Capítulo Treinta y Seis

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CHRISTIAN

Hoy era el gran día.

Terminaba de arreglar el traje de Derek mientras pensaba en la estupidez que estaba por cometer. Miré a mi hijo y sonreí, sus ojos azules estaban llenos de esperanza, seguros de que nada malo en el mundo podría sucederle. La inocencia lo envolvía de una forma maravillosa y sentí mi corazón encogerse.

—¿Crees que luzco bien para nuestro almuerzo? —Mila sonrió mientras daba la vuelta con un vestido rojo escotado que resaltaba sus hermosas curvas.

—Claro —sonreí falsamente y besé la frente de mi pequeño.

—¿Ya me dirás dónde es el sitio? —ella se acercó y pude ver como la emoción de tener una cita conmigo la envolvía.

¿Era una escoria por hacer eso?

—No, aún no —respondí evitando su mirada.

—¡Christian! —chilló, pero preferí ignorarla.

—Bueno, si prefieres quedarte —me encogí de hombros.

Al fin y al cabo, estar con ella no era mi plan.

—¡¿Quedarme?! —dijo molesta—. ¡Claro que no!

—Entonces no cuestiones Mila.

Salí de la habitación con mi hijo en brazos, topándome con Javier de frente. Fruncí el ceño, confundido. ¿Qué podía estar haciendo en mi casa?

—¿Qué haces aquí? —pregunté confundido, se suponía que debía estar en la boda.

Sus ojos reflejaban determinación y su postura era lo mismo.

—Vine a evitar que hagas lo que tienes en mente —su voz era firme.

Fingí desconcierto—. ¿Detenerme? —pregunté inocente—. No sé de qué me hablas, hermano.

—¿Crees que soy estúpido, Christian? —sus manos se cerraron en un puño—. No voy a dejar que irrumpas en esa vida y arruines su vida una vez más.

—¿Tú y quiénes más? —pregunté retándolo.

—Christian, por amor a Dios, ¡déjala ser feliz, carajo! —vi como su semblante cambiaba de enojo a furia—. La has jodido demasiado, tú eres consiente de todo lo que ella sufrió por tu maldita cobardía.

—¡Y por eso voy a remediarlo!

—No lo harás si arruinas su felicidad —gruñó al instante en que Mila entró en la habitación.

—¿De qué están hablando? —frunció el ceño.

—De nada —contesté sin apartar la vista de mi hermano.

—Mila, ve arriba, ¿quieres? —Javier trató de calmarse.

—No hasta que me digan que sucede.

Antes de que mi hermano pudiera decir otra palabra, le pasé al bebé y corrí hacia afuera, cerrando la puerta de la entrada con llave y consiguiendo un poco de tiempo. Corrí a mi auto mientras escuchaba como ellos golpeaban las ventanas. Sin mirar atrás, subí rápidamente y conduje directamente al sitio donde se realizaba la boda.

Conduje como una bestia por la carretera, aterrorizado de que fuera demasiado tarde. Si ella daba el "sí" sería tarde para los dos y no podríamos estar juntos. Pisé el acelerador y le rogué al cielo llegar a tiempo. Vera Williams no podía casarse con otro hombre y yo tenía que impedirlo a toda costa, aún si la vida se me fuera en ello.

Estacioné el auto cerca de la entrada y corrí al jardín donde pude ver todo totalmente decorado. Una punzada de culpa y miedo me recorrió el cuerpo, pero ignoré la sensación y busqué el sitio donde se daba la ceremonia. A lo lejos, pude ver a los invitados y corrí, pero antes de que pudiera entrar, dos hombres me detuvieron.

—¿Se le ha perdido algo? —preguntó uno de ellos.

—Vengo a la boda de Vera y Max, él es mi amigo. Soy Christian Harris —dije apurado.

—Invitación —dijo el gilipollas.

—¡No la traigo conmigo! —me agarré el cabello.

No, no, no.

—No hay entrada, no hay boda.

En mi desesperado intento por entrar, golpeé a uno de estos en el rostro y eché a correr. Seguí las flechas donde se suponía que era la boda, hasta que llegué. Frené en seco al ver a la mujer de mis sueños en un vestido blanco caminar hacia el altar.

No podía dejarla ir.

—Si hay alguien que se quiera oponer a este matrimonio, que hable ahora, o calle para siempre.

Antes de que pudiera proseguir irrumpí en el lugar.

—¡Yo me opongo! —grité.

—Christian... —el rostro de Vera pareció desfigurarse.

Rompiendo PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora