Capítulo Treinta y Ocho

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VERA

—¡NO!

Escuché el disparo y los gritos, pero todo lo que mi cabeza podía procesar era el grito ahogado de Maximilian en cuanto se puso frente a mí y recibió la bala.

—¡Maximilian! —grité horrorizada.

Cuando vi que caería, lo tomé entre mis brazos y caí con el al suelo, mi vestido bañado en sangre y su traje blanco igual. Sollocé, mientras observaba como el aliento de vida empezaba a abandonar su cuerpo.

—¡Maldición! —de pronto, vi como Mila volvía a apuntar hacia mí, pero antes de que pudiera tirar del gatillo, Christian la tomó por la espalda y le arrancó el arma de las manos.

—No vas a hacer más daño.

Por primera vez, Christian Harris me defendía.

Sin importarme más la escena, presioné la herida de Max y le susurré al oído cuanto lo amaba.

—Todo estará bien, Max —susurré—. Todo estará bien mi amor. La ambulancia viene en camino.

—¿Estás... bien? —sus ojos comenzaron a dejar caer las lágrimas y sentí mi corazón romperse en millones de pedazos.

—Sí —susurré—, estoy bien gracias a ti.

Él sonrió y pude ver como poco a poco se desvanecía.

—Dios, Max, no tenías porqué recibir esa maldita bala.

Mi prometido tomó mi mano y la apretó—. Recibiría una y mil balas por ti, Vera.

Me acerqué y besé sus labios mientras las lágrimas recorrieron mis mejillas.

Jamás pensé en volver a amar a otra persona como en ese momento lo hacía. A pesar de mi tiempo con Maximilian, no podía olvidar a Christian ni nuestros recuerdos como una pareja. Honestamente pensé que estaba destinada a ser el amor de su vida, que él estaba destinado a ser mi verdadero amor.

Pero el verdadero amor no es aquello que no puedas olvidar o que no quieras superar, el verdadero amor es aquello que hace que tus latidos tengan sentido, que se sacrifique por tu felicidad y que tú sientas que debes hacer lo mismo. El verdadero amor es ese que te apoya aun si tienes los secretos y el pasado más oscuro.

El verdadero amor es ese que te hace ver la vida de un modo diferente y te ayuda a mejorar cada día para ser la mejor versión de ti misma.

Yo no pensé que Maximilian me hiciera ver eso, hasta que recibió esa bala por mí, y supe en ese instante que, si debía luchar por alguien, debía ser por él y solo por él.


Había pasado una semana y media del accidente en mi boda. Detuvieron a Mila y a Christian ya que mi suegro lo había declarado cómplice. Maximilian fue atendido por los mejores médicos de la ciudad y ha estado inconsciente durante todo este tiempo. A pesar de que no fue algo de alto riesgo, le ha costado despertar. Por mi parte, me he encontrado cada día de la semana al lado de mi prometido esperando a que despierte.

Nuevamente estaba rogándole a Dios por un milagro. Miré su cuerpo yaciente en la camilla y sentí que mi estómago daba un vuelco. ¿Cómo pude dejar que pasara? ¿por qué el pasado estaba empeñado en seguirme y torturarme?

—No tienes que estar tanto tiempo aquí —Dina entró preocupada—. Casi no has comido, Vera. Te encuentras en los huesos y sabes muy bien que necesitas comer y dormir.

—No quiero que despierte y no me encuentre aquí —murmuré tomando su mano.

—Si despierta, te llamaré, pero por favor ve a descansar.

La miré y pude ver el reflejo del miedo en sus ojos. Estaba preocupada por mí y por su hermano. Resignada ante su mirada y por el hecho de no querer sumar otro peso a sus miedos, me levanté y salí de la habitación dedicándole una última mirada a mi futuro esposo.

—Por favor, regresa a mí —susurré antes de cerrar la puerta.

Caminé por los pasillos del hospital en silencio hasta que lo vi caminar hacia mí con un ramo gigante de rosas.

Christian Harris estaba de regreso.

Rompiendo PromesasWhere stories live. Discover now