. Tal vez si lo hubiera hecho ella seguiría conmigo; tal vez si yo no hubiera callado durante tanto tiempo ella continuaría sonriendo y amando la vida, pero no hice nada de eso. Al contrario, provoqué que se marchara para siempre sin oportunidad de cambiar las cosas y ahora no hay manera de traerla de vuelta.

—Ya déjalo, Gabriela. Deja que se hunda en su desgracia —siseó Javier saliendo con mí hermana del bar.

¿Cómo la perdí?

—Prométeme que siempre estarás para mí —pronunció ella, mirándome y sonriendo.

—Siempre, amor —respondí acariciando su espalda desnuda.

—¿Hasta la muerte? —preguntó.

—Hasta la muerte.

Y besé sus labios.

¿Cómo se escapó de mis manos?

—¡Ya no puedo más! ¿es que no entiendes? ¡Me odian! —gritó entre lágrimas.

—Y eso no debería importarte porque, aunque te quieran lejos de mí, no lo conseguirán la tomé de sus mejillas y la besé. Necesitaba darle seguridad de que nada podría contra nosotros.

—Esto puede contra mí, Christian —susurró.

—Pero no contra mí, y yo voy a protegerte —prometí.

Prometí cosas que no pude cumplir y por eso se fue. Rompí nuestra promesa, rompí mi maldita promesa de cuidarla.

—¿¡Piensas irte y dejarme así!? —grité furioso.

—¡Yo no pertenezco aquí, Christian, no lo hago y me estás obligando a quedarme en un lugar donde nadie de tu familia me quiere! —gritó con lágrimas en los ojos.

¿Acaso no le bastaba todo mi amor? Sabía que mi familia estaba siendo muy dura con ella, pero solo por su status social; eso cambiaría. Para mí eso no significó, significa ni significará nada, yo la amaba tal y como era.

—¡Yo te quiero! —estallé.

—¡Pues no es suficiente!

Por primera vez estaba viendo más que rabia en la mirada de Vera; estaba viendo dolor y decepción, pero realmente no entendía por qué...

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora