Capítulo Treinta y Cinco

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VERA

—Así que ahora sabes toda la verdad —murmuré, apartándome de él.

Él se levantó y me siguió hasta el ventanal que adornaba nuestra habitación.

—Javier me lo comentó esta noche.

—No me miraste raro en todo ese rato —susurré aun dándole la espalda.

—Nada de lo que hayas vivido me hará cambiar de opinión sobre ti —él me abrazó por detrás y beso mi hombro.

Su aroma llenó mis fosas nasales y suspiré. Lo que Max me hacía sentir no tenía comparación con nada que hubiera experimentado antes. Él irradiaba calma, paz, me hacia desear ser cada vez mejor para él, para mí misma. De pronto, las lágrimas rodaron por mis mejillas.

—No quiero que se meta en lo nuestro —sollocé y él me volteó, abrazándome con fuerza—. He pasado años de mi vida tratando de sacar a Christian Harris de mi mente. ¡No lo quiero más, Max!

Sus brazos me sostuvieron con fuerza mientras lloraba, pero no dijo nada. Él besó mi frente en silencio y supe que quería dejarme desahogar todo lo que alguna vez guardé en mi interior. Ambos nos quedamos en silencio por lo que pareció una eternidad, hasta que él decidió hablar.

—No lo hará —sus manos tomaron mi rostro—. Nada de lo que haga Christian Harris nos va a alejar, mi ángel, nada.

Sus palabras lograron calmarme por un momento, hasta que mi subconsciente me carcomió con la pregunta si de verdad estaría lejos de mi vida. ¿Sería yo capaz de alejarme toda la vida de él?


Hoy era el gran día.

Me miré al espejo y suspiré nerviosa. Finalmente iba a casarme con Maximilian Duncan.

—No estés nerviosa —dijo Ryan por décima vez.

—No lo estoy —negué mientras mordía mi uña y caminaba de un lado a otro.

—Lo estás —respondió mientras leía una revista.

Me detuve y lo miré con el corazón latiéndome a mil por segundo. Sentí que mi cuerpo temblaba y traté de dar respiraciones profundas. Estaba por casarme, estaba por entregarle mi vida para siempre a un hombre maravilloso que me demostró desde el primer día que nos conocimos lo mucho que significaba para él.

—¿Cómo pretendes que no lo esté si voy a dar el "sí" allá afuera?

Mi mejor amigo bufó y se levantó de su sitio, tomándome de los hombros.

—Si así estás solo para casarte, no te imagino para la noche de bodas.

—¡Cállate, Ryan!

—Vera, relájate —él me abrazó—. Estamos hablando de Max, nada malo puede sucederles. La familia de tu prometido se ha encargado de todo para que tú solo tengas que salir y hacer a su hijo el hombre más feliz del mundo.

De pronto, sentí que sus palabras abrazaron mis miedos también y lograron controlarme.

—Tienes razón —murmuré—. Debo calmarme, todo saldrá bien. Max y yo nos casaremos y seremos felices.

—Claro que sí, ya lo verás —sonrió y alcanzó mi vestido.

Debía confiar en mi decisión y mis sentimientos.

Faltaban tan solo diez minutos para salir al jardín. Ryan y la hermana de Maximilian, Dina, me ayudaron con el vestido, los detalles de este y mi maquillaje. Observé mi reflejo en el espejo una vez más y un enorme nudo se formó en mi garganta.

Llevaba un par de flores blancas en mi cabello recogido. Mi maquillaje se mostraba bastante natural y limpio, mientras que mi cuerpo se ceñía al vestido blanco que había escogido. Sonreí y Dina me pasó el ramo de flores que su madre había preparado especialmente para mí.

—Estás hermosa —Dina me miró.

—Estoy nerviosa —comenté y ella rió.

—Quédate tranquila, Vera. Nada malo va a pasarte.

¿Y por qué sentía que sí?

—Tu padre, mi suegro, me llevará al altar, Dina, ¿cómo no estar nerviosa?

—Papá te adora, no deberías ponerte así —terminó de arreglarme y me miró nuevamente—. Ya quedaste.

De pronto, caí en cuenta de que el hombre al que le acepté su propuesta de matrimonio estaba esperándome afuera.

—Dios mío, voy a casarme con Maximilian —murmuré.

—¡Oh sí! —ella aplaudió mientras caminábamos a la salida—, y serán felices por siempre.

Caminé con mi cuñada por el pasillo y observé por la ventana la preciosa decoración con hortensias que llenaban el jardín. Todos los invitados estaban sentados y yo mis ojos viajaron al arco de flores rosadas y blancas que lo decoraban. Mi corazón se encogió cuando debajo de este vi a Max sonreírles a sus amigos. Realmente estaba sucediendo, iba a entregarme a él por completo. Sin embargo, no pude evitar sentir que algo saldría mal.

Oh, Dios mío, ¿estaba por arrepentirme?

Caminé con Dina hasta donde se encontraba Erick, el padre de Max. Él me miró de arriba abajo y sonrió. Un par de lágrimas salieron de sus ojos y yo sonreí, la familia de mi prometido sí me aceptaba, me amaba.

—Vera, te ves preciosa —me abrazó con cuidado.

—Erick, gracias —traté de evitar las lágrimas—. En serio te agradezco que hagas esto por mí.

No debes estar nerviosa.

Suspiré por quinta vez y observé la enorme mansión que se encontraba en frente de Max y de mí. Mi experiencia con mis antiguos suegros me perseguía y honestamente no estaba preparada para conocer a los padres de mi novio.

¿Y si no les agrado? pregunté en un susurro.

De pronto, una mujer alta y rubia salió al gran balcón y sonrió. Rápidamente bajó los escalones y se lanzó a los brazos de su hijo. Él la abrazó y besó su cabeza para luego presentármela.

Mamá, ella es Vera Williams, mi novia.

Una gran sonrisa brotó de sus labios.

Bienvenida, querida.

—¿Estás lista para dar el sí?

—Lista —murmuré y tomé su brazo.

Era hora.


Rompiendo PromesasWhere stories live. Discover now